Primer acto
Dicen que lo más sano es no esperar nada de nadie. O que te valga madre la cosa o que ames incondicionalmente. O sea que, por tu propio bien, elimines la posibilidad de la reciprocidad como pacto mínimo establecido entre dos personas. Así no te pueden desilusionar. Dicen.
Esperar algo, alguito del otro, no te debilita pero sí te expone como un ente vulnerable: un ser mucho más sofisticado que un costal de carne y huesos inmune a la conducta ajena.
En nuestro afán de fortaleza y estoicismo somos capaces de engañarnos asumiendo que no esperar es una posibilidad y que hay que abrazarla (el Dalai Lama estaría orgulloso). Pero la realidad dice otra cosa el día que te refugias debajo de las cobijas decepcionada, desilusionada e insatisfecha. ¿Las dos grandes culpables? La expectativa y tú. Por pendeja, te dices. Por haber esperado que fuese distinto. Por haber deseado tantito. Y te acuerdas de los consejos recibidos: no esperes nada de nadie. Y te olvidas de la parte en la que la otra persona incumplió el pacto silencioso. Nadie dice nada, porque no hay nada que decir. El otro no es culpable de que esperes algo de él, pero tampoco de que le ames. Ambas ilusiones son tuyas. Es el consuelo que te queda.
Segundo acto
Ahora mismo me hace bien amar, pero también esperar reciprocidad en todos lados a los que voy: en mi casa, en la calle, en la oficina, con mi familia y con desconocidos. Esa puerta no pienso cerrarla, porque creo en la desilusión con tanta convicción como creo en la ilusión. Porque pretender no esperar se parece a una partida de ping-pong con un solo jugador, donde siempre gana el mismo y siempre pierde el mismo. Porque recibir nada a cambio se parece mucho más a perder que a ganar.
Tercer acto
Nunca antes había estado tan consciente de las repercusiones de mi infancia en mi personalidad, en mis anhelos y en mi disposición a perder. Decir adiós, huir, renunciar, desertar, terminar, marcharse, correr hacia otro lado, alejarse de ahí, dar por concluido, finalizar, dejar ir, soltar: ese es el campo semántico en el que aprendí a habitar y es el que hasta ahora me ha funcionado, no sin antes pasarme factura y ponerme la película completa de las consecuencias, con asiento en primera fila, sin palomitas ni refresco para el trago amargo.
La infancia te obliga a absorber el mundo de acuerdo con los filtros que te regalen tu madre y tu padre. Ni más ni menos. No somos víctimas (aunque sí) ni victimarios (aunque también).
He percibido la fragilidad de mis vínculos desde que tengo memoria. No como un acto consciente sino meramente intuitivo. Primero, entendí que había que andar con cautela para que nadie se fuera; después, aprendí a irme primero; ahora busco el pretexto perfecto para dinamitar mis relaciones a través de mis emociones infantiles. Más allá de no esperar nada de nadie, me apresuré a no esperar nada de mí. Pero una se da cuenta no solo con los años, sino con los huecos, con las notas que nos vamos dejando en episodios dolorosos, con la orfandad de una misma cuando se desilusiona, y el disimulo de la alegría cuando alguien nos entusiasma. No se vaya a cebar, te dices. No se vaya a ir primero.
Pero hay algo de sabiduría en cada una de nosotras. En el fondo, donde se encuentran los barcos hundidos que esconden cofres llenos de tesoros, también está la expectativa. Sí, incluso la falsa, la estéril, la que no da frutos, la que nos atormenta. La misma que nos motiva para seguir, para vivir, para relacionarnos y para enfrentarnos ante la incertidumbre que nos enlaza al otro, al que no te da —ni siquiera— la certeza de la reciprocidad, pero sí la esperanza de la sorpresa.
Ahí, donde muchos buscan inmunidad emocional, me coloco con el afán y las ganas de firmar pactos silenciosos que, por transitorios que sean, me recuerdan que no me tengo que ir, sino que tengo que aprender a esperar.
Más de 400.000 personas asistirán a los 30 conciertos del Conejo Malo en Puerto Rico, lo que ha provocado un boom turístico para la isla.
Bad Bunny comienza este viernes una residencia de conciertos en su natal Puerto Rico con la que pretende retribuir a la isla la inspiración para su más reciente álbum “Debí Tirar Más Fotos”.
