Los productores y agricultores que cohabitan con el río Colorado, en el municipio de Mexicali, Baja California, comenzaron a emplear en sus ranchos prácticas sostenibles enfocadas en la agroecología para que, a través de un estudio de suelo, sus parcelas y ganado cuenten con un sistema de riego que utilice el agua necesaria para sus cultivos.
Según la Organizaciones de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) la agroecología contiene prácticas científicas y sociales que buscan implementar nuevas prácticas agrícolas sostenibles para optimizar y estabilizar la producción de la mano de los productores.
De esta manera, lo que antes fue un rancho tradicional se transformará en una granja sustentable como una medida de adaptación ante la crisis hídrica y el cambio climático que ya experimenta la región desde hace algunos años.
El artículo Crisis de agua en la Baja California del Colegio de la Frontera Norte señala que en el estado se vive una crisis general de agua, situación que se comparte en el norte de México. Esta problemática existe desde 1999 y es parte de una sequía prolongada.
Aida Navarro es coordinadora de la Alianza Revive el Río Colorado y tiene más de 23 años trabajando en temas de conservación en la península de Baja California, incluyendo campañas de comunicación y coordinación de alianzas. En esta ocasión, trabajó de cerca con agricultores con la posibilidad de aprovechar mejor el agua del río Colorado.
En entrevista para Animal MX, Aida explica cómo enfocan los trabajos de conservación que emprenden y la importancia de incorporar a las personas y comunidades, como ya han hecho con pescadores o personas en sitios urbanos.
En este caso, los trabajos de conservación los enfocaron en los agricultores por ser los principales usuarios del agua del río Colorado. Cuenta Navarro que desde hace más de cinco años vieron el momento ideal para acercarse a la comunidad agrícola y encontrar un camino en común.
“El río nos necesita a todos para hacer más eficiente el manejo del agua y nuestros sistemas de producción para entender que tener un río vivo es interés de todos (…) Todos dependemos del río pero es real que son ellos quienes más dependen del agua y quienes más la utilizan, por lo tanto, tienen mucho mayor potencial de hacer un cambio para bien”, relata Navarro.
La Alianza Revive el Río Colorado es binacional y está conformada por seis organizaciones no gubernamentales de México y Estados Unidos. Con talleres y estudios de suelo con productores locales, implementan técnicas de agroecología en sus ranchos.
Las organizaciones que forman parte de esta Alianza son The Nature Conservancy, National Audubon Society, Pronatura Noroeste, The Redford Center, Restauremos El Colorado y Sonoran Institute que en conjunto trabajan para revivir el Delta del Río Colorado mediante actividades que apoyan la restauración ambiental, beneficiando a las personas y mejorando la vida silvestre.
Dependiendo de los resultados que arroje el suelo de los ranchos estudiados es que se escoge el pasto ideal para el forraje de los animales de granja destinados a ganadería como ovejas, ganado, porcino y gallinas de postura.
Además de los pastos o pastos de forraje, como se conoce, se emplean otras especies de vegetación como el mezquite, raigrás, triticales forrajero, trigo forrajero como respuesta para contrarrestar la crisis hídrica, la sequía y el clima extremo, como sucede con el frío o el calor de acuerdo a la estación del año en la que se encuentre.
La doctora Silvia Mónica Avilés Marín, investigadora del Instituto de Ciencias Agrícolas de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) y especialista en la fertilidad de suelos y recuperación de suelos degradados, detalla que el objetivo del uso de pastos es para diversificar la utilización del material vegetal que será, también, alimento para el ganado.
“Son muy tolerantes a la sequía, son tolerantes al frío, son tolerantes a los que son de ese periodo, son tolerantes a la salinidad. Entonces son muy eficientes, requieren su lámina de riego, su requerimiento hídrico es muy bajo, así que son excelentes para trabajarlos”, señala Avilés Martín en entrevista.
Animal MX visitó dos de los ranchos que ya implementan la agroecología junto con la Alianza Revive el Río Colorado, donde fue posible observar algunos de los resultados que hasta ahora ha dado para sus productores en el municipio de Mexicali, Baja California.
El rancho Thy Thy se ubica a las orillas del Rio Hardy y Sierra Cucapá en el valle de Mexicali. Está compuesto por alucinantes paisajes abiertos, donde las cadenas montañosas predominan en medio del desierto.
Javier Mosqueda, dueño del rancho, relata la experiencia que han tenido en los últimos años sobre el suministro y escasez de agua, los suelos salinos, el cambio climático y qué sucederá con sus terrenos ante estas nuevas condiciones de los recursos y el clima extremo en la región.
