
El lenguaje terapéutico de la salud sexual suele estar lleno de términos ambiguos: “conectar”, “sentir”, “estar presente”, “escuchar a tu cuerpo”, entre otros. Vale, ¿pero cómo se hace eso? Bueno, la abstracción no es de a gratis: los procesos a los que estos términos aluden suelen ser complejos y multifactoriales y suceden lo mismo en nuestra razón que en nuestra emoción que en nuestro cuerpo que en nuestras relaciones.
Sin embargo, existen algunas dimensiones que son más tangibles que otras, por ejemplo, el desarrollo de ciertas habilidades de atención y sensibilidad a estímulos que pueden impactar positivamente en nuestra sexualidad. Y para eso quiero compartir un ejercicio (inspirado en el libro Better Sex Through Mindfulness de Lori Brotto) que puede ser realizado de manera muy fácil y en casa.
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El ejercicio tiene una meta específica: experimentar sensaciones corporales en tus genitales a través del tacto. Esto sucederá a través de dos cosas, una, un ejercicio de tocamiento y dos, un ejercicio mental de visualización.
El ejercicio, por cierto, puede ser muy sexy. Piénsalo de esta manera: hay una importante retroalimentación nerviosa de tus genitales a tu cerebro y conforme vayas notando que tu cuerpo se excita, puede que tu mente interprete esas sensaciones como sexuales, lo que incrementará más la excitación corporal y el placer. Está rico, pues.
Duración: 15 a 30 minutos.
Contexto ideal: cualquier momento del día en que sientas tranquilidad, tengas pocas distracciones y existan pocas probabilidades de que te interrumpan.
Materiales: ninguno, aunque si tienes vulva podría ser conveniente tener a la mano lubricante de base agua.
Si notas pensamientos negativos en cualquier momento durante este ejercicio, sólo anótalos (“ah, los juicios están aquí”) y cuando hayan desaparecido, redirige tu atención de vuelta hacia tus sensaciones corporales. No te enjuicies mucho si sientes que esto es difícil. Para muchas personas lo va a ser y, con frecuencia, se requiere de algo de práctica para sentir comodidad con este ejercicio. Intenta realizarlo una vez por semana. No es mucho tiempo: permítetelo.
Después de algunas veces de practicarlo, puedes integrar una fantasía, un vibrador o imágenes/videos eróticos antes de realizar este ejercicio, con el objetivo de despertar la respuesta sexual.
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A algunas personas esto les puede ayudar a despertar su excitación y, de esa manera, se vuelve más fácil crear una imagen sexual positiva de ellas, así como se incrementa su habilidad para notar las sensaciones en su cuerpo.
¡Y listo! Las primeras veces puede que sea un poco extraño y vayas repasando punto por punto lo que tienes que hacer.
¡No pasa nada! Conforme lo vayas haciendo más, la práctica volverá al ejercicio más intuitivo. Si te fijas, se trata únicamente de una cosa: darnos tiempo y pausa para tocarnos y poner atención en nuestro cuerpo. Eso es todo.
¡Disfruta mucho!
¡Hola! Si llegaste hasta aquí y te gusta mi contenido, tengo una noticia muy emocionante: junto a Paola Aguilar y en alianza con Esto No es Radio, acabamos de estrenar “Coger Rico & Amar Bonito”, un podcast donde repensamos las formas en que cogemos, amamos y nos relacionamos. Puedes encontrarlo en Spotify o en cualquier lugar donde escuches tus podcasts. ¡Ojalá te guste!

Los astrónomos han detectado señales de que nacen cada vez menos estrellas. Podría ser parte de un declive gradual del Universo y de todo lo que contiene. Pero ¿por qué? ¿Y cuánto deberíamos preocuparnos?
En las últimas dos décadas los astrónomos han ido notando pistas de que el cosmos tal vez ha pasado su mejor momento.
Una de esas señales es que menos estrellas han ido naciendo.
Ahora, eso no significa que el universo se está quedando sin estrellas. Hay estimaciones de que hay por lo menos un septimillón de ellas -eso es un número seguido de 24 ceros.
Pero los astrónomos creen que la producción de nuevas estrellas se está reduciendo.
El consenso científico actual es que el universo tiene una edad de 13.800 millones de años.
Las primeras estrellas se formaron poco después de que el Big Bang apareciera.
De hecho, el año anterior, el telescopio espacial James Webb halló un trío de estrellas en nuestra galaxia, la Vía Láctea, que se cree tienen una edad cercana a los 13.000 millones de años.
Las estrellas son esencialmente bolas gigantes de gas caliente que comenzaron su vida de la misma forma.
