La última sesión del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI) duró 16 minutos. Fue una reunión virtual, transmitida en redes sociales, que inició a las 11 de la noche con 35 minutos, en la que los cuatro integrantes del pleno aprobaron un último acuerdo y cerraron la cortina.
Fue un triste final para una institución cuya nobleza no siempre fue honrada por sus comisionadas y comisionados.
Pasadas las 18:00 horas, la Cámara de Diputados aprobó el dictamen de las leyes secundarias en materia de transparencia y protección de datos personales; a las 22:23 horas, el Diario Oficial de la Federación publicó el decreto correspondiente en una edición vespertina, y a las 23:35 horas comenzó la última sesión del pleno del INAI.
El último acto del Instituto fue un trámite burocrático: crear un comité de transferencia que entregará los recursos materiales a la nueva institución creada por Morena y sus aliados en el Congreso para garantizar, según ellos, el derecho a la información: “Transparencia para el pueblo”, un órgano desconcentrado de la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno.
Como dijo la comisionada Josefina Román, ahora sí se trataba de la “ultimísima sesión”, y había que ser breves, porque en el último minuto del jueves el INAI se convertiría en calabaza.
Sus compañeras, Julieta del Río y Blanca Ibarra, también apuraron las despedidas y los agradecimientos a sus equipos de trabajo, y recordaron que seguirán viéndose, pues las actuales integrantes del INAI serán parte del comité de transferencia.
El comisionado presidente, Adrián Alcalá Méndez, se extendió un poco más que sus compañeras, y aprovechó para hacer un breve recuento del camino andado desde la expedición de la primera Ley Federal de Transparencia, en 2002; la integración del IFAI y su conversión en INAI; hasta la extinción ordenada por la reforma constitucional aprobada por Morena y sus partidos aliados como parte del “Plan C” que le heredó Andrés Manuel López Obrador a Claudia Sheinbaum.
Concluía una larga historia de claroscuros y, como advirtió una de las comisionadas, “no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla”; así que ahí estaban, las tres comisionadas y el comisionado presidente, apurando una última votación, el último acto legal del INAI.
El acta de defunción del instituto dirá que murió a las 23:50 horas del jueves 20 de marzo de 2025, y su epitafio podría especificar: “aquí yacen las ilusiones de una generación que creyó en la transparencia y la rendición de cuentas”.
Las últimas horas de vida del INAI fueron caóticas, con un grupo de trabajadores tomando la sede del instituto en el sur de la Ciudad, y las comisionadas haciendo malabares con la demanda de que se protegieran sus derechos laborales.
Liquidación, recontratación, finiquito, protección a los derechos adquiridos eran las demandas de empleados y empleadas -algunas que estuvieron ahí las dos décadas-, que tuvieron como única respuesta la incertidumbre.
Las y el comisionado que se van actuaron como acostumbraron en los últimos años: sin ingenio ni visión de Estado, y los que van a llegar -comandados por la secretaria Raquel Buenrostro- aún no podían llegar.
No eran tantos los trabajadores que durante más de seis horas bloquearon la avenida de los Insurgentes Sur, pero se calcula que serán más de 400 los afectados por la extinción del INAI y el nacimiento de Transparencia para el Pueblo.
Más allá de su nombre propagandístico, la nueva institución es una quimera, cuyas reglas de funcionamiento interno fueron publicadas en otra edición vespertina del Diario Oficial de la Federación, ésta del viernes 21 de marzo.
El decreto firmado por Claudia Sheinbaum establece que Transparencia para el Pueblo es un órgano administrativo desconcentrado de la Secretaría Anticorrupción con autonomía técnica y operativa.
El titular de este órgano será nombrado por la titular de la Secretaría Anticorrupción y tendrá, para su operación, siete direcciones generales bajo su mando: 1. Políticas, Vinculación y Capacitación; 2. Obligaciones de Transparencia; 3. Recursos de Revisión y de Inconformidad; 4. Sistema Nacional de Acceso a la Información Pública; 5. Asuntos Internacionales e Información; 6. Jurídica, y 7. Administración y Finanzas.
Es decir, se acabaron los tiempos de un pleno integrado por siete comisionados, nombrados por el Senado y con autonomía constitucional, y comienza la era de la “transparencia” en manos del gobierno federal.