Mosqueda recuerda que alguna vez los terrenos fueron productivos, ahora que cada día se escasea más el agua la preocupación es latente.
“Nosotros tenemos la experiencia de que el agua cada vez más escasea. Entonces, el cuestionamiento que nos hacíamos es ¿qué va a pasar con todos esos terrenos? ¿Cómo vamos a hacer para sembrar?”, se cuestiona.
El productor señala que ante las dudas que surgieron para mantener la producción de su rancho y la seguridad alimentaria tanto agrícola como ganadera, es que comenzaron a pensar en alternativas endémicas con la que cuenta el Valle de Mexicali.
Los agricultores con acompañamiento de expertos en suelos, conservación y restauración de la Alianza Revive Río Colorado comenzaron a aterrizar nuevas técnicas enfocadas en la sustentabilidad como lo es la agroecología.
En el Valle de Mexicali el mezquite es una de las opciones de vegetación que comenzaron a adoptar en Thy Thy, por ser un recurso natural que se da naturalmente en el sitio. El resultado fue positivo, porque fue bien aceptado por el ganado, un paso importante.
Silvia Mónica Avilés Marín explica que no solo se trata de sembrar pastos, mezquite o trigo, sino que esta vegetación también sea aceptada por el ganado ovino o bovino, y las gallinas de puesta, ya que es el valor agregado que le darán a los productos.
Por ello, el estudio del tipo de suelo que predomina en cada rancho es importante para determinar qué tipo de prácticas silvopastoriles se aplicarán en el terreno, tanto en beneficio de la tierra, del desierto y para el ganado con el que cuenten.
“Se ha buscado también las variedades [de pastos] que son de mayor proteína, palatabilidad, que ya son propiedades según el consumo de este del ganado”, señaló la investigadora Avilés Marín.
Muy cerca de la carretera federal No 5 Mexicali-San Felipe, en Baja California, se encuentra el rancho Tata Lobo, propiedad de Alberto Meza, también conocido como ‘Don Beto’.
Ante la notable presencia de la crisis climática en la región, Don Beto decidió reconvertir su rancho tradicional por un sitio sustentable como una de las acciones para mitigar y adaptarse a las nuevas condiciones extremas en el desierto.
La superficie que se trabaja en el rancho Tata Lobo tiene 14 hectáreas, de las cuales solo se manejan 6 hectáreas de agricultura regenerativa, y de acuerdo con Don Beto, aquí es donde tienen al ganado mayor. Además, cuenta con una hectárea dedicada a prácticas silvopastoriles con árboles nativos de la región y con pasto perennes.
Hasta ahora, el rancho Tata Lobo tiene un 80 % de avance en prácticas silvopastoriles y una vez terminado, se espera que la gente lo visite para mostrar cómo se puede vivir de manera resiliente, pese a los eventos climáticos extremos como las sequías, la crisis hídrica y el impacto del cambio climático.
“Sobre todo del ahorro de agua, porque estamos en el río Colorado. Somos los últimos usuarios y sí se batalla con el agua, pero gracias a Dios y a nuestros compañeros de la Alianza [Revive el Río Colorado], con estos sistemas que tenemos de riego tecnificados es un ahorro significativo del agua”, detalla.
Don Beto añade que para monitorear el agua que utilizan en Tata Lobo, se requiere de medidores de agua y sensores de humedad para hacer más eficiente su uso.
Otro recurso sustentable del que harán uso para el rancho es el estiércol de los animales para crear fertilizantes orgánicos para usarlos en todo el rancho. Para Don Beto, este tipo de prácticas ayudan a que un rancho tradicional pase a convertirse en uno sustentable.
El uso de fertilizantes orgánicos no es la única opción, Don Beto describe que, además de la siembra de pastos forrajeros, también han plantado mezquite para la captación de carbono.
“El auge del mezquite es que nos da fertilizante, es la vaina para el ganado, tiene mucha proteína y prácticamente todo lo que se ve aquí se va a usar aquí mismo. La idea es ser resilientes y aprovechar todo lo que tenemos. Aquí ya hay plantas nativas de la región como está la malvilla, la florecita amarilla que es muy buena para el ganado. Tenemos gobernadora que también es buena para desparasitar a los animales sin usar químicos. Prácticamente esa es la idea del rancho”, explica.
