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Convento del siglo XVI de Acolman, Estado de México
Lo que quiso decir
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Rubén Aguilar Valenzuela: Socio fundador de Afan y Asociados, S.C. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor... Continuar Leyendo
10 minutos de lectura

Convento del siglo XVI de Acolman, Estado de México

San Agustín Acolman es uno de los grandes conjuntos conventuales del siglo XVI construidos por la Orden de San Agustín en la Nueva España, que después sirvió de ejemplo para otras edificaciones agustinas.
28 de enero, 2024
Por: Rubén Aguilar

Acolman, Estado de México

Fachada del convento del siglo XVI de Acolman, Estado de México.
Foto: Rubén Aguilar.

Historia

En su origen es una fundación de la Orden de Frailes Menores (OFM) y entre 1524 y 1529 estuvo a cargo del franciscano Andrés de Olmos. En 1536, los franciscanos ceden el sitio a la Orden de San Agustín (OSA). El responsable de la nueva edificación es fray Andrés de Mata que inicia en 1539. El conjunto se asienta sobre un basamento prehispánico. En 1560 está ya terminada y la fachada-portada. En 1571 se concluye el convento, pero la iglesia todavía sigue en construcción. En 1580 lo habitaban 24 frailes y de ellos cinco atendían a la población indígena y los otros estudiaban.

En 1586, el papa Sixto V otorga al prior de Acolman, fray Diego de Soria, una Bula para hacer las primeras “misas de aguinaldo”. Los agustinos establecen la práctica de estas misas, que se celebran en el atrio de la iglesia, que era una novena del 16 al 24 de diciembre. Al término de la misa se representaban escenas del nacimiento de Jesús. Había festejos con cantos de villancicos, piñatas y fuegos artificiales. Es el origen de la tradición de las Posadas.

En el siglo XVII, Acolman pasa a manos del clero secular. Se tiene registro de que tres tormentas provocaron que las aguas del lago de Texcoco y de la Presa del Rey se desbordaran e inundaran el conjunto, dos de ellas en el siglo XVII y la otra en el siglo XVIII, cuando el primer piso quedó cubierto de agua y lodo a una altura de dos metros. En razón de esto en 1772 se abandona de manera definitiva. El clero secular lo ocupa de nueva cuenta a mediados del siglo XIX, a pesar de que se hallaba bajo el lodo. Se abandona de nuevo en 1877.

Al inicio de la segunda década del siglo XX, el antropólogo Manuel Gamio realiza una investigación sobre el Valle de Teotihuacan en el Estado de México. Como parte del análisis arqueológico integra el análisis diacrónico de la región. Gamio llama al arquitecto Ignacio Marquina para que registre la arquitectura colonial. En su recorrido “descubre” las ruinas del convento de San Agustín Acolman, entonces cubierto por estratos de sedimentos que alcanzaban hasta 2.15 metros sobre el piso original. Gruesas capas de cal ocultaban las pinturas murales de los claustros, el arco de la capilla abierta estaba cegado y el patio totalmente enterrado. La fachada de la iglesia se conservaba y despertó un gran interés entre los especialistas del arte colonial.

Marquina considera que el conjunto tiene valores históricos y artísticos de gran valor. En ese entonces Acolman fue considerado “único y rarísimo”. En 1920, la dirección General de Monumentos Artísticos e Históricos decidió rescatarlo. En 1921 lo convierte en museo. Se exhiben pinturas y esculturas. En 1933 se declara Monumento Histórico. En 1945 se logra quitar todo el lado que lo cubría y se crea la rampa que actualmente existe. A mediados del siglo XX concluyó la gran obra de restauración del conjunto conventual.

En 1960 se restauran los murales de la capilla abierta, del claustro mayor y menor. Entre 1992 y 1993 se remodela el refectorio y en 1995 hay una nueva intervención del edificio.   En 2012 inician obras de mantenimiento y adecuación de los espacios.

