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El fin de la república
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Roberto Heycher Cardiel Soto es especialista en materia político-electoral, comunicación política e innovación. Dos décadas... Continuar Leyendo
4 minutos de lectura

El fin de la república

La República de Weimar nació del sueño democrático y murió en manos del Partido Nazi. No porque desconocieran la Constitución, sino porque la usaron para desmantelar el consenso. No porque no ganaran elecciones, sino porque confundieron el respaldo popular con la razón absoluta. La historia de Weimar no es un espejo exacto, pero sí una advertencia.
14 de julio, 2025
Por: Roberto Heycher Cardiel

La república no cae de un solo golpe. No muere en una noche ni se desploma entre el estruendo. Su muerte es un proceso lento, a veces imperceptible, que avanza como el moho sobre las vigas de una casa vieja. La república no cae, se disuelve. Y cuando advertimos su ausencia, ya habitamos una arquitectura distinta: una donde las formas persisten, pero el alma ha desaparecido.

Lo que debiera ser la casa de todos se ha convertido en el bastión de unos pocos. La clase media, que fue columna vertebral del pacto republicano, hoy malvende sus bibliotecas para poder comer. Profesores, médicos, intelectuales, viven no del saber sino de la nostalgia. Padres y madres enfrentan el dilema cotidiano entre alimentar a sus hijos o pagar medicamentos, entre resignar el presente o hipotecar el futuro. Esta no es una crisis económica: es la intemperie de un país que ha olvidado lo que prometió ser.

En ese vacío, prospera la polarización. El pluralismo ha sido reducido a una farsa plebiscitaria. El debate fue reemplazado por la consigna; el disenso, por la descalificación. En lugar de partidos, tenemos tribus; en lugar de deliberación, obediencia. Quien no comulga con la narrativa oficial es traidor, fifí, adversario o enemigo. El “pueblo bueno” se ha convertido en un dogma excluyente que pretende homogeneizar la nación, clausurando el derecho a pensar distinto. Así, se vacía de sentido el Congreso, convertido ya no en órgano de representación plural, sino en caja de resonancia de una sola voluntad.

El militarismo, antes latente, hoy es protagonista. Las Fuerzas Armadas administran aeropuertos, construyen trenes, operan aduanas y controlan calles. La soberanía civil se rinde sin disparar una sola bala. Se invoca al pueblo para justificar la ocupación de lo público por lo castrense. Se glorifica al uniforme como sustituto de la razón, del derecho y del contrato social. Que no se olvide, una república no se sostiene sobre la disciplina de los cuarteles, sino sobre el pluralismo de los civiles.

La economía, por su parte, se desacelera. El régimen, atrapado en su propio discurso, ya no puede garantizar ni el crecimiento ni el bienestar. Las transferencias sociales que antes eran paliativos, ahora son cadenas de dependencia. La inversión huye, la incertidumbre se multiplica, el horizonte se estrecha. No hay proyecto de desarrollo: hay gestión de la ruina.

Mientras tanto, la Constitución, esa carta mayor que representaba el pacto de la diversidad, ha sido vaciada de su contenido simbólico. Si una sola fuerza puede modificarla sin contrapesos ni deliberación, entonces lo que cambia no es la letra, sino el alma del orden constitucional.

El discurso antisistema que envió “al diablo” a las instituciones ha cumplido su promesa: las ha vaciado, las ha colonizado, las ha transformado en cáscaras sin garantía.

Y sin garantías, no hay derechos; sin derechos, no hay ciudadanía, y sin ciudadanía, no hay república. Hay otra cosa: un orden piramidal, un estado clientelar, un poder que se reproduce a sí mismo sin frenos ni equilibrios.

¿Exagero? Tal vez. Pero la historia no. No hablo de México. Hablo de Weimar. De una república que nació del sueño democrático y murió en manos del Partido Nazi. No porque desconocieran la Constitución, sino porque la usaron para desmantelar el consenso. No porque no ganaran elecciones, sino porque confundieron el respaldo popular con la razón absoluta.

