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Morena: entre el partido-movimiento y el partido de Estado
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Morena: entre el partido-movimiento y el partido de Estado

Claudia Sheinbaum y Luisa María Alcalde aseguran que Morena no será jamás un partido de Estado, pero los episodios de fin de sexenio no auguran la construcción de un régimen más plural y democrático, sino la construcción de una nueva hegemonía.
23 de septiembre, 2024
Por: Ernesto Núñez Albarrán

Morena comienza una nueva etapa en su corta historia. Ahora bajo el liderazgo de Luisa María Alcalde, tendrá el formidable reto de administrar su éxito y gobernar sin caer en abusos de poder ni darle la razón a quienes auguran una próxima “dictadura de la mayoría”.

No es un reto menor para un partido que, en una sola década, acumuló un poder enorme: ha ganado la Presidencia por segunda ocasión (ahora con más votos que en 2018); gobernará 24 de 32 entidades; tiene la mayoría calificada en el Congreso y mayoría en 26 Congresos estatales. Con los votos de sus aliados, PVEM y PT, puede modificar la Constitución a su antojo, tal como lo ha comenzado a hacer.

Nunca un partido, en democracia, había ganado tantas elecciones, lo que lo llevará a gobernar a 8 de cada 10 mexicanos a nivel estatal, y a administrar más de la mitad de los municipios del país.

Morena, según dijo la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, en el Congreso nacional de este domingo, no aspira a convertirse en un partido de Estado.

Aún más, el pasado 15 de agosto, luego de recibir la constancia de presidenta electa, Sheinbaum dijo que debe separarse la labor del gobierno de la labor del partido.

Una idea que recuerda la “sana distancia” proclamada por Ernesto Zedillo luego de ganar la Presidencia en 1994; “sana distancia” que ni se cumplió ni le hizo bien al PRI, que seis años después perdió la Presidencia.

Para Sheinbaum, esa sana distancia se frasea de manera distinta: “que el gobierno de la República cumpla sus tareas para la transformación del país y el partido cumpla las suyas”.

La próxima presidenta ha querido subrayar esta separación, solicitando licencia como militante de Morena, para poder “gobernar para todas y todos los mexicanos”.

No es mal gesto, pero era más fácil creérselo en agosto que en septiembre; es decir, antes de la instalación de la Legislatura y la aprobación de la reforma al Poder Judicial, que después del mayoriteo, las maniobras para conseguir el voto faltante en el Senado y las celebraciones tribales de una mayoría que parece más dispuesta a aplastar que convencer, y a descalificar y amenazar a las minorías, antes que escucharlas e incluir alguna de sus ideas.

Morena dice que no quiere emular la simbiosis partido-gobierno ni ser un partido de Estado modelo PRI del siglo XX. Tampoco quiere extraviarse, debilitarse y sucumbir en sólo dos sexenios, como le ocurrió al PAN a principios de este siglo.

Para ello, sus retos son muchos más, y comienzan con uno que también ha mencionado Sheinbaum en algunos discursos (el de su cierre de campaña, por ejemplo): el de aceptar que las minorías también deben tener espacio en el sistema político, que no todo México vota por Morena y que el pluralismo no es una concesión del régimen, sino una realidad que el gobierno y su partido deben entender, aceptar y acatar.

Las tareas y las preguntas de Luisa María

Ese domingo, la próxima dirigente de Morena. Luisa María Alcalde, enumeró las tareas con las que busca fortalecer a Morena:

  1. Crear más de 70 mil comités seccionales y más de 2 mil comités municipales. Es decir, una maquinaria aún más sólida, estructurada y eficaz que la que se movilizó en las pasadas elecciones.
  2. Credencializar a los millones de militantes con los que ya cuenta el partido en todo el país. Es decir, consolidar un partido de masas.
  3. Fortalecer la hermandad, el compañerismo y la institucionalidad en el partido. Mantener para siempre la unidad, la humildad y la honestidad. Es decir, evitar la formación de corrientes, tribus y escisiones.
  4. Mantener el Instituto Nacional de Formación Política. Redactar y difundir los cien postulados de un morenista y el decálogo para sus gobernantes. Es decir, hacer más potente su aparato ideológico.
  5. Fortalecer la Comisión de Elecciones y que la comisión de encuestas realice con transparencia y rigor metodológico la selección de las candidaturas. Es decir, no perder eficacia electoral.

Luego están los problemas inherentes a la conquista del poder y la naturaleza humana: la corrupción, la soberbia, el sectarismo, la práctica política que no se corresponde con el discurso y la tentación de usar el poder para nunca perder el poder.

