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Cansada de no esperar
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Cansada de no esperar

Ahí, donde muchos buscan inmunidad emocional, me coloco con el afán y las ganas de firmar pactos silenciosos que, por transitorios que sean, me recuerdan que no me tengo que ir, sino que tengo que aprender a esperar.
20 de septiembre, 2024
Por: Bárbara Hoyo

Primer acto

Dicen que lo más sano es no esperar nada de nadie. O que te valga madre la cosa o que ames incondicionalmente. O sea que, por tu propio bien, elimines la posibilidad de la reciprocidad como pacto mínimo establecido entre dos personas. Así no te pueden desilusionar. Dicen.

Esperar algo, alguito del otro, no te debilita pero sí te expone como un ente vulnerable: un ser mucho más sofisticado que un costal de carne y huesos inmune a la conducta ajena.

En nuestro afán de fortaleza y estoicismo somos capaces de engañarnos asumiendo que no esperar es una posibilidad y que hay que abrazarla (el Dalai Lama estaría orgulloso). Pero la realidad dice otra cosa el día que te refugias debajo de las cobijas decepcionada, desilusionada e insatisfecha. ¿Las dos grandes culpables? La expectativa y tú. Por pendeja, te dices. Por haber esperado que fuese distinto. Por haber deseado tantito. Y te acuerdas de los consejos recibidos: no esperes nada de nadie. Y te olvides de la parte en la que la otra persona incumplió el pacto silencioso. Nadie dice nada, porque no hay nada que decir. El otro no es culpable de que esperes algo de él, pero tampoco de que le ames. Ambas ilusiones son tuyas. Es el consuelo que te queda.

Segundo acto

Ahora mismo me hace bien amar, pero también esperar reciprocidad en todos lados a los que voy: en mi casa, en la calle, en la oficina, con mi familia y con desconocidos. Esa puerta no pienso cerrarla, porque creo en la desilusión con tanta convicción como creo en la ilusión. Porque pretender no esperar se parece a una partida de ping-pong con un solo jugador, donde siempre gana el mismo y siempre pierde el mismo. Porque recibir nada a cambio se parece mucho más a perder que a ganar.

Tercer acto

Nunca antes había estado tan consciente de las repercusiones de mi infancia en mi personalidad, en mis anhelos y en mi disposición a perder. Decir adiós, huir, renunciar, desertar, terminar, marcharse, correr hacia otro lado, alejarse de ahí, dar por concluido, finalizar, dejar ir, soltar: ese es el campo semántico en el que aprendí a habitar y es el que hasta ahora me ha funcionado, no sin antes pasarme factura y ponerme la película completa de las consecuencias, con asiento en primera fila, sin palomitas ni refresco para el trago amargo.

La infancia te obliga a absorber el mundo de acuerdo con los filtros que te regalen tu madre y tu padre. Ni más ni menos. No somos víctimas (aunque sí) ni victimarios (aunque también).

He percibido la fragilidad de mis vínculos desde que tengo memoria. No como un acto consciente sino meramente intuitivo. Primero, entendí que había que andar con cautela para que nadie se fuera; después, aprendí a irme primero; ahora busco el pretexto perfecto para dinamitar mis relaciones a través de mis emociones infantiles. Más allá de no esperar nada de nadie, me apresuré a no esperar nada de mí. Pero una se da cuenta no solo con los años, sino con los huecos, con las notas que nos vamos dejando en episodios dolorosos, con la orfandad de una misma cuando se desilusiona, y el disimulo de la alegría cuando alguien nos entusiasma. No se vaya a cebar, te dices. No se vaya a ir primero.

Pero hay algo de sabiduría en cada una de nosotras. En el fondo, donde se encuentran los barcos hundidos que esconden cofres llenos de tesoros, también está la expectativa. Sí, incluso la falsa, la estéril, la que no da frutos, la que nos atormenta. La misma que nos motiva para seguir, para vivir, para relacionarnos y para enfrentarnos ante la incertidumbre que nos enlaza al otro, al que no te da —ni siquiera— la certeza de la reciprocidad, pero sí la esperanza de la sorpresa.

Ahí, donde muchos buscan inmunidad emocional, me coloco con el afán y las ganas de firmar pactos silenciosos que, por transitorios que sean, me recuerdan que no me tengo que ir, sino que tengo que aprender a esperar.

Ilustración del blog de Bárbara Hoyo, Anatomía, que representa la forma de una mujer en tres dimensiones.

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Imagen BBC
El candidato opositor Edmundo González se va de Venezuela tras recibir asilo político en España
2 minutos de lectura

La vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, anunció que el líder opositor voló a España tras solicitar asilo político. El canciller español confirmó poco después la noticia.

07 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
0

Edmundo González, el candidato opositor en las elecciones del pasado 28 de julio en Venezuela, salió del país.

Así lo informó, a través de su cuenta de Instagram, la vicepresidenta, Delcy Rodríguez.

Su comunicado explica que González se había refugiado en la embajada de España en Caracas desde hace varios días y solicitó asilo político.

“Venezuela ha concedido los debidos salvoconductos en aras de la tranquilidad y paz política del país”, agrega el comunicado publicado por Rodríguez.

El canciller de España, José Manuel Albares, confirmó la noticia a través de su cuenta de X.

Edmundo González, a solicitud suya, vuela hacia España en un avión de las Fuerzas Aéreas españolas”, escribió.

Y añadió que el gobierno español “está comprometido con los derechos políticos y la integridad física de todos los venezolanos”.

González representó a la oposición venezolana en las elecciones presidenciales, luego de que Maria Corina Machado fuera inhabilitada para ser candidata.

Según las actas que publicó la oposición luego de las elecciones, González resultó ganador por una amplia mayoría.

El Consejo Nacional Electoral, sin embargo, declaró como ganador a Nicolás Maduro, un resultado que ha sido cuestionado internacionalmente dado que no se han publicado las actas que lo ratifiquen.

El Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela convalidó el pasado 22 de agosto los resultados que dieron el triunfo a Maduro.

El pasado lunes 2 de septiembre un juez de Venezuela ordenó la captura de Edmundo González por supuesta “usurpación de funciones, forjamiento de documento público, instigación a la desobediencia de las leyes, conspiración, sabotaje de sistemas y delitos de asociación”.

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BBC

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