Advertencia de contenido: descripciones detalladas sobre la vivencia de la dismorfia y la disforia.
Los términos que utilizamos para referirnos a las experiencias mentales que llegamos a vivir no siempre son muy claros. Parte tiene que ver en cómo armamos el lenguaje médico, lleno de locuciones grecolatinas, sufijos por aquí y prefijos por allá, que de repente no significan a lo que suenan (¿qué onda que “estomatología” no se refiere al estudio del estómago? ¿Cómo que “histerectomía” no se refiere a la extracción del, eh, histerecto?), parte que a veces esas palabras significan a lo que suenan, pero resulta que también suenan muy similares a otras palabras.
“Dismorfia” y “disforia” son dos términos comunes que puede que sean confusos. Ambos se refieren a sentir malestar respecto a algo, ambos suelen presentarse en una gran variedad de condiciones, enfermedades y experiencias de vida; ambos son comórbidos (¡otra palabra rara! “Comórbido” se refiere a un síntoma que suele aparecer junto a otro). Sin embargo, ambos refieren a cosas distintas.
Dismorfia se refiere a la percepción negativa respecto a la forma del cuerpo. Es la creencia profunda de que algún o algunos aspectos de nuestro cuerpo son fundamentalmente defectuosos, horrendos o fallidos. Básicamente se trata de vivir con un malestar constante respecto a cómo se ve nuestro cuerpo.
La dismorfia suele ser parte de los síntomas que se presentan en varias condiciones, por ejemplo, los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Una persona con anorexia puede que experimente dismorfia al percibir su cuerpo como más gordo de lo que en realidad es, así como con pensamientos intrusivos respecto a lo mucho que eso afectará su calidad de vida.
Así mismo, también existen algunas expresiones de la dismorfia que no son tan “extremas”, pero no por ello dejan de ser menos graves.
Muchas personas experimentan dismorfia en momentos de mucha ansiedad o de tristeza: percibimos de manera más negativa nuestro cuerpo cuando nos sentimos peor respecto a nosotres mismes.
Cuando pasa el malestar, los síntomas de la dismorfia desaparecen, pero queda ahí la reacción como un lugar “automático” al que se va.
Cuando la dismorfia llega a su punto más “extremo”, se conoce como “Trastorno Dismórfico Corporal”, un trastorno que se asocia a la obsesión y las compulsiones.
Las personas con este trastorno “suelen pasar muchas horas al día preocupándose por sus defectos percibidos y, a menudo, creen erróneamente que la gente los observa con atención o se burlan de ellos a causa de estos defectos”.
Esto puede llevar a comportamientos compulsivos, como compararse con otras personas frecuentemente, autolesionarse para eliminar los defectos percibidos, buscar aprobación de maneras peligrosas o consumir sustancias o entrar en procedimientos quirúrgicos potencialmente peligrosos (sin el debido cuidado y preparación) para alterar la apariencia.
Es importante mencionar que la dismorfia es MUY real para quien la vive.
Incluso si se refiere a percepciones distorsionadas, la persona que vive esas percepciones las considerará absolutamente reales y no podrá salir de ellas “echándole ganas” o sólo a través de palabras bienintencionadas de otras personas.
¿Qué puede servir más? Una comunidad amorosa. Paciencia. Reforzamiento de diversas expresiones saludables de la identidad de la persona. Y por supuesto, tratamiento: la psicoterapia (particularmente la cognitivo-conductual) y la psiquiatría han desarrollado múltiples protocolos para poder aliviar los síntomas y posibilitar una vida más feliz.
La disforia se refiere a sentir malestar, angustia o falta de satisfacción respecto a algo. Es lo opuesto a euforia.
Como la dismorfia, la “disforia” se refiere a un conjunto de síntomas y NO a una enfermedad por sí misma. Es decir: una persona puede llegar a experimentar disforia por muchas razones, algunas de ellas patológicas (por ejemplo, depresión) y otras como reacción a otro tipo de malestar (como estar en una situación incómoda, violenta y prolongada que no provocaste y que no es tu culpa, pero de la que no puedes salir).
