Que si Dahmer, la Narcosatánica o Ted Bundy. No importa a dónde mires. Pareciera que todo el tiempo hay una nueva película, documental, serie o pódcast basado en un crimen real. Y no importa si no lo consumes, medio mundo habla de él y te surge curiosidad del caso. ¿Por qué nos gusta tanto el true crime? ¿Nos atrae la violencia y la maldad?
De una vez te soltamos que no hay nada de qué preocuparse. Esta curiosidad es normal y la psicología puede ayudarnos a explicarla. Pero antes, clavémonos un poco más en este fenómeno.
El género llamado true crime se usa para describir productos que relatan crímenes reales, generalmente muy polémicos/mediáticos y en ocasiones con un misterio no resuelto. En la narrativa se muestra la investigación, reconstrucción y hasta dramatización de casos reales.
Aunque hemos visto un gran aumento de true crime en plataformas de streaming, no es exclusivo de estas. Pues además de películas, series y documentales, también podemos tener pódcasts, cómics y libros del mismo género.
Algunas personas lo relacionan mucho con el terror por el miedo que generan las situaciones descritas o los personajes involucrados. Sin embargo, recordemos que este género es de no ficción pues como su nombre indica, se basa en crímenes reales.
La explotación del género podría parecernos reciente, pero la realidad es que existe desde hace cientos de años.
La escritora y académica Pamela Burger explica en un artículo en JSTOR –enfocado en textos académicos– que hay registro de publicaciones que informaban y describían delitos capitales que datan de entre 1550 y 1700.
Circularon panfletos sobre crímenes que se mantuvieron hasta el siglo XIX, siendo más comunes en Inglaterra y Estados Unidos. El corte sensacionalista con el que eran escritos fue evolucionando en lo que conocemos como nota roja (ajá, que también llegó y se desarrolló en México).
Durante el mismo siglo, en 1888, surge la historia de Jack el Destripador, que también atrajo la atención pública. Aunque no fue el primer asesino serial, sí fue uno de los primeros en causar un fenómeno tan mediático.
Más tarde, también influyó que autores de renombre se interesaran por relatar crímenes reales. El mejor ejemplo es A sangre fría (1965), de Truman Capote, donde se explica cómo una familia rural estadounidense es asesinada aparentemente sin motivo y qué le pasa a los asesinos.
La televisión empezó a transformar crímenes y asesinatos en algo mediático que también ayudaría a desarrollar el true crime en documentales, series y películas.
En Estados Unidos, el actual éxito del true crime surge durante el 2014-2015 cuando se lanzaron producciones notables y populares: el pódcast Serial, la mini serie documental de HBO The Jinx: The Life and Deaths of Robert Durst y el fenómeno de Netflix Making a Murderer.
The Ringer explica que aunque HBO ya tenía una larga carrera de hacer documentales aclamados desde los 70, le metieron más al true crime tras el éxito de los productos antes mencionados. Así es como después tuvimos títulos como Beware the Slenderman, Mommy Dead and Dearest, y I Love You, Now Die.
Y de Netflix ni se diga, pareciera que cada mes tienen al menos un nuevo contenido de true crime. Ya sea serie/película con un elenco y directores de renombre (como Dahmer, o El ángel de la muerte) o documentales/docuseries con entrevistas y material de archivo (como No te metas con los gatos o Desaparición en el hotel Cecil).
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Alejandro Rojas, director de analíticas aplicadas de Parrot Analytics –empresa que analiza la demanda de contenidos televisivos y en streaming en el mudo–, le explica a The Ringer que el contenido true crime genera un alto nivel de retención de la audiencia.
Este elemento se ha vuelto casi tan vital como el registro de nuevos suscriptores en la batalla entre plataformas. No solo importa que las personas lleguen a tu plataforma, sino que se queden, que devoren temporadas completas y que busquen contenido similar dentro de la misma.
Igualmente cree que las producciones de true crime también son una forma de atrapar a audiencias de distintas generaciones, poniendo mayor foco en las más jóvenes.
Desde la perspectiva de Rojas, un tercer beneficio de hacer estos contenidos va en el sentido de costo-beneficio. La meta es hacer el mayor contenido posible y los documentales tienen menos necesidad de gastar en vestuario, sets, actores o hasta efectos especiales.
Podríamos pensar que es porque nos atrae la maldad, pero no necesariamente.
En Animal MX platicamos con la doctora Mariana Berlanga Zamarrón, quien es psiquiatra y se especializa en trastornos graves de personalidad. Ella nos explica que este gusto por el true crime se puede explicar mejor como “una atracción a la transgresión que ejecuta un tercero”.
“Tenemos como una fascinación por aquella persona que viola las reglas que nosotras no nos atrevemos a transgredir”, explica.
