Desde el balcón de su casa, las plantas de Ilse dan la bienvenida a animalitos que ayudan en el proceso de polinización en la ciudad. Rodeada por una avenida ruidosa, un supermercado enorme, locales de comida y la parada del Trolebús, su azotea es un remanso que alberga un tupido jardín polinizador con plantas nativas de la Ciudad de México.
Distribuidas en cuatro macetas, Ilse espera que las semillas de Tecoma, tagete lucida, tagete paluda y dahlia coccinea que sembró, broten de la tierra y al florecer alimenten a abejas, mosquitos, abejorros, escarabajos, mariposas y colibríes que la visitan. Las cuatro son plantas nativas.
Ilse Ramirez Gil es barista, trabaja en una panadería artesanal y desde hace unos meses es, también, estudiante de huertos, agricultura urbana y de jardines para polinizadores.
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Desde muy temprano se levanta y sale a regar su jardín; como a eso de las 11 de la mañana los animales se dan un festín: las plantas que ella cuida los alimenta.
Además de las abejas, abejorros, moscas y mosquitos, también hormigas, catarinas y lombrices visitan el jardín polinizador diseñado por Ilse. Para ella, el sentimiento de conexión con la naturaleza nació desde pequeña cuando salía con sus papás a dar largas caminatas por el bosque.
Mientras crecía, Ilse se fijó como meta tener un huerto urbano en casa. El proyecto por fin se concretó: tomó cursos, se informó y comenzó poco a poco a formar su propio espacio.
Ilse tomó cursos en Plantalia, un proyecto ciudadano que transforma espacios de la Ciudad de México y los convierte en ecosistemas urbanos. Esta propuesta busca crear más azoteas verdes o jardines verticales en la ciudad.
Erick García es director y fundador de Plantalia y nos explica que inició con proyectos que intentaban reverdecer la ciudad, pero no lograban tener una vida larga. Estaba el reto, dice, de poner plantas que sobrevivieran a entornos difíciles. En ese momento comenzó a interesarse por las plantas nativas.
La planta nativa es aquella que crece en su ecosistema acorde con la ubicación geográfica al que pertenece y se rige por la temporalidad que va de los días secos o de lluvia.
En la Ciudad de México podemos encontrar este tipo de vegetación predominantemente en la zona sur, en alcaldías como Xochimilco, Milpa Alta, Coyoacán y Tláhuac.
“La contrapropuesta es que, en lugar de seguir sembrando áreas verdes, es ver nuestro ecosistema. Basarnos en él, estudiarlo, ver cómo crece, qué floración hay y [con] esas mismas ampliar el ecosistema”, añade Erick García en entrevista para Animal Mx.
Pero para lograr eso hay que evitar los “caprichos visuales”, como él los ha bautizado. Estos generan que el proceso de mantener áreas verdes sea “al revés”. Es decir: se introducen plantas que no tienen relación con la fauna endémica de la ciudad.
Esto solo genera gastos en energía, económicos y de tiempo dedicados al mantenimiento de un jardín con plantas exóticas o introducidas que sólo fuerzan e invaden la supervivencia de plantas que no son nativas. Algunos ejemplos son el lirio, la lavanda, agapantos, bugambilias, jacarandas, kalanchoe y rosales.
“Por el contrario, las plantas nativas están en su ambiente, donde se han desarrollado siempre, es mejor usar esas plantas. El propósito principal es que nos acerquemos a qué plantas son, cómo crecen y tener esta sinceridad de que no siempre vamos a tener la flor o el espacio floreciendo. Reconocer eso también”, señala.
Al sur de la ciudad se encuentra el Invernadero del Jardín Botánico de la UNAM que alberga plantas nativas y donde se reproducen algunas para darlas en adopción responsable.
Dentro del Jardín Botánico de la UNAM se encuentra el Invernadero de propagación de plantas nativas para uso urbano que se construyó hace 26 años, con el objetivo de revegetar el ecosistema urbano con plantas nativas.
La bióloga Ivonne Olalde es la responsable de este espacio. Cuando realizó su tesis hizo un censo del arbolado que se encuentra dentro de Ciudad Universitaria, su investigación reveló que 70% de las especies eran exóticas.
A partir de estos resultados, el proyecto de propagación de plantas nativas inició, principalmente, para la revegetación universitaria.
Como una forma de enfrentar esta problemática, actualmente el invernadero abre sus puertas a cualquier persona y sí, se pueden adquirir plantas nativas.