La historia de Weimar no es un espejo exacto, pero sí una advertencia. Nos recuerda que la democracia no se destruye desde fuera, sino desde dentro. Que las mayorías también pueden traicionar el espíritu del pacto. Que las urnas pueden ser los clavos del ataúd de la república si no hay conciencia crítica y memoria histórica.

Imagen generada con IA por Roberto Heycher Cardiel Soto con la herramienta GPT 2025. Representa el dialogo republicano reconstruido.
Imagen generada con IA generada por Roberto Heycher Cardiel Soto con la herramienta GPT 2025. Representa el dialogo republicano reconstruido.

Pero también hay esperanza. Porque cada fin puede ser también un origen. Porque una vez perdido todo, se puede reconstruir desde la ruina con materiales más nobles. Porque la república, si ha de volver, será más justa, más incluyente, más nuestra.

En México la república está muriendo. Pero no está muerta. Aún respira en la resistencia cotidiana de quienes creen en el derecho, en el diálogo, en el pluralismo. Aún late en la voz de quienes no se resignan. Una lección que nos deja la historia es que las ruinas pueden ser cimientos.

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Imagen BBC
Aymara: 3 características especiales del idioma de la cordillera de los Andes
9 minutos de lectura

Es un conjunto de lenguas que se habla ampliamente en la región andina de América Latina.

06 de agosto, 2025
Por: BBC News Mundo
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Kunamasta jilatanaka kullaka-naka.: Eso es “hola a todos” en aymara (o aimara, según las reglas del español actual).

El idioma lleva el mismo nombre de la comunidad que lo habla y que vive en una amplia zona de la cordillera de los Andes desde hace unos 10.000 años.

Se estima que en la actualidad más de 2 millones de personas hablan aymara en Bolivia, Chile y Perú. También hay registros de una pequeña comunidad en el sur de Ecuador y en el norte de Argentina.

Particularmente en Bolivia y Perú se lo reconoce como idioma oficial junto al español y a otras lenguas indígenas.

Sin embargo, a pesar del alto número de hablantes, su situación es frágil, describe la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Hombre aymara con instrumentos musicales
Getty Images
Se estima que hay unas tres millones de personas que pertenecen a esta comunidad indígena.

Existen esfuerzos para que la lengua se fortalezca.

Desde mayo de este año, el traductor de Google incluye al aymara en su lista de idiomas y varias aplicaciones y sitios web ofrecen diccionarios en la lengua andina, por nombrar algunas iniciativas.

Pero hay pesimismo sobre el futuro del idioma.

“Soy pesimista porque vivo esa realidad. Si hoy el niño no habla aymara, mañana será un joven quien no la hablará. Solo los que hablamos envejeceremos con nuestra lengua”, le dijo a BBC Mundo Roger Gonzalo, profesor de lenguas andinas de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).

“No hay políticas educativas ni políticas sociales serias. Hay muy buenas leyes, pero con ellas no se resuelven cosas prácticas”, reflexiona.

El origen de los aymaras

La historia de los aymaras se remonta a más de 10.000 años.

Su origen está estrechamente vinculado a la diosa Pachamama o Madre Tierra.

El
Getty Images
El “Monolito Ponce” está ubicado en el Templo de Kalasasaya, parte del sitio arqueológico de Tiwanaku a unos 71 km al este de La Paz.

La gran nación de Tiwanaku (o Tiahuanaco) regida por los antepasados aymaras existió entre 1580 aC al 1172 dC, es decir que duró cerca de 2.800 años.

Su esplendor e influencia fue notable en el altiplano del sur andino.

Abarcó parte de la sierra del Perú, norte de Chile, norte de Argentina extendiéndose hacia los valles y selvas de Bolivia.

Entre el 1470 al 1535 se impone la nación del Tahuantinsuyo gobernada por los incas quienes refinaron y perfeccionaron los principios de la religiosidad y organización del pueblo, potenciaron la cultura y la actividad económica.

Descripción del Aymara
BBC

La nación del Tahuantinsuyo finaliza con la llegada de los españoles quienes intentan imponer su cultura y se genera un amalgama con la tradición aymara que dura hasta el día de hoy.

En BBC Mundo nos preguntamos ¿qué hace que el aymara sea un idioma especial?, ¿y por qué se habla un aymara diferente en Perú, Bolivia y Chile?

