¿Serías capaz de hacer un viaje de más de 4 mil kilómetros sin ningún transporte? Ahora, imagina hacerlo pesando casi lo mismo que un clip y midiendo menos de 10 cm. Aunque parece imposible, ese “milagro” se realiza año con año con la migración de la mariposa monarca.
“Es mágico, no puedes imaginar que un ser que parece tan frágil y pequeño pueda volar tanto y llegar vivo a su destino”, comenta Gabriela Jiménez Casas, investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM, quien se ha dedicado aproximadamente 20 años a estudiar estas y otras mariposas.
Aunque su nombre científico es Danaus plexippus, todas la conocemos como mariposa monarca, reconocible a simple vista por sus alas con un patrón naranja con negro.
Es originaria del continente americano, aunque ya tiene presencia en muchos lugares del mundo (como Europa), pero las más famosas son las que habitan en el noreste de Estados Unidos y sureste de Canadá.
Cada otoño, inicia la sorprendente migración que involucra el viaje de millones de mariposas hacia los bosques de México. Esto sucede porque aunque les gusta el frío, no pueden soportar temperaturas tan extremas.
Por ello, “cuando comienza a descender (la temperatura) necesitan migrar a sitios más ‘cálidos’”, dice Gabriela Jiménez y lo entrecomilla porque los santuarios en México son relativamente fríos.
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Este viaje inicia en el norte del continente americano, pero lo que no cualquiera sabe es que las monarcas que migran pertenecen a una generación muy especial.
Todas las mariposas (no solo las de esta especie) viven en promedio un mes, pero aquellas que nacen cuando se acerca el otoño son muy diferentes: al hacer un viaje de 4 mil kilómetros tienen la capacidad de vivir entre siete y ocho meses.
A esta mariposa monarca se le conoce como generación Matusalén.
Gabriela Jiménez, bióloga egresada de la Facultad de Ciencias de la UNAM, explica que esta mariposa tiene información genética que le indica que es hora de migrar.
Además, algunos cambios en el ambiente también le indican a la mariposa que es tiempo de volar, como la baja temperatura, la transformación en la vegetación o la disminución de la luz solar en el día.
Las monarca Matusalén inician su viaje desde finales de agosto y aunque algunas se quedan en el camino, las primeras comienzan a llegar a los santuarios mexicanos en Michoacán y el Estado de México, sin falta, entre el 1 y 2 de noviembre.
Por esta razón, en algunas de estas zonas se cree, desde hace años, que la llegada de las mariposas en realidad son las almas de los difuntos que vienen de visita para el Día de Muertos.
Ya que comienza a subir la temperatura –cerca de la primavera–, las mariposas se aparean y dejan huevos. Estos crecen, se convierten en monarcas y se reproducen nuevamente repitiendo el ciclo hasta que dejan la zona en marzo.
De acuerdo con la investigadora del Instituto de Ecología, en total hay cuatro generaciones de mariposas en la migración de un solo año.
Son la tercera y la cuarta generación las que alcanzan a completar el viaje de regreso a su hábitat en Estados Unidos y Canadá. La siguiente generación que nace en estos países vuelve al ciclo “normal” de vida, sobreviviendo máximo un mes.
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Antes de llegar a la Reserva de la Biosfera, la mariposa monarca recorre varios estados de México, zonas donde también son cuidadas y monitoreadas por una red de ciudadanos.
En un informe que publicó en 2019 la Comisión Nacional de Áreas Naturales (Conanp) se indica que unas 10 mil personas participan en esta red ciudadana para reportar la presencia de las mariposas monarca.
Estas personas, que no necesariamente son especialistas ni investigadoras, se dedican a vigilar su paso para informar dónde y cuándo las han visto y así trazar mejor sus rutas.
También realizan otras acciones como colocar letreros en los caminos para que las personas bajen la velocidad (si es que por ahí pasan estos seres).
Para conocer más, revisa este reportaje de Newsweek México sobre el programa Correo Real, una iniciativa de ciencia ciudadana.
El sitio Biodiversidad Mexicana, creado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), indica que los principales estados por donde pasa la mariposa monarca antes de llegar al Estado de México y Michoacán son:
Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Zacatecas, Querétaro, Aguascalientes, Guanajuato, San Luis Potosí, Hidalgo.
Aunque también se han registrado en menor grado en Baja California, Sonora, Chihuahua, Durango, Jalisco, Puebla, Morelos, CDMX, Veracruz y Tlaxcala.
Cada año, la mariposa monarca que migra del norte del continente llega a lo que se conoce como la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca.