Evelyn Muñoz, bióloga y técnico hortícola en el invernadero, nos explicó que las plantas endémicas van desde arbustos, árboles y enredaderas, hasta hierbas, cubresuelos. Muchas pasan desapercibidas o invisibilizadas a la falta de conocimiento en las calles.
Entre las plantas nativas más representativas en la Ciudad de México se encuentra el fresno, que actualmente está muy sobrepoblado en la ciudad, pero “también están la tecoma, los colorines, tenemos retamas, esas en forma arbórea. Arbustos como trompetillas, asclepias o algodoncillos. Tenemos una alta diversidad, lo único que va rotando son el número de poblaciones”, señala Evelyn.
La experta advierte sobre la importancia de tomar en cuenta que la distribución de las plantas nativas predomina en la región sur de la ciudad. Sin embargo, no impide que compartamos otras especies con la zona norte, poniente y oeste, sitios donde la mancha urbana predomina.
“La naturación urbana tiene este reto de que a través de las áreas verdes se llegue a un equilibrio después de todo el cambio que ha tenido la urbanización”, explica.
En el Diagnóstico. Situación actual de los polinizadores en México, de la Estrategia Nacional para la Conservación y Uso Sustentable de los Polinizadores (Encusp) de las Secretarías de Agricultura y Desarrollo Rural y Medio Ambiente y Recursos Naturales señalan que “el avance de la urbanización ha favorecido la pérdida de hábitat, alimento, sitios de refugio y anidación para la mayoría de los polinizadores”.
Según la Encusp, aunque la urbanización es uno de los factores que acelera la pérdida del hábitat de los polinizadores, existen pocos estudios -tanto en México como en el mundo- para evaluar su efecto en la diversidad de especies de plantas y polinizadores.
A pesar de ello, añade que “la pérdida de polinizadores debido al crecimiento urbano también afecta la reproducción de especies de plantas limitando el intercambio genético y la regeneración natural de la flora nativa”.
Aunque existe un notable desconocimiento en la población sobre las plantas nativas de la Ciudad de México, Erick García, de Plantalia, enfatiza que “si queremos realmente darle un beneficio y llegar a este equilibrio, debemos ampliar las áreas verdes basándonos en el ecosistema”.
Para conocer las plantas nativas y su diversidad en la región, recomienda “aprender a observar”. En los talleres de Plantalia él y sus compañeros enseñan a observar las diferencias entre las flores, desde la forma de la misma flor, su color y sus interacciones con la fauna endémica.
Otra forma para conocer, observar y acercarse a la fauna y flora de la Ciudad de México es desde la plataforma de Naturalista de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
A través de la ciencia ciudadana, cualquier persona y especialistas comparten avistamientos de especies en la región en la que se encuentren. De esta manera se puede determinar si una planta, animal, insecto u hongo está siendo introducido, es decir, si se trata de una especie invasora o exótica. Es un trabajo colectivo que beneficia a los ecosistemas y, por ende, a las personas.
En la Ciudad de México existen cuadrillas de mujeres que se encargan de diseñar y crear jardines polinizadores ya sea desde casa o en su colonia. A este programa de la CDMX se le conoce como “Jardines para la Vida, Mujeres Polinizadoras”.
Comenzó en 2019 y, hasta ahora, la Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema) ha capacitado a 779 mujeres para desarrollarse como jardineras, emprendedoras o incluso crear una asociación enfocada en jardines para polinizadores.
Para conocer su trabajo, visitamos el Centro de Cultura Ambiental Acuexcomatl, que se encuentra en el poblado de San Luis Tlaxilatemalco y limita con la comunidad de Tulyehualco. Ambos forman parte de los 14 asentamientos originales de Xochimilco.
Acuexcomatl significa “vasija donde brota el agua” en náhuatl, su nombre no es metáfora: en este sitio hay humedales que albergan a plantas acuáticas y patos.
En un recorrido por el Acuexcomatl, María del Rosario Campos Berumen, subdirectora de Educación para la sustentabilidad de Sedema, nos mostró dos de los jardines polinizadores que han incorporado.
En los jardínes del Acuexcomatl las mariposas, abejas y colibríes se posan en los pétalos blancos y rojizos de la Salvia microphylla que al tener tallos largos y flores pequeñas eran idóneas para que estos animalitos polinizadores se acerquen.
Otras especies preferidas para ellos son las flores moradas de la Salvia leucantha que asemejan a la forma de un bastón -de ahí su nombre común- y los pétalos anaranjados de las pequeñas flores de la Asclepias curassavica en forma de algodoncillos.