Aquí te contamos 3 de sus características principales:

1. Familia de lenguas

El aymara no es un solo idioma sino una familia de lenguas.

Esto es comparable al término “lenguas romances” de las cuales el español es parte, como también lo son el francés y el portugués, por ejemplo.

“El aymara es una familia de lenguas, pero muchas lenguas aymaras se han extinguido, sobre todo en el centro y sur de Perú”, afirma el profesor Gonzalo.

Personas pertenecientes a los aymara caminan por un poblado largo.
Getty Images
En Perú y Bolivia, el aymara es uno de los idiomas oficiales.

Hoy solo quedan dos lenguas importantes dentro del aymara: el jaqaru y el aymara sureño o simplemente aymara.

El primero es una lengua que solo hablan unas 700 personas en las montañas de la sierra de Lima.

También hay una variedad del jaqaru que se llama cauqui y que solo tiene unas decenas de hablantes, en su mayoría personas mayores. Es una lengua que está en proceso de extinción.

“Los limeños no saben que tienen una lengua indígena propia”, asegura el profesor de la Pontificia Universidad Católica de Perú.

El segundo grupo es el aymara más extendido que se habla en el sur de Perú, Bolivia, Chile, sur de Ecuador y el noroeste de Argentina.

Descripcion Aymara
BBC

2. Palabras kilométricas

Quizás la particularidad más llamativa del aymara es la capacidad para formar palabras que son larguísimas, que pueden superar en algunos casos las 30 letras.

Como este ejemplo que cita la lingüista estadounidense Martha Hardman:

Aruskipasipxañanakasakipunirakispawa

Esta palabra aymara se puede traducir aproximadamente así: “Tengo conocimiento personal de que es necesario que todos nosotros, incluido usted, hagamos el esfuerzo de comunicarnos”.

Bandera aymara.
Getty Images
La bandera aymara es reconocida en amplios lugares del continente.

Esta formación de palabras tan extensas se debe a que el aymara es una lengua aglutinante.

Aglutinar significa juntar, amontonar, añadir.

“La lengua trabaja con muchos prefijos, sufijos e infijos. Son partículas que se van anexando a una raíz y cada una va indicando género, número, tiempo verbal, sustantivo, etc.”, explica Celia González Estay, doctora en Ecolingüística de la Universidad Arturo Prat, en Iquique, Chile.

“Por lo tanto, una palabra que es muy larga, es porque allí se están diciendo muchas cosas: quién es, quién lo hace, en qué tiempo lo está haciendo”, añade la académica a BBC Mundo.

Esta característica lo hace “completamente distinto al español, que es una lengua que se separa, se desagrega”, detalla.

Otros idiomas aglutinantes son el quechua, el japonés y el turco, por nombrar algunos.

Otra de las características del aymara es el uso de las vocales: una palabra nunca muestra dos vocales juntas.

Y con la adhesión de sufijos o prefijos, también se produce el fenómeno de eliminación de vocales.

“Si unos cinco sufijos pierden sus vocales en una palabra, entonces ya no hay vocales. Tienes que pronuncia unas siete u ocho consonantes juntas”, detalla Gonzalo.

Otro detalle sintáctico del aymara es que el núcleo o sujeto siempre está al final, similar al inglés y opuesto al español.

Mujer aymara con su hija.
Getty Images
Aunque se le relaciona generalmente con Bolivia, el aymara también incluye a Perú y a Chile.

3. Oralidad

Si hay algo que es típico de las lenguas andinas y muchas otras aborígenes es que la cultura se transmite oralmente.

Entonces, la gramática del idioma aymara nunca estuvo escrita.

Los trabajos académicos para describir las características gramaticales del aymara recién comenzaron en la década de 1960, señalan los expertos.

“El hecho de que hoy día se puede estar escribiendo es un avance para el mundo occidental, pero no es parte del ejercicio lingüístico de la comunidad. Ellos saben muchas cosas que dicen pero no se escriben”, sostiene Celia González.

“Los investigadores están tratando de recolectar los saberes y el conocimiento de los pueblos originarios porque no están escritos. Y no es fácil, porque es información que se genera dentro de la familia o dentro de la comunidad y no está abierta a público”, describe.

