
Hay un detalle del debate del domingo del que poca gente se ha enterado: en la etapa final de las negociaciones entre los representantes de las candidatas presidenciales, la consejera Carla Humphrey, presidenta de la Comisión Temporal de Debates del Instituto Nacional Electoral, informó a la mesa que, dentro del set de televisión, habría sillas para cuatro invitados adicionales que no habían sido previstos.
El aviso sorprendió a Iván Escalante, Max Cortázar y Juan Zavala, representantes de Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez, respectivamente, luego de más de un mes de arduas negociaciones para definir lugar del debate, formato, moderadores, colores de los fondos, listas de invitados, sillas, camerinos, disposición de cámaras, luces, micrófonos, atriles, cronómetros…
Hasta el último detalle había sido negociado entre la Comisión de Debates, la Coordinación Nacional de Comunicación Social del INE, la casa productora Full Circle Media y los representantes de los partidos. Pero el jueves previo al debate, Humphrey llevó el mensaje de la presidencia del Consejo, no como una consulta, sino como una instrucción.
Además de las candidatas, un acompañante y los técnicos del equipo de producción, dentro del set habría cuatro sillas, para la consejera presidenta Guadalupe Taddei, las consejeras Norma Irene de la Cruz y Rita Bell López y el consejero Jorge Montaño.
Aunque durante las negociaciones siempre se estableció que al estudio no entraría nadie ajeno al debate, de último momento Taddei y sus incondicionales habían decidido ver el programa en primera fila y en lugares VIP.
El anuncio de Humphrey causó caras de sorpresa, malestar y quejas, pero al final los representantes de las candidatas cedieron, y el domingo, Taddei y los suyos ahí estuvieron, a unos metros del escenario donde se desarrolló el debate.
No fue la única frivolidad que marcará la historia de este debate.
Cabe recordar que, para este evento, el INE decidió construir un set de televisión ex profeso en una plataforma de madera colocada sobre la llamada “herradura de la democracia”, en plena sala del Consejo General del INE.
Un capricho de consejeras y consejeros electorales que hizo que este primer debate elevara sus costos a 10 millones de pesos, según informó el sábado la consejera Dania Ravel, en la conferencia en la que se mostró a la prensa el escenario del debate, creado justo en la llamada “casa de la democracia”.
Haber construido un set de televisión dentro del INE absorbió más de la mitad de los recursos del contrato que firmó el instituto con el consorcio creado por la productora Full Circle Media y MVS Net SA de CV, para participar en la licitación de los tres debates del 2024.
El fallo de la licitación pública nacional 002/2024, para adjudicar “el servicio integral para el diseño, preproducción, producción, transmisión, grabación y postproducción de los debates de 2024 entre las candidaturas a la Presidencia de la República” establece que la oferta económica de esta agrupación -aceptada por el instituto- fue de 19 millones 125 mil pesos, e incluye los tres debates.
Sin embargo, las consejeras dijeron el sábado que sólo el del 7 de abril ya había costado 10 millones, e incluso la consejera Dania Ravel aclaró que la cifra era aproximada y que después se darían a conocer los costos consolidados.
El gasto de 10 millones de pesos en el primero de los tres debates, sin embargo, no evitó que se cometieran errores técnicos que, hoy, al calor del postdebate, están siendo utilizados como argumentos -por no decir pretextos- por los equipos de campaña, y las propias candidatas, para justificar su desempeño en el debate.
El error más visible y criticable es el de los cronómetros que, por quererse manejar desde una computadora y con un sofisticado software, terminó contando más segundos de los que duraban las participaciones, restando tiempo de las bolsas de las candidatas y provocando quejas que fueron planteadas dentro del propio debate.
En una escena inédita, luego de la experiencia de 10 debates presidenciales organizados por el IFE y el INE, Claudia Sheinbaum soltó en plena transmisión: “la candidata del PRIAN hasta la bolsa de tiempo se quiere robar”, mientras la moderadora Denisse Maerker batallaba para explicarles que los segundos mal cronometrados serían repuestos en el tercer segmento, para asegurar equidad en las participaciones.
En plena madrugada del lunes, el INE emitió un comunicado justificando sus fallas técnicas, y dio a conocer una tabla con el tiempo exacto usado por cada candidatura: Sheinbaum, 25 minutos y 8 segundos; Máynez 25 minutos, 4 segundos, y Gálvez 25 minutos, 3 segundos.
Aunque el cronómetro no fue el único error: también hubo quejas por el audio al principio de la transmisión y por las tomas “raras” que se hicieron con las cámaras mientras alguna de las candidatas intervenía.
Detalles técnicos que sorprendieron, pues el productor del debate no es ningún novato; se trata de Ray Sinatra, creador de Full Circle y quien produjo los tres debates de 2018 y el documental que el INE hizo al respecto, cuando su productora llevaba por nombre Habanero Films.
