¿Y si ayudamos a los adultos mayores a pagar sus servicios en línea? Tal vez no lo recuerdes, pero ellos te ayudaron básicamente, a existir.
Cuando no sabíamos más que babear, los adultos nos motivaron a dar nuestros primeros pasos, a escribir nuestro nombre y aun cuando llegaban cansados de trabajar, se sentaron con nosotros a repasar las sumas y las restas.
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Desafortunadamente, con la emergencia sanitaria, muy probablemente esa persona que te ayudó a ser el adulto que hoy eres, pertenece a uno o más de los grupos más vulnerables a contagiarse de Covid-19 y desarrollar síntomas graves.
Repasemos: como son personas de la tercera edad, con enfermedades cardiacas, con hipertensión arterial, o diabetes.
Lo grave aquí, es que muchos adultos mayores continúan saliendo de casa a pagar los servicios del hogar como el agua, la luz, el teléfono o el Internet, pues desconocen que tooodo eso se puede hacer desde un Smartphone o una computadora.
Y aquí es cuando te toca hacer tu entrada triunfal para enseñarles cómo hacerlo.
…Pero tranqui, no estás solo, para ello preparamos esta guía para que, con mucha paciencia, contribuyas a que los adultos mayores se cuiden, y cuiden a quienes están a su alrededor.
Primero lo primero, ¿cómo se paga cada cosa? Aquí lo tienes:
1.- Para pagar el agua en línea, lo primero que tienes que hacer es entrar al Sistema de Aguas de la Ciudad de México.
2.- Ahora, baja en el menú hasta encontrar la opción de ‘Pago de Agua en Línea’.
3.- Al dar click ahí, encontrarás dos opciones: ‘Pago de adeudo vigente’ y ‘Pago de adeudo vencido’.
4.- Elige el que se ajuste a tus necesidades.
5.- Por último ingresa tu número de cuenta, si no recuerdas que tienes pagos pendientes, la página te lo recordará.
6.- Enséñale dónde y cómo poner su número de tarjeta para que se realice el pago correctamente.
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Pagar la luz también es muy sencillo, lo único que tienes que hacer es:
1.- Entrar a la página de la Comisión Federal de Electricidad.
2.- Elige la opción ‘Pago en línea’.
3.- Crea tu usuario y contraseña para ingresar.
4.- Realiza el pago correspondiente.
El servicio de teléfono e internet en mi casa es Izzi, pero si en tu hogar (o el de los adultos mayores de tu adoración) tienen Telmex, en esta nota se especifica cómo pagarlo.
1.- Entra a la página del servicio o descarga la app para Android o iOS
2.- Ve a la opción de pago en línea
3.- Se desplegará un formulario en el que deberás, además de poner datos como nombre y dirección, domiciliar una tarjeta de crédito o débito para que se realice automáticamente el pago cuando llegue la fecha.
Sabemos que pagar los servicios en línea no es cosa de otro mundo, básicamente consisten en entrar a una página, crear una cuenta y poner el número de una tarjeta de crédito o débito, lo que nos cuesta, en realidad, es tener paciencia para hacerlo, ¿pero por qué?
La psicóloga Valeria Aldaco, maestra en psicología social, nos cuenta que la vejez está relacionada con la pérdida de funciones físicas, como caminar o hablar más lento, sin embargo, hay capacidades cognitivas y emocionales que se desarrollan con la edad, lo que forma un equilibrio en el desarrollo de los seres humanos, porque, SPOILER: nunca dejamos de aprender y es cierto que la vejez nos hace más sabios.
“Tenemos que entender que las personas mayores no se reducen, las situaciones sociales en las que están inmersas les dan nuevos aprendizajes”.
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Y es que por enésima vez, no tenemos que realizar actividades todo el tiempo para ser valiosos como seres humanos.
“En general lo que no se parece a un ideal de ser humano, generalmente se le tiene poca paciencia, como a los niños, los ancianos, las personas que no están dentro de los estereotipos de alguien productivo”.
Ok, nos queda claro que es importante que los adultos mayores aprendan a pagar sus servicios en línea, que es empoderador y justo en estos momentos de emergencia sanitaria es muy útil para que no arriesguen su salud, pero algo se nos olvida.
El internet también es para curiosear y divertirse a la edad que sea. La psicóloga Cecilia Bravo nos cuenta que ayudar a los adultos mayores en su actualización tecnológica favorece su bienestar de una forma integral.
La razón es que cuando le pierden el miedo a usar un Smartphone o una computadora, pueden descubrir nuevos pasatiempos que los hagan más felices.
