Cuando paseas por tus avenidas favoritas, ¿te has preguntado quienes son las personas que se encargan de limpiar las calles de la CDMX?
Todos los días, el personal de limpieza barre y recoge la basura que se encuentra en las calles de Ciudad de México o dentro del Sistema de Transporte Colectivo Metro.
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Los motivos de por qué lo hacen y bajo qué condiciones realizan su trabajo son parte de lo que documentó la cineasta Luciana Kaplan en su nueva película Tratado de Invisibilidad.
Luciana Kaplan es directora de cine y guionista conocida por obras como La Vocera (2020), Rush Hour (2018), La revolución de los alcatraces (2013) o con la producción de Presunto culpable (2008).
La precariedad y la desigualdad son temas que maneja en sus documentales. Tratado de Invisibilidad es una película que no se queda atrás al denunciar la carencia que viven estas personas, la subcontratación laboral y las violencias que las mujeres denuncian al limpiar los espacios públicos de la capital mexicana.
“Son temas que siempre me interesan y cuando me enteré que había todo un grupo de personas que limpian nuestra ciudad, que mantienen ordenados nuestros espacios públicos, que están en esta situación de precariedad tan brutal y que estaban subcontratados (…) me indignó”, declara Luciana Kaplan en entrevista para Animal MX.
Filmar Tratado de Invisibilidad implicó una serie de retos, entre ellos uno de los que más preocupaba a la directora fue que las mujeres que dieran su testimonio no fueran violentadas por dar a conocer sus casos.
Para proteger sus identidades, la directora se apoyó con el trabajo de actrices que dieran personifican esos testimonios.
“Encontrar a las personas que sí estaban dispuestas a hablar y que no las ponía en demasiado peligro. Todas están un poco amenazadas de que no pueden hablar. Hasta ahí llega la invisibilidad, porque ni siquiera pueden expresar lo que les pasa porque las corren, son amenazadas. Incluso, algunas, me decían que las mandaban a golpear”, confiesa la directora.
Kaplan señala que hay una violencia desbordada para quienes se dedican a limpiar la CDMX, por ello, tuvo una serie de cuidados para que las entrevistarlas no las hiciera recibir todavía más violencia.
Además de proteger la identidad de las personas que protagonizan el filme, Luciana Kaplan se dedicó a investigar y filmar con mucho cuidado durante casi un año durante la pandemia.
La filmación la hizo, primero, con un teléfono y a la distancia. Poco a poco las fue conociendo, hasta entrevistarlas a cámara.
“Fue un trabajo arduo de ir a buscar a todas estas voces y ver lo que estaba pasando (…) para que la película no generara más precariedad y más violencia. Al contrario, sino que a partir de ella se abriera una discusión y cambiara las cosas”, señala.
Tratado de invisibilidad se desarrolla en las calles de la Ciudad de México, principalmente, por ser el espacio público donde hay más personas limpiando.
“Todo el día, si ponen atención, verán a estas personas con chaleco verde por toda la ciudad barriendo y limpiando sin cesar, de día y de noche. La calle y las ciudades son un escenario importante”, cuenta.
Otro espacio que retrata la cineasta es el metro, por tratarse de un espacio con una de las peores políticas laborales. Kaplan lo describe como “el último círculo del infierno”, llegar ahí y ver que tienen la situación laboral más precaria.
Por ejemplo, cuenta la directora, “la mujer que entrevisté del metro era muy peligroso que hablara frente a cámara y ahí es donde surge la idea de trabajar con actrices”.
El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México ‘Benito Juárez’, es parte de los escenarios que forman parte del documental. Se trata de un espacio público donde hay gente limpiando.
“Siempre me llamó la atención las mujeres que trabajan dentro del baño y están todo el día ahí. Es un trabajo muy pesado y la gente no las ve, rara vez veo que se acerquen a ellas. Hay un tratado de mucha distancia y siempre me producía mucha angustia ver a estas personas en esos espacios tan pequeños”, admite.
Por último está la Cineteca Nacional, un sitio donde el cine está dentro del cine.