Descripción:

1. Atrio

Atrio del convento del siglo XVI de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

El atrio es de grandes dimensiones y ahora está en declive del nivel de la calle hacia el conjunto conventual.

Vista del atrio del convento de Acolman, desde la capilla abierta.
Vista del atrio desde la capilla abierta. Foto: Rubén Aguilar.
Entrada principal del atrio del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

La entrada principal del atrio es un arco de medio punto en medio de la barda que tiene almenas.

Entrada lateral del atrio del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

La entrada lateral al atrio está al nivel de la calle, pero desde el nivel del atrio está “enterrada”. Se ubica en medio de la barda. Tiene dos arcos de medio punto. En la parte superior una ventana que es un arco de medio punto alargado. En los extremos almenas.

Barda de piedra del atrio del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

Una barda de piedra cerca tres de los cuatro lados del atrio. El otro se cierra con el conjunto conventual. Cada metro y medio tiene una almena de piedra. En medio de estas una estructura piramidal también de piedra.

2. Cruz atrial

Cruz atrial del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

Ahora la cruz atrial está afuera del atrio, al frente de la entrada principal. El basamento es un cubo de mampostería, posiblemente de dimensiones diferentes al que tuvo en siglo XVI. El estilo es tequitqui.

Manuel Toussaint, afirma que: “La cruz del convento agustiniano de Acolman presenta un contraste curioso: el dado que sirve de peana a la cruz tiene la imagen de la Virgen en altorrelieve. Es esta imagen de un primitivismo tal, que pudiera creerse que más que una imagen cristiana, es un ídolo; la cruz, en cambio, está cubierta de relieves finos que no matan el perfil cilíndrico de su forma; en el centro de ella, una hermosísima cabeza de Cristo recuerda la escultura renacentista, sobre todo por el contraste con la figura inferior”.

En otra versión la cabeza de Cristo esculpida por indígenas es la expresión de Aculmaitl, palabra náhuatl de la que viene Acolman. El mito, originario de Texcoco, relata que el sol tiró una flecha en suelo de Acolman y fue así como surgió el primer hombre de la tierra, a quién por tener sólo la cabeza, los hombros y los brazos, llamaron Aculmaitl, que significa, “hombro con cabeza”.

Cabeza de Cristo de la cruz atrial del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

3. Capilla abierta

Capilla abierta del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

Está en alto, en un segundo nivel, al lado derecho de la iglesia. Es un arco rebajado de medio punto. En su interior hay frescos que pueden ser de 1550 ó 1560.

Santa Catarina de Alejandría en el Convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

4. Portal de peregrinos

Portal de peregrinos del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

El Portal de peregrinos tiene cinco arcos de medio punto rebajados. Los cuatro primeros de la misma dimensión y el quinto, que es la entrada al convento, es más ancho. En la parte superior ventanas de las celdas.

5. Iglesia

Exterior de la iglesia del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

Exterior

La fachada tiene dos elementos, que son la portada y la espadaña. El estilo es plateresco renacentista. Hay especialistas que comparan su calidad artística con la portada de la Universidad de Salamanca y la del hospital de la Santa Cruz de Toledo. En versión de Toussaint es la portada plateresca más pura de las que se hicieron en la Nueva España.

Tiene dos cuerpos. En el primero tres calles. En la del centro un arco de medio punto y en las de los lados, en medio de columnas, nichos con las imágenes de san Pedro y san Pablo. En el extremo dos letreros: Al norte: “Acabóse esta obra el año de 1560 reinando el Rey Don Felipe Nuestro Señor hijo del Emperador Carlos V”, y al sur: “Gobernando la Nueva España su II Virrey Don Luis de Velasco con cuyo favor se edificó”. En la parte superior, a manera de remate, un frontón triangular donde al centro hay un nicho con una imagen.

El segundo cuerpo es la ventana del coro de forma rectangular, un arco de medio punto rebajado. A los lados dos medallones. En la parte superior un remate triangular con el escudo de la Orden de San Agustín (OSA) tallado en pierda que se compone de un corazón atravesado por flechas. Todo en medio de relieves en piedra con ángeles, flores, animales, frutas y signos del zodiaco. Algunos atribuyen la portada a un artífice europeo, pero otros ven las manos de artistas indígenas.

