Ana vive en Guadalajara y es trabajadora en plataformas digitales de transporte. Todos los días trabaja conduciendo un auto y su jornada laboral depende de los viajes que complete dentro de Uber, la plataforma digital en la que está registrada.
Ante la precariedad laboral en el sector de plataformas digitales, Ana y otras 32 mujeres forman parte de Ladys Drivers, una colectiva de conductoras por aplicación en el estado de Jalisco.
“Nos empezamos a conformar [como Ladys Drivers] por cuestiones de trabajo y por apoyo entre mujeres. Por ser un grupo de mujeres tratamos de ser más protectivas y procuramos que haya esa unidad y que todas nos llevemos bien”, señala Ana en entrevista para Animal MX.
La conductora cuenta que también decidió ser parte de la iniciativa Unidas para demandar y exigir mejores condiciones laborales y derechos que garanticen su seguridad económica y personal, además de generar ingresos para su familia.
Para Ana, trabajar en una plataforma de aplicación la ha llevado a configurar sus horarios, porque al inicio podía cumplir con una jornada laboral de 8 horas diarias. Sin embargo, esa rutina cambió y ahora ocupa hasta 14 horas de su día para conducir.
La seguridad también es un tema que se vuelve prioritario, en especial cuando se trata de un estado como Jalisco.
La alianza Unidas busca promover una agenda de trabajo digno en México. Además de fomentar la organización colectiva de mujeres trabajadoras en sectores informales y precarizados para el acceso a la protección social y la exigencia y la apropiación de derechos humanos laborales.
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De acuerdo con Unidas: Red de mujeres por el trabajo justo, en el país más de la mitad de la población trabaja en la economía informal.
La informalidad laboral conlleva a que las personas se encuentren vulnerables ante la desprotección social y la falta de acceso a derechos. En el caso de las mujeres, dichas desigualdades las coloca en un estadio donde la inseguridad es mayor.
Para Ana, al igual que sus compañeras conductoras en Ladys Drivers, la propuesta de Unidas resulta ser interesante.
“A mí se me hace muy interesante porque es el primer año, después de la reforma, que nos reconoce como trabajadores”, menciona.
La reforma a la que se refiere Ana es la que el Senado de la República avaló por unanimidad a la Ley Federal del Trabajo en diciembre del 2024, con la que se reconocen los derechos laborales de las personas repartidoras y conductoras de plataformas digitales como Uber o DiDi.
Cabe recordar que la reforma fue propuesta por la presidenta Claudia Sheinbaum. Esta actualización incorporó un nuevo capítulo a la Ley del Trabajo en el que se reconoce la relación laboral entre las personas trabajadoras con las plataformas digitales.
Este reconocimiento garantiza derechos laborales y seguridad social, pero bajo ciertos criterios descritos en la Ley.
Pese a este reconocimiento, Ana junto con sus compañeras formaron la colectiva Lady Drivers como respuesta a la informalidad y la precariedad laboral.
“Lo más atractivo de esta propuesta [Unidas] es que abarca cuatro sectores de informalidad. Para nosotras como Ladys Drivers, realmente, estar en ‘Unidas’ nos va a fortalecer en esta parte”, afirma Ana.
En el informe sobre la informalidad laboral El laberinto de la informalidad: Mitos, trampas y realidades de las organizaciones ‘Oxfam México’ y ‘México, ¿Cómo vamos?’, se señalla que esta situación está presente en el sector formal e informal de la economía y en todas las actividades económicas.
La informalidad laboral afecta en mayor medida a las mujeres; a las personas con más hijos; a las personas con baja escolaridad; a las localidades pequeñas; a quienes trabajan por cuenta propia; a las micro, pequeñas y medianas empresas y a la región centro y sur del país.
El reporte define a la informalidad laboral como “aquella situación en la que una persona trabajadora no cuenta con seguridad social o protección legal e institucional correspondiente al tiempo trabajado”.
Una persona que se encuentra en este entorno carece de contratos laborales seguros, prestaciones, seguridad social o representación sindical.
Ambas organizaciones señalan que, en la mayoría de los casos, es fundamental que las personas en situación de informalidad laboral reconozcan que carecen de la protección básica que ofrece un contrato formal y que esto las expone a diversas vulnerabilidades, como:
La alianza Unidas es una iniciativa impulsada por Fundación Avina, ProDESC, Oxfam México y Ethos Innovación en Políticas Públicas.