“La tecnología es buena para ellos, no solo en la parte útil, también para distraerse y pasarla bien, hay juegos en línea que en estos momentos pueden ayudarles, si les enseñamos a usar la computadora. Es una forma de avanzar juntos”.
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Enseñar a un adulto mayor a navegar en la red, no solo se trata de disposición también de acceso. Según cifras del INEGI, la población de 55 años o más es la que menos usa internet.
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El 4.1% corresponde a las mujeres y 4.0% para los hombres, lo que está relacionado con cuestiones geográficas, como que en la ciudad es mucho más común utilizarlo, pero también económicas.
La psicóloga Frine Torres, nos explica que, para que la mayoría de los adultos mayores pudiera hacer pagos en línea, se necesitaría, en primer lugar, que tuvieran acceso gratuito a internet y a dispositivos como smartphones y computadoras.
Cuando eso ocurra, ya es posible dar los primeros pasos para la alfabetización digital, mientras tanto, si el adulto mayor en el que pensaste mientras leías esta nota, no tiene acceso a internet, ¿qué te parece ofrecerte a realizar los pagos por él?
Aunque claro, si está en tus posibilidades también sería una buena idea regalarle un kit con todo lo necesario para navegar en internet y enseñarle todo lo que hay por aprender.
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En la historia de Adela Velarde, que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
Adela Velarde Pérez fue las dos cosas.
Pero, como sucede con todos los mitos identitarios, en la historia de esta mujer que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
La imagen de Adela Velarde, jovencísima, de ojos grandes, mirando intensamente a la cámara bajo su enorme sombrero, agarrando una bandera mexicana en una mano y una espada en la otra, su diminuto cuerpo cruzado por un cinturón de balas, encarna la esencia de un espíritu nacional, de una identidad mexicana valiente y revolucionaria.
Ella representa a las miles de mujeres anónimas que se unieron a la Revolución mexicana (1910-1920) a las que se conoce como “adelitas”, y que consiguieron derrocar la dictadura de Porfirio Díaz.
El corrido de “La Adelita”, quizás el más famoso de toda la época de la revolución, se cantaba obsesivamente en los frentes y hoy se sigue escuchando, popularizado por cantantes como Jorge Negrete o Amparo Ochoa. Sin embargo, la historia de la “Adelita” original sigue siendo en parte un misterio.
Se sabe que nació en el estado de Chihuahua, probablemente en Ciudad Juárez, en el año 1900, en el seno de una familia acomodada.
Según la biografía que el gobierno de México tiene sobre ella, fue nieta del destacado general juarista Rafael Velarde, que luchó contra las tropas francesas.
Siendo aún adolescente se unió a las filas de la revolución, apoyando a la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca en labores de enfermería.
Formó parte de la División del Norte del Ejército Constitucionalista, y posteriormente se incorporó al Cuerpo de Ejército del Noreste.
El 22 de febrero de 1941, Velarde fue reconocida como “Veterana de la Revolución” por la Secretaría de Defensa Nacional mexicana y, según el Museo de la Mujer, fue nombrada miembro de la Legión de Honor Mexicana en 1962.
Al acabar la revolución trabajó en Ciudad de México como mecanógrafa en la administración de Correos. En 1965 se reencontró con un coronel que había conocido en sus años de lucha, Alfredo Villegas, con quien se casó en 1965.
Poco después, la pareja se mudó a Estados Unidos, donde vivió hasta su muerte en 1971, debido a un cáncer de ovario. Sus restos yacen en el cementerio de San Felipe, en Del Río, Texas.
Estas es, practicamente, casi la única información contrastada que se tiene de ella.
A partir de ahí, casi todo son relatos, más o menos fabulados, inspirados por el romanticismo de su personaje.
El mito la retrata como una muchacha valiente y bella, cuyos ideales revolucionarios la convirtieron en un ejemplo para otras mujeres que se unieron al alzamiento, a las que hoy se conoce como “adelitas” y que desempeñaron un papel fundamental en las guerrillas.
Pocos han descrito el papel de las “adelitas” de una forma más hermosa que la escritora Elena Poniatowska en su libro “Las indómitas”.
“Yo te doy agua. Yo llevo las ollas y las cazuelas para hacerte tu comida. Yo te despiojo. Yo te lío tu petate. Yo te lavo tu ropa. Yo junto la leña para hacer lumbre. Yo te aceito tu fusil. Yo te prendo tu cigarrito, y si no hay tabaco, te hago uno de macuche, aquí tengo hojas de maíz. Yo cargo tu Mauser y tus cartuchos. Yo cuido de que no se moje la pólvora. Yo te hago casa en el campo de batalla. Yo soy tu colchón de tripas. Yo tengo a tu hijo en la trinchera”.