Problemas que la propia Luisa María enumeró como los riesgos derivados del “vertiginoso crecimiento”:

“¿Cómo mantenernos leales a los principios? ¿Cómo no alejarnos del pueblo ni perder la mística ni caer presas de la soberbia? ¿Cómo aprovechar nuestra diversidad para construir unidad y no sectarismo? ¿Cómo aseguramos que nuestros gobiernos sepan qué significa en el sentido más profundo, ser parte de Morena?”.

Las preguntas de la próxima dirigente son pertinentes, pero sus palabras -y su metáfora del gran árbol que es fuerte por sus raíces y no por su altura- no alcanzan para creer que Morena será un partido realmente diferente, abierto a la crítica, democrático hacia adentro y hacia afuera.

Los episodios de fin de sexenio no auguran eso, sino la construcción de una nueva hegemonía.

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Imagen BBC
¿Los niños perciben el tiempo de manera diferente? Entérate de la razón
10 minutos de lectura

Mientras crecen los niños van adquiriendo la concepción del tiempo, pero mientras lo hacen su percepción del mismo es muy distinta a la de los adultos.

11 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
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La percepción del tiempo por parte de los niños es un tema poco estudiado. Aprender a ver cómo pasa el tiempo podría ser fundamental para tener una experiencia de vida mucho más feliz.

En mi casa nos vemos siempre absorbidos por el debate de cuándo el tiempo va más rápido o más despacio.

“Es más corto en el carro”, grita mi hijo.

“Nunca”, contesta mi hija

Pero también hay consensos: los dos están de acuerdo en que los días después de Navidad y sus cumpleaños son especialmente lentos debido a la idea de que deben esperar otros 365 días para celebrar ambas fechas.

Para ellos un año es un espacio de tiempo muy largo.

Es un sentimiento que yo recuerdo bien: las vacaciones de mitad de año llenas de meterse en el agua, caminar por el pasto recién cortado, la ropa secándose al sol.

En momentos así, el tiempo realmente parece moverse más lento.

Teresa McCormack, profesora de psicología en la Universidad de Belfast en Irlanda del Norte, cree que la relación niños y el tiempo es un campo poco estudiado.

Su trabajo ha probado que hay algo fundamentalmente diferente sobre cómo los niños procesan el tiempo, especialmente con el tema del reloj interno, que funciona a una velocidad distinta que a la de los adultos.

Pero en esto hay más preguntas que respuestas.

“Es extraño que no sepamos todavía cuándo es el momento en que los niños pueden hacer una distinción entre pasado y futuro, dado el hecho de que eso estructura la forma en que pensamos cuando somos adultos”, señala la académica.

Ella explica que a pesar de que no tenemos claro cuándo los niños entienden la sensación de estar en una línea del tiempo, sabemos que desde etapas tempranas del crecimiento, los niños entienden eventos rutinarios como las horas de comer y la de ir a acostarse.

Niña dibuja un reloj
Getty Images
La capacidad de vincular la duración con la velocidad con la que pasa el tiempo se desarrolla en la parte tardía de la infancia.

Pero McCormack aclara que esto no es lo mismo que la sensación lineal del tiempo que tenemos los adultos.

A diferencia de los niños, los adultos tienen la capacidad de pensar en puntos en el tiempo de forma independiente de cuando va a ocurrir un evento, basando su conocimiento en el sistema del calendario y la hora convencional.

La forma de llamar al tiempo

La semántica también juega un papel fundamental.

“Le toma tiempo a los niños ser competentes a la hora de usar el lenguaje temporal, como usar términos como antes, después, mañana o ayer”, explica McCormack.

Ella señala que nuestra compresión de las partes del tiempo también están basadas en cuándo se le pregunta a las personas sobre esos juicios temporales.

“¿Estás haciendo la pregunta sobre eventos que están pasando o que pasaron antes?”, cuestiona la académica.

Y añade: “Por ejemplo, el tiempo entre que mi hijo nació hasta que dejó la casa ahora parece que fue en un abrir y cerrar de ojos, pero durante el tiempo en el que había que lidiar con la crianza del niño, un solo día podía durar la eternidad”.

Estudios han encontrado que juzgar la duración y la velocidad del paso del tiempo se desarolla de forma separada en los humanos.

Los niños menores de seis años pueden percibir que tan rápido pasa una hora de clase, por ejemplo, pero su juzgamiento tiene que ver más con su estado emocional que con la propia duración de la clase.

Esos dos elementos se juntan en una etapa más tardía, cuando los niños comprenden la relación entre velocidad y duración.

Entonces ahi comienza a ser un tema de memoria.

Muchas investigaciones se enfocan en cómo nuestra experiencia del paso del tiempo depende en la manera en que nuestro cerebro acumula las memorias y captura las experiencias.