En conjunto, agrupa las demandas de trabajadoras del hogar, de la maquila textil, de plataformas digitales y del sector agrícola.
Respecto a la precariedad en las plataformas digitales, la alianza visibiliza que ninguna trabajadora de plataformas cuenta con un contrato que le reconozca como trabajadora con acceso a seguridad social y prestaciones.
Pese a lo anterior, la reciente reforma a la Ley del Trabajo en este sector beneficiará a alrededor de 100 mil trabajadoras.
“Somos madres luchonas”, dice Ana al comentar que la mayoría de sus compañeras en Ladys Drivers son madres solteras quienes tienen que buscar la manera de acomodar sus horarios.
“Hay muchas madres que tienen que dejar a sus hijos solos para poder salir a trabajar o se tienen que acomodar a los horarios de sus estudios”, añade.
El salario digno también es parte de los derechos laborales por los que las conductoras de Ladys Drivers luchan; así como el acceso a un seguro de salud.
Ana resalta que un día sin salir a trabajar es un día en que no tendrán un peso en la cartera.
“Si sales a trabajar vas a obtener esos pesitos, pero si no, no, y es algo que estamos vemos porque, en caso de la maternidad, ¿qué va a pasar en esa situación? Incluso en el caso de una incapacidad, qué va a pasar porque hasta que alcance vamos a tener el seguro también”, señala.
Para Ladys Drivers la seguridad es importante dentro de las horas que le dedican a su trabajo, especialmente en un estado como Jalisco donde la crisis de desaparición de personas es grave.
Ana describe que dentro de la organización que tienen como conductoras crearon un grupo de seguridad, la alianza que tienen y compañeras que han decidido trabajar sólo a ciertas horas.
En lo que va del año, las conductoras que integran Ladies Drivers han experimentado eventos de inseguridad donde, el acoso, es el principal.
De acuerdo con Ana, al cierre de esta nota, hasta el mes de abril las conductoras han reportado seis casos de acoso. Para ella, el pertenecer a Ladies Drivers y Unidas es una oportunidad para alcanzar entre todas derechos laborales dignos en México.
“Desde Unidas, pienso que podemos lograr que la voz generalizada sea pareja y que las aplicaciones nos están cubriendo al cien por ciento lo que estamos pidiendo”, denuncia.
La conductora añade que respecto a la aplicación, se han percatado que el algoritmo da preferencias, como sucede con las personas repartidoras que en ciertos horarios favorece a las mujeres y en otro, a los hombres, cuando al fin de cuentas no tienen un horario fijo de trabajo.
Ana reafirma que las mujeres también comienzan a ganar un espacio laboral en las plataformas por aplicación. Por su rutina, los mejores horarios que tiene para trabajar son por la tarde, noche y madrugada.
Cuando inició en este trabajo, recuerda que los servicios que llegó a tomar a las personas que transportaba se les hacía “raro” ver a una conductora en ese sector, pues en Guadalajara la sociedad estaba acostumbrada a ver conductores hombres.
“Al inicio, a mucha personas se les hacía extraño ver conductoras porque siempre estaban acostumbradas a ver taxistas hombres. Las mujeres comenzamos a acercarnos a las aplicaciones y comenzamos a hacer ruido. (…) Hay compañeras, por ejemplo, que se les hace más fácil dejar a los niños dormidos y salirse a trabajar un rato”, señala.
En su manifiesto, la alianza Unidas resaltó que más del 55% de las mujeres en México laboran en la informalidad, sin acceso a seguridad social ni prestaciones. Para contrarrestar esto se han puesto como meta seis demandas:
Estas demandas se encaminan a la búsqueda de un trabajo digno como derecho humano justo y equitativo y garantizado para todas.
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La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, lanzó una campaña para promover temas diferentes al narco en la música mexicana, hoy dominada por los corridos norteños. Te explicamos qué hay detrás y qué puede pasar.
“Soy el dueño del Palenque, cuatro letras van al frente”, dice la canción. “Soy el señor de los gallos, el del cartel jalisciense”, entona.
Los autores son Los Alegres del Barranco, un grupo mexicano originario de Sinaloa. El señor del palenque es Nemesio Oseguera Cervantes, “el Mencho”, máximo jefe del Cartel Jalisco Nueva Generación. Y las cuatro letras que menciona el verso son las iniciales de una de las organizaciones criminales más poderosas de México.
