No todo es miel sobre hojuelas en la campaña de Claudia Sheinbaum y, en una sola semana, tres temas encendieron las alertas de un equipo al que, hasta el momento, casi todo le ha salido bien.
El caso Arturo Zaldívar; los escándalos de la exsecretaria de Energía y candidata a la gubernatura de Veracruz, Rocío Nahle, y la campaña de Clara Brugada en la Ciudad de México se han convertido en un dolor de cabeza para la candidata, que ve en los yerros de los propios compañeros de equipo mayores riesgos que en las fallidas estrategias de la oposición.
La denuncia anónima contra el exministro Arturo Zaldívar, filtrada el viernes 12 de abril, ha puesto al expresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el centro de la polémica y cumple ya 10 días como uno de los principales temas de la campaña.
Lo que era un activo para Claudia Sheinbaum -la incorporación del exministro- amenaza con derivar en un lastre que requerirá explicaciones y probablemente deslindes.
¿Cuántas preguntas sobre la división de poderes, el respeto a la autonomía de jueces y magistrados, y presiones a jueces para facilitar las obras sexenales estará preparando el equipo de Xóchitl Gálvez para el próximo debate, del 28 de abril?
En Veracruz, un tema comienza a crecer silenciosamente: el de las propiedades de Rocío Nahle, exsecretaria de Energía, responsable de la construcción de la refinería Dos Bocas (una de las obras emblemáticas del sexenio de Andrés Manuel López Obrador), y candidata a la gubernatura.
Las denuncias interpuestas en su contra por enriquecimiento ilícito, obviamente, forman parte de la estrategia de campaña de José Yunes, candidato de la coalición PRI-PAN-PRD en Veracruz, pero hasta en Morena saben que, en este caso, la oposición sí encontró materia para un escándalo mayor.
La mansión en el fraccionamiento El Dorado, con salida en yate al mar, en el Litoral del Golfo de México, puede ser la punta del iceberg de un caso de corrupción mayúsculo, en el que estarían involucrados familiares, dirigentes morenistas, contratistas, funcionarios y exfuncionarios públicos del sector energético.
La presunta adquisición de propiedades en Veracruz, Tabasco, Nuevo León, e incluso en Estados Unidos, convierten a Rocío Nahle en el Talón de Aquiles de la campaña. Por un lado, si se comprueba que hay corrupción, se estará pegando al corazón del discurso lopezobradorista de “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo”.
Po otro lado, si Nahle cae en las preferencias electorales, Morena verá mermada su votación en la cuarta entidad con más votantes del país (Veracruz tiene 6 millones 82 mil electores).
En 2018, Veracruz le dio a López Obrador 2 millones 59 mil votos, el 54 % de la votación por presidente de la República en el estado. Y, en esa misma jornada, Cuitláhuac García ganó la gubernatura con un millón 667 mil votos (44 % de la votación por candidatos a gobernador). Morena se llevó las dos senadurías, 17 de los 20 distritos electorales federales y la mayoría en el Congreso estatal.
La mala imagen de Rocío Nahle -combinada con el pésimo gobierno de Cuitláhuac García- no sólo pone a Morena en riesgo de perder una de las primeras gubernaturas que obtuvo, sino que tendría un impacto negativo en la campaña presidencial.
En el equipo de Claudia Sheinbaum saben que en este caso no basta con decir que “hay guerra sucia”, y que el apoyo del presidente a su colaboradora y amiga no impedirá que Nahle sea un lastre.
La encuesta de El Financiero publicada el pasado viernes alertó a los morenistas: la ventaja de Morena se ha diluido; Clara Brugada ya “sólo” tiene una ventaja de cinco puntos porcentuales sobre el panista Santiago Taboada, y la peor pesadilla de Sheinbaum ya no se ve tan lejana: perder la Ciudad de México, donde apenas gobernó.
Si algo ha dicho Claudia Sheinbaum en sus recorridos de campaña es que “en la Ciudad sí se pudo”. Su administración, de 2018 a 2023, es el referente para que la candidata hable de seguridad, generación de empleos, política social, movilidad, transporte, medio ambiente…
¿Y entonces por qué la ciudad no votaría por Morena?
Es cierto que la candidatura de Clara Brugada fue una imposición del presidente López Obrador y no una decisión de la candidata. Es cierto que Brugada hizo un buen trabajo como alcaldesa de Iztapalapa, que mejoró en calidad de vida, servicios, parques y obras públicas.
Pero hoy parece que las Utopías no son suficientes para la campaña por la Ciudad de México. Clara Brugada se ha desdibujado, y al PAN las cosas parecen salirle bien, a pesar de que su candidato, Santiago Taboada, es uno de los principales protagonistas de una trama de corrupción conocida como Cártel Inmobiliario.
Al desdibujamiento de la campaña de Morena en la capital se añade el factor Martí Batres, el jefe de Gobierno que sustituyó a Claudia Sheinbaum y que no ha sabido gobernar “nadando de a muertito”.
