Daphne* lo supo de inmediato: con 19 años, recién iniciada la universidad y sin dinero y trabajo estable ¿cómo continuar un embarazo? “No iba a tener el apoyo de mi familia, tal vez sí de mi papá, pero de mi familia no; tampoco iba a seguir estudiando, el futuro que quería no se iba a poder”, dice. Decidió abortar.
Su pareja no estuvo de acuerdo, pero la apoyó y acompañó durante el proceso.
Dos jóvenes de 19 años buscando hasta por debajo de las piedras el dinero suficiente para ir a una clínica privada, “me daba miedo practicarme el aborto en una institución de gobierno”, recuerda Daphne casi ocho años después.
A las dos semanas de gestación supo que estaba embarazada. Reunir los más de 3 mil 200 pesos para ir a una clínica privada de la Ciudad de México les llevó poco más de un mes.
“Decidí que el procedimiento fuera por pastilla, cuando tuvimos el dinero completo ya tenía mes y medio de embarazo. Pasó bastante tiempo”, relata Daphne, ahora de 27 años. “Me dijeron que ya había crecido un poco, me explicaron los riesgos y me dijeron que me mantendrían monitoreada”.
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Como ella, 240 mil 916 mujeres han interrumpido su embarazo de forma segura en la Ciudad de México desde abril de 2007, cuando se legalizó el aborto en la capital del país, hasta septiembre de 2021, según estadísticas públicas del gobierno local.
Para ella, el proceso, además de doloroso, fue de mucha soledad.
“Aunque no estaba tan a favor, mi pareja lo entendió y me acompañó. Tuve esa fortuna porque muchas chavas no tienen ese apoyo. Mis papás jamás se enteraron, nadie de mi familia. La recuperación fue difícil porque me sentía mal, más allá del procedimiento, psicológicamente me pegó bastante. Hasta que fui a terapia empecé a salir adelante y hacer mis cosas”, explica.
Las emociones pueden fluir dependiendo del contexto familiar, social cultural y político en el que nos desarrollamos.
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Parece una respuesta ambigua, pero es así: las niñas, adolescentes, mujeres o personas menstruantes que se desarrollan en una familia que valora sus opiniones, que las impulsa a tomar sus propias decisiones y que pueden tener la confianza de compartir sus emociones, podrán tomar una decisión, no solo más informada, sino también realizar un “balance decisional” sobre qué quieren y qué no quieren en sus vidas.
Esto lo explica la psicóloga clínica por la UNAM, Olivia Ortiz, fundadora de la intervención Acompañamiento Después de un Aborto Seguro (ADAS).
“No conozco a mujeres que no consideren que esta decisión sea difícil”, dice la experta quien desde hace 26 años trabaja como consultora de salud sexual y reproductiva. “Habría que separar entre la dificultad y lo que es una decisión correcta (para sí mismas). Para la mayoría de las mujeres recibir la noticia de un embarazo no planeado y pensar en la posibilidad de abortar, es difícil”.
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Pero ojo: que sea difícil no significa que no tengan claro lo que desean hacer con respecto a su cuerpo.
Como el caso de Daphne, quien supo desde el principio que no deseaba continuar con el embarazo.
Entonces, ¿por qué provoca tanto conflicto? “En el contexto social que vivimos se pone el énfasis en lo negativo, cuando en realidad también hay emociones positivas que tenemos que reconocer”, explica Olivia Ortiz, quien también se ha especializado en estudios en psicoanálisis, feminismo y género en el Colmex.
“Hay estudios que documentan que las mujeres que han podido hacer un balance decisional y tienen la confianza de tomar decisiones sobre su vida, se sienten aliviadas, puede haber preocupación, pero saben que están tomando la decisión correcta y, en ese sentido, sentirse seguras”, dice la experta.
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En un inicio, puede haber enojo, frustración y miedo, sobre todo en contextos restrictivos, tanto legal como socialmente, también se puede experimentar preocupación ante la imposibilidad de comunicarlo a su familia, amigas o pareja.
“También hay muchas mujeres que se pueden sentir tristes, aisladas o pueden sentir angustia y ansiedad que las puede poner con insomnio, con malestares que seguramente han sentido por primera vez en su vida”, dice Olivia Ortiz y explica que esto se debe, principalmente, a que las mujeres viven en un entorno en el que no se les reconocen sus malestares y no tienen acompañamiento en momentos difíciles.
