¿Por qué nos resulta tan natural decir “hombre de ciencia”, pero “mujer de ciencia” nos suena tan extraño? La respuesta es simple: la ciencia no sólo se construye en los laboratorios y en los centros de investigación; también está definida por las palabras que la nombran. Durante siglos, el lenguaje científico ha reflejado de manera permanente una realidad: la exclusión sistemática de las mujeres.
El lenguaje no es solo una herramienta de comunicación, forma parte de las estructuras de poder. Lo que no se nombra, no existe. Lo que se nombra, tiene visibilidad. Por ello, nombrar o dejar de hacerlo, se vuelve crucial en el mundo y en el universo de la ciencia.
La ciencia ha sido históricamente un espacio de hombres, no porque las mujeres no participaran o fueran ajenas a ella, sino porque fueron excluidas y eso se refleja en cómo hablamos y en quiénes hablan de ella. Durante siglos se ha asumido que el masculino genérico incluye a todas las personas, mujeres y hombres por igual, pero tanto la realidad como los estudios demuestran otra cosa. Si buscas en Google la palabra “científico”, la mayoría de las imágenes son de hombres vestidos con batas blancas, no mujeres. Esto no es casualidad: la ciencia ha invisibilizado a las mujeres de muchas y diversas maneras.
Empecemos por el sesgo de género en la terminología científica. Las palabras que usamos en ciencia refuerzan una visión masculina del conocimiento. Por ejemplo, en biología, se ha enseñado durante décadas que “el óvulo espera pasivamente al espermatozoide”, cuando en realidad el óvulo es activo y selectivo en la fecundación. Algo tan simple como cambiar la narrativa de “un espermatozoide que conquista a un óvulo” a “un óvulo que elige el mejor espermatozoide” transforma por completo nuestra concepción de la biología, lo masculino y lo femenino.
Otro clásico es el término “histeria”, derivado del griego hystera (útero). En la historia, sobre todo a mediados del S. XIX, cualquier conducta femenina que desafiara las normas establecidas se diagnosticaba como un desorden psicológico vinculado al útero. Se consideraba una enfermedad mental propia de las mujeres cuyos síntomas eran variados: desmayos, insomnio, pesadez, espasmos, respiración entrecortada, pero sobre todo “tendencia a causar problemas”. No fue sino hasta 1980 que la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) eliminó oficialmente este término de su manual de trastornos mentales.
Los sesgos de género en la ciencia no sólo están en la terminología, también se encuentran en la manera en que se diseñan los estudios. La mayoría de los ensayos clínicos en cardiología han sido realizados con hombres como sujetos de prueba, lo que ha llevado a que las mujeres reciban diagnósticos tardíos o tratamientos inadecuados para enfermedades cardiovasculares, a pesar de que estas son su principal causa de muerte. Entender esta diferencia es fundamental para prevenir los factores de riesgo tanto para mujeres como para hombres, sobre todo considerando que durante décadas se consideró que los problemas del corazón eran “enfermedades de hombres” y los síntomas en las mujeres se minimizaron e ignoraron, lo que llevó a diagnósticos equivocados y mortales.
Imposible no tocar en la actualidad la cuestión de la IA. La inteligencia artificial está replicando la desigualdad de género en la ciencia. Los algoritmos de búsqueda, como mencioné al inicio, asocian automáticamente la palabra “científico” con imágenes de hombres y en plataformas como Wikipedia, las biografías de mujeres enfatizan su vida familiar más que sus logros académicos, mientras que las de los hombres están relacionadas con liderazgo, negocios y deportes.
Si hablamos de asistentes de voz, como Siri y Alexa, nos encontramos con algo tan común que a pocas personas sorprende. Tienen nombres femeninos y desempeñan roles de servicio, mientras que las IA con funciones de liderazgo suelen tener nombres masculinos. En estas últimas encontramos a Watson y Leonardo, por mencionar un par. Esto no es algo menor, refleja percepciones naturalizadas e inconscientes: la idea de que la mujer está al servicio, mientras que el hombre es quien toma las decisiones.
