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Histerectomía. Última parte: Asumir la pérdida
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Madre de Nicolás, a veces mi propia... Continuar Leyendo
3 minutos de lectura

Histerectomía. Última parte: Asumir la pérdida

A poco más de dos meses de la histerectomía, el dolor se me impone y entiendo que es hora de asumir, con este cuerpo entero que tengo todavía, que estoy incompleta. Perdí el órgano al que le debo la vida de mi hijo; la pieza de mi cuerpo que me permitió ser madre.
24 de septiembre, 2021
Por: Bárbara Hoyo

 Doesn’t everything die at last, and too soon?

Tell me, what is it your plan to do

with your one wild and precious life?

Mary Oliver

 

Si el dolor lo permitiera, seríamos capaces de mirarlo todo. Si no nos aterrara, podríamos darnos cuenta cómo y hasta dónde nos atraviesa y nos transforma. Del dolor jamás se vuelve intacto y, cuando no se le hace frente, se siembra en el carácter y se le lleva puesto como un pasajero perdido en el tiempo. El dolor es brutal, pero con la puerta abierta es generoso.

A poco más de dos meses de la histerectomía, el dolor se me impone y entiendo que es hora de asumir, con este cuerpo entero que tengo todavía, que estoy incompleta. Perdí el órgano al que le debo la vida de mi hijo; la pieza de mi cuerpo que me permitió ser madre.

Esta otra persona que soy habrá de tener presente, de ahora en adelante, que el vacío corporal que dejó mi matriz permanecerá mientras siga viva: nada lo va a llenar, nada lo va a suplir. Me duele la pérdida y, a la par, estoy agradecida con la precisión del tiempo. Eso no aminora el dolor, pero evita que se me imponga y se me siembre.

Después de esta pérdida, mi manera de relacionarme con el mundo no vuelve a ser la misma. Mi mirada, mis afectos y mi deseo han sido atravesados por un dolor desconocido y por la dicha de saberme capaz de enfrentar los duelos. Jamás pensé que mi fortaleza surgiría de un vacío. Quizás estar incompleta sea una forma de entereza. Y una oportunidad para cultivar el amor y la ternura en cada espacio que tengo.

Cada vez que pienso en las veces que no sentí dolor, lamento haber dejado ir la oportunidad de disfrutar más mi estancia en este mundo. El dolor me deja claro que exigirle tanto a la vida y a mi cuerpo no es el camino que quiero seguir.

El útero es un órgano hueco y pequeño, también es el órgano más fuerte y el único capaz de crear otro órgano en su interior: la placenta. Investigo sobre él y resiento no llevarle más conmigo. Me siento fascinada por lo que representa y por lo que hizo con mi cuerpo, con el de mi hijo y con nuestra historia.

El dolor me repara con su crudeza, porque me doy cuenta de que mi forma de resolver los vacíos no implica llenarlos. En esta historia, en la que me despido de una parte de mí, también le doy la bienvenida a otra etapa porque, aunque estoy cansada de la tristeza, de las ausencias, de las partidas y de los duelos en sus múltiples formas, también estoy dispuesta a recibir lo que el tiempo y el espacio me pongan enfrente. Incluso el espacio que dejó mi útero, convertido primero en herida y ahora en cicatriz.

Esta otra persona que soy, incompleta y entera a la vez, le deja la puerta abierta al dolor, que es capaz de derrotar al mayor de los daños; pero ya no para que entre sino para que, con la precisión de su propio tiempo, pueda partir.

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Imagen BBC