A la mitad de su primera gestión como presidente de Estados Unidos, Donald Trump llegó a considerar buena idea bombardear los laboratorios en los que se produce fentanilo, aunque éstos se encontraran en territorio mexicano.
Así lo narra la periodista Maggie Haberman, de The New York Times, en su libro El Camaleón, la invención de Donald Trump, que editorial Planeta acaba de poner en circulación en México.
Haberman siguió la trayectoria de Trump desde antes de su campaña política de 2016, cubrió su primera administración y formó parte del equipo que ganó un Premio Pulitzer en 2018 por la investigación de las conexiones de la campaña de Trump con Rusia.
La periodista describe a Trump como un personaje capaz de cambiar de actitud y comportamiento según lo que más le convenga en cada momento; un camaleón que puede mostrarse encantador o iracundo, inseguro o vengativo, inteligente y amenazador.
En su libro, Haberman narra cómo Trump adoptaba ideas disparatadas que le rondaban la cabeza durante meses. Una de esas ideas tiene que ver con México, y puede explicar el origen de la crisis que ha decidido desatar en México al inicio de su segundo periodo en la Casa Blanca.
“Trump se reunió con funcionarios de salud pública y agentes antidroga en el Despacho Oval para debatir cómo frenar la oleada de fentanilo que cruzaba la frontera sur. Allí existía la frustración compartida de que el gobierno mexicano no estuviera haciendo más para reducir el número de laboratorios de droga”, escribe Haberman.
Brett Goroir, secretario adjunto de Salud, era uno de los funcionarios presentes en esa reunión y, al mismo tiempo, era almirante del Cuerpo Comisionado el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, por lo que acudía uniformado a las reuniones en la Casa Blanca, lo que le hacía pensar a Trump que formaba parte de las Fuerzas Armadas.
“Cuando en esa reunión Giroir dijo que deberían bombardearse los laboratorios de droga –“poner plomo en el objetivo”, sugirió-, a Trump le encantó la idea. La planteó varias veces y terminó planteando a un perplejo Mark Esper, el secretario de Defensa, si Estados Unidos podía en efecto bombardear los laboratorios”, continúa la periodista.
Según la autora, los asesores de Trump no intentaron hacer que el presidente cambiara de opinión, y se limitaron a pedirle a Brett Giroir que no usara más el uniforme militar cuando acudiera al Despacho Oval.
En su primer mandato, Trump solía llamar a todos los misiles estadounidenses “patrióticos”, sin reparar en que existe un arma específica llamada “misil Patriot”. Cuatro años después, ese mismo personaje obsesionado con bombardear los laboratorios mexicanos de fentanilo ha decidido iniciar una guerra comercial en contra de sus socios, México y Canadá.
Y la orden ejecutiva con la que justifica la decisión de aplicar aranceles del 25 por ciento a productos mexicanos que ingresen a su país es en sí misma un misil, pues retoma la idea de que los cárteles operan con total libertad los laboratorios en los que se produce el fentanilo que está matando a miles de estadounidenses cada año.
“Las organizaciones mexicanas de narcotráfico tienen una alianza intolerable con el gobierno de México que además ha proporcionado refugios seguros a los cárteles para que se dediquen a la fabricación y el transporte de narcóticos peligrosos, que en conjunto han provocado la muerte por sobredosis de cientos de miles de víctimas estadounidenses. Esta alianza pone en peligro la seguridad nacional de los Estados Unidos y debemos erradicar la influencia de estos peligrosos cárteles”, se afirma en el documento publicado el sábado por la Casa Blanca.
Con más prejuicios que pruebas, Donald Trump lanzó esta dura acusación para justificar una decisión que viola el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá y que, según los especialistas de ambos lados de la frontera, tendrá consecuencias negativas para las economías de los tres países.
Trump, el camaleón, atacó mostrando su rostro más duro a sus socios comerciales, y su cara amable al electorado que creyó en él durante su campaña. A México y Canadá los responsabiliza de la crisis por el consumo de fentanilo en su país; a sus compatriotas, les aseguró que está cumpliendo la promesa de campaña por la que votaron en noviembre.
Durante el fin de semana, el camaleón aderezó la firma de sus órdenes ejecutivas con publicaciones en sus redes sociales cargadas de amenazas, pero en la noche del domingo matizó asegurando que el lunes por la mañana hablaría con Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, y también “con México” (quizás su machismo no le permita mencionar por su nombre a la presidenta Claudia Sheinbaum).
Las acusaciones de Trump revivieron en México una polémica que Morena y el lopezobradorismo han enfrentado desde hace más de un año, cuando el periodista Tim Golden publicó en el medio ProPublica un reportaje titulado con una pregunta: ¿Entregaron los narcotraficantes millones de dólares a la primera campaña del presidente mexicano López Obrador?
