¡Por fin! Luego de lo que se sintió como una espera eterna, finalmente llegó el estreno de la temporada 3 de The Mandalorian este 1 de marzo.
La nueva temporada de la serie más popular de Star Wars contará con 8 episodios que serán estrenados cada miércoles a las 02:00 horas de CDMX (o sea, te tendrás que desvelar si los quieres ver apenas salgan).
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Recordemos que para esta temporada, la mayoría del reparto principal continuará en The Mandalorian: Pedro Pascal seguirá siendo Din Djarin, Katee Sackhoff regresa como Bo-Katan, Giancarlo Esposito interpretará nuevamente a Moff Gideon, Carl Weathers como Greef Karga y seguro veremos a Rosario Dawson como Ahsoka Tano -quien pronto tendrá su propia serie-.
Aún no sabemos si Mark Hamill volverá a aparecer como Luke Skywalker (aunque es altamente probable que sí), pero de quien sí está confirmado que no regresa es Gina Carano. La actriz que le dio vida a Cara Dune fue despedida de la serie luego de publicar mensajes de odio en sus redes sociales.
Y ahora, si no te acuerdas bien bien en qué se quedaron las cosas, acá te decimos lo que debes saber antes de ver el estreno de la tercera temporada de The Mandalorian.
¡Ojo! Hay algunos spoilers de El Libro de Boba Fett y el final de la temporada 2 de The Mandalorian.
Si fuiste de las personas a las que le dio flojerita ver El Libro de Boba Fett -la otra serie de mandalorianos en Disney Plus-, lamentamos decirte que te perdiste de acontecimientos cruciales para la nueva temporada de The Mandalorian.
Como tal vez recuerdes, al final de la segunda temporada, Din Djarin, Grogu (alias Baby Yoda) y compañía, fueron rescatados de una muerte segura por nada más y nada menos que el mismísimo Luke Skywalker.
Luego del heróico rescate, Luke les dice que llegó ahí gracias a la Fuerza y que iba a ayudar a Grogu a convertirse en un Jedi. Djarin aceptó y dejó ir a Baby Yoda con Skywalker.
Hasta ahí nos habíamos quedado con que Grogu estaba separado de Mando y luego, en el tráiler de la temporada 3 los volvimos a ver juntos.
Pues bueno, en el Libro de Boba Fett vimos que Baby Yoda decide regresar con Pedro Pascal y dejar su entrenamiento Jedi.
En esa serie, Din Djarin le lleva una armadura de Beskar a Grogu en el planeta donde Luke construía su academia Jedi junto con Ahsoka Tano y donde estaba entrenando a Baby Yoda.
Luke, al ver el regalo de Mando, le da a escoger a Grogu entre una espada láser (que simboliza quedarse con los Jedi) y la armadura de mandaloriano, por lo que el pequeño alien se veía en una encrucijada.
Más adelante, Djarin viaja a Tatooine para ayudar a Boba Fett a terminar con la amenaza del Sindicato Pyke que buscaba controlar el planeta, y cuando todo parecía perdido, Grogu llegó para ayudarlos en la pelea.
Djarin, al ver a Grogu, se sorprende porque creía que el pequeño seguiría entrenando para ser un nuevo Jedi, sin embargo, Baby Yoda eligió el camino de los mandalorianos.
También durante El Libro de Boba Fett, vimos que Din Djarin fue desterrado de los mandalorianos luego de que admitiera haberse quitado el casco frente a alguien más.
Esto ocasiona que el cazarrecompensas/niñero se quede fuera de su clan, por lo que ahora, en la temporada 3 de su serie, deberá viajar a Mandalore (planeta de los mandalorianos) y bañarse en las aguas vivientes de ese lugar, que es la única manera en la que puede ser admitido nuevamente en su clan.
Ahora sabes lo más importante antes de pasar a la nueva temporada de The Mandalorian y recuerda, que la Fuerza te acompañe y este es el camino.
El llamado “dolor de helado” es una expresión de procesos neurológicos complejos. Lejos de ser banal, podría ayudar a entender mejor los umbrales de dolor y la predisposición a trastornos neurosensoriales más amplios.
Según la Clasificación Internacional de Trastornos de Cefalea, se trata de una “cefalea por estímulo frío”, también conocida con el nombre de dolor de cabeza por helado (en inglés brain freeze). Y aunque parezca trivial, revela una sorprendente complejidad neurológica y médica.
En los últimos años, varias investigaciones han revelado que este pequeño “dolor de verano” podría enseñarnos sobre el tratamiento de las migrañas, las reacciones cerebrales al frío e, increíblemente, cómo proteger al cerebro en situaciones críticas.
El brain freeze es el dolor frontal o temporal de corta duración, que puede ser intenso, inducido en personas susceptibles por el paso de material frío (sólido, líquido o gaseoso) sobre el paladar y/o la pared faríngea posterior.
Este cambio de temperatura tan brusco provoca una vasoconstricción, seguida de vasodilatación en los vasos sanguíneos de la zona. El nervio trigémino, que conecta el rostro con el cerebro, interpreta este cambio como una amenaza térmica, y lanza una señal de “dolor” al cerebro.
