La democracia, una palabra cargada de esperanza y ambición, es uno de los conceptos políticos más defendidos y malentendidos de nuestra era. A lo largo de la historia, diferentes actores políticos han tratado de apropiarse de su significado, adaptándola a sus propios fines e intereses. En México, bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador y la reciente elección de Claudia Sheinbaum, la noción de democracia está siendo reexaminada y, en algunos casos, reinterpretada.
La popularidad de AMLO y su sucesora, Sheinbaum, ha despertado interrogantes fundamentales sobre lo que realmente significa la democracia. ¿Es solo el gobierno de la mayoría? ¿Se puede hacer cualquier cosa en nombre de la voluntad popular? Para abordar estas preguntas, es esencial profundizar en lo que la democracia es y, quizás más importante, en lo que no es.
En su forma más básica, la democracia es el gobierno del pueblo. Sin embargo, esta definición sencilla puede ser engañosa si no se desglosa con mayor precisión. La democracia no es simplemente la ejecución de la voluntad de la mayoría en cada decisión, sino un sistema de gobierno en el que se respetan los derechos de todos, incluidas las minorías y los individuos que se oponen a la mayoría. Se trata de un delicado equilibrio entre la voluntad popular y la protección de los derechos fundamentales.
Uno de los pilares clave de la democracia es el Estado de Derecho. En una democracia verdadera, nadie está por encima de la ley, ni siquiera los líderes electos. Las decisiones se toman dentro de un marco legal que garantiza que las instituciones y los ciudadanos estén sujetos a las mismas normas. Las instituciones, como el Poder Judicial, existen para proteger la imparcialidad de las decisiones y actuar como contrapeso a cualquier intento de abuso de poder.
Otro elemento esencial es la libertad de expresión y prensa. En una democracia saludable, los ciudadanos deben poder expresar libremente sus opiniones, criticar al gobierno y promover sus propias ideas. Los medios juegan un papel crucial en la vigilancia de las acciones del gobierno y en garantizar que los ciudadanos estén informados de manera imparcial y transparente.
Finalmente, la participación ciudadana no se limita al día de las elecciones. La democracia exige un compromiso continuo de la ciudadanía, no solo en la elección de representantes, sino también en la exigencia de rendición de cuentas, la defensa de sus derechos y el respeto a las instituciones democráticas.
El hecho de que la democracia se base en el voto popular a menudo genera confusiones peligrosas. Un error común es pensar que una vez que un líder ha sido elegido por una mayoría, este tiene el derecho de gobernar sin limitaciones, basándose únicamente en la legitimidad que le otorga su popularidad. Este tipo de pensamiento es lo que conduce a lo que muchos politólogos llaman “democracia iliberal” o autoritarismo electoral.
En una democracia auténtica, el poder de la mayoría no es absoluto. No es democracia cuando las decisiones de la mayoría violan los derechos fundamentales de las minorías o erosionan la división de poderes. Un gobierno que busca modificar las reglas para mantenerse en el poder indefinidamente, o que intenta controlar el Poder Judicial, los medios de comunicación o las organizaciones independientes, no está actuando dentro de los principios democráticos, sino que está cruzando la línea hacia el autoritarismo.
El gobierno de México ha promovido un discurso que exalta la voluntad popular como el único factor legitimador de las decisiones gubernamentales. AMLO ha sido una figura clave en este proceso, utilizando una retórica que divide entre “pueblo” y “élites”, entre los agraviados y los privilegiados. En un país donde los agravios históricos como la desigualdad, la corrupción y la discriminación han sido profundos, este discurso ha encontrado un eco significativo. Sin embargo, esta narrativa corre el riesgo de fragmentar aún más la sociedad mexicana y de desvirtuar lo que debería ser un proceso democrático inclusivo.
La reciente elección de Claudia Sheinbaum, con una mayoría abrumadora, ha generado una retórica peligrosa: la idea de que la mayoría en las urnas justifica cualquier tipo de decisión. Se plantea que, porque se obtuvo una mayoría de votos, el gobierno tiene el derecho de reformar incluso las instituciones más fundamentales, como el sistema judicial, sin limitaciones. Sin embargo, esta interpretación no solo es simplista, sino profundamente antidemocrática.
Es esencial recordar que una de las razones por las que existen instituciones como el Poder Judicial es precisamente para limitar el poder de las mayorías cuando este pone en riesgo los derechos fundamentales. La reforma judicial, que incluye la elección popular de jueces, es un ejemplo claro de cómo el principio de democracia está siendo distorsionado en México. Al someter a los jueces a un proceso electoral, se corre el riesgo de politizar el Poder Judicial, sometiendo a sus decisiones a la voluntad de la mayoría en lugar de a la imparcialidad y el Estado de Derecho.