“Un rancho ecológico, aquí, es para que todo se coma. Sabemos que todo lo que comemos viene de la tierra, entonces, tener animales que se estén alimentando con pasto que no tenga químicos eso va a ser muy saludable, los fertilizantes van a ser orgánicos y eso va a ser saludable”, explica don Beto.
De esta manera, el objetivo de Don Beto en su rancho Tata Lobo es que todo lo que se consuma ahí, tanto huevo como borrego, el ganado mayor y puercos -que también es la idea-, es lograr obtener de esos animales un valor agregado como la obtención de tocino, chorizo, cortes, entre otros.
“Quienes vengan al rancho comerán saludable y sin químicos”, resalta Don Beto.
El artista del siglo XIX contribuyó a la creación de un sentido de identidad mexicana, y fue, además de pintor, un polímata.
“José María Velasco, mexicano. Pinto México”.
Así firmó en la esquina inferior derecha la que se consideraba como su obra maestra, “Vista del Valle de México desde el cerro de Santa Isabel”, en 1877.
La había pintado explícitamente para enviarla a la Exposición Universal de París de 1878.
Parece haber querido dejarle claro al mundo no meramente quién era él, sino que lo que estaban viendo era ese joven país que hacía apenas 10 años se había librado del austriaco Maximiliano de Habsburgo a quien Napoleón III había instalado como emperador de México para establecer un imperio satélite en América.
Tal vez no debía haberse preocupado, al fin y al cabo, para entonces ya era conocido, en México y en el exterior.
De hecho, José María Velasco había recibido numerosas distinciones, una de ellas justamente de manos del emperador Maximiliano en 1864, así como la medalla de oro de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de México de 1874 y 1876, y la medalla de oro de la Exposición Internacional de Filadelfia.
La pintura de 1877 tuvo tal éxito en París que le pidieron que hiciera copias, y una de ellas fue entregada al papa León XIII.
No fue la única vez que triunfó en la capital francesa.
En la Exposición Universal de 1889 presentó 68 de sus obras y, contó en una carta:
“… los cuadros míos han producido mucho efecto, agradan bastante y se han sorprendido de ver que en México se puedan pintar estas obras que juzgan de bastante mérito“.
“Ayer he recibido la Condecoración de Caballero de la Legión de Honor, es una recompensa que me honra mucho y la considero como una gran distinción“.
Así, acumuló premios, elogios y admiración, no menos de sus alumnos en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), donde fue profesor de artistas como Diego Rivera, desde 1868 hasta 1903.
Y sin embargo, durante sus últimos años dejó de estar tan presente.
Tanto, que su muerte no fue registrada en la prensa mexicana hasta dos días más tarde, como constató la periodista Kathya Millares en Nexos.
Uno de los dos diarios que informaron sobre su fallecimiento fue El Imparcial, dando poco más que datos de su funeral.
El Diario se extendió más, señalando que “El anciano señor Velasco había dado prestigio al arte nacional, pues en exposiciones de gran nombradía, efectuadas en París, Viena, Madrid, Italia, Milán, Chicago y otras, había conquistado los primeros diplomas y los primeros premios”.
No obstante, ese relativo olvido fue rápidamente remediado por las autoridades con exposiciones, celebraciones y conmemoraciones.
Pronto, le aseguraron un lugar insigne en la cultura oficial, no sólo por sus dotes artísticas sino también por contribuir a cimentar la identidad mexicana.
Hasta el día de hoy, las obras de José María Velasco son conocidas en su país, aunque quienes las encuentren familiares quizás no sepan quién las pintó.
Pero fuera de México, se le recuerda poco, y a veces nada.
¿Por qué?, se preguntó el artista británico Dexter Dalwood, quien vive en México y se interesó en la pintura de Velasco.
Paso seguido, le propuso a la National Gallery de Londres, con la que tiene una larga relación, hacer una exposición, con él como cocurador.
La idea fue acogida.
“Por feliz coincidencia, el evento marca los 200 años de las relaciones diplomáticas entre México y Reino Unido”, le dice a BBC Mundo Daniel Sobrino Ralston, también curador de la muestra.
Esa no fue la única feliz coincidencia.
“Velasco es un pintor muy eminente del México del siglo XIX, y pensamos que encajaba muy bien con el arte que tenemos en la National Gallery, sobre todo con una serie de exposiciones que hemos hecho sobre paisajes nacionales de ese siglo”.
Hasta ahora, explica, “las que no han sido europeas, han sido de artistas de países angloparlantes”.