No hay solo un aymara

¿Cuál es la manera de saber si una lengua es distinta a otra en una misma familia lingüística?

Cuando los dos hablantes no se entienden, apuntan los especialistas.

“La compresión entre un hablante del jaqaru y el aymara sureño es casi nula. Es igual que quien le habla en francés a un hablante de español”, compara Gonzalo.

Hombre Aymara
Getty Images

Pero el aymara sureño tampoco es igual entre sí.

“Cuando llega una lengua a un territorio empieza a mezclarse con las lenguas locales. Y comienza entonces a tener sus propias diferenciaciones en cada lugar. Es lo mismo que pasa con el aymara”, detalla Celia González.

Entonces surgen variantes dialectales, aunque en este caso no hay un problema de incomunicación absoluta.

“En la región de Tarapacá [norte chileno] se habla de una manera, con ciertos sonidos y otras palabras que se usan para decir lo mismo respecto al aymara de Villa Parinacota que queda a unos 300 km más al norte” en el límite con Bolivia, ejemplifica González.

“El aymara que se habla en Oruro es distinto al que se habla en La Paz, Bolivia”, agrega, aunque solo unos 220 kilómetros separan a ambas ciudades.

Mientras que en Perú se registran tres variedades grandes de aymara: en Puno, Tacna y en Moquegua.

Aymara vs. quechua

Durante siglos se creyó que los idiomas aymara y quechua compartían un origen. Pero no es así.

“No son lenguas hermanas pero si son lenguas muy amigas”, describe Roger Gonzalo.

En términos históricos se conoce que el Imperio inca realizó un ejercicio de expansión a principios del siglo XV llevando su lengua quechua hacía territorios que en la actualidad son Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina.

Allí se produce una mezcla entre el quechua y el aymara. Ambos idiomas empiezan a convivir y lo hacen por siglos.

Si bien ambas lenguas son aglutinantes en sus características gramaticales, y comparten aproximadamente el 25% de palabras, son dos idiomas distintos.

“La expansión es una explicación de por qué hay palabras aymaras metidas en el quechua y hay palabras quechuas metidas en el aymara”, señala Celia González.

Los distintos pronombres personales en el aymara y el quechua son un indicio de sus diferencias.

Paisaje del altiplano boliviano.
Getty Images

Y una pista más.

“En quechua las palabras pueden terminar en vocal y en consonante. Y eso hace que se requiera la aplicación de ciertas reglas para añadir otro sufijo. En cambio en aymara, todas las palabras terminan en vocal”, explica, por su parte, Gonzalo.

“Vergüenza de hablar aymara”

Aprender aymara parece ser todo un desafío.

“No es una lengua fácil de aprender, al igual que el quechua o cualquier lengua aglutinante”, opina Celia González.

Además de las complejidades gramaticales de la lengua se suma la discriminación que sufren algunos de los hablantes del aymara.

“Cuando se les pregunta si son hablantes, muchos lo niegan, porque hay un sentimiento de inferioridad”, describe Roger Gonzalo, cuya lengua materna es el aymara.

“La historia nos ha demostrado que por hablar aymara muchas personas hemos sufrido discriminación por parte del Estado en lo político, económico, social y cultural. Entonces hay vergüenza de hablar la lengua aymara”, reconoce.

A eso se suma la poca disponibilidad de profesores que comprendan la cultura y enseñen la lengua.

“La formación de profesores es esencial porque aquí existe la comunidad aymara. Si un niño se está comportando de una manera particular es en gran parte por su cultura”, analiza Celia González.

La profesora, que vive en Iquique, también destaca que esos niños aymara se relacionan con otras culturas que no son andinas o con migrantes que llegan de Venezuela o Colombia, por ejemplo.

“Hay que introducir esta temática en la universidad para que vayamos formando profesionales que tengan también esta mirada o sensibilidad” sobre la cultura aymara, asegura.

Y para que no muera.

O como destaca el sitio aymara.org especializado en esa lengua:

Nax jiwäwa. Akat qhiparux waranq waranqanakaw kutt’anïxa

“Yo moriré pero mañana regresarán millones”.

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