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La Catedral del Mar y Barcelona
Lo que quiso decir
Lo que quiso decir
Rubén Aguilar Valenzuela: Socio fundador de Afan y Asociados, S.C. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor... Continuar Leyendo
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La Catedral del Mar y Barcelona

La novela y la serie están ambientadas en el siglo XIV cuando Barcelona, bajo la corona de Aragón, vive uno de los momentos más prósperos de su historia. En ese entorno se sitúa la historia del siervo Bernat Estanyol (Daniel Grao), un campesino que presencia, el día de su boda, como el señor feudal abusa de su esposa según el derecho de pernada, que estos señores poseían en esa época.
21 de septiembre, 2024
Por: Rubén Aguilar

La serie de ocho capítulos, La Catedral del Mar (España, 2018), se basa en la obra homónima de Ildefonso Falcones, publicada en 2006 con gran éxito editorial, que es su primera novela.

Solo en el primer año de su edición en España (español y catalán) se vendieron un millón de ejemplares. La obra se ha traducido en 15 idiomas y se ha vendido en más de 40 países.

Los ocho capítulos, de poco menos de una hora, han sido dirigidos por Jordi Frades, que en el quinto contó con la colaboración de Salvador García.

El guion del primero y octavo capítulo es de Rodolf Sirera. El segundo de Antonio Onetti. El tercero de Sergio Berrejó y Antonio Onetti. El cuarto y el quinto de Sergio Berrejó. El Sexto de Rodolf Sirera, Sergio Berrejó y Antonio Onetti. El séptimo de Rodolf Sirera y Antonio Onetti.

La novela y la serie están ambientadas en el siglo XIV cuando Barcelona, la ciudad condal, bajo la corona de Aragón, vive uno de los momentos más prósperos de su historia. La ciudad ha crecido hacia la ribera del mar y ahí, un humilde barrio de pescadores, con sus propios recursos, ha iniciado la construcción de la iglesia de Santa María del Mar.

En ese entorno se sitúa la historia del siervo Bernat Estanyol (Daniel Grao), un campesino que presencia, el día de su boda, como el señor feudal abusa de su esposa según el derecho ius prima enoctis, que estos señores poseían en esa época.

Un día logra “raptar” a su hijo recién nacido, que se encuentra con su madre en el castillo del noble, para amamantar al hijo de este. De manera accidental mata a un guardia del castillo.

Con su hijo, huye hacia Barcelona donde vive su hermana casada con un artesano que ha hecho fortuna. Este y su hijo, Arnau Estanyol (Hugo Arbues, de niño, y Aitor Luna, de adulto), pese a ese parentesco viven en una situación económica muy difícil.

Arnau, para sobrevivir trabajará en lo que se le ofrece; por una serie de circunstancias que le resultan favorables logra convertirse en hombre libre y después en un rico cambista, oficio que aprende de un judío, que lo protege después de que salva la vida de sus hijos pequeños.

Su nueva situación de vida provoca la envidia de sus enemigos, quienes consiguen, mediante delitos inventados, llevarlo a juicio de la Inquisición. Huye de Barcelona y se incorpora a la guerra. Después de años regresa a la ciudad donde vuelve a tener una posición privilegiada y de reconocimiento social.

Un personaje central de la serie es la ciudad de Barcelona y la evolución que vive en el siglo XIV mientras se construye la iglesia de Santa María del Mar. El caso de Arnau es un ejemplo de cómo alguien, en esa nueva realidad, nacido pobre puede escalar socialmente y hacerse rico.

La serie es una gran producción. La historia está bien construida, aunque a veces me parece que se vuelve maniquea, los buenos son radicalmente buenos, y los malos radicalmente malos. Se les caricaturiza.

Hay una segunda temporada que se basa en la novela Los herederos de la tierra de Ildefonso Falcones y lleva el mismo nombre que la novela.

Las dos se pueden ver en Netflix

Portada de la serie La catedral del Mar.

La Catedral del Mar

Título original: La Catedral del Mar

Producción: España, 2018

Creación: Rodolf Sirera

Dirección: Jordi Frades

Guion: Rodolf Sirera, Antonio Onetti y Sergio Berrejó

Fotografía: Teo Delgado

Música: Federico Jusid

Actuación: Daniel Grao; Aitor Luna; Hugo Arbués; Andrea Duro; Tristán Ulloa; Pablo Derqui; Michelele Jenner; Silvia Abascal; Nathalie Poza (…)

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Imagen BBC
Así es la vida de los astronautas que están atrapados en el espacio hasta 2025
8 minutos de lectura

La estación cuya construcción comenzó en 1998 aloja a dos nuevos huéspedes desde el pasado junio.

17 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
0

Dos astronautas estadounidenses dejaron la Tierra en junio esperando pasar ocho días en la Estación Espacial Internacional (EEI).

Pero tras los temores de que su nave espacial Boeing Starliner no fuera segura para retornar, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de EE.UU. (NASA) retrasó la vuelta de Suni Williams y Butch Wilmore hasta 2025.