Velasco se convirtió en la excepción en esa serie de paisajistas del siglo XIX.
Más que eso: aunque la prestigiosa galería ha adquirido y exhibido obras de artistas latinos y latinoamericanos, “esta es la primera vez que la National Gallery dedica una exposición a un artista latinoamericano”, destaca Sobrino.
Así, más de un siglo después de su muerte, Velasco se ganó otra distinción.
José María Tranquilino Francisco de Jesús Velasco y Gómez-Obregón nació en Temascalcingo en 1840, el mismo año en el que nació en Francia Claude Monet, iniciador y líder del Impresionismo.
A pesar de ser parte de la misma generación de artistas, mientras los europeos revolucionaban el arte, Velasco hacía lo contrario.
“No era un innovador”, señala el curador.
“Tiene su estilo, su objetivo, y no cambia mucho. Mantiene el estilo romático de su maestro Landesio, pero llega a un estilo un poco más realista, objetivo, científico”.
Ese maestro, el pintor italiano Eugenio Landesio, enseñaba en la Academia de San Carlos, la primera academia de Bellas Artes en el continente americano (ahora parte de la UNAM), y dejó una marca indeleble en Velasco.
Su obra siempre mantuvo ese acento romántico que busca exaltar la naturaleza, en línea con el movimiento artístico de la última parte del siglo XIX que estaba dando sus últimos coletazos.
Como concordaba con el canon del momento, mientras que las pinturas de los impresionistas eran rechazadas en las exposiciones del Salón en Francia, las de Velasco eran aceptadas, y laureadas.
“Es un artista muy sobrio, muy serio”, indica Sobrino.
José María Velasco sazonó ese academicismo de origen europeo con toques de la tradición y el paisaje de su país.
E hizo precisamente lo que declaró en esa esquina de esa pintura: pintó México.
Particularmente su México, pues, así como no exploró otros caminos en el arte, a diferencia del común de los paisajistas, Velasco no era muy dado a partir con sus pinceles y pinturas a lugares distantes en busca de horizontes desconocidos.
Viajó poco y ni siquiera pintó en su periplo más largo, a la Exposición Universal de 1889, cuando recorrió Europa durante un año.
Según su biógrafo Luis Islas García, de esa experiencia cosechó “fotografías de los principales monumentos; extrañeza por el Impresionismo; alarma por las costumbres y una publicidad merecida”.
“La extrañeza, mejor, el desdén que tuvo por la pintura que conoció en Europa le salvó de influencias quizá perniciosas, y siguió pintando con su estilo propio, sin preocuparse de los pintores extranjeros”, añadió ese autor.
En tierras remotas, conoció la nieve, pero en su obra solamente aparece en los picos de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. También conoció el mar, pero sólo lo pintó una vez.
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A todas luces, lo que lo inspiraba infinitamente era su entorno, desde los detalles de la topografía, flora y fauna, hasta los panoramas magníficos e inagotables, así como los cambios introducidos por los humanos, incluida la llegada de la industrialización.
Esos humanos, sin embargo, a menudo están ausentes.
“La figura humana sólo aparece cuando necesita subrayar la desolación o la grandeza solitaria de la naturaleza, en medio de la cual el hombre es siempre un intruso”, observó el poeta, ensayista y premio Nobel Octavio Paz en 1942.
Cabe anotar que Paz no tenía una opinión muy amable del pintor.
“Frío, riguroso, insensible y lúcido, JMV sólo es una mitad del genio. Pero es una mitad que nos advierte de los peligros de la pura sensualidad y de la sola imaginación”, concluyó.
No obstante, la apreciación del arte cambia dependiendo del momento y de los ojos que lo miran.
Muchos aprecian no sólo el registro que dejó de una época, sino la majestuosidad de sus paisajes, así como sutilezas en tonalidades y luces, y la manera en la que plasmó capas de historia, celebrando la identidad mixta mexicana.
“Hay como un proyecto intelectual que transmite a través de su obra: te cuenta de la historia, te cuenta de la ciencia”, apunta Sobrino.
Efectivamente, Velasco solía retratar más que un paisaje; retrataba historia.
A veces, esa historia era larga, como la que aparece en sus cuadros del Valle de México.
En el fondo, la modernidad: los contornos de la capital de la República, al lado del lago Texcoco.
Hacia el centro, la basílica de Guadalupe, una huella del pasado colonial.
Está en la ladera del cerro del Tepeyac donde, según la tradición católica, se le apareció la Vírgen de Guadalupe al indígena Juan Diego en el siglo XVI, cuando empezó la conquista española y las tradiciones se mezclaron.