En el remate, al centro, una espadaña de tres arcos de medio punto. El de centro ligeramente más alto y ancho. Están dentro de un triángulo. A cada lado tres almenas. Todo de mampostería.

Ábside del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

El ábside visto desde el exterior con dos contrafuertes. En las paredes también contrafuertes y en la parte superior, alrededor de todo el perímetro de la iglesia, almenas. Estilo propio de un convento-fortaleza.

Interior

Interior de la iglesia del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

La planta de la iglesia es de una sola nave y cuenta con tres capillas, el bautisterio, la antesacristía y la sacristía. La nave se divide en tramos con pilastras que sostienen arcos de medio punto en el techo y en la pared. El ábside está techado con una nervadura gótica en forma de estrella de ocho puntas.

Altares barrocos de la iglesia del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

Hay tres altares barrocos dorados, el mayor y dos laterales. El mayor tiene tres cuerpos y en cada uno hay tres calles. En el primero la calle central está vacía y hay una escultura de san Agustín de Hipona. En las calles laterales nichos sin imágenes. En el segundo en las tres calles hay cuadros en medio de columnas. En el tercero se repite lo mismo. Al parecer los cuadros son del siglo XVI y pertenecieron a otro altar.

Murales de la iglesia del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

En las paredes del ábside murales, que algunos especialistas sostienen son de las primeros que se hacen en lo que hoy es América Latina. Se representan a profetas del Antiguo Testamento, doctores de la Iglesia y a santos agustinos, que están sentados en grandes tronos. Hay también textos de salmos y frases de la filosofía agustiniana. Son obras del siglo XVI.

Mural de la pared derecha de la iglesia del convento de Acolman, que imita un altar barroco.
Foto: Rubén Aguilar.

Mural en la pared derecha de la iglesia. Imita un altar barroco. Cuatro nichos con imágenes.

6. Patio exterior

Patio exterior del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

Ya en el área del convento hay un patio exterior que queda bajo el nivel del atrio. La escalera de la derecha da acceso del atrio al patio. La de la izquierda al convento.

7. Convento

Claustro grande

  • Nivel bajo
Patio del claustro del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

El patio del claustro bajo es cuadrado. El edificio todo de cantera. El estilo es renacentista. En cada uno de sus lados cuatro arcos de medio punto. Entre el arco dos y tres hay una columna doble. En las esquinas una pilastra en medio de dos columnas. Entre arco y arco hay unos medallones. Los fustes y capiteles de estilo ecléctico con perlas isabelinas.

Columnas dobles del patio del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

Columnas dobles, en medio una pilastra, entre los arcos dos y tres en los cuatro lados. El capitel tiene una forma original de estilo ecléctico.

Columnas en el patio del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

En las cuatro esquinas del claustro bajo se encuentra esta estructura. Al centro una pilastra rodada de dos columnas. Fuste y capiteles tienen una forma original en estilo ecléctico. En ambos hay perlas de tipo isabelino.

  • Escalera
Escalera del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

La escalera que une los dos claustros tiene dos descansos. En las paredes y el techo vestigios de murales.

  • Nivel alto
Arcos del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

El claustro alto tiene seis arcos de medio punto en cada uno de sus costados. El estilo es renacentista. El techo es de vigas de madera. En las esquinas se juntan las columnas de los arcos. Una barda-barandal recorre todo el claustro. Es de la altura de los fustes.

8. Murales

Murales del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

En una esquina del claustro alto están estos dos murales: “La Crucifixión de Cristo” y “El Juicio Final”. Obra de artistas indígenas que copian las obras de grabados que vienen de Europa. El friso, con textos religiosos, recorre la parte superior de las paredes de todo el claustro.

Murales de la pasión de Cristo en el convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

Murales en otra esquina del claustro alto. Temas relacionados con la pasión de Cristo. Artistas indígenas que copian temas de grabados europeos.

