“¿Tú crees que la gente puede cambiar su vida?”, cuestiona Sujo, el protagonista del largometraje dirigido por Astrid Rondero y Fernanda Valadez que busca representar a México en la 97° edición de los Premios Óscar en 2025.
La respuesta a esa pregunta es una historia esperanzadora, en contra de los prejuicios sobre el narcotráfico. Se trata de una cinta que nos hace pensar que la gente sí puede cambiar su vida a pesar del contexto de violencia en el país.
En Animal MX asistimos a la función especial en la Cineteca Nacional con la directora Fernanda Valadez y el actor protagónico Juan Jesús Varela y por eso te damos estas tres razones para ver Sujo, en el marco de su estreno el 5 y 6 de diciembre en México y Estados Unidos.
Sujo cuenta la historia del hijo de un sicario, de hecho, con ese sobrenombre la película fue promovida en el extranjero. Su padre es asesinado por supuestamente traicionar a un cártel y, con tan sólo cuatro años, queda huérfano.
Esto ocurre en Tierra Caliente, Michoacán, aunque el rodaje en realidad fue en Guanajuato, entidad de donde son originarios la cineasta Fernanda Valadez y el actor Juan Jesús Varela.
Integrantes del cartel comienzan una persecución contra Sujo. Así que es resguardado por su tía Nemesia, interpretada por la actriz Yadira Pérez, quien lo cría en el campo hasta la juventud.
Pero la violencia acecha a Sujo en cada etapa de su vida y en la adolescencia se une a un cártel local. Se vuelve un número más para el crimen organizado, el 40, y otra vez es perseguido.
Por eso deja el campo para irse a la ciudad. Porque nombre no es destino, aunque la manera en la que nos llaman siempre significa algo.
La segunda mitad del relato transcurre en Ciudad Universitaria, en la Central de Abastos. Vemos a un protagonista que hace sentir tanta empatía como ternura provoca Kevin Aguilar, quien interpreta a Sujo en la infancia.
Sujo no es otra película que hace de la violencia un espectáculo o sobre el glamour en el narcotráfico y el crimen organizado. Al contrario, Rondero y Valadez proponen un enfoque que desmitifica las narrativas que ya existen en el cine, las series de televisión o la música para mostrar no a los líderes criminales, sino una realidad humana que da esperanza.
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Esta película es otra colaboración de Astrid Rondero y Fernanda Valadez, quienes realizaron Sin señas particulares (2020), ganadora de siete premios Ariel, y la serie documental El portal, la historia oculta de Zona Divas (2024).
Los temas que abordan Sujo, Sin señas particulares y El portal son similares: migración, crimen organizado, violencia, pobreza. Pero en todos estos contenidos destaca la perspectiva de género de las directoras y la importancia de personajes mujeres, el sello de Rondero y Valdez como creadoras.
En Sin señas particulares, Magdalena viaja en busca de su hijo que fue desaparecido al migrar a Estados Unidos y conoce a Miguel, quien fue deportado de dicho país para reencontrarse con su mamá en su pueblo dominado por el narcotráfico.
En El portal, conocemos las historias de trata con fines de explotación sexual y feminicidios de Kenni, Karen, Andreína, Génesis y Wendy, escorts de países como Venezuela y Argentina.
Mientras que en Sujo destacan los cuidados de Nemesia y de la profesora Susan, interpretada por la escritora argentina Sandra Lorenzano.
En septiembre, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) seleccionó a Sujo como la película representante de México para buscar la nominación en la categoría de Mejor Película Internacional de los Premios Óscar.
“Cada película que se termina es un triunfo”, dijo Fernanda Valadez durante la función especial.
Rondero y Valadez contaron con el apoyo del Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión a la Producción y Distribución Cinematográfica Nacional (Eficine), otorgado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México a través del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine).
La actriz Lizeth Rondero, hermana de Astrid, capacitó a algunos actores, como a Juan Jesús Varela y a su primo Alexis Varela. Al protagonista las directoras lo conocieron en el casting en una preparatoria para Sin señas particulares, cuando tenía 15 años y ahora tiene 22. “Ha sido un crecimiento en paralelo”, dice Valadez sobre él.