En primer plano, la pintura recuerda el pasado prehispánico, con una indígena y sus dos hijos.
En la versión de 1877 que aparece al principio de este artículo, los indígenas fueron reemplazados con dos símbolos patrios: un nopal y un águila.
Según la leyenda, los mexicas escucharon el llamado del dios Huitzilopochtli de ir a buscar su tierra prometida, que reconocerían cuando vieran un águila posada en un nopal con una serpiente en su pico.
La encontraron en una isla en medio de unas lagunas en el centro de México, y ahí fundaron Tenochtitlan, hoy el centro histórico del DF.
La obra llegó a conocerse como México 1877, un indicio de su importancia para la identidad nacional de México.
En otros de sus cuadros, se remonta aún más atrás en el tiempo.
“Estaba enterado de desarrollos recientes en geología, los cuales indicaban que la edad de la Tierra era de millones de años en lugar de miles, como se pensaba”, explica Sobrino.
“Comenzó a estudiar la forma en que se depositan las rocas”.
Y ese Valle de México tan cercano a sus afectos era un lugar ideal.
“Su base es volcánica, por lo tanto los geólogos estaban muy interesados en cómo se formó, y él decidió observar más de cerca esas increíbles rocas erráticas glaciares”.
Las retrató tan bien que cuando envió una de sus pinturas a EE.UU. en 1876, “la geóloga mexicana María Lamberson la usó para ilustrar su conferencia acerca de geología”.
Su maestría en pintar las rocas no sorprende al tener en cuenta que, como muchos artistas de la historia, a Velasco le interesaba profundamente la ciencia.
En la Academia había estudiado botánica, zoología, geografía y arquitectura, y tras graduarse siguió instruyéndose sobre estas y otras materias.
Esos conocimientos se volcaban en el lienzo, produciendo imágenes puntillosamente exactas.
Al mirarlas con detenimiento descubres detalles que justifican el que Octavio Paz lo llamara anfibio, por ser un artista que vivía entre el arte y la ciencia.
“En Velasco se da una convergencia de monumentalidad y de capacidad para reproducir en el grano más fino el detalle de las rocas, plantas y cielos”, afirmó el escritor Adolfo Castañón.
“Esto no podría haberse dado sin una formación de dibujante científico”, añadió.
Su legado, de hecho, se extiende a las ciencias naturales y sociales.
Creó una serie de estampas sobre la evolución de la flora y fauna terrestre y marina, que convirtió en fuente de estudio de la ciencia en su país, por lo que en 1881 fue nombrado presidente de la Sociedad Mexicana de Historia Natural.
Durante los últimos años de su vida, a José María Velasco le afligió el corazón, literal y figurativamente.
Pero ni su deterioro físico ni la tristeza que lo invadió impidió que siguiera pintando.
Una de las obras más llamativas de esa época es “El Gran Cometa de 1882”, el cual fue tan brillante que podía ser observado incluso durante el día, cerca del Sol, y fue visible a simple vista en México hasta febrero de 1883.
“Cuando lo vio, Velasco hizo algunas anotaciones, pero sólo lo pintó en versión grande en 1910”, explica Sobrino.
“Muestra de una manera poco común cuán consciente estaba de la situación política mexicana pues en ese año fue el del fin del régimen de Porfirio Díaz y el inicio de la Revolución Mexicana”, añade.
Además, en 1910 se avistó el cometa Halley.
Con su cola blanca reflejada en un lago plateado que se disuelve en la sombra, el cometa de Velasco es una metáfora.
Evoca momentos cargados de simbolismo en México, como el avistamiento del cometa por Moctezuma en 1517, antes de la llegada de los españoles en 1519, conectando largas historias y momentos de gran cambio, resalta el curador.
Siguió pintando hasta el fin de sus días, aunque a una escala más pequeña.
Sus últimas obras eran tamaño postal.
El 26 de agosto de 1912 tomó una de esas tarjetas de 9×14 centímetros en las que para entonces recreaba con óleo las imágenes que guardaba en su imaginación.
Y, “según María Elena Altamirano Piolle, la bisnieta de Velasco -cuenta Sobrino-, pintó el cielo por la mañana y murió por la tarde”.
*La exposición “José María Velasco, A View of Mexico” estará en la National Gallery de Londres hasta el 17 de agosto de 2025 y a partir el 27 de septiembre en The Minneapolis Institute of Art en EE.UU.
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