Claustro menor

Claustro menor del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

Tiene claustro bajo y alto, todo es de piedra. El claustro bajo tiene tres arcos de medio punto rebajados en sus cuatro costados. Y en cada lado dos contrafuertes. El claustro alto cuenta con tres vanos en cada costado en medio de pilastras. El techo es de vigas. El patio es cuadrado y al centro una cruz.

Comentario

Interior del convento de Acolman, Edomex.
Foto: Rubén Aguilar.

En su origen es fundación de la Orden de Frailes Menores (OFM), que ocurre entre 1524 y 1529, que luego ceden a la Orden de San Agustín (OSA), que se asienta aquí en 1536. A partir de 1539, el responsable de la nueva edificación es el agustino fray Andrés de Mata.

En 1560 está ya terminada la fachada-portada de la iglesia y en 1571 el convento, pero la iglesia todavía sigue en construcción. En 1586, el papa Sixto V otorga al prior fray Diego de Soria, el permiso para hacer las primeras “misas de aguinaldo”, que es el antecedente de las Posadas. En el siglo XVII, Acolman pasa a manos del clero secular.

El conjunto conventual sufrió inundaciones en los siglos XVII y XVIII que cubrieron el primer piso. En 1772 se abandona de manera definitiva y se ocupa de nuevo a mediados del siglo XIX, para de nuevo abandonarlo en 1877. Es hasta 1920, que las autoridades inician su rescate. En 1933 se declara Monumento Histórico Nacional.

Es hasta 1945 que se logra quitar todo el lado que lo cubría y se crea la rampa que actualmente existe. A mediados del siglo XX concluye la gran obra de restauración del conjunto conventual, que incluye los murales de la capilla abierta, del claustro mayor y menor. Entre 1992 y 1993 se remodela el refectorio y en 1995 hay una nueva intervención del edificio.

El atrio es de grandes dimensiones y está en declive. La cruz atrial, una de las más importantes de los conventos-fortaleza del siglo XVI, está fuera del atrio. El estilo es tequitqui. La portada, de estilo plateresco renacentista, es una de las grandes obras artísticas del siglo XVI en México. Toussaint dice que es la más pura del estilo plateresco. Es muy elegante y de enorme belleza.

En la iglesia son notables los murales del ábside que se registran como unos de los más tempranos en el continente americano. El tema profetas del Antiguo Testamento, doctores de la iglesia y santos y pensadores agustinos.

El convento tiene claustro mayor y menor. El mayor con arcos de medio punto de enorme belleza en nivel bajo y alto. Murales de enorme calidad, que son reproducción de grabados europeos hechos por artistas indígenas. En su interior hay un museo.

San Agustín Acolman es uno de los grandes conjuntos conventuales del siglo XVI construidos por la Orden de San Agustín (OSA) en la Nueva España, que después sirvió de ejemplo para otras edificaciones agustinas.

***

Fuentes consultadas:

  • Kubler, George, Arquitectura mexicana del siglo XVI, FCE, México, 1983.
  • Arciniega Ávila, Hugo Antonio, “Arquitectura agustiniana: La definición de un paradigma”, Actualidades Arqueológicas, revista de estudiantes de Arqueología de México, Número 14, septiembre-octubre de 1997.

Visitas: 

1970; 1982; 2023 (septiembre).

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Imagen BBC
Cinco cosas que quizás no sabías sobre la Capilla Sixtina, sede del cónclave para elegir al nuevo papa
9 minutos de lectura

Es una joya del Renacimiento que para el papado fue una audaz afirmación del estatus espiritual y político del Vaticano, de Roma y de la Iglesia católica.

04 de mayo, 2025
Por: BBC News Mundo
0
Capilla Sixtina lista para el cónclave
Getty Images
La Capilla Sixtina alberga a unas 200 personas en misas o hasta a 20.000 de los alrededor de 25.000 visitantes que llegan a diario, 5 millones al año. Aquí se ve lista para el cónclave de 2025.