Estos jardínes albergan, en su mayoría, plantas nativas para polinizadores como Lantana camara, Salvia leucantha, Bidens ferulifolia, Salvia coccinea, Salvia mexicana, Salvia longistyla, Salvia circinata, Asclepia, Bouvardia, Cosmos atrosanguineus, Dahlia coccinea que reciben la visita de mosquitos, mariposas, colibríes, abejas.
También pudimos apreciar dos especies de Kalanchoes, ambas de origen europeo, y una vasta presencia de lavandas que, aunque cumplen con el proceso de polinización lo ideal es que los jardínes tengan plantas nativas. Estas especies han sido parte de donaciones que el jardín recibió.
Campos Berumen explica que en los jardines polinizadores lo que importa es la fauna por encima de la estética porque son espacios que estos animales ubican porque van a tener alimento, refugio y agua.
“Se elaboran y se diseñan de tal manera que todo el año haya flores”, explica la también encargada del proyecto Jardines para la Vida, Mujeres Polinizadoras de Sedema. “Se requiere que crezcan libres y que floreen para que los polinizadores puedan hacer su parte. Entonces, es un jardín un poco diferente, podría parecer despeinado, pero en realidad así son, y son muy bonitos”.
Otro beneficio de incluir plantas nativas en espacios verdes es que no requieren de grandes procesos de mantenimiento, como sí sucede con los jardines diseñados con plantas exóticas.
“La verdad es que los jardines a los que estamos acostumbrados con pasto y setos requieren de mucho mantenimiento y de mucha agua, eso también requiere de un gasto y podría decir que hasta son contaminadores porque se requieren de herramientas que utilizan gasolinas, aditivos para tener el jardín bonito, como estamos acostumbrados”, explica Campos Berumen.
En ese sentido, Erick García también llama a la necesidad de ampliar la creación de jardines polinizadores con plantas nativas.
“Si empezamos a usar plantas que solo demandan poda, fertilizantes o riego, estamos haciendo algo mal y seguramente estamos afectando más al ambiente, por el contrario, con las plantas nativas no necesitamos gran mantenimiento. No hay demanda constante de agua porque, al final del día es una planta que mantiene esta línea temporal en su desarrollo conforme el ciclo del ambiente cuando la demanda de riego es uno de los principales problemas en este ecosistema urbano: el abastecimiento de agua”, destaca.
En el artículo Déficit de polinizadores, consumo de alimentos y consecuencias para la salud humana: Un estudio de modelización, publicado en diciembre de 2022 por la Environmental Health Perspectives de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), se señala que “garantizar la abundancia y diversidad de polinizadores es un enfoque eficaz para abordar los desafíos nutricionales y ambientales que enfrentan los sistemas alimentarios globales”, se lee en el documento.
El documento explica muy bien por qué es necesario cuidar a esos animalitos que llegan a alimentarse de las plantas.
“Los polinizadores son más eficientes en la entrega de polen que el viento o la autopolinización, lo que aumenta la fertilización exitosa y mejora el cuajado de semillas y frutos (transición de óvulo/ovario a fruto/semilla), lo que resulta en mayores rendimientos”, dice el artículo, mismo que destaca que la polinización animal aumenta la producción de tres cuartas partes de las variedades de cultivos agrícolas.
María del Rosario Carmona Braumen explica que es posible tener un jardín para polinizadores con plantas nativas en la Ciudad de México, ya sea en la azotea, zotehuela o en un balcón.
“Nosotros te decimos cómo. No hay nada más agradable que tener tu balcón con plantas polinizadoras porque va a llegar un colibrí, una mariposa y otros polinizadores que da gusto verlos”, cuenta.
Añade que, estratégicamente, se necesita tener más espacios vegetales donde haya más urbanización como lo es la zona centro y norte de la ciudad.
“Aunque no parezca, tenemos murciélagos, tenemos cacomixtles que se benefician de esa polinización de una planta que es nativa. Es buscar esta congruencia de beneficiar a la fauna con lo que habita en su ecosistema, es ampliar áreas verdes que sean funcionales con esta relación evolutiva que han tenido los organismos”, argumenta.
Para Ilse, convivir con su jardín y los polinizadores que llegan a visitar las plantas nativas que comienzan a florecer es un momento de respiro y relajación. Cada mañana sube a la azotea con café en mano, revisa el estado de las hojas, la humedad, las riega (en caso de que sea necesario) y las acaricia.