Sin ellas, afirma la autora mexicana, no habría habido revolución. Muchas fueron llevadas por sus hombres, esposos, padres o hijos, al combate como apoyo. Otras fueron obligadas a participar por la fuerza y, aunque la mayoría ejercía apoyos básicos y de enfermería, algunas llegaron a tener cargos importantes.
Después de haber dado sangre, sudor y lágrimas en la batalla, con el fin de la guerra la mayor parte de estas mujeres regresaron a los antiguos roles que la sociedad les deparaba, y sus hisotrias de olvidaron.
Solo un puñado de nombres de “adelitas” han sobrevivido al anonimato de la Historia, entre ellos el de Adela Velarde, en gran parte gracias al corrido que lleva su nombre.
La versión más edulcorada de la historia de esta famosa canción, que se convirtió en símbolo de la revolución y responsable de que medio mundo hispanohablante no pueda escuchar la palabra “Adelita” sin tararear “se fuera con otro…”, la narra el historiador mexicano José Alberto Galindo.
Galindo es el autor del libro “Un cielo lleno de metrallas: La verdadera historia de la Adelita”, en el que relata la siguiente historia:
Velarde entró en el ejército revolucionario como enfermera, por lo que fue repudiada por su familia, que consideraba, como otras de su época, que las mujeres solo podían abandonar el hogar de su familia para casarse.
Al poco de unirse a la revolución, la joven conoció a Antonio Gil Del Río Armenta, sargento del ejército de Pancho Villa, y ambos mantuvieron un tórrido romance.
De acuerdo con algunos relatos no corroborados, ambos tuvieron un hijo, que más tarde moriría en la Segunda Guerra Mundial.
La historia de amor tuvo también un final trágico.
El sargento fue alcanzado por una bala en la ciudadad de Gómez Palacio, y murió en los brazos de su amada. Sin embargo, antes de fallecer, le pidió a su enamorada que mirara dentro de su petate, donde Velarde encontró un papel con la letra de la canción que se convertiría en un himno nacional revolucionario. Ella había sido su musa y sería su último amor.
¿Demasiado perfecto? Pues hay más.
Según Galindo, la letra de la canción no estaba completa, por lo que Gil Del Río Armenta le cantó allí mismo, y con su aliento postrero, la última estrofa, que Adelita apuntó en el papel de su puño y letra.
Algunas versiones dicen que esta última estrofa dictada al borde de la muerte fue la que dice: “Si acaso yo muero en campaña /y mi cadáver lo van a sepultar, /Adelita por Dios te lo ruego /que con tus ojos me vayas a llorar”.
Sin embargo, en una entrevista con el diario “Excélsior” en 1948, la propia Velarde confirmó que fue ella quien inspiró al compositor, aunque el corrido original solo contaba con tres estrofas:
“Popular entre la tropa era Adelita, /la mujer que el sargento idolatraba, /porque a más de ser valiente era bonita /que hasta el mismo coronel la respetaba.
Y si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar; /si por mar, en un buque de guerra /si por tierra, en un tren militar.
Si Adelita quisiera ser mi esposa, /si Adelita fuera mi mujer, /le compraría su vestido de seda /para llevarla a bailar al cuartel”.
El historiador Galindo afirma, además, que el “coronel” que menciona la canción es, para rizar más el rizo, hombre con el que finalmente se casó Adela Velarde en 1965, Alfredo Villegas.
Sin embargo, existen diferentes versiones sobre el origen de la canción que, según la Secretaría de Defensa Nacional (SDN) mexicana, fue difundida por la División del Norte entre 1914 y 1915.
Según el libro “Las Fuerzas Armadas en la Revolución Mexicana”, editado por la SDN en 2013, algunos atribuyen su autoría al joven capitán Elías Cortázar Ramírez, otros a un tal Ángel Viderique.
Otra interpretación afirma que se trata de una canción anónima que el general Domingo Arrieta y sus tropas escucharon en el estado de Sinaloa, y otra más que el mismo general Arrieta se la encomendó a un maestro de su banda militar, Julián S. Reyes, para que la escribiera y la instrumentara.
Pero en la creación de los mitos el relato es importante, y una buena historia de amor trágico siempre será más potente que un anodino encargo.
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