En un lugar con más de cinco siglos y medio de historia, ubicado en el Estado más pequeño de todos, tienen lugar unas elecciones que intrigan a gran parte del mundo, ya sea por razones religiosas, políticas, sociales o intelectuales.

Pero atañen particularmente a los alrededor de 1.400 millones de fieles católicos, pues se trata de la selección del sucesor de San Pedro, el primer papa ordenado por Jesús.

Según esa tradición, la línea ininterrumpida de sucesores que ha habido desde entonces ha asegurado que los mensajes y enseñanzas que Cristo les dio a los apóstoles se hayan transmitido y permanecido inalterados.

Los cardenales con voz y voto en la trascendental decisión sobre cuál de los príncipes de la Iglesia católica apostólica romana será el sumo pontífice se congregaron por primera vez en la Capilla Sixtina en 1492.

Pero no era la única sede de cónclaves, hasta que en 1878 se convirtió en la permanente.

Desde entonces, durante ese paréntesis en el que se elige a un papa, es en la delgada chimenea que está en su techo y no en sus magníficas obras de arte donde se fijan los ojos del mundo, a la espera de señales de humo, las únicas pistas de lo que está ocurriendo en su interior.

Y es que, a partir del momento en el que se proclama extra omnes, y todos los que no forman parte del cónclave se retiran, los cardenales electores se quedan encerrados entre esas cuatro paredes y con un techo tapándoles el cielo.

Suena claustrofóbico, ¡pero qué paredes y qué techo!

La Capilla Sixtina es una obra de arte que a lo largo de los siglos ha dejado a millones maravillados.

Algunos se quedan sin palabras; otros, como el erudito alemán Goethe, las encuentran:

“Hasta que no hayas visto la Capilla Sixtina, no tendrás una idea adecuada de lo que el hombre es capaz de lograr”.

Y, ¿sabías que…?

1. Miguel Ángel escribió un poema lamentando las dificultades de embellecer uno de los lugares más sagrados de la cristiandad

Es incongruente que Miguel Ángel creara una obra tan sublime en la bóveda de la Capilla Sixtina contra su voluntad.

Pero así fue.

Siempre se consideró más escultor que pintor.

El Techo Sixtino
Getty Images
Para Miguel Ángel, ya famoso como escultor del David en Florencia, el fresco de la Capilla Sixtina fue una prueba de su habilidad y resistencia, y del potencial del arte para asombrar, que materializó en su asombrosa maestría de la forma humana.

Cuando el papa Julio II le pidió que se encargara de la capilla, estaba trabajando en la tumba de mármol del pontífice y nunca antes había terminado un fresco completo.

A pesar de que la comisión llegaba de tan alta autoridad, intentó rechazarlo dos veces, pero finalmente capituló.

Una de las pruebas más fehacientes de su reticencia es un soneto que le envió a su amigo Giovanni di Pistoia en 1509, apenas un año después de empezar su obra en el techo Sixtino, tarea que se extendería durante tres años más.

Sus quejas y dolencias ya eran numerosas.

Tenía la glándula tiroides inflamada, decía, la columna vertebral torcida y encorvada, el pecho oprimido y retorcido, los muslos acalambrados constantemente y el trasero dolorido por el esfuerzo.

Por si fuera poco, “¡Mi pincel, encima de mí todo el tiempo, gotea pintura para que mi cara sea un buen piso para los excrementos!“.

No eran lamentos vanos.

Para pintar el techo de 3.300 metros, tenía que estar parado en un andamio precario de 18 metros de altura, con el cuello doblado hacia atrás y el brazo elevado por encima de la cabeza.

Gran parte del tiempo trabajaba en soledad, pues, como demostró el trabajo de restauración en la Capilla Sixtina, sus frescos fueron realizados en gran parte por su mano, a excepción de partes relativamente menores hechas por asistentes.

Le precupaba su estado mental.

Porque estoy atascado así,

mis pensamientos son estupideces locas, pérfidas:

cualquiera dispara mal por una cerbatana torcida“.