Lo curioso del caso es que ese dolor no lo sentimos en la boca, sino en la frente o las sienes. Es lo que se llama dolor referido: el cerebro malinterpreta la fuente del estímulo, algo muy común en otros tipos de dolor visceral.
Un artículo publicado en Critical Care Medicine en 2010 –con el provocador título “Can an Ice Cream Headache Save Your Life?” (¿Puede un dolor de cabeza por helado salvarle la vida?)– sugirió que los mecanismos detrás del brain freeze podrían inspirar estrategias clínicas para proteger el cerebro después de un paro cardíaco, usando hipotermia terapéutica.
Este tipo de reacciones neurovasculares rápidas ayudarían a regular la presión intracraneal, el flujo sanguíneo cerebral y los reflejos autonómicos.
En otras palabras, un helado puede activar rutas que los médicos intentan replicar de forma controlada en cuidados intensivos.
Un artículo de revisión publicado en 2023 examinó la involucración en este fenómeno de estructuras profundas del cráneo como el nervio trigémino y el ganglio esfenopalatino, ambos conocidos por estar implicados en migrañas, cefaleas en racimo y neuralgias faciales.
Además, múltiples trabajos han mostrado que la respuesta dolorosa al frío podría revelar una hipersensibilidad del sistema trigémino, especialmente en personas predispuestas.
La prevalencia de este fenómeno varía en un rango del 15 al 37 % en la población general, pero es significativamente mayor en niños y adolescentes, alcanzando cifras entre el 40,6 % y el 79 %, según datos recopilados en la literatura científica.
Un estudio clave alemán realizado con estudiantes de 10 a 14 años, padres y profesores, mostró una prevalencia del 62 % en los menores y del 31 % en los adultos. Esta diferencia podría deberse a una combinación de factores: el aprendizaje conductual para evitar desencadenantes dolorosos, una mayor estabilidad neuronal frente al frío con la edad y diferencias anatómicas que hacen que los niños sean más susceptibles a una rápida estimulación de los receptores del frío.
Por otro lado, el dolor por estímulo frío tiene una fuerte relación con antecedentes de migraña. Las personas aquejadas por este tipo de dolor presentan prevalencias de entre el 55,2 % y el 73,7 %, muy por encima de quienes sufren cefaleas tensionales (23-45,5 %).
Un estudio incluso reveló una sorprendente prevalencia del 94 % en personas con antecedentes de cefalea punzante. Esto sugiere que el brain freeze podría servir como marcador clínico indirecto de una sensibilidad trigeminal aumentada, compartida con otras cefaleas más incapacitantes.
Otros factores de riesgo identificados incluyen antecedentes de traumatismo craneal y, especialmente, historia familiar: los hijos de padres con cefalea por estímulo de frío tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollarla. Si la madre la ha sufrido, el riesgo se multiplica por 10,7 y si es el padre, por 8,4.
Todos estos datos revelan que lo que muchas veces se percibe como un simple “dolor de helado” es, en realidad, una expresión de procesos neurológicos complejos.
Lejos de ser banal, podría ayudar a entender mejor los umbrales de dolor y la predisposición a trastornos neurosensoriales más amplios.
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En general, no. Se trata de un fenómeno benigno, autolimitado y sin consecuencias médicas. Sin embargo, existe un caso clínico extraordinario, publicado en 1999 en el American Journal of Forensic Medicine and Pathology, donde un hombre joven colapsó tras beber agua muy fría.
Los forenses sospecharon un reflejo vagal extremo como causa de muerte, no un brain freeze clásico, sino una respuesta autonómica descontrolada en un contexto de calor extremo y predisposición fisiológica.
Este suceso aislado sirve más para mostrar la capacidad del cuerpo para reaccionar drásticamente ante estímulos extremos que para generar alarma sobre los helados o las bebidas frías.
La buena noticia es que esta peculiar cefalea se puede evitar con algunas estrategias simples.
La más eficaz es comer o beber lentamente. Cuando ingerimos alimentos fríos a gran velocidad, el estímulo térmico en el paladar es demasiado brusco para que el cuerpo lo compense a tiempo, activando la respuesta dolorosa.
También es importante evitar que la materia a baja temperatura toque directamente el paladar superior, ya que esta zona está altamente vascularizada y cercana al trayecto del nervio trigémino. Usar una pajita, mantener el líquido en la lengua antes de tragar o no dejar que el helado se derrita demasiado rápido en la boca pueden ayudar.
Y si el dolor ya comenzó, hay un truco sencillo: presiona la lengua contra el techo de la boca. Este contacto ayuda a restaurar la temperatura y aliviar la molestia en segundos.
Así que la próxima vez que una cucharada de helado te congele la frente, recuerda: no estás exagerando. Tu sistema nervioso está ensayando una respuesta que los científicos aún están tratando de descifrar… y quizás de aprovechar.
*José Miguel Soriano del Castillo es catedrático de Nutrición y Bromatología del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidad de Valencia, España.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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