Antes del gran estreno, la película comenzó su promoción nacional e internacional. En febrero de 2024, Sujo debutó en el Festival de Cine de Sundance y obtuvo el Gran Premio del Jurado y en el Festival Internacional de Cine de Morelia ganó Mejor Guión, Mejor Dirección y Mejor Largometraje Mexicano.
“Todavía nos falta la pieza de conectar con el público, que el público mexicano vaya a las salas y nos encontremos en nuestros rostros, en nuestras historias”, invita Fernanda Valadez a ver Sujo.
El atentado al aspirante presidencial, Miguel Uribe Turbay, recordó los peores años de la violencia política que se vivió en Colombia a finales de los 80 con Pablo Escobar.
Que en 2025 atenten contra la vida de un precandidato presidencial en Colombia es reabrir una herida dolorosa que muchos creían cerrada.
Fuera de la Fundación Santa Fe de Bogotá, colombianos depositan flores, velas, banderas nacionales y rezan en vigilia por Miguel Uribe Turbay.
Este senador de 39 años del partido Centro Democrático permanece grave en esa clínica tras ser baleado este sábado durante un acto político en Bogotá.
Su salud y los motivos de su intento de homicidio tienen en vilo al país. Se sabe que el sospechoso, menor de edad, fue arrestado inmediatamente.
Para aquellos que vivieron los peores años de la violencia política de finales de los 80, con Pablo Escobar en guerra contra las instituciones públicas, el atentado recuerda a aquella sangrienta campaña presidencial de 1989 cuando, en seis meses, fueron asesinados tres candidatos presidenciales.
A pesar de la barbarie cometida contra Uribe Turbay, es osado comparar la Colombia de hoy a la de entonces.
“En datos, no tenemos la gran amenaza del narcotráfico de esa época. Aunque el acto fue vil, no estamos en el nivel de sometimiento estatal a las oleadas de violencia que tuvimos en el pasado”, aclara Laura Bonilla, subdirectora de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) en Colombia.
“Pero sí llaman la atención algunas coincidencias de entonces con la situación actual del país”, añade la investigadora para BBC Mundo.
Colombia vive en medio de una tensa disputa política protagonizada por el gobierno izquierdista de Gustavo Petro contra un amplio sector del Congreso y miembros de la oposición, enfrentados por las reformas del presidente que, en su mayoría, no alcanzan los consensos necesarios para concretarse.
Uribe Turbay, político de la agrupación de derecha Centro Democrático, critica a Petro con frecuencia.
Tanto su partido como el expresidente fundador del mismo, Álvaro Uribe Vélez, son también blanco frecuente de los reproches del presidente contra sus adversarios.
La disputa política alcanzó una tensión crítica en esta semana que acaba con todo un país pendiente de la supervivencia de un líder político baleado en público.
Después de que el proyecto de reforma laboral de Petro se hundiera en el Congreso el pasado marzo, éste lleva intentando lanzar una consulta popular para que sea el pueblo colombiano quien se pronuncie y apoye, o no, sus reformas.
Dicha consulta fue también rechazada por el Congreso en mayo, pero Petro, alegando irregularidades en la votación, anunció esta semana que firmaría lanzar la consulta popular por decreto.
Esto generó un rechazo inmediato desde la oposición, varios juristas y expertos, quienes alertaron que, como poco, el “decretazo” podría romper el orden constitucional.
Horas antes del atentado, Uribe Turbay dijo en X que demandaría por prevaricato a los ministros que firmaran el decreto con el que Petro pretende lanzar una consulta popular en Colombia.
Esto ocurrió justo después de que el mandatario dijera en la misma plataforma que “ministro que no firme el decreto presidencial, de inmediato se va”.
El ya llamado “decretazo” de esta consulta popular es el origen de la tensión agravada esta semana.
“El alegato de Petro no parece convencer mucho a especialistas y juristas. Da la impresión que está cruzando la frontera en su enfrentamiento con el Congreso por más que ya tenía una retórica agresiva en contra del mismo”, le dice a BBC Mundo Yann Basset, politólogo de la Universidad del Rosario en Colombia.
El presidente es frecuentemente criticado por sus largos trinos en X y en televisión, donde a menudo emplea un lenguaje hostil contra sus adversarios.