Aunque dicho reportaje no prueba nada, más que la DEA investigó durante un tiempo si narcotraficantes entregaron 2 millones de pesos a operadores de la primera campaña presidencial de AMLO, en 2006, y a pesar de que el propio Tim Golden se cuidó de redactar que “la investigación no concluyó que AMLO supiera de las supuestas donaciones”, la publicación causó gran revelo en México, y permitió a la oposición alimentar la versión de una supuesta relación de la 4T con el narco, bajo el argumento de que sólo eso explicaba la decisión de López Obrador de no continuar el combate a los cárteles.
Muy rápido, la narrativa opositora creó un vínculo entre el “abrazos, no balazos” del presidente, su saludo a la mamá del Chapo sus visitas a Badiraguato y la supuesta complicidad entre políticos de Morena y los grupos criminales que controlan vastos territorios de la geografía nacional.
Bajo esa lógica, se lanzaron a las redes sociales los hashtags #NarcoPresidente #NarcoGobierno y #NarcoPresidenta, con jugosas aportaciones económicas de grupos ligados al PAN, tratando de influir en las campañas electorales de 2024, sin éxito.
Trump, sin embargo, ha vuelto a poner el tema sobre la mesa, y eso ha despertado a la oposición de su letargo, con el único discurso que cree que le puede funcionar para desprestigiar a la administración de Claudia Sheinbaum, el del “narcogobierno”.
Los gritos lanzados por legisladores del PAN en la sesión del sábado en la Cámara de Diputados, durante la aprobación de la reforma a la Ley del Infonavit; la sugerencia de “reformar la reforma” y cancelar la elección del Poder Judicial, y la advertencia de los jueces de que ir a la elección del 1º de junio es poner el sistema de justicia en manos del crimen, como dice Trump, son gestos deplorables de quienes quieren sacar raja política a la agresión externa, pero incrementan la presión al gobierno de Sheinbaum.
La presidenta, quien ha logrado convertir a Trump y sus amenazas en un catalizador de la unidad nacional, respondió desde el sábado, asegurando que la acusación de la Casa Blanca es una calumnia.
Sheinbaum ha dicho, además, que Estados Unidos es responsable del crecimiento de su consumo interno, y que su gobierno ha sido omiso en atacar a las organizaciones criminales que, en su territorio, trafican y distribuyen drogas. Además, aseguró que si en algún lugar existen alianzas con grupos criminales es en las armerías de Estados Unidos, donde se venden las armas con las que se delinque en México.
La presidenta ha logrado concitar el respaldo de cámaras empresariales, sectores económicos y gobiernos locales, y seguramente aumentará su popularidad al plantar cara frente a Trump, un narcisista acostumbrado a abusar de los más débiles.
La mañana de este lunes, Sheinbaum habló con Donald Trump, y anunció cuatro acuerdos alcanzados: se ponen en pausa los aranceles por un mes a partir de ahora, México movilizará a 10 mil elementos de la Guardia Nacional en la frontera norte de forma inmediata para combatir el tráfico de fentanilo, Estados Unidos se compromete a trabajar contra el tráfico de armas de alto poder y ambos gobiernos pondrán a sus equipos a trabajar en seguridad y comercio.
Sheinbaum ha ganado tiempo, y lo celebró en la conferencia mañanera como un logro de su gabinete, pero la amenaza arancelaria de Trump se quedará ahí.
Además, Trump envió su propio mensaje, aclarando que los 10 mil efectivos de la Guardia Nacional estarán ahí “para detener el flujo de fentanilo y migrantes ilegales”. Una vez más, el camaleón ha puesto en juego el estilo negociador que lo llevó de corredor inmobiliario a presidente de Estados Unidos, y que Haberman describe detalladamente en su libro: primero el porrazo y luego el diálogo.
Frente a ese negociador, en una relación desigual, la presidenta Sheinbaum ha jugado bien políticamente hasta el momento, pero, en sus negociaciones con el presidente de Estados Unidos, bajo la lógica de “cooperación sin subordinación”, necesitará algo más que retórica juarista y patriotismo.
Para sobrevivir a Trump, tendrá que demostrar que su gobierno ha abandonado efectivamente la política de “abrazos, no balazos”, y que habrá una seria política de cero tolerancia al crimen organizado. Y eso debe incluir a los gobiernos locales emanados de su partido.
La propuesta del presidente de EE.UU., que quiere que Egipto y Jordania acojan a los palestinos que huyeron de sus hogares por la guerra, fue rechazada en Gaza.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo que quiere que Egipto y Jordania acojan a los palestinos de Gaza, área que describió como un “sitio de demolición”.
Trump señaló que en una llamada telefónica este fin de semana le había dicho al rey Abdalá de Jordania: “Me encantaría que aceptaras más, porque estoy mirando toda la Franja de Gaza en este momento y es un desastre, es un verdadero desastre”.
El mandatario indicó que planeaba hacer una solicitud similar al presidente de Egipto, el domingo.
La medida “podría ser temporal” o “podría ser a largo plazo”, añadió.