Sinatra cobró al INE 45 millones de pesos por los debates del 2018, que implicaron complejidades técnicas como construir un escenario en el Palacio de Minería; otro en un gimnasio de la Universidad de Baja California, en Tijuana, y montar uno más en el Mueso de la Cultura Maya de Mérida, Yucatán.
Se supone que los debates de 2024 tendrían que ser mucho más baratos que los de 2018, o al menos eso ha dicho el “nuevo INE” encabezado por Guadalupe Taddei.
De hecho, la licitación pública lanzada para la producción de los debates establece un costo máximo de 23 millones de pesos, pero ya se gastaron 10 millones.
Lo que sorprende es que el INE -como ocurrió en 2018- haya vuelto a tomar la cara decisión de construir y destruir un set de televisión, para cumplir un capricho: en este caso, que el primer debate se llevara a cabo en “la casa de la democracia” o, mejor dicho, en un escenario volado por encima de la “herradura de la democracia”.
Faltan dos debates: uno en los Estudios Churubusco, el 28 de abril, y otro en el Centro Cultural Universitario, el 19 de mayo, donde también tendrán que construirse escenarios que no existen.
Escenarios para un debate que debería privilegiar el intercambio de ideas, el contraste de personalidades, la capacidad para polemizar con pasión, arrebatar la palabra, preguntar, responder, atacar y contraatacar. Y que hoy privilegian que “se vea bien” en la tele.
¿Por qué no privilegiar que la ciudadanía vea un debate real, y no un escenario “inédito” para tres bonitos monólogos?
¿Por qué no hacer el debate en los foros profesionales que ya tienen instituciones como el Canal 11?, o incluso, ¿por qué no rentar un foro a una televisora privada, en donde no habría que montar grúas, cámaras, iluminación, cables, micrófonos, fondos y tarimas que después se van a la basura?
Y si van a volver a derrochar, ¿no podrían al menos cuidar que no falle lo más elemental, como lo es el cronómetro?

Un análisis de los detalles clave de la nueva estrategia de seguridad nacional del gobierno de Trump y sus implicaciones para Europa, América Latina y el mundo.
La Estrategia de Seguridad Nacional del gobierno de Donald Trump ha generado alarma entre los aliados más cercanos de Estados Unidos y marca un alejamiento dramático de los principios fundamentales de la política exterior estadounidense de décadas.
El documento de 33 páginas, divulgado por el gobierno hace unos días, presenta el mundo primordialmente como un escenario económico, resaltando los acuerdos bilaterales y el nacionalismo económico por encima del multilateralismo y la promoción de la democracia.
La estrategia refleja las “cepas más ideológicas” del gobierno de Trump, comentó el corresponsal de BBC News en el Departamento de Estado, Tom Bateman, en el podcast The Global Story del Servicio Mundial de la BBC.
Esta también tiene implicaciones para América Latina, tanto en cómo se relaciona Washington con los cada vez más numerosos gobiernos de derecha, hasta la nueva versión de la Doctrina Monroe, que reafirma a la región como el “patio trasero” de EE.UU.
Igualmente impactante es lo que el documento omite, sin casi una sola crítica hacia adversarios tradicionales como Rusia y China.
En cambio, reserva el lenguaje más cargado para con Europa, lo que dio pie a la preocupación a lo largo de las capitales europeas.
Mientras que anteriores estrategias de seguridad nacional tendían a reafirmar los valores y prioridades compartidos de EE.UU. con los países europeos, este documento toma un giro diferente.
Europa será “irreconocible en 20 años a menos”, declara, por la acogida del continente a las instituciones multilaterales y sus políticas migratorias, que se han convertido en una influencia corruptora de la “identidad occidental”.
En esa sección, la estrategia crudamente declara que los estados de Europa enfrentan lo que llama la “eliminación civilizacional”.
Los líderes europeos han quedado, por lo menos en privado, “horrorizados” por el documento, dijo al podcast nuestro corresponsal en el Departamento de Estado.
“No están sorprendidos de que esta sea la postura ideológica de algunas partes del gobierno, pero verlo articulado dentro de un documento formal de política es bastante preocupante para ellos”, expresó.
La reacción en Europa de lado y lado del espectro político no se ha hecho esperar.
El diario francés de izquierda Le Monde catalogó el quiebre como un “divorcio”, señalando que marca una ruptura histórica con la era posterior al final de la Segunda Guerra Mundial
“El divorcio está finalizado, pendiente de la división de bienes”, escribe el diario en su artículo.
Más diciente aún en términos de la prensa francesa, indica el corresponsal Tom Bateman, es el comentario del diario conservador Le Figaro sobre la aparente contradicción de lo que afirma el documento sobre lo que llama la “pretensión del no intervencionismo” por un lado y, por el otro, el intervencionismo explícito en el caso de los países europeos.
La estrategia textualmente indica la intención de EE.UU. de cultivar la resistencia de los partidos de oposición en los países europeos. Eso implica apoyo a partidos de extrema derecha como el AfD en Alemania, el Partido Reforma en Reino Unido, y la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia, entro otros.
