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Lo que ‘Demon Slayer’ y Tanjiro Kamado nos dicen sobre la compasión
Lo que ‘Demon Slayer’ y Tanjiro Kamado nos dicen sobre la compasión
6 minutos de lectura

Lo que ‘Demon Slayer’ y Tanjiro Kamado nos dicen sobre la compasión

La mirada de Tanjiro hacia los demonios, en Demon Slayer, nos ofrece una manera más suave de ver la maldad en el mundo.
30 de septiembre, 2022
Por: César Galicia
@cesargalicia_ 

Se dice que las personas malas no existen, sólo las heridas. La generalización es controversial y apresurada, pero si en algo coinciden una buena parte de tradiciones espirituales y filosóficas del mundo es en que, para que una persona adquiera las características que atribuimos a la maldad (violencia, falta de empatía, egoísmo, búsqueda del poder absoluto, etc) tuvo que haber sufrido mucho antes.

Las personas no nacemos malas sino que nos hacemos de esa forma, sea por un encuentro con el diablo, un trauma iniciático, los efectos de la violencia estructural del contexto, un sith invitándonos al lado oscuro, o una cabra preguntándonos si queremos vivir deliciosamente.

Si la maldad no es algo inherente a lo que somos sino algo en lo que nos convertimos, entonces el camino siempre puede revertirse y, con ello, aparecen las posibilidades de la redención, la justicia y el perdón.

Estas posibilidades son mediadas por diversas perspectivas e instituciones, como la justicia legal, la moral religiosa o, recientemente, la terapia psicológica.

Recurrir a estos servicios o instituciones es una forma de evitar el hacer justicia por mano propia, un acto polémico debido a que existe fuera de los márgenes de los organismos que nos regulan.

Si bien, estas instituciones tienen su funcionalidad, muchas veces fallan en considerar algo: un golpe duele igual sin importar si es intencionado o no; las vidas que se pierden no regresan, sin importar las intenciones o dolores de las personas que las tomó.

¿Qué se hace con eso? ¿Qué se hace con las emociones ambivalentes que suelen existir tanto en la persona víctima como en la victimaria? ¿Qué hacemos con el tiempo que transcurre entre que sucede la herida y alcanzamos el perdón, la redención o la venganza? ¿Qué hacemos cuando no podemos perdonar aunque lo deseemos, incluso cuando sufrimos por no poder hacerlo? ¿Qué somos si nuestro corazón implora venganza y por mucho que frenemos el impulso no dejamos de desearla?

El resumen del anime es: en el Japón de la era Taishō (1912 – 1926) existen demonios. Los demonios comen gente. No sólo eso: los demonios alguna vez fueron personas, pero ahora son monstruosidades malignas que tienen un insaciable apetito por la carne humana. Si bien, estas criaturas son una amenaza constante para la seguridad pública, el gobierno ha decidido ignorarlas, lo que ha llevado a la aparición de un grupo externo y secreto que han asumido la tarea de extinguirlos: los cazadores de demonios.

Te recomendamos: Del autodesprecio a la compasión: el largo y sinuoso camino de sanar el trauma

Tanjiro es un cazador de demonios. Joven y de buen corazón, un día regresó a su casa después de hacer sus labores del día para descubrir que toda su familia había sido asesinada por un demonio, dejando sólo una sobreviviente: Nezuko, su hermana menor. Sin embargo, a pesar de estar viva, Nezuko ya no es humana, sino demonia.

Al estar recién convertida, no ha probado la carne humana, por lo que aunque su tendencia será desearla, todavía no puede ser considerada un ser maligno y, por lo tanto, no puede ser castigada por ningún crimen contra la humanidad. Su apetito es voraz, pero al no haber cometido todavía ninguna trasgresión, es inocente. Su maldad está en lo que ‘hace‘ no en lo que ‘es.

Tanjiro se une (junto a Nezuko) a los cazadores de demonios y con eso, se convierte en un procurador de justicia.

En este rol, Tanjiro se encarga de buscar demonios para cortarles la cabeza. Lo que lo diferencia de otros cazadores es su empatía: Tanjiro es capaz de ver la humanidad (y, por lo tanto, el dolor) que existe detrás de la maldad de los demonios. Sí, les corta la cabeza porque ese es su rol, pero también les sostiene la mano para que no mueran solos mientras la vida desaparece de su cuerpo.

A pesar de ser sus enemigos, Tanjiro incluso les llega a conceder algún gesto empático: “tu técnica fue admirable”, “en otras circunstancias podría haber sido como tú”, “descansa en paz y deja de sufrir”.

Tanjiro es impasible en su misión, pero su contraste con el resto de los cazadores es que mientras ellos se definen a sí mismos como personas que cazan demonios, Tanjiro tiene otra motivación: que Nezuko regrese a ser humana. Su punto de partida no es el odio, sino la compasión y la posibilidad de la redención.