El mes pasado, en un concierto en Jalisco, la banda cantó la canción, que data de 2021, y puso imágenes del Mencho en las pantallas, cuando las fibras en México estaban aún sensibles tras el descubrimiento de un centro de reclutamiento, tortura y cremación del mismo cartel en ese estado.
Con eso resurgió el viejo debate sobre si este tipo de manifestaciones culturales deben ser censuradas bajo el pretexto de que son apologías del delito.
Un total de diez estados han prohibido contenidos semejantes.
Y aunque dice que “no se trata de censurar”, la presidenta del país, Claudia Sheinbaum, ha lanzado una campaña llamada “México canta y encanta” para promover otras temáticas en la música popular mexicana.
La controversia vuelve en un momento particular: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiere presionar a México a través de aranceles comerciales para que luche en contra del crimen organizado, ha declarado a los carteles organizaciones terroristas y sostiene que “el gobierno está en manos del narcotráfico”.
Sheinbaum, una progresista de enorme popularidad, rechaza las acusaciones, pero, obligada a entenderse con el republicano, ha escogido emprender esta campaña para dejar claro que en México no hay tolerancia hacia el narco.
¿Qué son, pues, los corridos, de dónde vienen y por qué su relación con el crimen organizado? Estas son algunas claves para entender el debate.
Los corridos son un género musical del norte de México. Es primo lejano de la ranchera, también del norte, y primo hermano de la banda sinaloense, un género alegre con vientos estruendosos.
El corrido usa instrumentos traídos de España durante la colonia, como guitarras en varios formatos, el bandolón y el bajo quinto.
Se inspira en géneros como la polka alemana y el vals checo, que llegaron a México, acordeón en mano, en el siglo XIX.
Y su elemento distintivo —además de una guitarra alta y tensionada y un contrabajo con cuerdas de nylon— son las letras, que no solo narran la realidad en una región fronteriza turbulenta, sino que sirven de manifiesto rebelde en una sociedad ávida de llevar la contraria.
El corrido tiene varios subgéneros contemporáneos: el tumbado, de corte urbano y con adopciones del rap y el trap; el verde, en alusión al consumo de marihuana; el alterado, directamente asociado al crimen, el lujo, el ocio.
De este último surge la expresión narcocorrido, que en realidad es una manera más explícita de decir “alterado”.
Pero antes de todo esto hubo otros corridos, como los “villistas”, en referencia a Pancho Villa, el líder bandolero del norte en la Revolución Mexicana, o los “zapatistas”, en alusión al líder campesino revolucionario.
Los corridos existen al menos desde el siglo XIX, cuando las baladas románticas traídas de España durante la Colonia fueron reinterpretadas bajo los parámetros de una sociedad que buscaba la independencia y estaba estrechamente conectada con el sur de Estados Unidos, otro caldero de géneros musicales de relevancia.
Sus primeras temáticas giran en torno a la Independencia, a principios de siglo; pero su gran auge se da durante la Revolución Mexicana, entre 1910 y 1917, cuando la información en un país con altas tasas de analfabetismo se daba a conocer a través de la música y las historias de los revolucionarios eran admiradas por el público.
Luego, en las décadas de 1920 y 1930, el corrido empezó a contar las historias del contrabando en medio de la prohibición del alcohol decretada en Estados Unidos. Así nació el “corrido tequilero”, una forma de narcocorrido.
El primer narcocorrido en México documentado es “El Pablote”, de 1931, sobre un narcotraficante conocido como “El rey de la morfina”.
En los 40 y 50, cuando la marca mexicana se popularizó en un mundo afligido por la Segunda Guerra Mundial, el mariachi y la ranchera sobrepasaron al corrido en las emergentes estaciones de radio.
Los públicos no estaban interesados en historias de violencia, por lo que el corrido existente acentuó su connotación de prohibido y trasgresor.
Luego, en los años 70, surgen Los Tigres del Norte, unos de los padres de este fenómeno, que vuelven a las historias de la frontera, del contrabando, de la guerra contra las drogas, del intervencionismo estadounidense a través de la Operación Cóndor.