Esta abarca el oriente del estado de Michoacán, en los municipios de Contepec, Senguio, Angangueo, Ocampo, Zitácuaro, y Aporo, y los límites con el poniente del Estado de México, en áreas como Temascalcingo, San Felipe del Progreso, Donato Guerra y Villa de Allende.
De acuerdo con la Conanp, esta reserva tiene una superficie de 56 mil 259 hectáreas y desde 2008 es parte de la Lista del Patrimonio Natural de la Humanidad de la UNESCO.
La mariposa monarca elige este sitio para hibernar porque sus bosques templados se encuentran por encima de los tres mil metros sobre el nivel del mar.
Ahí abundan encinos, pinos, oyameles, cedros, entre otros árboles, que gracias a su follaje forman una atmósfera especial para las mariposas, con una intensidad de luz baja, una temperatura estable y humedad alta.
Biodiversidad Mexicana también indica que estos santuarios naturales les proporcionan protección contra eventos climáticos extremos y la tranquilidad que necesitan para ahorrar la energía para viajar de regreso.
Para empezar, ¿qué rayos se considera “turismo responsable”? Para Biodiversidad Mexicana es una actitud de respeto hacia los lugares, personas y especies con las cuales una persona turista entra en contacto a lo largo de su estancia en el lugar que visita.
Cuando hablamos de las mariposas monarca se trata de respetarlas a ellas, su hábitat, los santuarios y a las personas que se encargan de su conservación.
Los santuarios de la Reserva de la Biosfera de la mariposa monarca abren al público año con año para que podamos ver de cerca este impresionante fenómeno y aprender más de él y de las visitantes.
En Michoacán, los santuarios de la mariposa monarca están en:
En el Estado de México:
Sin embargo, es muy importante seguirtodas las reglas del lugar para no molestarlas ni interrumpir sus procesos naturales.
Gabriela Jiménez reconoce que el esfuerzo de los lugareños de estas zonas ha sido enorme para asegurarse de que nadie las moleste.
“Ellos están pendientes de que las reglas se cumplan, aunque nunca falta la persona rebelde que siempre va a protestar y que le molestan las reglas”, comparte a Animal MX.
Jiménez añade que las poblaciones aledañas a la reserva están muy involucradas con las acciones para cuidar los santuarios debido a que se les ha dado la oportunidad de generar negocios, algunos sustentables, relacionados a la llegada de la mariposa monarca.
“Viven de las monarca, pero sin dañarlas”, comenta y explica que por estas visitantes se han generado “guías turísticos, renta de caballos, restaurantes, venta de artesanía y hasta talleres para generar conciencia” en la zona.
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Ahora sí, ahí te van normas muy importantes que debes seguir para ver a las mariposas monarca:
Y de hecho, el sitio de la Conabio también indica que estos cadáveres generan una alta concentración de sustancias químicas naturales y las y los investigadores estudian que quizá es gracias a ella que las monarca encuentran fácilmente los sitios de hibernación.
Asegúrate de seguir TODAS las indicaciones que te den y nunca salirte de los senderos marcados.
Aunque no están en extinción, Gabriela Jiménez nos recuerda que las mariposas monarcas también son unas polinizadoras muy importantes, más eficientes que las abejas.
Ahora que ya sabes lo que hay detrás de este espectáculo natural, si visitas los santuarios sé responsable y cuida a esta especie.
El expresidente uruguayo sobre sus tiempos de guerrillero, su fuga de una prisión por un túnel, cómo conoció a su esposa, la tortura y el retorno a la libertad.
José Mujica escuchó con buen humor las disculpas: la entrevista se extendió por casi dos horas, bastante más tiempo de lo previsto.
“Yo no tengo la culpa si tuve una vida que es una novela”, comentó luego, con una leve sonrisa cómplice.
La charla transcurrió el 7 de abril de 2023, un día soleado del otoño austral.
Mujica estaba dentro de un pequeño cuarto precario instalado frente a su casa en la zona rural de Montevideo, un lugar donde abundan el aire limpio, los cantos de pájaros y los ladridos de perros.
Con 87 años de edad entonces, Mujica rememoró para el podcast Witness History de BBC World Service varias etapas de su vida, todas previas a ser electo presidente de Uruguay en 2009 y volverse una figura reconocida de la izquierda latinoamericana a nivel internacional.
Los recuerdos incluyeron sus años de lucha armada en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), la guerrilla urbana uruguaya que en las décadas de 1960 y 1970 practicó asaltos, secuestros y ejecuciones influida por la revolución cubana y el socialismo.