Ambos comparten ahora un espacio del tamaño de una casa de seis habitaciones con otras nueve personas.

Williams lo llama su “lugar feliz” y Wilmore dice que está “agradecido” de estar ahí.

¿Pero cómo se siente realmente estar a 400 kilómetros sobre la Tierra? ¿Cómo se lidia con compañeros de tripulación complicados? ¿Cómo se hace ejercicio y se lava la ropa? ¿Qué se come y, más importante, cuál es el olor del espacio?

En conversación con la BBC, tres exastronautas revelan los secretos para sobrevivir en órbita.

Estación Espacial Internacional
BBC

Cada cinco minutos del día de los astronautas los organiza la misión de control en la Tierra.

Se despiertan temprano. Cerca de las 6.30 -hora de Greenwich (GMT)-, los astronautas emergen desde los dormitorios, del tamaño de una cabina telefónica, en el módulo Harmony de la EEI.

“Tiene el mejor saco de dormir del mundo”, dice Nicole Stott, una astronauta estadounidense de la NASA que pasó 104 días en el espacio en el marco de dos misiones, una en 2009 y otra en 2011.

Los compartimentos tienen computadoras portátiles para que la tripulación pueda estar en contacto con su familia y un rincón para objetos personales como fotografías y libros.

Estación Espacial Internacional
BBC

Los astronautas pueden luego usar el baño, un compartimento pequeño con un sistema de succión. Normalmente el sudor y la orina son reciclados como agua apta para beber, pero una falla en los sistemas de la EEI ha obligado a la tripulación a almacenar la orina.

Posteriormente, los astronautas van a trabajar. Labores de mantenimiento o experimentos científicos les llevan la mayor parte del tiempo en la EEI, estación que es aproximadamente del tamaño del Palacio de Buckingham o de una cancha de fútbol americano.

“Por dentro son como muchos autobuses concatenados. En medio día puede que no veas a nadie más”, explica el astronauta canadiense Chris Hadfield, comandante de la Expedición 35 en 2012-2013.

“La gente no va deprisa por la estación. Es grande y tranquila”, dice.

Estación Espacial Internacional
BBC

La EEI tiene seis laboratorios dedicados a experimentos y los astronautas usan monitores cerebrales, cardíacos o sanguíneos para medir su respuesta a un ambiente que es físicamente desafiante.

“Somos como ratas de laboratorio”, dice Stott. “El espacio acelera el proceso de envejecimiento de huesos y músculos y los científicos pueden aprender de ello”.

Si los astronautas pueden, trabajan más rápido de lo que la misión de control puede prever.

Hadfield explica: “Tu reto consiste en encontrar cinco minutos libres. Yo me acercaba a la ventana para ver pasar algo. O componía música, hacía fotografías o escribía a mis hijos”.

Estación Espacial Internacional
NASA
Las obras para construir la Estación Espacial Internacional comenzaron en 1998.

A unos pocos afortunados se les pide hacer una caminata espacial, cambiando la EEI por el vacío espacial exterior.

Hadfield ha hecho dos. “Esas 15 horas afuera, con nada más entre el universo y yo que mi visor de plástico, fueron tan estimulantes y de otro mundo como cualquier otra experiencia de 15 horas en mi vida”.

Pero ese paseo también puede introducir algo novedoso a la estación espacial: el “olor espacial” metálico.

“En la Tierra tenemos montones de olores diferentes, como la ropa recién salida de la lavadora o el aire fresco. Pero en el espacio sólo hay un olor y nos acostumbramos a él rápidamente”, explica Helen Sharman, la primera astronauta británica, quien pasó ocho días en la estación espacial soviética Mir en 1991.

Los objetos que van al exterior, como un traje espacial o un kit científico, se ven afectados por la fuerte radiación del espacio.

“La radiación forma radicales libres en la superficie y ellos reaccionan con el oxígeno que hay en el interior de la estación, generando un olor metálico”, dice.

Cuando volvió a la Tierra, ella valoró mucho más sus experiencias sensoriales. “No hay clima en el espacio, no hay lluvia cayendo sobre tu cara o viento en tu pelo. Ahora valoro esas experiencias mucho más”, señala 33 años después.

Estación Espacial Internacional
BBC

Entre las jornadas de trabajo, los astronautas que pasan largas temporadas en el espacio deben hacer dos horas de ejercicio diarias. Tres máquinas diferentes ayudan a contrarrestar el efecto de la gravedad cero, el que reduce la densidad ósea.

El Dispositivo Avanzado de Ejercicio Resistivo (ARED, por sus siglas en inglés) es bueno para hacer sentadillas, peso muerto y remo, ejercicios que trabajan todos los grupos musculares, dice Stott.

Los tripulantes usan dos cintas de correr, a las que deben atarse para no salir flotando, y un ergómetro de bicicleta para entrenamiento de resistencia.