Esto es algo que ha fascinado a Zoltán Nádasdy, profesor de psicología en la Universidad Eötvös Loránd de Budapest.

Joven sostiene la mano de un anciano.
Getty Images
No se sabe con exactitud cuándo los niños tienen un concepto claro del tiempo lineal como lo tienen los adultos.

Como estudiante universitario, Nádasdy convenció a sus compañeros de llevar a cabo una investigación sobre cómo perciben el tiempo los niños y los adultos.

Él quería comprender porque el tiempo parecía dilatarse cuando había un accidente, por ejemplo. El experimento fue simple: le mostraron tanto a niños, como a adultos dos videos, cada uno de un minuto de duración, y les preguntaron cuál le parecía el más largo y cuál el más corto.

Tres décadas después, Nádasdy y su equipo decidieron repetir el experimento. Dos videos, uno de un enfrentamiento lleno de acción entre policías y ladrones y otro en el que no parecía pasar donde había gente navegando sobre un río.

El resultado fue igual.

“Para los niños entre cuatro y cinco años, el video lleno de acción les pareció más largo que el otro que era aburrido. Para la mayoría de los adultos, fue todo lo contrario”, explicó el académico.

Ellos usaron gestos con las manos para comprender si los participantes percibían el tiempo como algo horizontal, algo que fue evidente en los tres grupos investigados.

Lo que el experimento mostró, señala Nádasdy, es que en ausencia de un órgano sensorial para predecir el tiempo, los humanos usamos otras aproximaciones.

“Nuestra experiencia sensorial explícita sobre el tiempo siempre es indirecta, lo que significa que necesitamos alcanzar algo que pensamos se correlaciona con el tiempo”, explica.

“Y en psicología esto se llama heurística. Entonces, para los niños, ¿qué pueden alcanzar? Pues lo más que puedan hablar sobre ello”.

Esa aproximación tiende a cambiar una vez el niño entra al colegio, un lugar donde debe aprender sobre los conceptos de simultaneidad y tiempo absoluto.

“No nos da la sensación de tiempo, pero reemplaza esos heurísticos con otro. Cuando vas al colegio tienes que cumplir con un horario. Tu día está totalmente controlado”, añade Nádasdy

Niña se mide en una pared
Getty Images
A medida que los niños van creciendo, comprenden los conceptos del paso del tiempo en duración e intensidad.

Pero entonces McCormack añade dos factores adicionales que están en juego cuando hablamos del concepto del tiempo de los niños.

“Uno, es que su proceso de control no es el mismo que el de los adultos”, anota la académica.

“Ellos pueden ser más impacientes y puede resultarle más difícil esperar. También puede estar relacionado con su proceso de atención. Entre más atención le pongas al paso de un periodo de tiempo, más lento te va a parecer”, indica.

De acuerdo a una investigación hecha por Sylvie Droit-Volet, profesora de psicología de la Universidad Clermont Auvergne en Francia y John Wearden, profesor emérito de psicología en la Universidad de Keele en Reino Unido, lo mismo aplica para los adultos.

Ellos descubrieron que la experiencia del paso del tiempo de una persona en la vida diaria no fluctua con la edad, pero sí con su estado emocional.

Para ponerlo simple: si estás feliz, el tiempo pasa rápido. Si estás triste, el tiempo se arrastra lentamente.

Un ejemplo de esto se vio en la cuarentena durante la pandemia del covid-19, donde investigadores encontraron evidencia de que el paso lento del tiempo estaba asociado con estar más estresado, tener menos cosas para hacer y envejecer.

También es posible inducir el efecto viendo una película: las películas aterradoras pueden hacer que el tiempo parezca más largo, por ejemplo, al igual que mirar imágenes que nos repugnan.

Otras investigaciones han demostrado que las experiencias desagradables, como un viaje en un tren lleno de gente en la hora más congestionada, también parecen durar más que un viaje más tranquilo.

El cuerpo y el tiempo

A medida que envejecemos se produce un grado de deterioro físico que también podría afectar a nuestro juicio sobre el tiempo, señala Adrian Bejan, profesor de ingeniería mecánica en la Universidad de Duke en Durham, Carolina del Norte.

Bejan ha intentado explicar el enigma de nuestra percepción del tiempo por medio de una teoría que desarrolló en 1996 sobre la “física de la vida” que se ha conocido como “ley constructiva”.

“La mayor fuente de información que llega a nuestro cerebro es la visión, desde la retina hasta el cerebro”, señala Bejan.

El académico explica que a través del nervio óptico, el cerebro recibe instantáneas, como los fotogramas de una película. El cerebro se desarrolla en la infancia y está acostumbrado a recibir muchas de estas “capturas de pantalla”.