Una manera común en la que quizás hayas escuchado la palabra es con el término “disforia de género”, que refiere al malestar que experimentan muchas personas trans respecto a la contradicción que existe entre su identidad de género y su género de asignación.
No todas las personas trans experimentan disforia de género. Del mismo modo, no todas experimentan esa disforia de la misma manera.
Los movimientos conservadores de ultraderecha, así como los feminismos transfóbicos (otra forma de movimiento conservador de ultraderecha) aseguran sin ningún tipo de evidencia que la “disforia de género” es provocada por cosas como la educación sexual, la promoción de los derechos de las personas trans, la enfermedad mental, entre otras cosas. Nada de esto es cierto.
De entrada, la disforia no es por sí misma una enfermedad, sino la expresión de un malestar. Y el malestar viene, en muy buena medida, de la constante negación de la identidad por parte de la sociedad, así como las consecuencias que vienen con esto.
Se sabe que cuando las personas trans pueden acceder a una vida en la que su identidad de género sea reconocida y aceptada su calidad de vida mejora. ¿Por qué es importante considerar este aspecto? Porque como cualquier malestar, la disforia de género puede tener consecuencias graves en la salud de las personas que la experimentan y es importante que puedan acceder a los servicios de salud física y mental que les permitan tener bienestar.
Las experiencias de la dismorfia y de la disforia (en todas sus expresiones) están fuertemente vinculadas a una sociedad que constantemente vigila, amenaza y castiga los cuerpos y las identidades que se salen de la norma (e incluso a los que pertenecen a ella, como un modo de garantizar el status quo).
Ambas experiencias pueden afectar gravemente la calidad de vida de una persona y en ambas se requiere conocimiento, empatía y garantías de acceso a los servicios de salud que pueden tratarlas y darle una mejor vida a quien las sufre.
Es lo que merecemos todas las personas.
En su conferencia de prensa anual, el presidente ruso abordó una amplia serie de asuntos, desde el conflicto en Ucrania o el cambio de régimen en Siria hasta las capacidades del ejército ruso.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, dijo este jueves en su conferencia anual que debería haber iniciado antes la invasión de Ucrania.
Afirmó que, de retroceder en el tiempo, “habría pensado que una decisión así debería haberse tomado antes“, y agregó que se habría preparado para ello “con antelación y de forma más exhaustiva”.
Como ventaja de la invasión del país vecino, en curso desde febrero de 2022, argumentó que “Rusia se ha vuelto mucho más fuerte en los últimos dos o tres años porque se ha convertido en un país verdaderamente soberano”.
“Nos mantenemos sólidos en términos económicos, estamos fortaleciendo nuestro potencial de defensa, y nuestra capacidad militar es hoy la más fuerte del mundo”, sentenció.
Putin, de 72 años, inició a principios de 2024 un nuevo mandato de seis años tras mantener durante casi un cuarto de siglo el máximo poder en el Kremlin.
En su conferencia de prensa anual del jueves, abordó una amplia serie de asuntos internacionales e internos, desde el conflicto en Ucrania o el cambio de régimen en Siria hasta las capacidades del ejército ruso o las dudas que se plantean sobre la economía de su país.
En su discurso anual de este jueves, el líder ruso expresó su voluntad de reunirse “en cualquier momento” con el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.
“No sé cuándo lo veré. No ha dicho nada al respecto. No he hablado con él en más de cuatro años. Estoy listo para ello, por supuesto. En cualquier momento“, expresó.
Y aseguró que, “si alguna vez celebramos una reunión con el presidente electo Trump, estoy seguro de que tendremos mucho de qué hablar“.
El presidente ruso puntualizó que su gobierno está listo para “negociar y llegar a acuerdos” sobre temas estratégicos que implican a ambas potencias, como la guerra en Ucrania.
La última cita entre Putin y Trump tuvo lugar en junio de 2019 en el marco de la cumbre del G20 en Japón.