Estación Espacial Internacional
BBC

“Un par de pantalones para tres meses”

Pero todo ese ejercicio genera un montón de sudor, advierte Stott, lo que lleva a una cuestión muy importante: el lavado.

“No tenemos lavandería, solo agua que se forma en gotas y algo de jabón”.

Sin gravedad que haga correr el sudor del cuerpo, los astronautas quedan cubiertos en una capa de sudor, “mucho más que en la Tierra”, explica.

“Sentía que el sudor crecía en mi cuero cabelludo. Tenía que pasarme un hisopo por la cabeza. No querrías sacudirlo porque saldría volando por todas partes”.

Astronautas en la Estación Espacial Internacional
NASA
Nicole Stott estuvo 104 días en la Estación Espacial Internacional.

Esas ropas se ensucian tanto que tienen que ser desechadas en un vehículo de carga que se quema en la atmósfera.

Pero sus ropas de uso cotidiano se mantienen limpias, señala.

“En gravedad cero, la ropa flota sobre el cuerpo, así es que los aceites corporales y todo lo demás no le afectan. Tuve un solo pantalón durante tres meses”, expone.

En cambio, la comida era el mayor peligro. “Alguien abría una lata, por ejemplo, de carne y salsa”, relata, “y todo el mundo estaba alerta porque salían pequeñas bolas de grasa”.

“La gente flotaba hacia atrás, como en la película Matrix, para esquivar las bolas de jugo de carne”.

Estación Espacial Internacional
BBC

En cierto punto, otra nave puede llegar con nuevos tripulantes o suministros de alimentos, ropa y equipamiento. La Nasa manda algunas al año. Llegar a la estación espacial desde la Tierra es “asombroso”, dice Hadfield.

“Es un momento que te cambia la vida cuando miras la EEI en la eternidad del universo; ves esta pequeña burbuja de vida, un microcosmos de creatividad humana en la oscuridad”, afirma.

Estación Espacial Internacional
BBC

Después de un duro día de trabajo es tiempo de cenar. La comida es mayormente reconstituida y se encuentra en paquetes que se separan en diferentes compartimentos por nación.

“Era como comida de camping o raciones militares. Era buena, pero podría ser más sana”, dice Stott.

“Mi favorito era el curry japonés o los cereales y sopas rusas”, agrega.

Las familias envían a sus seres queridos paquetes de comida extra. “Mi marido y mi hijo eligieron pequeños caprichos, como jengibre cubierto de chocolate”, explica.

La tripulación comparte la comida la mayor parte del tiempo.

Los astronautas son preseleccionados por atributos personales -tolerantes, relajados, tranquilos- y entrenados para trabajar como un equipo. Eso reduce la probabilidad de conflicto, explica Sharman.

“No se trata sólo de aguantar el mal comportamiento de alguien, sino de denunciarlo. Y siempre nos damos metafóricas palmaditas en la espalda para apoyarnos mutuamente”, afirma.

 Butch Wilmore y Suni Williams
Getty Images
Los astronautas de la Nasa Butch Wilmore (izquierda) y Suni Williams salen del Edificio de Operaciones y Control Neil Armstrong en el Centro Espacial Kennedy.

Ubicación, ubicación, ubicación

Y al final, la cama nuevamente, y tiempo para descansar después de un día en un ambiente ruidoso (los ventiladores funcionan constantemente para dispersar las bolsas de dióxido de carbono para que los astronautas puedan respirar, por lo que es tan estridente como una oficina muy ruidosa).

“Podemos dormir ocho horas, pero la mayoría de la gente se queda pegada a la ventana mirando a la Tierra”, afirma Stott.

Los tres astronautas hablaron acerca del impacto psicológico de ver su planeta a 400 km en órbita.

“Me sentí muy insignificante en la inmensidad del espacio”, dice Sharman. “Ver la Tierra con tanta claridad, los remolinos de nubes y los océanos, me hizo pensar en las fronteras geopolíticas que construimos y en cómo en realidad estamos completamente interconectados”.

Stott dice que le encantó vivir con seis personas de diferentes países “haciendo este trabajo en nombre de toda la vida en la Tierra, trabajando juntos, averiguando cómo hacer frente a los problemas”.

“¿Por qué no puede ocurrir lo mismo en nuestra nave espacial planetaria?”, se pregunta.

Eventualmente todos los astronautas deben dejar la EEI, pero estos tres dicen que volverían sin pensarlo.

No entienden por qué la gente piensa que los astronautas de la Nasa Suni Williams y Butch Wilmore están “atrapados”.

“Soñamos, trabajamos y nos entrenamos toda la vida esperando una estancia prolongada en el espacio”, dice Hadfield. “El mayor regalo que se le puede hacer a un astronauta profesional es permitirle quedarse más tiempo”.

Y Stott dice que al abandonar la estación pensó: “Van a tener que tirar mis manos arañando de la escotilla. No sé si voy a poder volver”.

Línea Gris
BBC

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Gráficos de Katherine Gaynor y Camilla Costa

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