Con más prejuicios que evidencias, López Obrador puso en la mira al INAI desde comienzos de su mandato, en 2019. Nunca le gustó el organismo ni el mecanismo empleado por los partidos políticos para repartirse los lugares en el pleno.
Nunca creyó en un diseño constitucional basado en un reparto de comisionados correspondiente al peso de cada fuerza política representada en el Congreso. Nunca creyó en la ciudadanización de los organismos constitucionales autónomos ni mucho menos los respetaba.
Para el momento en que López Obrador llegó a la Presidencia de la República, el propio INAI ya había abonado a su descrédito, con comisionados que un día eran autónomos y al otro día militaban en un partido político. Por mencionar los dos ejemplos más notorios: Alonso Lujambio se afilió al PAN en junio de 2009, cinco meses después de haber dejado la presidencia del IFAI, y Ximena Puente fue electa diputada federal del PRI un año después de concluir su periodo como presidenta del INAI.
Así como refutarle a López Obrador la idea de que era un organismo que servía a los intereses del “PRIAN”.
Y, para acabarla, los altos sueldos, los viajes por el mundo, los abusos en la contratación de publicaciones y asesores, y los escándalos de corrupción abonaron a una mala fama pública que hizo difícil su defensa en el momento en el que el lopezobradorismo alcanzó la mayoría que necesitaba para extinguir un instituto que su líder consideraba oneroso e inútil.
El INAI murió dejando inconclusa la tarea de consolidar un sistema nacional de transparencia y una cultura ciudadana de exigencia de rendición de cuentas, que eran los anhelos del Grupo Oaxaca y decenas de activistas, académicos y periodistas que pugnaron por la primera ley de transparencia y acceso a la información pública.
Pero queda vivo el derecho a la información, consagrado en el artículo sexto de la Constitución. Nada impide que la ciudadanía siga solicitando la información pública que no encuentre en los portales de los sujetos obligados (es decir, todo aquel ente público que ejerce recursos del erario). Ese derecho habrá que seguirlo ejerciendo.
Investigadores proyectan que el potencial de recolección de niebla en zonas geográficas con condiciones favorables podría extender esta práctica (comúnmente utilizada a escala rural) al abastecimiento de urbes donde el agua es escasa.
Esto es lo que han concluido investigadores de ese país tras analizar el potencial de la recolección de niebla en Alto Hospicio, una ciudad ubicada en el norte de Chile, en la región árida del desierto de Atacama.
Con poca o ninguna precipitación, la principal fuente de agua de las ciudades de la zona son los acuíferos subterráneos, que se recargaron por última vez hace miles de años. La precipitación promedio es de menos de 5 mm al año. Y, en algunas zonas, la escasez hídrica obliga a abastecer de agua a la población con camiones aljibe.
Pero la ciudad de Alto Hospicio tiene una particularidad geográfica que favorece la formación y captura de la niebla.
“Se ubica en uno de los corredores de entrada de la niebla al continente”, explica a BBC Mundo la investigadora Virginia Carter Gamberini, de la Universidad Mayor de Chile.
Precisamente esas condiciones son las que podrían permitirle a la ciudad apoyarse en la cosecha de niebla como una alternativa viable y sostenible para abastecer de agua potable a su población.
Las conclusiones del estudio, que fue publicado en febrero en la revista Frontiers of Environmental Science, apuntan a que las nubes de niebla que se acumulan regularmente sobre la ciudad montañosa son una fuente desaprovechada de este recurso tan valioso.
Con el crecimiento de la población urbana y la creciente demanda de agua por parte de la minería y la industria, los investigadores advierten que es urgente encontrar otras fuentes sostenibles.
Sobre todo, considerando que en el caso particular de Alto Hospicio, se enfrentan graves problemas de pobreza y un acceso reducido de sectores de la población a redes de suministro de agua limpia.
La idea de capturar el agua de niebla no es nueva.
De hecho, Carter cuenta que ella ha participado en proyectos similares en otras zonas de Chile, Guatemala, Canadá y África.
Uno de los sistemas de recolección de agua de niebla más grandes se encuentra en Marruecos, en el borde del desierto del Sahara, mientras que experiencias emblemáticas en América Latina son las del Chungungo, también en Chile, o los atrapanieblas de las colinas del sur de Lima.