“Puede que deseemos que se salga con la suya o bien que sea atrapado y debidamente sancionado para así validar nuestro apego a las normas o códigos de cultura”.
El doctor Rogelio Flores Morales, psicólogo social y profesor investigador de la UNAM que se especializa en los impactos de violencia en periodistas, explica que en este caso la fascinación al true crime conlleva asombro y miedo.
“Son emociones encontradas. No puede ser o uno o lo otro. Puedes sentir asombro, pero al mismo tiempo puede ser miedo y por otra parte fascinación, curiosidad o hasta caer en la morbosidad”, comenta a Animal MX.
Por el estreno de La Narcosatánica en Animal MX platicamos con Claudia Fernández, líder de Desarrollo de Contenido No Guionado en México para HBO Max.
Ella misma es consiente del interés de la audiencia en el true crime y por eso busca más historias como la de Sara Aldrete. Pero más que adjudicárselo al morbo, considera que es “una curiosidad muy humana” porque cualquier crimen, sobre todo un asesinato, está fuera del orden que consideramos natural.
“Nos gusta sentirnos un poco detectives y creo que por eso enganchamos super fuerte con el tipo de historia que te permite generar tus propias conclusiones”, añade Claudia.
Para complementar esa idea, la doctora Mariana Berlanga nos dice que esto se simplifica “a la satisfacción intelectual de unir las piezas”. Incluso lo compara como el placer de una jugada en ajedrez, completar un problema matemático o un rompecabezas.
“La mente humana corrige, ordena, clasifica y desentraña lo que considera misterioso”, añade la experta.
Aunque desde una perspectiva más personal considera que más que sentirnos detectives, buscamos “la confirmación de que vivimos en sociedades disfuncionales, que los corruptos y poderosos casi siempre triunfan y que la justicia es, si acaso, una pequeña y transitoria victoria que pronto será olvidada”.
Regresamos a lo que menciona Mariana Berlanga: nos sentimos atraídas a la idea de que son personas transgresoras, que rompen con el orden social. Ante eso es normal que sintamos curiosidad sobre qué pasa por su mente o qué lo motiva a matar.
Rogelio Flores explica que al ver contenido de true crime, “lo que queremos es encontrar respuestas sobre la oscuridad humana o sobre los aspectos más oscuros de la sociedad”.
La doctora Berlanga añade que este contenido nos permite “explorar la mente del agresor en un ambiente seguro y exploramos sus emociones sin nosotras hacer algo peligroso, prohibido o incluso ilegal”.
La experta también comenta que ese ambiente controlado nos permite dirigir, acotar, desmenuzar nuestros miedos en sus elementos más esenciales.
“Todo lo que se controla se puede dominar, y todo lo que se domina pierde parte de su misterio”, finaliza.
Es como cuando consumimos algo del género del terror. Mientras lo vemos tenemos la certeza de que le está ocurriendo a otra persona y no a mí y por eso nos sentimos medianamente protegidas. Y una vez que el episodio termina, podemos regresar a nuestra vida diaria.
Tal y como sucede cuando consumimos algo del género de terror, el true crime puede desencadenar adrenalina. Esta se libera cuando nuestro cerebro piensa que estamos en peligro.
La adrenalina provoca que se te acelere el corazón o te hace respirar más rápido. Pero cuando tu cerebro se da cuenta de que no es un peligro real, esa adrenalina se transforma en algo placentero.
La doctora Berlanga explica que la mayor parte de los estudios mencionan que tendemos a generar más empatía con las víctimas que con los victimarios, pues nos identificamos más con ellas.
Sin embargo, al “entender” cómo funciona la mente de un criminal, sentimos que eso nos ayuda a generar o activar mecanismos de defensa.
O sea, pensamos que el contenido true crime nos da elementos para poder sobrevivir o actuar ante algún crimen y así evitar ser una futura víctima.
Pero ojo: esto solo es una sensación y no es como que realmente ya nos volvamos inmunes. Para empezar, es imposible predecir los movimientos de cualquier perpetrador y no hay que tomar lo que veamos en series de crímenes reales como un manual de supervivencia.
Depende, pero comencemos por aclarar que el true crime NO nos hace personas violentas.
El doctor Rogelio Flores es muy claro sobre el tema: la violencia es multifactorial.
“No por estar viendo este tipo de contenidos, vas a reproducir violencia. Así como no porque juegues Grand Theft Auto, vas a reproducir violencia”, explica a Animal MX.
Añade que para generar violencia debe de haber toda una serie de condiciones sociales, culturales, individuales, de carácter, de personalidad, experiencias repetitivas y hasta el azar.
La doctora Berlanga igual explica que personas vulnerables (con algún trastorno psiquiátrico, algún tipo de esquizofrenia o trastornos de ansiedad) sí pueden estar predispuestas a efectos “negativos”.