Es un apoyo explícito a los movimientos políticos en Europa que abogan por un nacionalismo económico y una oposición férrea a la migración, que el documento tilda de “partidos patrióticos”.
La estrategia hacia Europa sería una repetición de cómo ha accionado el gobierno de Trump en relación con América Latina, opina el corresponsal de la BBC.
En Argentina, por ejemplo, menciona el rescate económico que Trump aprobó para el gobierno de Javier Milei días antes de que su partido enfrentara elecciones legislativas que definirían el futuro de su proyecto político.
“Eso fue interpretado por los opositores (de Milei) como una evidente interferencia por Estados Unidos”, expresó Tom Bateman.
Ese apoyo se repitió antes de las recientes elecciones en Honduras, cuando Trump indultó al expresidente Juan Orlando Hernández, que cumplía una condena de 45 años en EE.UU. por narcotráfico, al tiempo que manifestó su apoyo al candidato de derecha Nasry “Tito” Asfura.
Lo mismo se ha visto en Brasil, con los ataques de Trump contra los tribunales de ese país que condenaron al expresidente de corte “trumpista” Jair Bolsonaro por su intento de golpe tras haber perdido las elecciones en 2022.
La nueva estrategia realza al continente americano, referido como el “Hemisferio Occidental”, como un principal foco de la política exterior de EE.UU.
El gobierno quiere “asegurarse… de que la región permanezca estable y suficientemente bien gobernada para evitar y desalentar la migración masiva hacia Estados Unidos”, lee el documento.
La estrategia introduce la idea de un “corolario Trump” a la doctrina Monroe, posicionando la táctica del gobierno como una secuela a la política del presidente James Monroe en el siglo XIX afirmando la primacía de EE.UU. en el continente americano y repeliendo la interferencia de los poderes coloniales europeos.
El gobierno considera esta renovada atención como necesaria para contrarrestar la influencia de China en América Latina, señala nuestro corresponsal, a pesar de que China no está mencionada directamente en el documento.
China ha logrado obtener demasiada posición económica en la región, según Trump, aunque su insinuación de que está “operando” el Canal de Panamá no es literalmente verdad.
Los recientes esfuerzos diplomáticos, incluyendo la visita del secretario de Estado, Marco Rubio, a países latinoamericanos a comienzos de año, son una señal de la intención de Washington de reafirmar su dominio tanto económico como estratégico en la región.
Aunque la estrategia no se extiende en la dimensión militar de esta política, la campaña de bombardeos aéreos contra supuestos narcotraficantes en el Caribe y la presencia de múltiples acorazados y personal militar estadounidense frente a las costas de Venezuela subraya la amenaza del uso de fuerza militar.
El deterioro de las relaciones entre EE.UU. y Europa ha sido aparente durante meses.
Una de las primeras señales de la actitud del gobierno de Trump hacia Europa se produjo en enero, cuando el vicepresidente de EE.UU., JD Vance, emitió un cáustico ataque contra las democracias europeas, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en el que reprendió a sus líderes por ignorar las preocupaciones de sus votantes sobre la migración y la libertad de expresión.
Pero en la práctica, esta incómoda relación se ha desarrollado en otro escenario; la guerra en Ucrania.
El documento parece sugerir que Europa no ha entendido las dinámicas de poder que están en juego y que Estados Unidos debe invertir energía diplomática para estabilizar la región.
La Unión Europea está acusada de obstaculizar los esfuerzos de Washington por termina la guerra en Urania, según el documento, y que EE.UU. deber “restablecer una estabilidad estratégica hacia Rusia”, que a su vez “estabilizaría las economías europeas”.
El mensaje central es que Ucrania debería permanecer siendo un estado viable pero eso requiere reconocer la posición dominante de Rusia.
Donald Trump está “perdiendo la paciencia” con Europa y Ucrania, señala nuestro corresponsal.
“Está claro… la presión está sobre los europeos para que asientan a una postura que los ucranianos básicamente interpretan como una capitulación”, comentó en el podcast.
La tensión en torno a Ucrania ya se manifestó en momentos de alto perfil, incluyendo la reunión en el Despacho Oval de Trump y Vance con el presidente Volodymyr Zelensky en febrero, en la que tacharon al presidente ucraniano de “irrespetuoso” y “desagradecido”.
Los líderes europeos ahora enfrentan la realidad de que EE.UU. podría presionar para lograr un resultado mucho más preferencial para Moscú que para Kyiv.
Rusia recibió con beneplácito la Estrategia de Seguridad Nacional, describiéndola como “ampliamente consistente” con su visión.
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional ya ha reconformado los debates en Washington y a lo largo de Europa.
Sus implicaciones para Ucrania, las relaciones EE.UU.-Europa y el orden global más amplio siguen desarrollándose.
Pero el documento deja una cosa inequívocamente clara: el gobierno de Trump pretende redefinir las prioridades de la política exterior de EE.UU. y espera que sus aliados se adapten a esa nueva realidad.
*Con información adicional del podcast The Global Story del Servicio Mundial de la BBC
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