Si queremos una ciencia realmente incluyente, debemos empezar por cambiar la forma en que la nombramos y usamos las palabras. Algunas propuestas concretas incluyen:
El conocimiento y la manera en que se transmite la ciencia no es neutral. Si la ciencia sigue hablando en masculino, seguirá excluyendo a la mitad de la población. Si realmente queremos una ciencia incluyente y al servicio de todas las personas, necesitamos un lenguaje que lo refleje.
La anulación de la prórroga del TPS le impone a David el desafío de encontrar otra forma de permanecer legalmente en EE.UU. o marcharse a otro país antes de ser deportado.
David pensaba que su mayor reto aquella noche bajo cero era mantener el calor mientras caminaba sobre la nieve, hasta que se topó con una patrulla policial en Washington.
Un policía le pidió sus papeles en el trayecto que recorría cada noche para volver a casa después del trabajo. Al comprobar que era venezolano y tenía un Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés), el uniformado le dijo en perfecto español: “Disfrútalo mientras lo tengas”.
David no supo qué responder. El policía le hizo un gesto con la mano y lo despachó en inglés: “Go, go, go!”.
A finales de diciembre y a pocos días de abandonar la Casa Blanca, el gobierno del presidente Joe Biden aprobó una extensión del TPS para los venezolanos, una medida que permitía a casi 600.000 personas residir y trabajar legalmente en Estados Unidos, libres del riesgo de ser deportados.
Pero el miércoles 29 de enero, durante su segunda semana de mandato, el gobierno del presidente Donald Trump anuló esa prórroga, una decisión que dejará a sus beneficiarios sin un estatus migratorio legal en Estados Unidos y puede convertirlos en sujetos de deportación.
En el caso de David, su TPS vence el próximo 2 de abril.
“Es muy duro saber que ahora corro el riesgo de volver a Venezuela por perder el TPS”, dijo a BBC Mundo después de pedir que su verdadera identidad se mantuviera anónima.
“Salí huyendo de allá para sobrevivir, hice todo lo que me pidieron aquí y ahora vivo con miedo de que me agarren o me pase algo malo, como me ocurría en Venezuela”.
Su abogado le recomendó la misma alternativa que están considerando los beneficiarios del TPS que no disponen de otro estatus migratorio en Estados Unidos: introducir una petición de asilo ante un tribunal estadounidense.
Mientras tenga un proceso judicial en curso, David no puede ser deportado.
Trump emprendió una política de deportaciones masivas de indocumentados, que podría afectar a 11 millones de personas que viven en Estados Unidos sin un estatus migratorio legal.
Una de sus primeras medidas fue suspender el parole, un permiso humanitario que el gobierno de Biden concedió a 530.000 venezolanos, cubanos, nicaragüenses y haitianos, que llegaron a territorio estadounidense tras huir de las crisis en sus países.
David tenía una peluquería en el estado Aragua, en el centro norte de Venezuela.
Mientras le pintaba el cabello a una clienta, un muchacho entró al negocio y le preguntó si le faltaba mucho para atenderlo. Él le pidió que se sentara y esperara, pero el hombre se enfureció.
Sacó una pistola, amenazó a David y a sus clientas, les robó las carteras y varias máquinas de afeitar. Antes de marcharse, disparó contra la fachada de la peluquería, mientras todos se tiraron al suelo, escondiéndose detrás de las sillas dispuestas frente a los espejos.
“Traté de poner la denuncia en la policía y me dijeron que no lo hiciera, nadie podía meterse con el Tren de Aragua”, recordó David en referencia a la banda de crimen organizado venezolana que acaba de ser catalogada como una organización terrorista por el gobierno de Trump.
“Al día siguiente, me dejaron una nota en la puerta del negocio que decía: ‘Si no te vas del estado, ya sabes lo que les va a pasar a ti y a tu familia'”.
Aquel día de 2018 comenzaron siete años de historia migratoria para David. Se marchó de Aragua con su ropa y US$600, mientras su esposa y sus tres hijos esperaban a que él se instalara en Colombia.
Pero en el trayecto lo asaltaron y cruzó la frontera sin dinero ni pertenencias. Logró conservar el pasaporte porque lo escondió entre sus piernas cuando unos hombres armados asaltaron el autobús en el que viajaba dentro de Venezuela.