Hamas ha prometido oponerse a cualquier acción de ese tipo, y los comentarios de Trump probablemente indignarán a los palestinos en Gaza, que ven el territorio como su hogar ancestral.
“Nuestro pueblo palestino en la Franja de Gaza aguantó la muerte y la destrucción durante 15 meses… sin abandonar su tierra. Por lo tanto, no aceptarán ninguna oferta ni solución, incluso si parecen ser buenas intenciones bajo el título de reconstrucción, como anuncian las propuestas del presidente estadounidense Trump”, le dijo a la BBC Bassem Naim, miembro de la oficina política de la organización Hamás.
“Nuestro pueblo, así como a lo largo de las décadas, ha impedido todos los planes de desplazamiento y de una patria alternativa, también frustrará esos proyectos”, agregó.
La mayoría de los dos millones de residentes de Gaza han sido desplazados en los 15 meses de guerra con Israel, que ha arrasado gran parte de la infraestructura de Gaza.
Las Naciones Unidas estima que el 60% de las estructuras en Gaza han sido dañadas o destruidas y que podría tomar décadas reconstruirlas.
Trump hizo sus comentarios mientras hablaba con un grupo de periodistas a bordo del avión presidencial Air Force One.
“Estamos hablando de probablemente un millón y medio de personas, y simplemente limpiemos todo eso”, dijo.
“Casi todo está demolido y la gente está muriendo allí. Así que preferiría involucrarme con algunas de las naciones árabes y construir viviendas en una ubicación diferente, donde quizás puedan vivir en paz alguna vez”.
Trump no dio más detalles de la propuesta, y no se hizo referencia al tema en la lectura oficial sobre la llamada de la Casa Blanca.
Cuando se le preguntó sobre los comentarios de Trump, Abu Yahya Rashid, un hombre desplazado en la ciudad sureña de Jan Yunis, dijo:
“Somos nosotros los que decidimos nuestro destino y lo que queremos. Esta tierra es nuestra y propiedad de nuestros antepasados a lo largo de la historia. No la dejaremos excepto como cadáveres”.
Décadas de política exterior estadounidense se han comprometido con la creación de un estado palestino, con Gaza como una parte fundamental. Pero eso es algo que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, rechaza.
Estados Unidos ha mantenido que se opone a cualquier desplazamiento forzado de palestinos de Gaza o de los territorios ocupados de Cisjordania.
“No se les puede ni se les debe presionar para que abandonen Gaza”, dijo en enero del año pasado el secretario de Estado del gobierno de Joe Biden, Antony Blinken.
Según las Naciones Unidas, en Jordania viven más de dos millones de refugiados palestinos, a la mayoría de los cuales se les ha otorgado la ciudadanía.
Son descendientes de algunos de los aproximadamente 750.000 palestinos que huyeron o se vieron obligados a abandonar sus hogares en los conflictos que rodearon la formación de Israel.
Miles de palestinos han huido a Egipto desde que comenzó la guerra con Israel, pero allí no se les reconoce como refugiados.
En octubre de 2023, el presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sisi, dijo que rechazaba cualquier desplazamiento forzado de palestinos a la península del Sinaí y que la única solución era un Estado independiente para los palestinos.
Algunos miembros de la extrema derecha de Israel quieren regresar a Gaza y establecer allí asentamientos.
Israel ordenó una retirada unilateral en 2005, con 21 asentamientos desmantelados y unos 9.000 colonos evacuados por el ejército.
El exministro de seguridad nacional, Itamar Ben-Gvir, un político de extrema derecha, dijo que elogiaba a Trump “por la iniciativa de transferir residentes de Gaza a Jordania y Egipto”.
“Una de nuestras solicitudes al primer ministro Benjamin Netanyahu es promover la emigración voluntaria”, escribió en la red social X.
Los comentarios de Trump se producen en momentos en que los palestinos desplazados por la guerra no han podido regresar a sus hogares en el norte de Gaza, debido a las acusaciones formuladas por Israel de que Hamás violó los términos de un acuerdo de alto el fuego, que entró en vigencia el domingo pasado.
“No hay nada allí, no hay vida, todo está demolido. Pero aún así, regresar a tu tierra, a tu hogar, es una gran alegría”, le dijo a la BBC un hombre que esperaba ansiosamente que lo dejaran pasar.
En comentarios separados, también realizados en el Air Force One, Trump dijo que había puesto fin a la suspensión impuesta por Biden frenaba el suministro de bombas a Israel.
“Pagaron por ellas y llevan mucho tiempo esperándolas”, indicó a los periodistas en el Air Force One.
Estados Unidos es el mayor proveedor de armas a Israel, al que ha ayudado en la construcción de uno de los ejércitos tecnológicamente más sofisticados del mundo.
Pero la guerra en Gaza dio lugar a nuevos llamados para que Estados Unidos redujera o pusiera fin a los envíos de armas a Israel, debido al nivel de destrucción causado por las armas estadounidenses en el territorio.
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