Puede haber arrepentimiento. Daphne, por ejemplo, dice que el proceso para ella fue traumatizante por el dolor que experimentó y también que, años después, su pareja se lo recriminó.
“Pero al final es nuestro cuerpo, es nuestra decisión y sabemos qué es lo mejor para nosotras. Si estamos seguras de no tenerlo, es mejor un aborto”, dice la joven de 27 años.
Sobre el sentimiento de arrepentimiento, Olivia Ortiz explica que generalmente sucede en personas que no tuvieron la oportunidad de hacer su balance decisional y, algo muy importante, “hay un binomio de silencio-soledad que no ayuda”.
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“Otro elemento que también se conjuga es que pueden vivir con trastornos psicológicos previos que no fueron atendidos” como depresión, algún tipo de violencia experimentada, trastornos alimenticios, que tras vivir un episodio traumático, como el aborto, se extrapolan. “Es importante no colgarle todo al aborto”.
Muchas de estas mujeres, explica Olivia Ortiz, no tienen un espacio de contención emocional y comprensión para entender sus heridas emocionales previas al proceso de embarazo-aborto.
Una vez que la decisión ha sido tomada, es importantísimo saber que para el proceso existe un protocolo que inicia con un ultrasonido, pero ojo: si lo que buscas es una interrupción del embarazo el personal médico no debe provocar que escuches la frecuencia cardiaca del embrión.
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Y entonces, ¿para qué un ultrasonido? La ginecóloga Yoalli Palma, explica que es necesario para determinar:
Después del ultrasonido, ahora sí, hay que saber las opciones del tratamiento a seguir seguir, que puede ser con medicamentos o medicamento más vía quirúrgica.
Para la interrupción legal del embarazo (ILE) con medicamento hay dos esquemas:
Mientras que para la ILE que además debe incluir la vía quirúrgica, se puede optar por el legrado o una aspiración.
La médica Yoalli Palma explica que entre más avanzado esté el embarazo, más o menos a partir de las 10 semanas, más probabilidad hay de que éste no se logre interrumpir completamente con medicamento, por lo que se requerirá, además, la vía quirúrgica.
“Esto sí quiero recalcarlo: en ningún caso de interrupción se ‘desmiembra’ el embrión. Más bien, después lo que se raspa son las membranas y el tejido de la placenta. Nunca es nada del embrión”, puntualiza.
Esto es importante saberlo, pues muchas personas antiderechos utilizan este tipo de discursos para infundir miedo, pero se cae en la desinformación.
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Depende del umbral del dolor de cada persona, pero en general, sí, sí duele.
Para eso puedes tomar los analgésicos que sean necesarios para que aminore el dolor. Si tu médico no te receta alguno, puede caer en violencia de género.
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Eso es maltrato, tanto desde el término de maltratar a una persona como de un mal tratamiento y, explica Yoalli, tú puedes pedir los analgésicos que necesites.
Y entonces, ¿qué pasa con mi cuerpo cuando aborto o qué efectos sentiré?
La ventaja de tomarlos es que puedes estar en casa, acompañada de las personas en quienes confías.
“Por probabilidades es posible que sólo con el tratamiento médico se logre interrumpir el embarazo”, explica muy puntualmente Yoalli y agrega que “actualmente usamos un régimen en el que la mifepristona, que es la pastilla que primero te tomas, técnicamente no causa síntomas y uno o dos días después te colocas el misoprostol, pero es un tercio de la cantidad que te colocarías si sólo se utiliza el misoprostol”.
Así que la combinación miso + mifepristona es mucho más amable para el cuerpo de las mujeres y personas con capacidad de gestar pues se consume menos medicamento y la tasa de éxito es mayor.
Altera los receptores de la progesterona, provocando que sea mucho más sensible el uso de misoprostol.
“Es más rápida la dilatación, son más rápidas las reacciones con mucho menos dosis de misoprostol”, explica Yoalli. “Te tomas la pastilla vía oral y hasta el día siguiente o dos días después empiezas con las dosis de misoprostol, que son una tercera parte de lo que normalmente sería”.
Lo que hace el miso es algo que las médicas llaman madurar el cuello uterino o adelgazar el cuello uterino, es decir, que el cuello del útero se empieza a abrir, mientras que el útero se contrae.
Entonces, la mifepristona hace que esas contracciones sean más efectivas y el cuello uterino se abra de una forma más eficaz, explica la ginecóloga.