Y es que el disco, que tras su estreno en enero se convirtió en el más escuchado a nivel global en Spotify y Apple Music, es un homenaje a la cultura del territorio estadounidense, que resalta los valores nacionales puertorriqueños, y se nutre de géneros como la salsa, bachata, merengue y música jíbara.
Para el artista urbano y su representante, Noah Assad, era “imposible” comenzar una gira sobre el álbum sin antes ofrecer un espectáculo memorable en suelo boricua.
“Teníamos que presentárselo primero a su gente”, dijo Assad, por años uno de los colaboradores más cercanos del cantante, en una entrevista con la revista Variety.
En las residencias, un intérprete se presenta durante meses en un solo lugar y sus fans tienen que viajar para verlo. Personalidades como Adele, Britney Spears y Celine Dion han realizado presentaciones similares en ciudades como Las Vegas, en Estados Unidos, con un rotundo éxito.
Benito Martínez Ocasio -nombre real del “Conejo Malo”- decidió romper esquemas y ofrecer 30 conciertos en su tierra que se extenderán hasta el 14 de septiembre, antes de partir a un tour por América Latina, Europa y Asia.
Su idea, una vez más, es consolidar la visibilidad internacional de Puerto Rico.
La música de Benito, durante gran parte de su trayectoria, se ha diferenciado por estar profundamente arraigada a sus raíces caribeñas y latinas en general.
Y en años recientes se ha destacado por denunciar los problemas que se viven en la nación caribeña, como el desplazamiento por la gentrificación, la falta de servicios públicos confiables y una economía en contracción durante las últimas dos décadas.
“Estamos tratando de seguir la naturaleza del álbum y preservar las tradiciones puertorriqueñas en todos los aspectos de lo que hagamos”, añadió el propio Bad Bunny en una conversación también con Variety.
Con más de 400 mil boletos vendidos, cerca de tres cuartos de ellos en solo cuatro horas, el ciclo de conciertos, titulados “No me quiero ir de aquí”, podría generar un impacto aproximado a los 200 millones de dólares para la economía local, según Discover Puerto Rico, una organización sin fines de lucro que recibe dinero público y que se dedica a promover la imagen de la isla a nivel internacional.
Los números, de acuerdo con la entidad, y con una economista consultada por BBC Mundo, son conservadores, y el beneficio podría ser mucho mayor.
Además, de ser exitosa, la serie de conciertos puede posicionar a Puerto Rico como un destino para otros artistas que buscan realizar eventos similares y también servir de “escuela” para una fuerza laboral local dedicada al turismo, industrias creativas y otros sectores que no están acostumbrados a trabajar en eventos de tal magnitud.
El Coliseo José Miguel “Don Cholito” Agrelot, ubicado en San Juan, ha sido escenario de múltiples conciertos consecutivos, incluso de grandes artistas del género urbano, como ha ocurrido en el pasado con Daddy Yankee o el dúo Wisin y Yandel.
Pero lo planificado por Bad Bunny no tiene precedentes, afirman los organizadores. Se espera que, por noche, “El Choliseo”, como dicen los locales, reciba en promedio 14 mil espectadores que disfrutarán de los conciertos del artista.
Según estimaciones de Alejandro Pabón, uno de los productores de la residencia que habló con la revista Billboard, más de 200 mil personas estarán visitando la isla desde el extranjero.
Esto es inusual para julio, agosto y septiembre, que suelen ser meses de poco turismo porque son el periodo pico de la temporada de huracanes.
Discover Puerto Rico tiene registro de que unas 34 hospederías han vendido 37 mil noches de hotel.
En una estrategia considerada “innovadora” en Puerto Rico, estos hoteles ofrecieron un “paquete” de experiencias a quienes tienen boletos para la serie de conciertos. Además de hospedería, tendrán la posibilidad de acceder a piscinas, playas, spas, gimnasios, regalos de edición limitada y fiestas exclusivas.
Fue el propio equipo del cantante urbano, junto a la empresa Vibee y Discover Puerto Rico, quienes ayudaron a pactar estos acuerdos con los hoteles.
“Esta es la base para unos 196 millones de dólares de impacto económico”, dice a BBC Mundo Glorianna Yamín, directora de mercadeo de Discover Puerto Rico.
“Pero solo estamos contando a los hoteles que ofrecen estos paquetes, por eso sabemos que estamos siendo conservadores, y que el impacto económico será mucho mayor”, agregó.
Desde enero, cuando se anunció el espectáculo, la ocupación hotelera tan solo para agosto reflejó un aumento interanual de 75%, señalan los datos de la organización sin fines de lucro.
