Todo empezó como el juego de un niño curioso. Con apenas cinco años, Romeyno Gutiérrez, indígena rarámuri de Batopilas, una comunidad de apenas mil 200 habitantes anclada en las profundidades de la Sierra Madre Occidental de Chihuahua, se asomaba por la ventana del cuarto para espiar a un señor güero con acento raro que estaba sentado frente a un mueble del que salían hermosas notas de música que jamás había escuchado.
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El señor güero era Romayne Wheeler, un pianista estadounidense que después de 30 años dando conciertos en Europa decidió salir de Viena, Austria, para cruzar el charco en busca de nuevas experiencias en México.
A Batopilas llegó en 1980 y se estableció para investigar la cultura, la filosofía, la danza y la música rarámuri luego de quedarse maravillado con unas fotos que vio en la revista National Geographic.
Tanto le fascinó la vida en la sierra al pianista, y tan bien encajó y fue recibido en la comunidad, que se hizo compadre de un indígena rarámuri que lo invitó a vivir en su casa y en su honor decidió ponerle su nombre raramurizado al primer hijo que tuvo: Romeyno Gutiérrez.
“Mi padrino Romayne siempre me cuenta que cuando era bien niño me quedaba mirando por la ventana escuchando la música clásica que él tocaba, sobre todo la música de Mozart. Me llamó mucho la atención porque es una música muy alegre, como la de nosotros los rarámuris”, explica Romeyno, en entrevista con Animal MX.
“El que yo me interesara por la música clásica fue una gran sorpresa para mi padrino, que enseguida vio que yo tenía algo, que traía la música por dentro”, dice el pianista que viste una camisa azul clara y peina para un lado el abundante pelo negro azabache que le cubre buena parte de la frente morena. “Y gracias a él inició mi interés en los instrumentos, especialmente en el piano, que era algo que no se conocía en la comunidad”.
A partir de ese interés, Wheeler, nacido en California y ya aceptado en la comunidad “como un rarámuri más”, comenzó a enseñar lo básico sobre el piano a Romeyno quien, como el resto de los niños de la comunidad, alternaba la escuela con echar una mano en las labores del campo, cuidando cabras y sembrando maíz, frijol y papas, las actividades económicas más recurrentes en este municipio que, según Coneval, es una de las 10 localidades con mayor rezago social persistente en todo el país, es decir, con poco acceso a derechos sociales (como educación, acceso a servicios de salud y servicios básicos en la vivienda).
Así transcurría la vida, hasta que el pequeño Romeyno, de unos seis años, tuvo su primera presentación ante el público.
“Recuerdo que era la época de campañas aquí en Batopilas y llegó un grupo de unas 15 personas. Mi padrino siempre tenía la costumbre de dar la bienvenida a los visitantes con un concierto. Yo estaba entre el público escuchando y cuando terminó me pidió que tocara algo. Yo era un niño muy pequeño aún y tenía harta pena. Entonces, mi padrino se volvió al público y dijo: ‘disculpen ustedes, es que el niño necesita que le den unas monedas para que se motive’”.
Romeyno suelta una carcajada con el recuerdo y deja a la vista una amplia dentadura blanca.
“Y pues la gente empezó a darme que dos, tres, cinco pesos, y yo les toqué mi primera pieza, que fue una muy alegre que se llama “El changuito””.
Sin embargo, el camino hasta convertirse en Romeyno Gutiérrez, el primer pianista rarámuri que da conciertos por todo México, y que recientemente estuvo en Canadá representando a Chihuahua en un certamen musical, todavía era muy largo.
Aún faltaban muchos años de alternar campo con escuela y piano, y muchos años de recorrer kilómetros a pie bajo el sol para poder estudiar la educación primaria.
Una vez completados los estudios básicos, el rarámuri cuenta que fue su padrino quien lo impulsó para continuar estudiando.
Primero, la idea era ser médico; luego, ingeniero; y luego, maestro, “que era lo más común” entre los jóvenes de la comunidad. Pero Romeyno dice que siempre lo tuvo claro desde que a los cinco años se quedaba embelesado en la ventana escuchando a su padrino interpretando a Mozart: quería ser pianista.
Eso sí, le advirtieron, el camino de la música, la cultura y el arte, no es nada sencillo.
“Vivir del arte es muy complicado”, subraya con el ceño algo fruncido ante la cámara. “Creo que aún no se sabe apreciar ni valorar bien la música y el arte, que no se considera como una carrera, por ejemplo, y todo esto lo hizo muy complicado para mí, aunque ya llevo 17 años dando conciertos”.
Romeyno lamenta que muchos otros compañeros con los que estudió en el Conservatorio de Música de Chihuahua no han tenido la misma suerte, ni la misma proyección, y tienen que alternar en muchos casos la música con otros trabajos para poder vivir o seguir estudiando.
Aunque cree que, a pesar de todas estas dificultades —más el añadido de que en los contextos de pobreza de las comunidades de pueblos originarios como en la que él nació y creció y que mantiene una tasa de analfabetismo de 45.5%, acceder no solo a la música sino a la educación en general es difícil—, sí hay un interés en los más jóvenes por el arte y la cultura.