En aquel tiempo los tupamaros usaban la violencia contra un gobierno constitucional, por lo que muchos los responsabilizan por el espiral de violencia que condujo al golpe de Estado militar de 1973, aunque según Mujica había en Uruguay una “democracia enferma” que reprimía cada vez más e iba hacia una dictadura inevitable como en otros países en la región.
El hombre apodado “Pepe” también sostuvo que nunca llegó a matar a alguien. “Yo no tengo ningún asesinato. De pura casualidad, pero no tengo ninguno”, dijo durante la entrevista.
Narró episodios como su fuga con otros 105 tupamaros y algunos presos comunes de la cárcel montevideana de Punta Carretas en 1971 por un túnel, un hecho impactante que llevó al gobierno a transferir de la policía a los militares el comando del combate a la guerrilla.
También se refirió a su período más largo y duro en prisión, así como al recuerdo de su primer encuentro con Lucía Topolansky, quien mucho después se volvería su esposa y en 2010 lo investiría como presidente por ser la senadora más votada, una vieja tradición en Uruguay.
Lo que sigue es un resumen de cinco de esos momentos en la vida de Mujica, relatados por él mismo, junto a un pedido que indicó para su muerte.
En esa época yo era el jefe militar de una columna (del MLN-T). Estábamos preparando una operación que al final se hizo legendaria.
Había un grupo económico en Uruguay que guardaba riqueza clandestinamente para eludir impuestos. Tenía reservas en monedas de oro, libras esterlinas… Teníamos la información y estábamos preparando esa operación (para robarlo).
Estábamos en un café con compañeros legales, que no eran clandestinos. Llegó una patrulla y ahí anduvimos a los tiros. Traté de resistir y recibí algunos balazos en el suelo a causa de los cuales perdí el bazo, me hirieron el páncreas y fui a dar a un hospital militar que estaba muy cerca.
Me operaron. Y yo no sabía nada: el que me operó era un médico compañero que yo ni conocía. Fue una desgracia con suerte.
La primera fuga, que se llamó “El Abuso”, está precedida por un montón de intentos.
La idea era que los compañeros de afuera de la cárcel hicieran un túnel hacia adentro. Pero tuvo enormes inconvenientes que causaron alarmas y la hicieron peligrar.
En esas condiciones surgió la idea de intentar un túnel de adentro de la cárcel hacia afuera. Pero había que solucionar una multitud de problemas. Uno de ellos: ¿cómo agujerear las paredes en una cárcel vieja de ladrillos enormes, muy duros?
Nos enteramos por los presos comunes que las paredes se serruchan con una cadena. Hicimos un primer ensayo en la celda en que yo estaba con otros compañeros. Robamos una cadena de los baños, hicimos un agujerito de un lado al otro y empezamos a serruchar. Pero las cadenas no resistían. Entonces decidimos cortar por la mezcla, el material más blando, con los alambres de las camas.
Mediante sobornos, convencimos a algunas autoridades para que las requisas fueran una mirada desde afuera y nada más.
Estábamos en un piso arriba y el piso de más abajo era de presos comunes. Necesitábamos atravesar las paredes de tal manera que se sacaban unos paneles cuadrados y se ponían.
Hacíamos entrar portland blanco (un tipo de cemento) entreverado con harina. Con eso hacíamos un revoque que después ensuciábamos con café y yerba, para que quedara con la impresión general que tenían las celdas. Entonces estábamos en condiciones de sacar los pedazos y comunicarnos.
Habíamos logrado convencer a un preso común que estaba abajo, a partir de cuya celda íbamos a iniciar el túnel hacia afuera, con la promesa de que cuando lográramos la libertad también lo íbamos a llevar. Y así fue.
Fue una obra que llevó más de un mes. Organizamos a los compañeros más fuertes para que fueran haciendo el túnel. Tuvimos que solucionar el problema del aire con unos fuelles que fabricamos.
Cuando llegamos al cimiento había que bajar más y ahí nos encontramos con un pedazo de roca que nos trancó. El plan estuvo a punto de fracasar, pero logramos superarlo. Y atravesamos la calle.
Sacábamos la tierra en bolsitas y la íbamos poniendo debajo de las camas. Quedamos casi atorados de tierra, pero disimulamos.
Pudimos aprontar la infraestructura para una noche determinada en la que los compañeros tenían que ocupar las casas de enfrente, por donde íbamos a salir.
Teníamos algunos compañeros que eran ingenieros que inventaron un aparato para podernos guiar bajo tierra. Le erramos por un metro más o menos al lugar por donde teníamos que salir.