“El cine y la limpieza, dos piezas a ver la película y ves reflejado que, ahora que estás ahí, tienes que pensar que cuando salgas alguien va a limpiar ese espacio que también se limpia”, señala.
Lucia Kaplan reiteró que escogió estos cuatro lugares porque los considero espacios idóneos para presentar un abanico de historias sobre la situación laboral en que se encuentran las personas que trabajan en la limpieza.
La falta de un contrato laboral es también la principal precariedad que Luciana Kaplan denuncia en Tratado de invisibilidad, esta situación es una muestra sobre cómo muchas de estas personas “no fueran parte de ese trabajo”.
Además, las empresas que tienen bajo subcontratación al personal de limpia no les dan las herramientas de trabajo o se las dan en un muy mal estado. Esta situación hace que ellas mismas las tengan que adquirir.
“Eso es algo que me dijeron todas las personas de limpia tanto en la calle, el metro y el aeropuerto. A todas les daban utensilios rotos o echados a perder y ellas mismas, para que no las regañen, tienen que comprar sus propios productos y ganan un salario muy mínimo. Eso me pareció el colmo”, denuncia.
El documental muestra cómo las personas de limpia en la Ciudad de México trabajan con una serie de precariedades, desde usar guantes viejos, levantar la basura con pedazos de cartón o meter las manos en las fuentes sucias para sacar más residuos.
La violencia de género y el acoso es otro de los temas que denuncia la directora en la película al señalar que muchas mujeres tienen que cuidarse y defender se supervisores o de algunos empleadores que se aprovechan de su poder y que no pueden quejarse de ello.
La última invisibilidad que retrata el filme es el no tener con quién expresar lo que sucede en su espacio laboral al no saber con quién hablar porque no hay una cara de la empresa que las apoye.
Aunque hay supervisores, señala Kaplan, las trabajadoras no saben quién está detrás de la empresa porque, cada año, las empresas cambian para protegerse y no generar antigüedad.
“Hay detalles muy pequeños que están en la película [como] los uniformes que llevan los tienen que compartir y no los lavan. Es un descuido y una indolencia que son de las cosas que más me empujaron para contar esta historia porque nos hemos acostumbrado a este tipo de maltratos. No es normal”, añade.
El documental Tratado de invisibilidad ya se encuentra en cines desde el pasado 21 de noviembre. Consulta las salas y los estados en las que se proyecta en el país aquí.
Falleció la actriz a quien se considera en México como inspiradora del cineasta Luis Buñuel. En su carrera se cuentan más de 100 películas y decenas de obras de teatro.
“Yo escogí a Buñel, no él a mí”. De eso presumía hace años la actriz mexicana Silvia Pinal.
“Me enamoré de su cine, de su humor negro, de su manera de ser y supe que no descansaría hasta ser dirigida por él y lo logré”, dijo en una entrevista concedida al diario La Jornada.
Se trató de una declaración sorprendente que se recuerda ahora tras su muerte.
Pinal contaba la historia de cómo se filmó Viridiana, en 1961, una de las obras maestras del cineasta español y la primera cinta mexicana que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes.
Pinal murió este 28 de noviembre a los 93 años en Ciudad de México donde estaba hospitalizada desde el 21 de noviembre por una infección urinaria.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, lamentó el fallecimiento de la actriz a la que definió como “parte de la memoria cultural de México”.
“Muchas generaciones de mexicanas y mexicanos crecimos admirándola”, escribió Sheinbaum en sus redes sociales.
En la autobiografía de Pinal, Ésta soy yo. Silvia Pinal, la actriz recordaba que la filmación fue una especie de regalo de bodas de su entonces marido, el empresario Gustavo Alatriste.
La pareja viajó a España para contactar a Buñuel, a quien encontraron en su pueblo natal Calanda, en la provincia de Teruel. Pinal los presentó.
“¿Y él quién es, productor, director?”, preguntó. La actriz respondió: “No, don Luis, es mi marido y es mueblero”.
Intrigado, Buñuel insistió: ¿por qué un vendedor de muebles quería hacer cine?