En cierto modo, la mirada de Tanjiro hacia el dolor y la violencia ofrece una ventana interesante para preguntarse por el significado de la compasión, sobre todo en tiempos en que se exige que todas las personas tengamos visiones definidas, personales, críticas y absolutas sobre cómo deberíamos reaccionar ante la violencia que se ejerce a nuestro alrededor.

No es nada fácil hacer esto. El dolor a veces es demasiado grande como para permitirse tocar la empatía, porque un golpe no hiere menos por ser accidental y lo que la violencia nos quita de nuestras vidas no siempre regresa. Pero también es cierto que la maldad absoluta rara vez existe en este mundo y, más veces de las que no, vamos a alcanzar a ver ápices de humanidad en las personas que nos lastimaron, incluso cuando es contra nuestra voluntad. ¿Qué hacer con esta paradoja?

No existe una única respuesta, sino distintos modelos que aproximan a resolverla: venganza, poner la otra mejilla, delegar a la institución correspondiente, hacer justicia por propia mano. A veces, estos modelos son suficientes, a veces no alcanzan para saber qué hacer con el dolor. Y creo que Demon Slayer ofrece una propuesta interesante para algunas situaciones.

Al partir de una mirada compasiva hacia su hermana, Tanjiro explora una posibilidad: la gente no es mala hasta que se demuestre lo contrario, incluso si se asemeja a las personas que alguna vez te lastimaron, incluso si sus circunstancias son aquellas que invitan al dolor.

En el mundo de Demon Slayer, la redención no existe de forma absoluta: un demonio que prueba carne humana no podrá dar vuelta atrás y deberá ser exterminado.

Sin embargo, incluso en ese caso, la impartición de justicia no está peleada con el hecho de que pueda existir la posibilidad, si así se desea, de mirar con compasión su vida y las circunstancias que le llevaron a ese punto, extendiéndole un reconocimiento final a la humanidad que todavía existe dentro de sí.

La paz, según el personaje Tanjiro, no viene sólo cuando se elimina el mal, sino cuando se reconoce como una posibilidad humana que salió mal y, por lo tanto, que se debe mirar compasivamente para prevenir ese desenlace en circunstancias futuras.

Con esto no quiero sugerir que Demon Slayer es una reflexión muy compleja sobre la justicia restaurativa o el antipunitivismo o algo por el estilo. Lo contrario: sigue siendo una historia relativamente simple sobre el bien vs el mal. Sin embargo, creo que ver en pantalla la compasión infinita de Tanjiro funciona como un pequeño bálsamo para el incómodo conflicto que surge de no poder conciliar la paradoja antes mencionada dentro de uno.

Porque quizás para resolverla podemos partir de un primer punto: que lo “humano” y lo “malvado” pueden coexistir en las personas que nos dañan y que el objetivo de la mirada compasiva, cuando se quiera y pueda ejercer, es otorgarle paz a la persona que la habita.

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Imagen BBC
El exmilitar detrás de la operación “Dinamita dorada”, el plan secreto para sacar de Venezuela a María Corina Machado
6 minutos de lectura

El líder de la operación asegura que su organización está construyendo infraestructura en Venezuela para extraer a personas del país en caso de que comience una guerra con Estados Unidos.

12 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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La operación de rescate para sacar de Venezuela a la líder opositora y premio Nobel María Corina Machado incluyó disfraces, dos barcos en mares agitados y un vuelo, según ha contado a la BBC el hombre que dice haberla dirigido.

Bautizada como “Operación Dinamita Dorada”, el peligroso viaje fue frío, húmedo y largo, pero la “formidable” Machado no se quejó ni una sola vez, según Bryan Stern, fundador de la Grey Bull Rescue Foundation.

“El mar está muy agitado. Está completamente oscuro. Usamos linternas para comunicarnos. Da mucho miedo, pueden salir mal muchas cosas”.

A pesar de los riesgos, todo salió bien. Machado llegó sana y salva a Oslo, Noruega, para recoger su Premio Nobel de la Paz justo antes de la medianoche del miércoles.

Tras haber vivido escondida en su propio país desde las controvertidas elecciones del año pasado en Venezuela, Machado no había aparecido en público desde enero. Sus hijos adultos, a quienes no había visto en dos años, estaban en Oslo para recibirla.

Grey Bull se especializa en misiones de rescate y evacuaciones, especialmente en zonas de conflicto y desastre. Un representante del equipo de Machado confirmó a CBS News, socio mediático de la BBC en Estados Unidos, que la organización estaba detrás de su operación de rescate.

Stern explicó que Grey Bull llevaba meses consolidando su presencia en el Caribe, incluida Venezuela y la vecina isla de Aruba, para prepararse para posibles operaciones en Venezuela.

“Hemos estado construyendo infraestructura sobre el terreno en Venezuela diseñada para sacar a estadounidenses, aliados, británicos y otras personas en caso de que comience la guerra en Venezuela”, declaró a la BBC.