Los compañeros que ocuparon la casa, con un estetoscopio, averiguaban los golpes.
Estábamos contentos, pero muy preocupados. Esto estuvo acompañado con una fiesta que hicieron otros compañeros en una parroquia que había al lado, con baile y todo, que distraía.
Paralelamente en otro extremo de la ciudad, en La Teja, los compañeros que estaban afuera hicieron una cantidad de operaciones que tenían la función de tratar de llevar el aparato policial hacia los disturbios, para que hubiera menos capacidad represiva en la zona donde estábamos.
Salimos en dos camiones que se habían conseguido en una barraca.
A mi esposa la conocí la noche que nos escapamos de la cárcel. Ella estaba con la gente que apoyaba desde afuera. Habían ocupado una de las casas en las cuales nosotros emergimos de abajo de la tierra para salir de la cárcel luego de haber hecho el túnel.
La vi casi accidentalmente y seguimos la vida.
Era una estudiante avanzada de arquitectura que trabajaba en una financiera paralela de un banco. Era muy bonita y joven.
Dentro de los trabajos que tenía en la financiera, la mandaban con un bolso de dinero a algunas avionetas que paraban en Carrasco. Era un negocio de economía financiera clandestina. Y decidió denunciarlo.
Pero el banco estaba muy conectado a los intereses de un ministro de Economía de la época. Se dio cuenta que los recursos legales que se podían hacer iban a fracasar y decidió pasarle la información a los tupamaros.
Unos compañeros fueron a esa oficina. Se llevaron un montón de documentación e hicieron la denuncia pública. Los dueños de la financiera no tuvieron mejor idea que hacer un incendio para tratar de disimular la cosa. Fue un escándalo.
Yo fui preso de vuelta y me volví a escapar. Esta segunda fuga fue al revés: un túnel de afuera hacia adentro.
Y nos encontramos una noche en que andábamos muy perseguidos. Yo ocupaba un cargo de relativa dirección y ella tenía contactos con parte del aparato clandestino.
Los humanos, aunque no lo sabemos, cuando vivimos una atmósfera de peligro donde está en juego a cada paso la libertad y la vida, nos aferramos al amor porque la naturaleza biológica nos lo impone.
Y nos juntamos una noche, en la costa de un arroyo.
Estuve en una especie de sótano muy húmedo en un cuartel de (la ciudad de) Paso de los Toros años después, cuando ya habían dado el golpe de Estado los militares.
Recuerdo que mantenía seis, siete ranitas en el calabozo. Les ponía un vasito con agua, para que se bañaran. Ranitas de zarzal.
Allí fue donde registré que las hormigas gritan cuando tú las agarras y las pones en el tímpano de la oreja.
Era como un corredor largo. En la parte de adelante siempre había un guardia, que caminaba de un lado al otro. Una larga escalera salía a un lugar donde estaba la guardia de soldados. Cuando había que ir al baño teníamos que llamar y nos llevaban.
En esa época, cada siete u ocho meses nos cambiaban de cuartel. Aprendimos una cosa: siempre se puede estar peor. Yo estuve siete años sin poder leer, sin libros, sin nada.
Muchos plantones y torturas varias al principio. Todo es relativo.
Por ejemplo, en el cuartel de Minas, cuando me sacaron de la cárcel y empezaron el peregrinaje por los cuarteles, estuve seis meses atado con alambre, esposado atrás. Tenía que pasar el día sentado en un banquito contra la puerta, en un calabozo.
Ahí me enteré que estaba cayendo Saigón en la guerra de Vietnam.
Yo salí en la primera tanda de compañeros, dos días antes, porque los que no tenían delitos de sangre salimos primero.
Pero salí con una misión: tenía que conseguir un local para que nos pudiéramos juntar. Y así fue.
Fui a mi casa, le di un abrazo a mi madre y salí inmediatamente a conseguir ese local. Logramos un convento en el cual nos juntamos y estuvimos casi un mes, donde decidimos lo que íbamos a hacer en esa etapa.
La noche que salí habían liberado a las compañeras también. Y alguna mano amiga la trajo (a Lucía) a mi casa. Nos dimos un abrazo y nos juntamos hasta hoy.
Manuela vivió 22 años. Es un récord. Se murió de vieja y está enterrada debajo de un secuoya. Cuando yo me muera, les he pedido que me calcinen y que me entierren ahí.
La vida es hermosa. Y triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae, en todos los órdenes.
El único milagro que hay es haber nacido. Por lo tanto, hay que darle una causa al milagro de haber nacido.
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