Niños escribe en un papel con un reloj al lado.
Getty Images
Al entrar en el colegio los niños van comprendiendo el concepto del tiempo debido a que están en un entorno controlado por los horarios.

“En la edad adulta, el cuerpo es mucho más grande. La distancia entre la retina y el cerebro se ha duplicado en tamaño, las vías de transmisión se han vuelto más complejas y tienen más ramificaciones. Y además, con la edad, experimentamos una degradación”, destaca.

Esto, agrega, significa que la velocidad a la que recibimos “imágenes mentales” de los estímulos de nuestros órganos sensoriales disminuye con la edad.

Y concluye que esto crea la sensación de tiempo comprimido en nuestras mentes, ya que recibimos menos imágenes mentales en una unidad de tiempo de reloj como adultos en comparación con cuando éramos niños.

Los estudios sobre los cambios neurodegenerativos relacionados con la edad sugieren que bien puede haber una asociación entre el deterioro del nervio óptico y una disminución en la velocidad a la que se procesa la información y la capacidad de la memoria de trabajo.

Una cuestión de mecánica

Pero es necesario realizar más investigaciones para comprender esto por completo.

Lo que ves que con tus ojos también puede ser importante. La percepción del tiempo puede verse afectada por las propiedades de lo que se observa: el tamaño de la escena, lo fácil que es recordarla y lo desordenada que está.

Un estudio reciente realizado por psicólogos de la Universidad George Mason en Fairfax, Virginia, descubrió que los dos primeros factores dilatan el tiempo, mientras que el desorden y lo recargada que está una escena lo contraen.

El corazón también envía una señal interoceptiva (lo que permite saber dónde está el cuerpo en el espacio) importante al cerebro sobre el paso del tiempo: nuestra percepción de cuánto dura un acontecimiento cambia con el ritmo de los latidos del corazón.

Si esto realmente desempeña un papel importante en nuestra percepción del tiempo, tal vez no sea casualidad que nuestra frecuencia cardíaca tienda a disminuir con la edad.

Nuestra frecuencia cardíaca tiende a alcanzar un pico en los meses posteriores al nacimiento, antes de disminuir lentamente a medida que envejecemos.

A muchos de nosotros nos sucede otra cosa a medida que envejecemos: se instala una rutina menos fluida y más inflexible.

Las investigaciones han demostrado que cuanto mayor es la presión del tiempo, el aburrimiento y la rutina en la vida de una persona, así como cuanto más orientada hacia el futuro está una persona en comparación con vivir en el momento, más rápido experimenta el tiempo.

Como era de esperar, lo que estamos haciendo en el presente es primordial para nuestra comprensión del tiempo, sin importar nuestra edad.

A medida que aumenta nuestra carga de trabajo mental, por ejemplo, tendemos a experimentar un acortamiento del tiempo, ya que subestimamos la duración de una tarea cuanto más exigente es.

Pensemos en un campamento de vacaciones de dos semanas lleno de diversión: puede que eso sea más memorable que todo el año escolar.

Niña al lado de un reloj de sol
Getty Images
La intensidad de lo que viven los niños también tiene que ver con el concepto del tiempo que van adquiriendo mientras crecen.

Nádasdy explica que es muy probable que esos recuerdos del campamento de vacaciones ocupen una porción mucho mayor del tejido cerebral, debido a la gran cantidad de aventuras que tuvieron lugar durante ese breve período.

“Es posible que los juicios de las personas sobre lo que realmente ocurrió durante un período de tiempo determinado reflejen en parte su memoria por la cantidad de cosas nuevas que recuerdan que sucedieron”, señala McCormack.

“Por ejemplo, si eres un adulto mayor, es posible que no hayas experimentado muchos cambios importantes en tu vida en los últimos 10 años”.

Entonces, indica el académico, cuando los haya, se quedarán en tu memoria tanto como ese campamento de verano.

Teniendo esto en cuenta, ¿es posible que los adultos ralenticen el tiempo y recuerden esos sencillos días de la infancia?

Algunas investigaciones sugieren que el ejercicio físico puede ayudar a ralentizar nuestra percepción del tiempo, por lo que simplemente ser más activo podría ayudar (aunque esforzarnos demasiado podría tener el efecto contrario, ya que la fatiga física puede acortar nuestra percepción del tiempo).

Bejan también tiene otras ideas que requieren menos esfuerzo. “Ve más despacio, oblígate a hacer cosas nuevas para salir de la rutina”, anota.

“Date el gusto de sorprenderte. Haz cosas inusuales. ¿Has oído un buen chiste? ¡Cuéntamelo! ¿Tienes una idea nueva? Haz algo. Crea algo. Di algo”, concluye.

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BBC

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