La democracia no es simplemente el voto en las urnas ni el mandato temporal de una mayoría. Es un pacto social en el que todos, incluidos aquellos que no forman parte de la mayoría, tienen garantizados sus derechos. En México, estamos ante una encrucijada histórica. No se trata solo del rumbo de un gobierno, sino del futuro de nuestras libertades, de la capacidad del ciudadano para exigir justicia sin temor a represalias, y de la vigencia del Estado de Derecho como el pilar de la convivencia pacífica.
Cuando se reinterpreta la democracia para justificar decisiones autoritarias, cuando se utiliza la popularidad como excusa para ignorar las instituciones que limitan el poder, estamos a un paso de perder aquello por lo que generaciones han luchado: una nación donde la voz de todas, no solo de la mayoría, es escuchada. El silencio complaciente de hoy será el grito impotente de mañana si no entendemos y defendemos lo que realmente significa vivir en una democracia.
México ha sido, desde su nacimiento, una nación que abraza la libertad y la democracia, aunque no sin contradicciones ni dificultades. Nuestra historia política, marcada por un fuerte presidencialismo, nos ha llevado a un cruce de caminos, donde la sombra de la autocracia se cierne amenazante. Sin embargo, no todo está perdido. La democracia no es un concepto estático, es un proceso dinámico que vive y se alimenta del compromiso ciudadano.
La casi desaparecida educación cívica, por más golpeada que haya estado, lleva en su química la semilla de la resiliencia democrática.
Descrita por algunos como un “enigma”, se espera que Trump regrese a sus funciones en la Casa Blanca “en sus propios términos”.
Un día después de la gran victoria en EE.UU. de su esposo Donald Trump, Melania Trump utilizó las redes sociales para enviarle un mensaje a la nación.
“La mayoría de los estadounidenses nos han confiado esta importante responsabilidad”, afirmó la señora Trump.
“Salvaguardaremos el corazón de la República: la libertad”, prometió, e instó a los estadounidenses a superar las diferencias ideológicas por el bien del país.
Fue un mensaje breve, pero sugirió un cambio en cómo la ex primera dama abordará el papel esta segunda vez.
Cuando Donald Trump ganó su primera presidencia en 2016, su esposa inicialmente no se mudó a la Casa Blanca y se quedó en Nueva York con su hijo pequeño.
A veces se mostró reticente a seguir las tradiciones establecidas por las primeras damas que la precedieron.
Pero los expertos dicen que esta vez, Trump probablemente será más prudente en su enfoque del papel en gran parte indefinido de ser la Primera Dama de Estados Unidos.
Nacida como Melanija Knavs, la ex modelo esloveno-estadounidense de 54 años cambió su vida glamorosa rodeada de las paredes doradas de la Trump Tower de Manhattan por los confines de la vida política que conlleva la Oficina Oval, durante una presidencia que a menudo estuvo plagada de controversias.
Descrita por algunos como un “enigma”, Trump ha preferido ser menos pública que sus predecesoras y ha pronunciado menos discursos tanto en la Casa Blanca como durante la campaña electoral.
“Ella ha sido única en comparación con otras primeras damas modernas”, dijo Tammy Vigil, profesora asociada de comunicaciones en la Universidad de Boston y autora de un libro sobre Michelle Obama y Melania Trump.
“Hace las cosas como quiere, no como tiene que hacerlas, pero cumple con las expectativas básicas”.
En los últimos años, se alejó del centro de atención mientras su marido impugnaba varios casos legales en su contra mientras hacía campaña para un segundo mandato.
Su ausencia inspiró varios artículos periodísticos este verano que preguntaban: “¿Dónde está Melania?”.
Trump ha hecho apariciones en ocasiones clave, como cuando su esposo anunció a finales de 2022 que volvería a presentarse como candidato.
También asistió a la Convención Nacional Republicana en julio vistiendo un traje rojo brillante de Christian Dior, pero no pronunció ningún discurso, otra ruptura con la tradición.
Cuando habla, sus palabras parecen cuidadosamente elegidas y ofrecen pistas sobre sus opiniones.
En el mitin de su esposo en el Madison Square Garden, pocas semanas antes de las elecciones, hizo comentarios breves pero concisos, en línea con el mensaje de ley y orden de la campaña de Trump, describiendo a la ciudad de Nueva York como una “gran metrópolis” en decadencia debido a la delincuencia desenfrenada.