“Son seres vivos también, te emanan algo, además de sus colores o sus formas, sí hay una interacción muy importante en tu estado de ánimo”, concluye.
Pagasa es tan pequeña que apenas puede aterrizar un avión, pero es objeto de una intensa disputa entre Filipinas y China, que mantiene a sus 300 habitantes bajo constante tensión.
Con 37 hectáreas, la isla Pagasa -que significa “esperanza”- apenas tiene espacio para que sus habitantes puedan vivir.
En la isla, que es administrada por Filipinas, prácticamente no hay nada.
Sus aproximadamente 300 habitantes viven en pequeñas casas de madera, pescan en las cristalinas aguas turquesas que rodean la isla y cultivan lo que les permite el suelo arenoso.
Pero no están solos. En la costa oeste de esta isla en disputa hay una flota de barcos.
Todos son chinos: de la marina, la guardia costera o la llamada milicia marítima de China.
Son grandes buques pesqueros que han sido reconvertidos y que buscan mantener el dominio de ese país en el mar que rodea la isla.
Cuando nos acercábamos a Pagasa contamos al menos 20 barcos.
Durante los últimos diez años, China ha estado expandiendo su presencia en el mar de China Meridional. Ha tomado posesión de arrecifes de coral sumergidos y ha construido en ellos tres grandes bases aéreas.
También ha desplegado cientos de barcos para reforzar su reclamo sobre casi todas las rutas marítimas estratégicas que se extienden hacia el sur desde las grandes ciudades exportadoras de la costa china.
Pocos países del Sudeste Asiático que también reclaman islas en el mismo mar se han atrevido a contraatacar a China; solo Vietnam y Filipinas lo han hecho.
Los ejércitos de ambos países son mucho más pequeños que los de China, pero aún conservan un puñado de arrecifes e islas.
Pagasa, también conocida como Thitu, entre otros nombres, es la más grande de ellas.
Sin embargo, lo que hace que la isla sea excepcional es su población civil, presente en pocas islas del mar de China Meridional.
Desde la perspectiva de Filipinas, esto, y el hecho de que Pagasa sea tierra firme y no un arrecife parcialmente sumergido ni un cayo arenoso, refuerza sus reivindicaciones sobre la isla.
“Pagasa es muy importante para nosotros”, le dice a la BBC Jonathan Malaya, director general adjunto del Consejo de Seguridad Nacional de Filipinas.
Explica que tiene una pista de aterrizaje y es un lugar habitable: “Hay una comunidad filipina residente y pescadores viviendo allí”, prosigue.
“Y dado el tamaño de la isla, una de las pocas que no tuvo que ser recuperada del mar, bajo el derecho internacional genera su propio mar territorial de 12 millas náuticas”.
“Por lo tanto, es, en cierto modo, un eje fundamental para la presencia filipina (en la zona)”, añade.
Para llegar a Pagasa se necesitan dos o tres días de viaje en barco desde la isla filipina de Palawan, o una hora de viaje en avión, pero en ambos casos las tormentas son frecuentes en esa parte del mundo.
Anteriormente sólo aviones pequeños podían aterrizar en la isla, hasta hace dos años cuando pavimentaron la pista y la ampliaron a 1.300m.
Ahora pueden llegar grandes aviones de transporte C130.
Pero viajar en ellos, como hicimos nosotros, es como hacerlo en un autobús lleno en hora pico.
Todo tiene que ser traído desde afuera y por eso nuestro avión estaba repleto. Desde el suelo hasta el techo.
Había colchones, huevos, bolsas de arroz, un par de motos y mucho equipaje, sin mencionar un gran grupo de personal militar, la mayoría de los cuales tuvieron que estar de pie durante todo el vuelo.
Mucho ha cambiado en los últimos años. Hay un nuevo hangar, lo suficientemente grande como para albergar aviones durante las tormentas.
También están construyendo una torre de control y dragando un pequeño puerto para permitir el atraque de barcos más grandes.
Algunos marineros filipinos apostados allí nos ofrecieron un recorrido por la isla. Aunque en realidad, dado su tamaño, esto parecía innecesario.
Filipinas le arrebató Pagasa a Taiwán en 1971, cuando una guarnición taiwanesa la abandonó durante un tifón.
Fue anexionada formalmente por Filipinas en 1978.
Poco después, el gobierno empezó a animar a la población civil a asentarse allí.