“Es importante aclarar que cuando hay una interrupción vas a tener mucho sangrado, cólicos, vas a sacar coágulos, tejidos de carne, vas a sentirte mal (…) cuando estás expulsando el dolor aumenta y, al terminar de expulsar todo, es después como una menstruación”, relata Yoalli Palma.
Es importante hacer hincapié: cada persona es diferente. Pero si en algún momento se alteran los signos vitales, es decir, mareos intensos, desmayos o te caes al intentar caminar o pararte, es importante llamar a tu médico o ir al hospital.
“El sangrado será el doble de lo que menstrúas normalmente, y tiene que ser en un período de una hora que expulses todo eso, pero si después de expulsar los coágulos continúa siendo abundante el sangrado, no para y en lugar de disminuir empieza a aumentar, entonces es un dato de alarma para ir a revisar”, dice la médica Yoalli Palma.
Es decir: tras el sangrado y la expulsión de coágulos y tejido, si el sangrado no para y se afectan tus signos vitales, lo mejor es llamar a tu médica.
Si vives con el síndrome del ovario poliquístico, debes ir con con tu ginecóloga, pero si tu período menstrual es de mes a mes, “te tiene que volver a bajar 45 días después del aborto o legrado”, dice Yoalli.
Eso sí: la ovulación puede ocurrir en cualquier momento y si tienes relaciones sexuales te puedes volver a embarazar.
Algo muy importante a destacar, explicó la especialista, es que después de dos abortos, ya sean inducidos o espontáneos, las mujeres o personas menstruantes tienen una tasa de infarto más alta después de los 50 años, por lo que es importante mencionarlo a su médica de cabecera.
¿Tienes alguna otra duda sobre qué pasa con mi cuerpo cuando aborto? Cuéntanos y las podemos responder para ti.
*El nombre se modificó para proteger la identidad de la entrevistada.
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La comunidad cristiana en Ciudad de Gaza dijo que no acatará la orden de desplazamiento del ejército israelí. El padre Musleh, de la Iglesia Griega Ortodoxa, describió el intento de expulsarlos de sus lugares de culto como un “atroz crimen de lesa humanidad”.
Ramez Al-Souri vive en la iglesia ortodoxa de San Porfirio en la Ciudad de Gaza.
Perdió a 12 miembros de su familia, incluidos tres de sus hijos, en el mismo lugar el 19 de octubre de 2023, tras un ataque aéreo israelí que tuvo como objetivo la tercera iglesia más antigua en uso, después de la Iglesia de la Natividad en Belén y la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén.
Sin embargo, el afligido padre insiste en quedarse y no ser desplazado, a pesar de las órdenes de evacuación emitidas recientemente por el ejército israelí a los residentes de la ciudad.
“Estamos aquí, entre familiares, amigos y seres queridos. Juntos hemos enfrentado todos los actos de violencia a los que hemos estado expuestos desde el comienzo de la guerra. Las iglesias fueron atacadas directamente, lo que provocó el martirio de muchos de mis familiares e hijos”, afirmó al programa de radio “Middle East Diaries”, “Diarios del Medio Oriente”, emitido por la BBC.
“Les hablo a pesar de mi enfermedad, mi dolor y la pérdida de mis hijos, porque las escenas de destrucción sin precedentes en los barrios de Sabra y Zeitoun no son un buen augurio”, afirmó.
“Ciertamente, todos nosotros, como cristianos y desplazados en la iglesia, tememos que vuelva a ser atacada. Sin embargo, acataremos la decisión tomada por el Consejo Supremo de la Iglesia para los Cristianos en Jerusalén de no ser desplazados de la ciudad de Gaza”.
Al-Souri enfatizó que la Iglesia es quien toma las decisiones correctas para los cristianos, y que todos los miembros de la comunidad cristiana están comprometidos con las decisiones eclesiásticas más importantes tomadas por el Patriarcado Ortodoxo Griego y el Patriarcado Latino en Jerusalén.
El ejército israelí ordenó el miércoles la evacuación de la Iglesia Ortodoxa Griega de San Porfirio y su complejo en la ciudad de Gaza, según el diario israelí The Times of Israel.
Estos acontecimientos ocurren mientras el ejército israelí se prepara para llevar a cabo una evacuación a gran escala de civiles de la ciudad de Gaza, como preparación para una ofensiva militar más amplia destinada a capturar la ciudad más grande de la Franja.