Las especulaciones sobre una posible acción militar de Estados Unidos contra Venezuela han ido en aumento después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, pidiera al presidente Maduro que abandonara el cargo, acusándolo de enviar narcóticos y asesinos a Estados Unidos.

Según Stern, el reto en este caso consistía en sacar del país a alguien tan conocido como María Corina Machado, un nombre muy popular en Venezuela para la oposición.

Ninguna de las infraestructuras que su empresa había construido en el país, dijo, estaba “diseñada para la segunda persona más popular del maldito país con una diana en la espalda”.

María Corina Machado detrás de unos micrófonos y con un cartel del premio Nobel de la Paz detrás.
Lars Martin Hunstad/Bloomberg via Getty Images
María Corina Machado logró llegar a Oslo en la madrugada del jueves.

Cuando entró en contacto por primera vez con el equipo de Machado, al principio no le revelaron su identidad, pero afirmó que fue capaz de adivinarla.

Se pusieron en contacto con él a principios de diciembre, a través de un contacto que conocía al equipo de Machado, y este era al parecer el segundo intento de sacarla de Venezuela, después de que el plan inicial “no saliera bien”, según dijo.

La operación se denominó “Dinamita Dorada” porque “(Alfred) Nobel inventó la dinamita” y Machado intentaba llegar a Oslo para recoger el Premio Nobel de la Paz.

Las cosas se movieron rápidamente. Stern dijo que habló con el equipo el viernes, que se desplegaron el domingo y que el martes ya habían completado su misión.

Su equipo había explorado varias posibilidades para sacar a Machado del país y se decidió por un plan que implicaba un tumultuoso viaje por mar.

Para proteger su futuro trabajo en Venezuela, Stern solo puede revelar algunos detalles del viaje.

Por tierra, trasladaron a Machado desde la casa donde se escondía hasta el punto de recogida de una pequeña embarcación, que la llevó frente a la costa hasta un barco un poco más grande, donde se reunió con él.

El viaje se realizó en “mares muy agitados”, con olas de hasta 3 metros de altura, en “una oscuridad total”, según contó.

“El viaje no fue agradable. Hacía frío, llovía mucho, estábamos empapados, las olas eran muy fuertes, y eso lo aprovechamos. La llevamos a tierra firme, hasta donde estaba su avión, y ella voló a Noruega”.

A lo largo del viaje, se tomaron varias medidas para ocultar y disimular su rostro y su perfil “digital”, ya que se trata de una política muy conocida.

“La amenaza biométrica es muy real”, señaló, y añadió que se tomaron medidas para asegurarse de que no pudiera ser localizada a través de su teléfono.

Stern dijo que María Corina Machado se comportó de manera “impresionante” a pesar de las dificultades durante el viaje, aceptando un jersey para abrigarse cuando él se lo ofreció, pero sin pedir nada más.

“Estaba empapada y helada, pero no se quejó ni una sola vez”, dijo riendo, reconociendo que la operación era muy peligrosa porque el agua “no perdona”.

“Si conduzco un barco y se me avería el motor, tendré que nadar hasta Venezuela”.

Cuando se le preguntó cómo podía garantizar la seguridad de los venezolanos que ayudaron en la operación, Stern respondió que mantuvieron sus identidades en secreto y que “nosotros [Grey Bull] realizamos muchas operaciones encubiertas”.

El portaaviones USS Gerald Ford.
Alyssa Joy/U.S. Navy via Getty Images
Stern asegura que Estados Unidos, que ha desplegado una enorme fuerza naval en el Caribe desde donde ha atacado embarcaciones que supuestamente salían de Venezuela con droga, no financió la operación, pero que fueron contactados de manera “informal”.

Muchos de los que ayudaron ni siquiera se dieron cuenta de que estaban trabajando para él, dijo Stern, mientras que otros creen que “conocen toda la historia”, pero en realidad no es así.

“Hay personas que hicieron cosas que eran benignas desde su perspectiva, pero que desde la nuestra eran fundamentales para la misión”.

Afirmó que la operación fue financiada por donantes, y no por el gobierno de Estados Unidos: “Nunca hemos recibido una nota de agradecimiento del gobierno de Estados Unidos, y mucho menos un dólar”.

Stern aseguró que se coordinó con algunos Estados nacionales y con los servicios de inteligencia y diplomáticos de varios países. Esto incluyó alertar a Estados Unidos de manera “informal”.

Machado ha dicho que tiene la intención de regresar a Venezuela, pero el Stern afirma que le aconsejó que no lo hiciera.

“Le dije: ‘No vuelvas. Eres madre. Te necesitamos’. Ella hará lo que tenga que hacer… Entiendo por qué quiere volver, porque es una heroína para su pueblo.

“Ojalá no volviera, pero tengo la sensación de que lo hará”.

BBC

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