También habló después del primer intento de asesinato contra su marido, pidiendo unidad y calificando al agresor de “monstruo”.
En una rara entrevista en Fox, más tarde acusó a sus oponentes políticos y a los medios de comunicación de “alimentar una atmósfera tóxica” que condujo al ataque.
La señora Trump declaró su postura a favor del aborto en sus recientes memorias, lo que la puso en desacuerdo con los activistas provida dentro del Partido Republicano.
Los comentarios provocaron especulaciones sobre la relación de los Trump, pues en aquel momento su esposo estaba haciendo campaña por la revocación de Roe v Wade.
Trump ha escrito sobre su carrera como modelo, su admiración por su esposo y sus desacuerdos políticos pasados, pero ha decidido mantener privados los detalles de esas disputas.
Pero ha apoyado públicamente a su esposo en asuntos controvertidos como su falsa afirmación de que las elecciones presidenciales de 2020 fueron robadas.
“No soy la única persona que cuestiona los resultados”, escribió en su libro.
Sobre los disturbios del Capitolio del 6 de enero de 2021, escribió que “no estaba al tanto” de lo que estaba sucediendo porque estaba preocupada por sus obligaciones.
Su exsecretaria de prensa, Stephanie Grisham, escribió en sus propias memorias que Trump se negó a emitir una declaración condenando la violencia, lo que llevó a la señora Grisham a dimitir.
Algunos comentaristas han cuestionado si ella disfrutó del papel de primera dama.
Una de sus biógrafas, la ex reportera de CNN Kate Bennett, sostiene que lo hizo a pesar de su renuencia inicial.
“Le gustaban todos los accesorios que conlleva ser primera dama y vivir en la Casa Blanca”, dijo Bennett a la revista People en 2021. “Creo que realmente lo disfrutó mucho”.
En sus memorias, la señora Trump escribió que tiene un “fuerte sentido del deber de usar la plataforma como Primera Dama para el bien”.
Y dijo en una entrevista de 1999 que si Trump alguna vez se postulara a la presidencia, usaría a las ex primeras damas Jacqueline Kennedy y Betty Ford como modelos a seguir, calificándolas de “muy tradicionales”.
Kennedy fue un ícono de la moda que se dedicó a la preservación de la Casa Blanca, mientras que Ford fue conocida como una pionera que abogó por el derecho al aborto y los derechos de las mujeres.
Después de mudarse a Washington, Trump comenzó a asumir funciones de primera dama, como organizar almuerzos y cenas de Estado para los líderes mundiales que estaban de visita.
También se centró en la estética de la Casa Blanca, ordenando amplias renovaciones y supervisando ambiciosas decoraciones navideñas (y una vez la grabaron en secreto quejándose de esta última tarea).
Su vestimenta era objeto de fascinación y controversia en los medios, particularmente después de que la vieran usando una chaqueta con la frase “Realmente no me importa, ¿a ti sí?” durante un viaje a un centro de detención de niños migrantes en 2018.
Dijo que la chaqueta era un mensaje para “la gente y los medios de izquierda” que la criticaban.
Trump volvió a ser objeto de críticas después de que su antigua amiga y asesora principal la grabara en secreto.
En la grabación, Trump expresaba su frustración por las críticas que recibió por la política de su esposo de separar a los niños inmigrantes de sus familias.
Más tarde reveló que la política la había tomado por sorpresa y le había dicho a Trump en privado que no la apoyaba.
El presidente abandonó la política en junio de 2018 después de una tormenta de controversias.
El profesor Vigil dice que uno de los mayores desafíos que enfrentó Trump en el primer mandato de su esposo fue su inexperiencia política, así como la de su personal, igualmente inexperto y a veces desleal.
Pero Trump se mantuvo ocupada en silencio, agrega Vigil, abogando por cuestiones como el bienestar de los niños a través de su campaña Be Best contra el acoso en línea.
También abogó por los niños afectados por la crisis de los opioides y desde entonces ha creado una fundación que recauda fondos para la educación de los niños en hogares de acogida.
Muchos esperan que ese trabajo continúe una vez que regrese a Washington, aunque no está claro si vivirá allí a tiempo completo.
Vigil dice que el papel de la primera dama ha evolucionado a lo largo de los años y que la señora Trump “tomará decisiones sobre cuán activa quiere ser en público”.
“Y creo que lo hará de forma mucho más intencional”.
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