Y le preocupaba también que pintar en esas condiciones afectara la obra, de ahí que declarara, al final del poema:

Mi pintura está muerta.

Defiéndela por mí, Giovanni, protege mi honor.

No estoy en el lugar correcto, no soy pintor“.

2. En “La creación de Adán” aparece otro humano (y es mujer)

Getty Images
Miguel Ángel tuvo en cuenta la curvatura de la bóveda y ajustó los dibujos para que la obra se viera como debía ser.

La imagen central del techo de la capilla, que muestra a Dios creando a Adán, con sus dedos casi tocándose, es una de las más impactantes de todo el edificio.

Como le dijo a la BBC la historiadora del Renacimiento Catherine Fletcher, es “una de las pocas pinturas que se ven por todas partes”.

“Junto con la Mona Lisa, es posiblemente la única pintura del arte occidental que alcanza ese nivel icónico”.

La obra no sólo asombró por su gran maestría, sino también por su gran originalidad.

Dios aparece como un superhéroe, arrastrado por el viento, musculoso, con ropajes ceñidos que revelan sus piernas y un manto.

El acto de la creación, realizado con la punta del dedo, también fue invención de Miguel Ángel.

Pero hay algo que, dado cuán hipnóticas son esas dos manos en el centro, puede pasar desapercibido.

De hecho, no fue hasta la década de 1870, tras la primera publicación de fotografías del Techo Sixtino, que se observó una presencia significativa bajo el brazo de Dios.

Está entre figuras envueltas en el manto rojo ovalado del Creador, y es una mujer que dirige a Adán una mirada atenta.

Pero ¿quién puede ser?

Detalle de la Creación de Adán
Getty Images
Ahí está, la misteriosa mujer cobijada por Dios.

La interpretación más ampliamente aceptada es la presentada por primera vez por el crítico de arte inglés Walter Pater (1839-1894), quien afirmó que la persona a quien Dios cobija bajo su brazo es Eva, antes de su creación.

Las otras 11 figuras, añadió, representan simbólicamente las almas de la progenie por nacer de Adán y Eva: la humanidad entera.

El creador, señaló Pater, “viene con las formas de las cosas que serán, la mujer y su progenie, en el pliegue de su manto”.

“Ella parece muy consciente de lo que sucede”, le dijo a la BBC Matthias Wivel de la Galería Nacional en Londres.

“Dios le está dando a Adán un alma, le está dando libre albedrío, y eso es lo que Eva personifica”, agregó.

Más recientemente se ha planteado que la mujer que ocupa ese lugar de honor junto a Dios es la Virgen María.

Esta teoría surgió a raíz del niño pintado junto a la figura femenina, sobre quien se posan suavemente los dedos de Dios; se debate si podría ser el niño Jesús, quien espera pacientemente junto a su padre.

3. Además de las de Miguel Ángel, obras de otros grandes artistas cubren las paredes de la capilla

Cuando el papa Sixto IV encargó la construcción de la capilla que lleva su nombre, en 1480, Miguel Ángel tenía tan solo 5 años.

Pasarían casi tres décadas antes de que el famoso maestro del Renacimiento escalara el alto andamio y transformara el techo con su pincel.

Pero eso no quiere decir que estuviera en blanco: la bóveda estaba pintada de azul con estrellas doradas.

Era un cielo creado por Piermatteo d’Amelia, uno de los artistas convocados para decorar el sagrado recinto en un período sorprendentemente corto, apenas 11 meses, de julio de 1481 a mayo de 1482.

Escenas de la vida de Moisés de Sandro Boticcelli
Getty Images
“Escenas de la vida de Moisés” es uno de los tres frescos que Sandro Botticelli pintó en tan solo 11 meses.

El equipo estaba conformado por los más grandes pintores de la generación anterior, entre ellos Sandro Botticelli, Pinturicchio, Cosimo Rosselli, Pietro Perugino (maestro del pintor y arquitecto Rafael) y Domenico Ghirlandaio (maestro de Miguel Ángel).