Ellas se forman en nubes enormes de polvo cósmico conocidas como nebulosas. La gravedad junta los gases, que eventualmente se calienta y se convierte en una estrella bebé, o como se le conoce, protoestrella.
A medida que el corazón de la estrella se calienta a millones de grados centígrados, los átomos de hidrógeno que están contenidos allí comienzan a agitarse para formar helio a través de un proceso llamado fusión nuclear. Esta reacción emite luz y calor y la estrella ahora está en una fase estable de “secuencia principal”.
Los astrónomos estiman que las estrellas en secuencia principal, incluido nuestro propio Sol, son aproximadamente el 90% de todas las estrellas del universo. El rango varía entre una décima parte hasta 200 veces la masa de nuestro Sol.
Eventualmente esas estrellas consumen su combustible y pueden tomar diferentes caminos en su manera de morir.
Estrellas con masas pequeñas como nuestro Sol entran en un proceso de desvanecimiento que puede durar miles de millones de años.
Para estrellas “hermanas” más grandes, con al menos ocho veces el tamaño del Sol, su final es más dramático: ellas se destruyen en una gran explosión conocida como supernova.
En 2013, un equipo internacional de astrónomos dedicados a estudiar las tendencias en la formación de estrellas afirmó que de todas las estrellas que iban a nacer en la historia del Universo, el 95% ya lo había hecho.
“Vivimos en un universo dominado por estrellas viejas”, dijo en ese momento el autor del estudio, David Sobral, en un artículo publicado en la revista Subaru Telescope.
En la línea del tiempo del universo, parece que su momento de mayor producción de estrellas ocurrió hace unos 10.000 millones de años, en un período conocido como el “Mediodía Cósmico”.
“Las galaxias convierten el gas en estrellas y lo están haciendo a una tasa decreciente”, explica el profesor Douglas Scott, cosmólogo de la Universidad de British Columbia en Canadá.
Scott es el coautor de un informe, que aún no se ha publicado, en el que se analiza información de los telescopios de la Agencia Espacial Europea, Euclides y Herschel.
Él y su equipo de investigadores espaciales fueron capaces de estudiar de forma simultánea cerca de 2,6 millones de galaxias, lo que fue posible gracias al mapa 3D del universo creado por la misión Euclides.
Los astrónomos estaban particularmente iuteresados en el calor que emiten las estrellas. Las galaxias con mayor tasa de formación de estrellas tienden a tener un polvo cósmico más caliente a medida que contienen estrellas más grandes y calientes.
El equipo halló que las temperaturas de las galaxias han ido disminuyendo en los últimos mil millones de años.
“Ya se nos pasó el momento de mayor formación de estrellas, y habrá cada vez menos formación de nuevas estrellas en el universo”, agrega Scott.
Es verdad que la muerte de las viejas estrellas puede llevar a la formación de nuevas usando el mismo material, pero no es tan simple.
Asumamos que tenemos una pila de materiales de construcción y la usamos para hacer una casa. Si queremos construir uno nuevo, podemos reciclar cosas de una casa vieja, pero no todo será útil.
“Eso significa que solo podemos hacer una casa más pequeña. Cada vez que hagamos una demolición, habrá menos materiales que sean útiles hasta que no se pueda construir nada”, señala Scott.
Eso es lo que pasa con las estrellas.
“Cada generación de estrellas tienen menos combustible para gastar y eventualmente no habrá suficiente combustible para hacer una estrella”, añade.
Y concluye: “Ya sabemos que las estrellas menos masivas son más comunes que las estrellas masivas en el universo”.
Los científicos han teorizado durante mucho tiempo que el universo llegará a su fin algún día. Simplemente no pueden estar seguros de cómo ni cuándo.
Una de las teorías más aceptadas actualmente es la muerte térmica.
También conocida como la “Gran Helada”, predice que a medida que el universo continúa expandiéndose, la energía se dispersará hasta que finalmente se enfríe demasiado para sustentar la vida. Las estrellas se alejan cada vez más, se quedan sin combustible y no se forman nuevas.
“La cantidad de energía disponible en el universo es finita”, explica Scott.
Pero antes de que mires con melancolía el cielo, la desaparición de las estrellas tomaría una cantidad astronómica de tiempo.
Scott estima que seguirán apareciendo nuevas estrellas durante los próximos 10 a 100 mil millones de años, mucho después de que nuestro Sol probablemente haya desaparecido.
En cuanto a la “Gran Helada”, podría tardar aún más: a principios de este año, astrónomos de la Universidad Radboud de los Países Bajos estimaron que el final llegaría en aproximadamente un quinvigintillón de años, es decir, un uno seguido de 78 ceros.
Hay tiempo de sobra, entonces, para apreciar las estrellas la próxima vez que haya una noche despejada.
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