Su protagonismo no cae bien en el equipo de campaña de la candidata presidencial, y mucho menos la indolencia con la que su administración atendió el reciente problema del agua en la alcaldía Benito Juárez.
Si en algún lugar de la ciudad Clara y Claudia necesitaban que todo funcionara a la perfección, al menos en los meses de campaña, ése era el Poniente de la ciudad, territorio que en 2021 castigó a Morena y al lopezobradorismo.
La CDMX le dio a López Obrador 3 millones 118 mil votos en 2018, y Sheinbaum ganó la jefatura de Gobierno con 2 millones 537 mil. Le sacó más de 16 puntos porcentuales de ventaja a Alejandra Barrales, candidata del PAN-PRD-MC. Ni con el 12 por ciento de Mikel Arriola, candidato del PRI, la oposición se hubiera acercado a Sheinbaum.
En 2024 la historia es distinta: más allá de los puntos, las encuestas muestran que Clara se ha estancado, y que Taboada se acerca a ella.
Eso también enciende focos de alerta en la campaña de la candidata que, a 40 días de los comicios, mantiene una ventaja que, a diferencia de 2018, no parece que alcanzará para hacer ganar a todos en Morena.
Los mensajes de los líderes de Estados Unidos y de Rusia revelan diferentes perspectivas sobre un posible acuerdo de paz para Ucrania.
Donald Trump prometió el año pasado que terminaría la guerra de Ucrania en “24 horas”.
La semana pasada dijo que no se resolvería hasta que él y el presidente ruso, Vladimir Putin, pudieran “reunirse” y resolverlo en persona.
El lunes, la cosa cambió de nuevo.
Después de una llamada telefónica de dos horas con Putin, Trump dijo que las condiciones de un acuerdo de paz solo podrían negociarse entre Rusia y Ucrania, y quizás con la ayuda del papa León XIV.
Aun así, el presidente estadounidense no ha perdido su optimismo ante la perspectiva de paz, y publicó en las redes sociales que los combatientes “comenzarían inmediatamente” las negociaciones para un alto el fuego y el fin de la guerra.
La percepción de Trump no parece coincidir con la visión rusa.
Putin se limitó a declarar que su país está listo para trabajar con Ucrania para elaborar un “memorándum sobre un posible futuro acuerdo de paz”.
Hablar de memorandos y un “posible futuro” de paz se antoja lejos del compromiso necesario para cimentar acuerdos duraderos rápidamente.
Putin volvió a enfatizar que cualquier resolución del conflicto tendría que abordar las ‘”raíces” de la guerra, que, según ha afirmado Rusia en el pasado, es el deseo de Ucrania de estrechar lazos con Europa.
Existe la posibilidad de que la última opinión de Trump sobre la guerra en Ucrania pueda ser una señal de que Estados Unidos abandonará finalmente la mesa de negociaciones.
“Hay grandes egos involucrados, pero creo que algo va a suceder”, dijo Trump el lunes por la tarde. “Y si no sucede, simplemente me retiraré y tendrán que seguir adelante”.
Sin embargo, un movimiento así vendría con su propia lista de preguntas y riesgos.
Si Estados Unidos se desentiende de la guerra, una amenaza planteada también por el vicepresidente estadounidense, JD Vance, y el secretario de Estado, Marco Rubio, ¿significaría que Estados Unidos también pondrá fin al apoyo militar y de inteligencia a Ucrania?
Si ese es el caso, es probable que lo agradeciera Rusia, que contaría con mayores recursos que una Ucrania sin el respaldo estadounidense.
La sola perspectiva basta para preocupar al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky.
“Es crucial para todos nosotros que Estados Unidos no se distancie de las conversaciones y la búsqueda de la paz”, dijo el lunes después de la llamada entre Trump y Putin.
Al margen de la retórica del lunes, parece que Ucrania y Rusia están dispuestos a continuar algún tipo de conversaciones, y eso ya es un progreso después de casi tres años de guerra.
Aún está por determinarse si el equipo ruso será algo más que la delegación de bajo nivel que viajó a Estambul, Turquía, para reunirse con los ucranianos el viernes pasado.
Trump ha ofrecido a Rusia la promesa de reducir las sanciones contra Moscú y nuevos acuerdos comerciales e inversiones económicas como el incentivo que moverá a Putin hacia un acuerdo de paz.
Lo volvió a mencionar en sus comentarios posteriores a la llamada. Por otro lado, no se discutieron consecuencias negativas para Rusia, como nuevas sanciones a la banca rusa y las exportaciones de energía.
El presidente estadounidense advirtió el mes pasado que no toleraría que Putin le “tomara el pelo” y señaló que Rusia no debería atacar áreas civiles.
Pero el domingo, Rusia lanzó su mayor ataque con drones contra ciudades ucranianas en lo que va de guerra, y la llamada del lunes entre los dos líderes mundiales ha dejado claro que cualquier alto el fuego o acuerdo de paz se atisba todavía muy lejano.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.
Utilizamos cookies propias y de terceros para personalizar y mejorar el uso y la experiencia de nuestros usuarios en nuestro sitio web.