De los años 70 en adelante, es decir, desde que nació el narcotráfico contemporáneo, la historia de los corridos cambió, no solo porque en ellos se narra lo que pasa en la vida criminal, sino porque parte de su financiación vino de esa economía.
Algunos cantantes de corridos, como el famoso Gerardo Ortiz, han admitido ante las autoridades que lavaron dinero de los narcos a través de sus conciertos.
Algunas disqueras, como DEL Records, han sido investigadas por lavar dinero a través de proyectos discográficos.
Y casi todos los famosos capos han encargado a los músicos que escriban corridos en su nombre, no solo para legitimarse ante la sociedad, sino para contribuir en los procesos de reclutamiento de jóvenes.
La relación entre corrido y narcotráfico tiene muchos hitos históricos, pero uno de los más recordados es el asesinato de Chalino Sánchez, conocido como el “rey del corrido”: se salvó de un atentado, lo amenazaron varias veces y al final lo mataron en 1992. Aunque no se sabe el motivo, está claro que tenía que ver con su vínculo con el narcotráfico.
Los ajustes de cuentas, las riñas entre carteles, los símbolos del mundo del narco suelen ser la razón por las que los músicos de corridos son amenazados. A Peso Pluma, el más famoso hoy, lo amenazaron públicamente si cantaba en Tijuana. A Valentín Elizalde, otro importante del género, lo mataron en 2006 por cantar un narcocorrido con mensajes entre carteles.
“Nosotros contamos historias populares que existen en nuestra cultura”, declararon los miembros de los Alegres del Barranco, a quienes les quitaron la visa estadounidense, luego de disculparse por “causar ofensa”.
El grupo existe desde 2005 y en realidad, como todos los exponentes de los corridos, sus temas van mucho más allá del narco: hablan de la separación familiar, la cárcel y la migración.
Relatos de la frontera a ambos lados de esta. Porque hoy muchos de los grandes del rubro nacieron en Estados Unidos. El fenómeno es binacional.
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Más que defenderlos, hay un puñado de mexicanos que entienden los narcocorridos como una manifestación natural de una sociedad en un tiempo histórico determinado.
Durante las últimas décadas, con el aumento de la desigualdad y la persecución policial suscitada por el anticomunismo y la guerra contra las drogas, “el narcomundo apareció como opción disponible, conformada por personajes que lograron transitar los senderos disponibles de movilidad social desde los ámbitos de la ilegalidad y paralegalidad”, escribe el sociólogo José Manual Valenzuela.
“Así surgieron —añade— nuevos héroes o antihéroes, en un mundo que no corresponde a la lógica del dinero fácil, pues el camino es sinuoso, violento, sangriento, pero para algunos puede llegar a ser rápido o transitable”.
El sociólogo, que tiene tres libros sobre el tema, celebra las iniciativas de pedagogía para promover otras temáticas en la música mexicana, pero sostiene que, mientras exista la violencia, los corridos van a narrarla y hacerla parte de su codificación cultural y emocional.
“La conformación de nuevos héroes y referentes de vida exitosos para las y los jóvenes —escribió en 2023— requiere canales solventes, creíbles y disponibles que garanticen la conformación de proyectos de vida viables y vivibles. Desmontar el culto a los narcos solo se logrará cuando desaparezca la profunda desigualdad social”.
No es la primera vez que se intenta censurar los narcocorridos en México: desde los años 50 ha habido voces oficiales que alertan sobre su celebración del crimen. Cuando no sonaban en la radio mexicana, incluso, los norteños sintonizaban emisoras estadounidenses.
En varios estados mexicanos, en especial en Sinaloa, la prohibición ha ido y venido varias veces.
Pero los corridos no solo se mantienen, sino que, tras la introducción de sonidos urbanos como el rap y el trap, están en auge: Peso Pluma, su mayor exponente actual, ha sido varias veces número uno de listas internacionales; el 77% de la música que se escucha en México es un corrido, según Spotify, y 8 de cada 10 canciones mexicanas escuchadas en la plataforma son un corrido.
Bad Bunny, Becky G y Shakira han escrito corridos. Esta última, de hecho, lo hizo narrando otra historia de la compleja realidad latinoamericana: aquella de los trabajadores migrantes en países desarrollados.
No todo corrido, pues, es un narcocorrido. Y todo corrido, en todo caso, cuenta una historia basada en la realidad.
Mientras haya narcos, entonces habrá narcocorridos.
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