La novedad, señala la investigadora, es que hasta ahora los proyectos de esta naturaleza se habían entendido con la perspectiva de abastecer a comunidades rurales y no así a poblaciones urbanas.
“Esto apunta a un cambio de percepción. Siempre se pensaba en usar agua de niebla para abastecer a pequeños poblados o asentamientos rurales. En este caso, queremos explorar la posibilidad de abastecer una ciudad”, afirma.
“Nuestros hallazgos demuestran que la niebla puede servir como suministro urbano complementario en zonas áridas donde el cambio climático exacerba la escasez de agua”.
Carter recalca que una “nueva era” de recolección de niebla a una escala mucho mayor podría proporcionar un suministro de agua más seguro y sostenible en entornos urbanos donde más se necesita, no solo en Chile sino también en otras urbes del mundo.
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Capturar el agua de la niebla es extraordinariamente sencillo: se cuelga y tensa una malla entre dos postes y se forma el “atrapaniebla”. Cuando las nubes cargadas de humedad atraviesan esa fina malla, se forman pequeñas gotitas, que se canalizan hacia tuberías y tanques de almacenamiento.
La niebla de Alto Hospicio se forma sobre el océano Pacífico cuando el aire cálido y húmedo fluye sobre el agua fría y luego es empujado hacia las montañas. Las condiciones de niebla constantes en la zona permitieron a los investigadores identificar las áreas donde se podría recolectar el mayor volumen de agua de manera regular.
Con un trabajo de campo que se extendió por un año, realizaron evaluaciones in situ, lo que combinaron con datos obtenidos mediante un método predictivo (AMARU), que procesa información meteorológica y la cruza con datos que se obtienen mediante sensores remotos.
Durante la temporada alta del estudio, entre agosto y septiembre de 2024, el potencial de recogida alcanzó hasta 10 litros por metro cuadrado al día, según los investigadores.
Basándose en una tasa promedio anual de recolección de agua de 2,5 litros por metro cuadrado de malla al día, calcularon que:
Carter explica que Chile es “muy especial” en cuanto a la niebla marina, “porque tenemos el océano a lo largo de todo el país y también tenemos la cordillera”.
Su equipo está trabajando actualmente en un “mapa de recolección de niebla” con el objetivo de identificar otros lugares en donde este modelo se pueda implementar.
El “agua de las nubes”, como la describe Carter, podría, según ella, “mejorar la resiliencia de nuestras ciudades ante el cambio climático y, al mismo tiempo, mejorar el acceso al agua potable”.
La investigadora destaca, sin embargo, que la posibilidad de alcanzar esos volúmenes en otras zonas que enfrentan una grave escasez hídrica dependerá siempre de su potencial de formación y captación de niebla, que está dado por diversos elementos.
“Los factores clave que influyen en la eficiencia de la recolección de niebla incluyen la dirección y la velocidad del viento, así como las características geográficas, especialmente la presencia de montañas”, explica.
Por ejemplo, Petorca, una de las zonas más afectadas por la escasez hídrica en Chile, no tendría -a primera vista- las mismas posibilidades de abastecerse en grandes volúmenes de agua a partir de la niebla. Pero sí otras zonas costeras del país.
“Yo he tomado siempre agua de niebla”, dice Carter, pero señala que el estudio que realizaron no contempla un análisis químico respecto de la calidad del recurso hídrico.
En ese sentido, destaca que “va a ser importante hacer otras investigaciones…Ya sabemos cuánta agua y dónde encontrarla. Después habrá que profundizar en la calidad del agua y los métodos mas adecuados para potabilizarla”.
“Puede ser que ahora ya está bien para tomarla, el punto es que no lo sabemos”, dice otra de las investigadoras, Nathalie Verbrugghe, de la Universidad Libre de Bruselas.
Las investigadoras son cautas sobre las expectativas que se han generado en torno a los hallazgos de esta investigación:
“Nosotras no vamos solucionar la crisis hídrica de Chile o del desierto de Atacama” y “probablemente esta tecnología tampoco, pero esperamos que sea un complemento”.
*Con información de Victoria Gill e Isabel Caro
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