El Kremlin reveló la semana pasada que su líder no había recibido invitación para asistir a la toma de posesión de Trump prevista para el 20 de enero.
El presidente electo estadounidense, que se reunió a principios de este mes con el jefe de Estado de Ucrania, Volodímir Zelensky, ha prometido en varias ocasiones promover negociaciones para poner fin a la guerra.
El líder ruso se mostró confiado sobre la marcha del conflicto en Ucrania para su ejército que, aseguró, está “avanzando hacia la solución de los objetivos principales que nos planteamos al comienzo de la operación militar especial”.
“Nuestros hombres están luchando heroicamente. Las capacidades de las fuerzas armadas están aumentando”, agregó.
En cuanto a la invasión ucraniana en la región de Kursk, confió en recuperar las zonas que permanecen en poder de las tropas de Kyiv desde la ofensiva de agosto, aunque no estableció una fecha o más detalles sobre cómo piensa lograrlo.
“Los expulsaremos sin dudarlo. Sin dudarlo. No puede ser de otra manera. Pero la cuestión de una fecha concreta, lo siento, no puedo decirla ahora”, admitió.
Por otro lado, el líder ruso planteó a Occidente un inusual reto sobre tecnología militar de última generación para poner a prueba los avances que ambas partes aseguran haber alcanzado en este ámbito.
En específico, se refirió a los sistemas occidentales de intercepción de misiles frente a los nuevos cohetes hipersónicos rusos.
“Que fijen un objetivo, por ejemplo, Kyiv. Allí concentrarán todas sus defensas aéreas. Lanzamos allí un ataque con el misil Oreshnik y vemos qué pasa“, propuso el mandatario.
Putin se pronunció por primera vez sobre el asesinato en Moscú el pasado martes del teniente general Igor Kirillov, jefe de las Fuerzas de Defensa Nucleares, Biológicas y Químicas de Rusia.
Tras condenar la acción, cuya autoría intelectual se atribuye a Ucrania, criticó el trabajo de los servicios especiales rusos.
“Nuestros servicios especiales no están acertando con estos ataques. No acertaron con estos ataques. Significa que tenemos que mejorar este trabajo. No debemos permitir que ocurran errores tan graves“, afirmó.
El teniente general Igor Kirillov, de 54 años, murió el martes tras la explosión de una bomba oculta en un scooter o patinete eléctrico en la puerta de un edificio.
Las autoridades rusas han arrestado a un sospechoso, un ciudadano uzbeko nacido en 1995, quien creen que podría haber actuado siguiendo instrucciones de los servicios ucranianos.
En cuanto al reciente derrocamiento en Siria de su aliado Bashar al Assad, al que acogió en Rusia como exiliado cuando los rebeldes cercaron Damasco, Putin negó que se trate de una derrota para Rusia.
“Ustedes quieren presentar lo que está sucediendo en Siria como una derrota para Rusia. Les aseguro que no lo es. Hemos logrado nuestros objetivos“, respondió a la pregunta de un periodista sobre este asunto.
El presidente ruso indicó que todavía no se ha reunido con Al Assad, pero planea hacerlo pronto.
Los periodistas presentes también le preguntaron sobre la aparentemente delicada situación económica que atraviesa Rusia, donde el rublo se ha depreciado frente al dólar y la guerra en Ucrania está consumiendo ingentes recursos financieros, materiales y humanos.
El líder del Kremlin aludió a datos favorables como el bajo desempleo y el crecimiento industrial, y aseguró que la situación económica en el país es “estable pese a las amenazas externas“.
Reconoció, sin embargo, que “la inflación es una señal preocupante” en Rusia y calificó como “desagradables” los aumentos de precios de alimentos básicos como la carne o la mantequilla.
Putin criticó al banco central de su país por no haber tomado medidas para acabar con la inflación más allá de aumentar los tipos de interés y trató de restar peso al efecto de las sanciones occidentales al considerar que “no tienen una importancia clave”.
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