Sus habitantes necesitan apoyo para sobrevivir en esta remota franja de tierra. Las familias reciben mensualmente donaciones oficiales de alimentos, agua y otros víveres.
Actualmente cuentan con electricidad y conexión a internet móvil, pero eso solo llegó hace cuatro años.
Aparte de los trabajos gubernamentales, la pesca es la única forma viable de ganarse la vida, y desde la llegada de las flotillas chinas incluso esto se ha vuelto difícil.
El pescador Larry Hugo lleva 16 años viviendo en la isla y ha estado documentando el creciente control chino sobre la zona.
Filmó una construcción en el arrecife Subi, a unos 32 km de Pagasa, que con el tiempo se fue convirtiendo en una base aérea militar a gran escala.
Uno de sus videos, que muestra cómo su pequeño bote de madera casi es embestido por un barco de la guardia costera china en 2021, lo ha convertido en una pequeña celebridad.
Pero el acoso chino lo ha obligado a pescar en una zona más pequeña y más cerca de su casa.
“Sus barcos son enormes comparados con los nuestros. Nos amenazan, se acercan y hacen sonar sus sirenas para ahuyentarnos. Nos asustan muchísimo. Así que ya no voy a mis antiguos caladeros más lejanos”, explica.
“Ahora tengo que pescar cerca de la isla, pero las reservas de peces están disminuyendo y es mucho más difícil llenar nuestros tinacos como antes”.
Realyn Limbo ha trabajado como profesora en la isla por 10 años y ha visto crecer la escuela, que antes era una pequeña cabaña y ahora es una edificación de gran tamaño.
Enseña a más de 100 alumnos, desde el preescolar hasta los 18 años.
“Para mí, esta isla es como el paraíso”, le dice a la BBC.
“Tenemos cubiertas todas nuestras necesidades básicas. Es limpia y tranquila; los niños pueden jugar al baloncesto o ir a nadar después del colegio. No necesitamos centros comerciales ni todo ese materialismo”.
Pagasa es un lugar muy tranquilo. Con el intenso calor del mediodía, encontramos a la mayoría de la gente dormitando en hamacas o escuchando música en sus porches.
Durante nuestro recorrido nos topamos con Melania Alojado, una trabajadora sanitaria del pueblo, quien mecía a un bebé pequeño para ayudarlo a dormir.
“El mayor desafío para nosotros es cuando las personas, especialmente los niños, se enferman”, afirma.
“Si es grave, debemos evacuarlos a tierra firme. No soy enfermera titulada, así que no puedo realizar tareas médicas complejas. Pero no siempre hay aviones disponibles (para evacuarlos) y, a veces, el clima es demasiado duro para viajar”, añade.
“Cuando eso sucede simplemente tenemos que cuidarlos lo mejor que podamos”.
Pero ella también valora la tranquilidad de la vida en la isla.
“Nos liberamos de muchas tensiones. Recibimos alimentos subvencionados y podemos cultivar algunos de nuestros propios alimentos. En la gran ciudad, se necesita dinero para todo”.
Vimos algunas casas nuevas y en construcción, pero Pagasa no tiene espacio para alojar a mucha más gente.
Como también hay muy pocos empleos, los jóvenes suelen abandonar la isla al terminar la escuela.
A pesar de su tranquilidad encantadora y sus impresionantes playas de arena blanca, persiste una atmósfera tensa, debido en parte a la abrumadora presencia china, claramente visible en la costa.
“Los chinos de la base aérea de Subi Reef siempre nos retan cuando nos acercamos a Pagasa”, asegura el piloto de la aeronave en la que viajamos. “Siempre nos advierten que estamos entrando en territorio chino sin permiso”.
Le preguntamos si alguna vez han intentado detenerlo.
“No, es rutina. Les decimos que esto es territorio filipino. Siempre lo hacemos”, responde.
Jonathan Malaya afirma que su gobierno ha presentado una protesta diplomática formal cada semana ante la Embajada de China por la presencia de sus buques en lo que Filipinas considera aguas territoriales de Pagasa.
Esto contrasta marcadamente con la administración anterior del presidente Rodrigo Duterte, que evitó confrontaciones con China con la esperanza de atraer más inversiones a Filipinas.
“Creo que ganaremos más respeto de China si nos mantenemos firmes y les demostramos que también podemos jugar este juego”, afirma.
“Pero el problema de las democracias como Filipinas es que las políticas pueden cambiar con gobiernos nuevos. China no tiene ese problema”.
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