El plan comprendía un ciclo del Antiguo y otro del Nuevo Testamento, con narraciones que comenzaban en el muro del altar, continuaban a lo largo de los largos muros de la capilla y finalizaban en el muro de la entrada.

Encima se pintó una galería de retratos papales, que se completaban debajo con representaciones de cortinas pintadas.

Doce frescos de esos artistas del siglo XV siguen mostrando hermosamente escenas de la vida de Cristo y de Moisés en las paredes de la capilla.

Solían ser 14, pero cuando, en 1533, Clemente VII de Médici le encargó a Miguel Ángel que pintara “El juicio final” en el muro del altar, se perdieron los dos primeros episodios de esas historias, pintados por Perugino, así como el retablo de la Virgen asunta entre los Apóstoles.

4. Un artista cubrió los genitales en “El juicio final”

Getty Images
Con más de 300 figuras musculosas, en una gran variedad de poses dinámicas, la obra es sobrecogedora.

“El juicio final” fue pintado 25 años después del techo de la Capilla Sixtina, cuando Miguel Ángel tenía 60 años.

La tarea era abrumadora: visualizar el fin de los tiempos y el comienzo de la eternidad.

Nadie mejor que él para llevarla a cabo.

El fresco refleja magistralmente y sobre un fondo azul el significado textual del apocalipsis.

El término proviene del griego apokálypsis que significa “despojar lo que cubre”, “retirar el velo”, “descubrir”, “develar”, “revelar”.

Así, muchas de las más de 300 figuras que rodean a Cristo, casi todas masculinas, están desnudas.

Cuando Biagio da Cesena, el maestro de ceremonias papal, se quejó de tal indecencia, la respuesta de Miguel Ángel fue inmortalizarlo en el fresco como juez de los condenados y del infierno.

Lo pintó desnudo salvo por una serpiente que le rodea las caderas y le muerde los genitales.

Hombre maduro con serpiente enrollada
Dominio Público
La respuesta de Miguel Ángel a la crítica de Biagio da Cesena.

Sin embargo, Biagio no era el único escandalizado, y las críticas no cesaron ni con la muerte del artista.

Cuando el Concilio de Trento prohibió el arte “lascivo”, la obra fue condenada como indecorosa.

En 1564 el papa Pío V le ordenó a Daniele da Volterra, quien había sido aprendiz de Miguel Ángel, que cubriera la desnudez de los personajes pintados por su maestro.

Eso le valió a Daniele el desafortunado apodo de Il Braghettone o “el creador de bragas”.

Cuatro siglos después, cuando se hizo la limpieza de “El juicio final” en las décadas de 1980 y 1990, se presentó el dilema de si conservar o eliminar las adiciones que ocultaban lo que Miguel Ángel dejó a la vista.

La solución fue dejar algunos rastros de la censura como evidencia de la mentalidad dominante del siglo XVI, y recuperar tanto como fuera posible el aspecto original del fresco.

Así, San Pedro, San Bartolomé y Santa Catalina de Alejandría siguen vistiendo las prendas creadas por Il Braghettone.

5. Machu Picchu y los frescos de la Capilla Sixtina son de la misma época

Superposición de
Getty Images
Dos exquisitas obras a 10.500 kilómetros de distancia.

El Renacimiento italiano y el Imperio inca no suelen asociarse entre sí, pero ambos fueron fenómenos de la misma época.

La ciudadela de Machu Picchu, situada en los Andes en Perú, se completó alrededor de 1450, en el apogeo del poder del imperio, y probablemente estuvo ocupada hasta alrededor de 1530.

A más de 10.500 kilómetros de distancia, mientras los emperadores incas continuaban reinando en su incomparable retiro en la cima de la montaña, los grandes artistas italianos creaban sus frescos en la Capilla Sixtina del Vaticano.

Y Machu Picchu seguía habitado cuando, en 1512, Miguel Ángel le estaba dando los toques finales a su obra maestra en el techo.

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