Por ejemplo a tener más ansiedad al pensar que en cualquier calle oscura podría salir un asesino serial o empezar a desconfiar de cualquier persona.
Los efectos positivos del true crime residen más en la empatía que somos capaces de producir al ver lo que viven otras personas.
Sin embargo, esto también ha sido polémico en algunas producciones que más bien revictimizan en aras de tener audiencia y sin importar si a las víctimas y a sus relaciones cercanas se les abre de nuevo esas laceraciones y dolor psicológico.
Así que ya sabes: tu fascinación por el true crime es más bien curiosidad por aquellas personas que rompen las reglas y que nos recuerdan la oscuridad humana.
En un momento en el que las potencias europeas han decidido aumentar el gasto en defensa y armamento, Suiza ha reactivado un antiguo sistema de defensa que el siglo pasado le permitió permanecer ajeno a los conflictos armados.
“Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Y así fue, al menos en Suiza.
Excavados a una profundidad imposible, la dura roca de los Alpes suizos esconde una laberíntica red de túneles de uso civil y militar con cientos de búnkeres a prueba de una guerra nuclear.
Sus entradas se camuflan bajo montículos, detrás de puertas minúsculas en un bosque o incluso bajo construcciones que fingen ser casas, y en realidad tienen paredes de dos metros de hormigón y ventanas con agujeros para colocar un fusil.
Con 8,8 millones de habitantes, Suiza es el país del mundo con más refugios nucleares per cápita: más de 370.000. Las últimas cifras afirman que, de hecho, hay más plazas que habitantes.
Una ley de 1963, garantiza que todos sus ciudadanos, incluyendo extranjeros y refugiados, tenga asegurada una litera en un búnker en caso de que se produzca un conflicto armado o un desastre nuclear en el país o uno vecino.
El espacio para cada persona debe ser de no menos de un metro cuadrado. Además, deben estar situados a 30 minutos máximo andando de casa, 60 en el caso de que el área sea montañosa.
Unas distancias asequibles, no solo por el tamaño del país, también por la obligación para los propietarios de bloques de apartamentos de construir y equipar refugios en todas las viviendas.
“La mayoría de la población vive en edificios que incluyen sus propios búnkeres. Si no hay refugio en un edificio habitado, existen instalaciones públicas”, explica la Oficina Federal de Protección Civil.
Los refugios están concebidos para casos de conflicto armado y deben ser resistentes a los efectos de las armas modernas, es decir, deben brindar protección contra sustancias peligrosas de tipo: nuclear, biológico y químico, así como a impactos de armas convencionales.
Es una cultura de defensa civil y ciudadana, más que militar.
“La sólida carcasa exterior del refugio puede resistir al menos 10 toneladas de presión por metro cuadrado (es decir, 1 bar), lo que significa que puede soportar el derrumbe de un edificio sobre él”, explica protección civil.
Tras un terremoto, por ejemplo, los refugios pueden dar alojamiento de emergencia y el tipo de filtro con el que están equipados también protege contra armas biológicas y químicas, ya que purifica el aire exterior contaminado.
“Me hace sentir más seguro saber que hay un refugio para todo el mundo en caso de ataque o desastre nuclear. No creo que una guerra en Suiza o en alguno de los países vecinos sea un escenario probable. Sin embargo, creo que es bueno que estemos preparados”, le dice a BBC Mundo Nicolas Städler, desde la ciudad de Basel, justo en la frontera con Alemania y Francia.
Pero admite que ahora mismo, si pasara algo, no sabe dónde está el refugio al que tendría que acudir.
Para Daniel Jordi, subdirector de la Oficina Federal de Protección Civil, conocer el lugar al que ir solo es importante llegado el momento.
“El bunker al que debes acudir está asociado a tu dirección. Pero es normal que las familias cambien de casa o se muden. Saber dónde está su refugio solo causaría confusión. ¿Es el anterior? ¿Es el nuevo? Nuestra recomendación es comunicarlo solo cuando sea necesario”, dice Jordi.
La existencia de esta red se remonta a la segunda guerra mundial, cuando el país quedó atrapado entre la Alemania nazi de Hitler, la Italia fascista de Benito Mussolini y su propio deseo de permanecer neutral. Suiza se ha mantenido al margen de las guerras extranjeras desde 1815.
El periodo de la Guerra Fría terminó de espolear la construcción pública, pero sobre todo privada, de estas instalaciones. Todas tienen que pasar una inspección cada 10 años y obtener un certificado.
Ahora, muchos de estos espacios se han convertido en improvisadas despensas, en abarrotados trasteros o bodegas de vino por nombrar algunos ejemplos. Algunos son museos, hoteles o restaurantes.
“La idea era que se pueda aprovechar el espacio pero sin modificar su estructura. Contamos con que, llegado el momento, los ciudadanos tendrán dos días para devolver esa parte del sótano a su uso original: un búnker”, dice el subdirector de la Oficina Federal de Protección Civil.