En el caso de los alquileres a corto plazo, hubo un crecimiento del 174% en noches reservadas solo en San Juan para el mes de agosto y un aumento de 200% para septiembre, refleja la plataforma AirDNA.
La economista Indira Luciano, profesora en la Universidad de Puerto Rico, dijo a BBC Mundo que el estimado de Discover Puerto Rico es claramente conservador.
La académica analizó datos de un informe del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico realizado entre 2023 y 2024, que señala que los viajeros extranjeros que llegan a la isla gastan un promedio de 156 dólares diarios, mientras que los de origen puertorriqueño unos 70 dólares.
Estos montos, que incluyen una proyección de lo que gastan en hospedería, pero también en otros renglones como traslados y comida, supondrían una inyección de 160 millones de dólares a la economía si se considera que la mitad de los 200 mil visitantes de la residencia serán extranjeros.
“Esto es un cálculo muy tímido, que hice con la información que tengo disponible, y pensando que la mitad de la gente que vendrá de afuera no es boricua y se quedará como mínimo tres días”, sostiene la catedrática.
“Pero si Discover Puerto Rico tiene datos directamente del sector hotelero, y calculan que solo en estadías la inversión será de 196 millones de dólaares, no tengo duda de que el aporte económico de la residencia puede ser más de 200 millones”, afirmó.
Aunque aún no hay cifras estimadas, la expectativa es que otros sectores, como el de la producción, los restaurantes y las excursiones turísticas también se beneficien del impacto económico de las presentaciones.
El propio artista le dijo a la revista Variety que como parte de la producción del show contrataron a mil personas localmente.
Y en El Choliseo se espera que los puestos de comida tengan a la venta desde bacalaitos hasta empanadillas, platos locales que se suelen vender de forma ambulante.
Sin embargo, la distribución de las ganancias podría no ser equitativa para todo el territorio.
“El impacto económico será más grande en San Juan, donde se llevará a cabo el grueso de las actividades. Hay que hacer los esfuerzos para que se distribuya al resto de la isla. Porque incluso los locales que asistirán al concierto viajarán de sus pueblos a la capital y allí es donde van a gastar”, comenta la economista Luciano.
Yamín, de Discover Puerto Rico, cuenta que su organización creó una página de internet para que se publiciten todos los actores de la industria turística.
En ese sitio web, los que asistan a los conciertos encontrarán ofertas de recorridos guiados, experiencias turísticas relacionadas con salsa, ron y otros aspectos propios de Puerto Rico que resalta el álbum de Bad Bunny.
La organización, añade Yamín, también ha realizado esfuerzos para “educar” a los visitantes sobre la cultura local, y la importancia de proteger los recursos naturales.
“Nos gustaría aprovechar la cantidad de visitantes que recibiremos, lo que queremos es que vengan a visitar todo Puerto Rico”, comenta.
Para Discover Puerto Rico, el evento “es crucial” para posicionar a Puerto Rico como un “destino turístico al cual regresar”.
Pero también para que el territorio sea visto como un lugar en donde otros artistas puedan realizar residencias.
La revista Rolling Stone ha catalogado a El Choliseo como un escenario que sirve como “rito de paso” para los artistas pop latinos, entre otras cosas por la exigencia musical de la audiencia boricua, y su tendencia a invertir en eventos en vivo.
Lo planificado por Bad Bunny ahora pone a prueba la infraestructura, capacidad organizativa y oferta turística puertorriqueña.
“Todas estas visitas suponen una carga excesiva para los sistemas de transporte, las carreteras, al menos en el área de San Juan. El gobierno y las empresas tendrán que ingeniárselas para que dentro de todo eso, la experiencia para el visitante sea buena y quieran regresar”, indica la profesora Luciano.
Cuando anunciaron los shows en enero, el equipo del cantante decidió que nueve de las 30 funciones debían ser para residentes locales, con el propósito de que los puertorriqueños pudieran disfrutar de un evento que rinde tributo a su cultura.
Esta primera venta de boletos se realizó de forma presencial, en nueve diferentes puntos de la isla.
En Corozal, una pequeña municipalidad del centro de Puerto Rico, miles de personas hicieron filas para comprar boletos.
“Nadie esperaba estos resultados. Pero es el corazón de todo lo que Benito y yo hacemos: comemos, vivimos, tomamos, dormimos y pensamos en la comunidad todos los días”, explica Noah Assad a Variety.
Y añade: “La residencia le enseñará al mundo el valor intangible de nuestro hogar”.
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