Por su parte, el padre Issa Musleh, portavoz oficial del Patriarcado Griego Ortodoxo de Jerusalén, declaró que la determinación de no desplazarse fue una decisión directa del Patriarca Teófilos III, Patriarca de Jerusalén, Toda Palestina y Jordania, y del Patriarca Latino de Jerusalén.
El padre Musleh enfatizó que el comunicado de prensa emitido por ambos patriarcados tiene como objetivo “prevenir el desplazamiento de los cristianos en particular, y de los palestinos en general, de Gaza”, para frustrar lo que denominó “intentos israelíes de apoderarse de la tierra y vaciarla de sus habitantes”.
Los Patriarcados Griego Ortodoxo y Latino de Jerusalén declararon en un comunicado conjunto publicado el martes pasado: “Abandonar la ciudad de Gaza e intentar huir hacia el sur equivaldría a una sentencia de muerte para ellos”. Por esta razón, los religiosos han decidido quedarse y seguir cuidando de todos los que permanecen en los dos complejos.
El padre Musleh señaló en su discurso que, “a pesar de la decisión del ejército israelí de expulsar a los cristianos del Monasterio de San Porfirio y de la Iglesia de Santa Porchinia, el clero ortodoxo, junto con las masas cristianas, se negó categóricamente a irse, insistiendo en que su deber era cuidar del pueblo palestino, ya que estos monasterios e iglesias albergan a palestinos desplazados, tanto musulmanes como cristianos”.
El clero ortodoxo decidió unánimemente permanecer en los monasterios e iglesias para “frustrar el plan de desplazamiento y preservar el valioso patrimonio que heredaron de sus padres y abuelos”.
El padre Musleh describió el intento de expulsarlos de sus lugares de culto como un “atroz crimen de lesa humanidad”, según sus declaraciones.
Y concluyó su discurso diciendo: “Seguimos de cerca la situación porque estamos realmente preocupados por la situación en la ciudad de Gaza, pero por muy difíciles que sean las circunstancias, no los abandonaremos. Esta es nuestra decisión final”.
Por su parte, el padre Abdullah July afirmó: “Los cristianos en Palestina y el Oriente árabe en general no son sectas, sino parte integral del pueblo árabe palestino y de los pueblos árabes de la región. Desde esta perspectiva, nosotros, como pastores, debemos ayudar a los cristianos a sobrevivir, porque la supervivencia y la perseverancia son resistencia contra el objetivo que el ejército israelí pretende imponer, que es apoderarse de la tierra sin su pueblo”.
El padre July advirtió que, sin los árabes cristianos en esta región, las iglesias y los monasterios se convertirían en meros museos y santuarios para lamentar en las ruinas a un pueblo desplazado.
Elias Al-Jilda, desplazado de la iglesia y miembro del Consejo de Representantes de la Iglesia Ortodoxa Árabe de Gaza, señaló: “Quedarse es una realidad. La realidad es que hay cientos de desplazados en este lugar que no pueden ser abandonados, además de varios niños con discapacidad que no podrán ser trasladados si se implementa la decisión de desplazamiento”.
Según Al-Jilda, la mayoría de quienes se encuentran en los templos cristianos de la ciudad de Gaza son mujeres, ancianos y niños con discapacidad que fueron desplazados de sus hogares hace unos dos años y buscaron refugio en estas iglesias tras la destrucción de sus hogares.
“La iglesia decidió que no nos iríamos, porque les resulta imposible irse y abandonar a las personas, especialmente a las personas con discapacidad y a los ancianos. No es ni religioso ni humano dejarlos solos a enfrentar lo desconocido. Esto equivale a una sentencia de muerte”, agregó.
Como cristiano palestino, Al-Jilda afirmó que nunca consideraría irse, porque desplazarse al sur significaría partir hacia lo desconocido y hacia un mundo de pérdidas insoportable. “Nacimos en la Ciudad de Gaza y estamos acostumbrados a vivir allí. No conocemos otro hogar que la Ciudad de Gaza”.
“Si la muerte es inevitable, que sea dentro de la iglesia. No elegimos entre la vida y la muerte, sino entre la muerte y la muerte”.
Esta firmeza cristiana en Gaza no es simplemente un rechazo al desplazamiento. Es un mensaje claro al mundo de que la presencia cristiana en Tierra Santa es parte integral del tejido social palestino, y que las iglesias no son meros edificios, sino refugios y símbolos de humanidad.
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