El atentado, precisamente, fue utilizado por algunos de sus rivales para criticar este estilo de gobierno.
Uno de los pronunciamientos más fuertes se produjo desde el exterior de Colombia.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, dijo en X que “esta es una amenaza directa a la democracia y el resultado de la violenta retórica izquierdista proveniente de los niveles más altos del gobierno colombiano”.
Petro, durante su alocución presidencial en la noche del sábado, criticó -por su parte- a quienes politizan la tragedia:
“Tengo también que rechazar el intento oportunista, bajo, de truhan, de utilizar con fines políticos el dolor de la familia y del mismo Miguel Uribe Turbay (…) Los patrones del crimen repiten los patrones de la muerte de la mayoría de los dirigentes políticos de Colombia”.
Pero el presidente no es el único en utilizar sus redes para lanzar dardos contra sus oponentes.
En el caso de la reforma laboral, por ejemplo, mientras que los críticos más cautos han tildado la consulta popular como anticonstitucional, los más fervientes lo han acusado de autoritario y “dictador”.
“¡Petro cruza la línea y se convierte en dictador! Convocar su consulta por decreto es un zarpazo a la democracia, un abuso de poder descarado (…) Las Fuerzas Armadas de Colombia deben estar alerta ante cualquier golpe contra la Constitución y la democracia por parte de Petro y su Gobierno”, dijo en un par de publicaciones entre el 3 y 4 de junio en X la precandidata derechista Vicky Dávila.
Aunque pide no frivolizar, Laura Bonilla, de Pares, ve en el clima político colombiano de 2025 coincidencias con la violencia de fines de los 80.
“Que esto se produzca en la llegada del primer gobierno de izquierdas de la historia moderna de Colombia hace que en la memoria colectiva fluya el pasado”, explica.
En aquellos fatídicos seis meses entre 1989 y 1990, los tres candidatos asesinados eran de corte izquierdista.
El primero, Luis Carlos Galán Sarmiento, abanderado de la lucha contra el narcotráfico y la corrupción, murió el 18 de agosto de 1989 tras ser baleado por sicarios en una acción atribuida al cartel de Medellín con apoyo de sectores corruptos del Estado.
Menos de un año después, el 22 de marzo y el 26 de abril 1990, fueron asesinados respectivamente Bernardo Jaramillo Ossa y Carlos Pizarro Leongómez.
Jaramillo Ossa era miembro de la Unión Patriótica, alianza fundada por miembros de las Farc-EP y del Partido Comunista Colombiano en 1985.
Pizarro Leongómez era candidato de la Alianza Democrática M-19, surgida a raíz de la desmovilización de la guerrilla izquierdista M-19.
La propia madre de Uribe Turbay, Diana Turbay, murió en 1991 durante un intento de rescate tras pasar meses secuestrada por hombres comandados por Pablo Escobar.
Aquellos años fueron el punto más álgido que se recuerda de una historia política bañada en sangre en Colombia, siendo el asesinato del líder Jorge Eliécer Gaitán en 1948 el desencadenante para muchos de la violencia y la guerra que por décadas ha estigmatizado al país.
Desde entonces, políticos, miembros de la fuerza pública, sindicalistas, medioambientalistas y líderes sociales viven bajo frecuentes amenazas de muerte, presiones y atentados.
La tasa de asesinatos en Colombia sigue siendo, junto a Ecuador y Brasil, de las más altas de la región.
Según la fundación Insight Crime, dedicada a la investigación de la seguridad en América Latina y el Caribe, en 2024 Colombia registró una tasa de asesinatos de 25.4 por cada 100 mil habitantes, la más baja de los últimos cuatro años.
En 1990 la tasa de homicidios superaba los 70 por cada 100 mil habitantes.
Con una clara tendencia a la baja, comparar a esta Colombia con la del pasado es, cuanto menos, prematuro.
Podría incluso argumentarse que solo el hecho de que el país haya elegido hace tres años a su primer presidente izquierdista es signo de madurez democrática.
Pero los datos difícilmente tranquilizarán a quienes en las últimas horas viven, traumados, fantasmas de otros tiempos.
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