Otros se encuentran en mal estado debido a años de desuso, pero todas tienen que pasar una inspección cada 10 años y obtener un certificado de que todo está bien o pagar para solucionarlo.
“Yo no me siento más protegido. La evolución de las armas de guerra ha llegado a un punto en el que un ataque a la población civil en Suiza podría causar numerosas víctimas”, explica Eugenio Garrido, un abogado de República Dominicana que vive en Zúrich desde hace años.
“No estoy seguro de si los refugios construidos hace unos 50 o 60 años detendrían tales ataques”, añade.
Ahora “ante la evolución de la situación de seguridad mundial”, el gobierno suizo quiere poner a punto la red y planea una inversión de US$250 millones para modernizar la red, asegurando que los búnkers estén operativos y listos para su uso en caso de emergencia.
Las autoridades puntualizaron que las mejoras en los refugios no son preparativos para la guerra, sino una inversión en seguridad pública.
Isabel vive en Zúrich. Tampoco está segura de dónde está su búnker, el refugio al que tendría que ir si sucede algún ataque, pero le cuenta a BBC Mundo que saber que hay uno le da “paz mental”.
“Creo que es una gran medida para proteger a la población de cualquier desastre o conflicto nuclear; me da tranquilidad saber que tengo dónde estar protegida yo y mi familia”.
“Tal y como está el mundo, no se puede descartar nada, pero espero que Suiza mantenga su neutralidad y pueda seguir siendo un lugar seguro para sus habitantes y que de cobijo a la gente que lo necesita”, dice en referencia al tradicional espíritu de acogida y neutralidad del país helvético.
Sin ir muy lejos, Suiza acogió a miles de judíos que escapaban de la Alemania nazi de Hitler.
Pero la decisión del gobierno suizo de adoptar sanciones de la UE contra Rusia marcó un cambio significativo en la histórica postura de no alineamiento y en la mentalidad de los ciudadanos.
Según medios locales, las empresas suizas especializadas en búnkeres han reportado un incremento significativo en las consultas y solicitudes desde el inicio del conflicto. Por ejemplo, Oppidum Bunkers, dedicada a la construcción de refugios de lujo, informó de un “aumento constante” en las consultas sobre sus productos en los últimos meses.
Y compañías como Mengeu AG y Lunor han experimentado una “explosión de solicitudes” para renovar o verificar la funcionalidad de búnkeres existentes, muchos de los cuales datan de las décadas de 1960 a 1980 y requieren mantenimiento urgente.
Desde protección civil Daniel Jordi lo confirma: “Sí, desde la guerra en Ucrania recibimos muchas más preguntas, tanto de ciudadanos como de los cantones, que son los responsables de garantizar que los refugios estén listos y que la gente tenga acceso a ellos”.
La oleada de preguntas a menudo incluye “¿dónde está mi búnker?” “¿Tengo uno?” “¿Sigue intacto?” “¿Cómo puedo arreglar el mío?”.
Durante años Suiza se cogió al llamado “dividendo de la paz”, que provocó el deterioro o abandono de sus refugios.
“Ese dividendo hace referencia al gasto en seguridad no incurrido durante las últimas décadas porque tras el fin de la guerra fría no había percepción de riesgos inminentes bélicos ni para la población”, explica el profesor Juan Moscoso del Prado, Senior fellow de Instituto EsadeGeo.
Este analista recuerda que la invasión de Ucrania llegó a amenazar la integridad de infraestructuras críticas nucleares, como es caso de la central de Zaporiyia. En caso de explosión o de ataque, la nube de contaminación radioactiva podría afectar al centro de Europa, como ocurrió con Chernóbil.
También, el anuncio de Estados Unidos de retirar parte de sus efectivos militares del territorio europeo y de su compromiso de defensa y seguridad sobre Europa occidental, sin duda afecta a Suiza.
“Suiza, durante mucho tiempo fue un territorio incrustado entre países o bloques enfrentados. Esa situación duró siglos, abarcó tiempos de guerras y conflictos entre Francia, Prusia y después Alemania, el Imperio Austrohúngaro, Rusia… Desde el final de la guerra fría, Suiza parecía ser una isla dentro de un continente de paz estabilidad, pero esa estabilidad uniforme se ha roto radicalmente con la guerra de Ucrania”, añade Moscoso del Prado.
Y dado que no se sabe cuál puede ser el curso de la guerra en Ucrania, otro países han reaccionado de forma similares como los países bálticos, Finlandia, Noruega o Suecia.
En un momento en el que las potencias europeas han decidido aumentar el gasto en defensa y armamento, Suiza ha reactivado un antiguo sistema de defensa que el siglo pasado le permitió permanecer ajeno a los conflictos armados.
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