“No deja de sorprenderme que después de los conciertos muchos chavos se me acercan y me preguntan: «¿me puedes pasar tu música por whatsapp?». Para mí es un gran orgullo que a la juventud le interese la música clásica y la música rarámuri que toco”, dice.
Ahora, ya con 35 años y casi dos décadas de experiencia, Romeyno se ha convertido en un referente al piano y también en un referente para los jóvenes de pueblos originarios de México, aunque, destaca, el título de Primer pianista rarámuri o Primer pianista indígena es una gran responsabilidad que a veces pesa mucho.
“Me siento muy orgulloso de llevar esa bandera, claro”, asegura con los ojos negros muy abiertos. “Hace poco fui a Canadá y toqué con el traje típico que vestimos en la sierra y fue algo increíble. Pero al mismo tiempo es una responsabilidad muy grande. A veces me digo: «no me lo merezco», pero prefiero dejar al público que decida si lo merezco o no. Y bueno, por ahora, al público le ha gustado mucho la música que estoy haciendo y a los jóvenes también”.
Precisamente, para ellos, para los más chavos, dice que el único consejo que les daría es el mismo que le años atrás dio su padrino Romayne, quien hoy tiene 81 años y aún sigue tocando el piano: nunca rendirse.
“En el camino siempre va a haber muchos obstáculos que nos van a impedir hacer muchas cosas, como, por ejemplo, la situación económica. Muchos pensarán: «ajá, ¿y sin dinero cómo voy a pagar mis estudios? ¿O cómo voy a estudiar música si vivo en una comunidad?». Y pues sí…”, admite encogiendo los hombros, “sé que es difícil, muy difícil. Pero mi consejo es levantarse siempre, no quedarse nunca quieto ni estancado. Porque a mí me ha pasado: yo he tenido que caminar 12 horas bajo el sol para poder estudiar y tocar el piano”.
El pianista rarámuri hace una pausa y esboza una enorme sonrisa para concluir la entrevista.
“A mí lo que me gustaría es que esos jóvenes que la tienen bien difícil digan: «bueno, pues si Romeyno, con todas esas dificultades en la sierra y viviendo en una comunidad indígena, pudo estudiar y tocar el piano, entonces yo también puedo hacerlo»”.
El próximo viernes 20 de octubre, Romeyno ofrecerá un concierto de piano en Chihuahua capital y, en noviembre, está previsto que se presente en Guadalajara, Jalisco, aunque aun están pendientes las fechas.
Butch Wilmore y Suni Williams no regresarán hasta finales de marzo o principios de abril debido a un nuevo retraso.
Butch Wilmore y Suni Williams tenían planeado regresar en solo una semana cuando despegaron hacia la Estación en junio.
Su estadía, sin embargo, se extendió hasta febrero del próximo año debido a problemas técnicos con la nave espacial experimental Starliner, construida por Boeing.
Ahora, tras un retraso en el lanzamiento de una nueva cápsula a la EEI, la pareja no regresará hasta fines de marzo o posiblemente abril.
La NASA aseguró que el retraso no supone ningún peligro para los astronautas.
“La Estación Espacial Internacional recibió recientemente dos vuelos de reabastecimiento en noviembre y está bien provista con todo lo que necesita la tripulación como alimentos, agua, ropa y oxígeno”, expuso la agencia espacial en un comunicado.
“La nave espacial de reabastecimiento también llevó artículos especiales para que la tripulación celebre las fiestas (navideñas) a bordo de la plataforma orbital”, precisó.
La mayoría de las misiones a la estación espacial duran seis meses, y algunas llegan a alargarse hasta un año, por lo que la prolongación de la estancia en el espacio de Williams y Wilmore, que ya se había retrasado, no debería ser un problema, según el experto Simeon Barber, de la Open University.
“Probablemente están decepcionados por perderse la Navidad en casa con sus seres queridos. Pero solo son dos meses más de una misión que ya es bastante larga y estoy seguro de que, si les preguntas, te dirán que la estación espacial es el lugar donde les encanta estar”, indicó.
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Según la NASA, es necesario un nuevo lanzamiento con tripulación antes de que Wilmore y Williams puedan regresar, y la próxima misión se ha retrasado más de un mes.
El envío de la siguiente tripulación de cuatro miembros de la agencia espacial estadounidense a la EEI estaba previsto para febrero de 2025.
La cápsula que transportaría a esa tripulación sería la que llevaría a casa a Wilmore y Williams, así como al astronauta de la NASA Nick Hague y el cosmonauta de Roscosmos Aleksandr Gorbunov como parte de la rotación normal de la tripulación.
Sin embargo, la empresa del sector privado SpaceX ha retrasado la preparación de una nueva cápsula Dragon para la misión, y ahora se prevé que esté lista para volar no antes de finales de marzo.
La NASA reconoció haber considerado utilizar una cápsula SpaceX diferente para transportar a la tripulación de reemplazo y mantener los vuelos según lo programado.
No obstante, ahora ha decidido que la mejor opción es esperar a que la nueva cápsula transporte a la siguiente tripulación.
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