“Porque me ama”, fue la respuesta. “Ah”, dijo el director. “Es una muy buena razón”.
Alatriste pagó 150 mil pesos de entonces al cineasta por la película. Ése fue el regalo de bodas para su esposa.
Y Viridiana es la cinta por la que más se la recordará y la que la consagró como actriz.
A Silvia Pinal se le consideraba “la última gran diva de México” y entre las razones para la definición destacan las películas Viridiana, El ángel exterminador y Simón del Desierto.
Fue una de las actrices que más filmó con el cineasta español.
En México la llamaban “la musa de Buñuel”.
Pinal nació en en 1931 en el puerto de Guaymas, Sonora, en el noroeste del país.
Por el trabajo de su padre, un exmilitar, vivió en varios lugares antes de asentarse definitivamente en Ciudad de México, donde a los 14 años consiguió su primer empleo como secretaria en un laboratorio farmacéutico.
En 1948, debutó en su primera película con un papel pequeño en Bamba, y a partir de ese momento filmó más de 100 cintas en México y otros países.
Silvia Pinal fue una actriz versátil: lo mismo interpretó a una ingenua chica consentida de familia adinerada, que a mujeres seductoras en busca de conquistar hombres millonarios.
En su filmografía abundan las comedias ligeras o de estilo comercial, con las que obtuvo varios reconocimientos y la volvieron muy popular en México.
De acuerdo con especialistas tuvo un papel central en el estilo de cine que nació en la década de los 50 y cuyo tema más frecuente fueron historias desarrolladas en las ciudades, a diferencia de otros períodos cuando los guiones se basaban sobre todo en la vida del campo.
Fue un contexto distinto que requería, también, de otro tipo de actrices.
“Más que campo, arrabal o barrio debían sugerir una sensualidad más sofisticada, desbordante”, escribió el historiador Felipe Mera en la revista Veredas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Era una imagen que causaba controversia.
En 1961, por ejemplo, el gobierno de España encabezado por Francisco Franco prohibió la exhibición de Viridiana después de que el diario italiano L’Osservatore Romano la calificó como “blasfema”.
Pinal contaba que las autoridades españolas ordenaron confiscar todas las copias de la cinta, pero amigos de la actriz enterraron en su jardín un par y ella misma llevó a México de contrabando otras tres.
Por eso fue posible que Viridiana se exhibiera en América Latina.
Aunque en México muchos destacan especialmente la belleza de Silvia Pinal, también hay otros momentos que ahora se recuerdan.
Uno de ellos es el período entre 1991 y 2000 cuando la actriz fue sucesivamente diputada federal, asambleísta del Distrito Federal y senadora, postulada siempre por el entonces gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En ese lapso impulsó algunas legislaciones que tuvieron poco éxito, como una propuesta para endurecer sanciones a la reventa de boletos de espectáculos, y modificaciones a la Ley de Cinematografía.
Además fue secretaria general de la Asociación Nacional de Intérpretes, la Asociación Nacional de Actores y promotora de obras musicales en teatros del país.
También protagonizó varias polémicas. En 2000 tuvo que exiliarse durante casi un año en Miami, pues en México fue acusada de malversar fondos de la Asociación Nacional de Productores de Teatro (Protea), que ella fundó.
El aspecto personal de la última diva de México no fue tan exitoso.
Durante varios años Silvia Pinal padeció un glaucoma que le obligó a cancelar presentaciones y alejarse durante un tiempo de los escenarios.
Pero lo más grave ocurrió con su familia. Una de sus hijas, la cantante de rock Alejandra Guzmán, estuvo a punto de morir por complicaciones de una cirugía plástica mal practicada.
Antes, en 1982, había muerto otra de sus hijas, Viridiana, de 18 años de edad, en un accidente automovilístico en Ciudad de México.
Cinco años después falleció su nieta en la piscina de su casa. La niña de 2 años se llamaba igual que su tía.
Fue una de las mayores paradojas para la actriz: Viridiana, el nombre que representó la gloria en su carrera, fue también el mayor dolor en su vida.
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