Una vez que llegó a Colombia, durmió en plazas donde se refugiaban otros migrantes y pasó tres días seguidos sin comer, hasta que un hombre le regaló una bolsa de caramelos que comenzó a vender por unidad, su primera oportunidad de generar ingresos fuera de Venezuela.
Con el tiempo logró trabajos más estables y pudo llevar a su esposa y sus hijos a Colombia. Pero su madre se quedó en Aragua. En medio de la pandemia, David logró ahorrar lo suficiente para visitarla.
Cuando llegó a casa de su madre, le dejó un poco de dinero para que comprara comida y preparara un almuerzo para la familia, mientras él salía a visitar a un amigo. Pero minutos después, ella lo llamó para decirle que unos hombres lo buscaban.
David volvió a huir a Colombia, esta vez sin despedirse de su madre.
“No sé cómo se enteraron de que había llegado”, lamenta. “Ahí fue cuando me di cuenta del nivel de control que el Tren de Aragua tenía en esa área y sobre todos nosotros”.
Después del confinamiento por el coronavirus, los salarios de David y su esposa en Colombia no alcanzaban para mantener a los niños, así que decidió marcharse a Estados Unidos.
Cruzó Centroamérica y México por tierra, sobrevivió a dos secuestros y entregó los US$1.800 que había ahorrado a hombres armados que lo golpearon hasta sacarle un diente.
Cuando llegó al norte de México, una madrugada de mediados de 2023, sintió miedo de lanzarse al río Bravo para cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Pero a lo lejos, en el horizonte del desierto, se avistaban camionetas negras con fusiles que sobresalían por las ventanas.
“El agua estaba fría y la corriente era tan fuerte que me arrastró unos 60 metros. Sentía que me ahogaba pero logré cruzar agarrándome del monte que crecía en la orilla”.
David estuvo detenido durante semanas en un centro del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), hasta que las autoridades migratorias le hicieron entrevistas en las que contó que había escapado por el Tren de Aragua y logró demostrar que tenía un “miedo creíble” de volver a Venezuela.
“Apenas pude, me acogí al TPS para poder trabajar y me mudé a casa de un amigo en Washington. Llevo un año y medio viviendo aquí, dedicado exclusivamente a hacer dinero para mantener a mi familia”.
En 1990, el Congreso de Estados Unidos creó la figura del TPS para migrantes que enfrentaban dificultades extremas si se veían obligados a regresar a sus países de origen, debido a conflictos armados, razones humanitarias o desastres naturales.
La secretaria del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem, anunció que la prórroga del TPS había sido anulada el miércoles 29 de enero, durante una entrevista con la cadena de noticias Fox News.
“Vamos a seguir un proceso, evaluar a todos estos individuos que están en nuestro país, incluyendo a miembros del TdA”, dijo Noem usando las siglas del Tren de Aragua.
“Ayer estuve en Nueva York y la gente de este país quiere esta basura fuera”, aseguró Noem. “Quieren que sus comunidades estén seguras. Fue increíble ver a la gente caminar junto a nosotros en la calle temprano en la mañana y darnos las gracias”.
David encuentra paradójico que sea la presencia del Tren de Aragua en Estados Unidos lo que ahora le hace sentirse señalado como un criminal que merece ser deportado.
“Que seamos venezolanos no significa que todos seamos Tren de Aragua”. “Nos están estigmatizando porque venimos del mismo lugar, pero muchos hemos sido víctimas de ellos y estamos escapando de eso”.
El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos ha identificado a presuntos miembros del Tren de Aragua en 16 estados, con un centenar de investigaciones federales relacionadas con la organización y al menos 50 detenciones y condenas judiciales.
“Ahora no solo me da miedo que me pare un policía en la calle, también me da miedo saber que el Tren está en Estados Unidos”.
La esposa y los hijos de David forman parte de un programa de ACNUR para ingresar a Estados Unidos como refugiados. Desde la investidura de Trump, el 20 de enero, el viaje de la familia fue postergado hasta confirmar si efectivamente el país estará dispuesto a recibirlos.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro nuevo canal de WhatsApp.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.