
¿Estás lista para recibir el 2025? No importa si te quedas a esperar las campanadas en casa en pijama o si buscas un plan para el recalentado. Aquí te dejamos algunas películas de Año Nuevo.
Algunas de ellas tienen escenas icónicas que se desarrollan en esta media noche; otras tienen una trama mucho más desarrollada en esta festividad. De cualquier forma, serán una gran forma de cerrar el 2024 y empezar de nuevo.
Además, te dejamos algo variadito: desde historias románticas, comedias que te robarán carcajadas, dramas intensos y hasta una trama de terror.
Esta es una película que no solo empieza con una fiesta el 31 de diciembre, sino que se enfoca en los propósitos de Año Nuevo y en cómo terminamos abandonándolos.
Y no solo eso, ¡es una gran comedia romántica con Renée Zellweger, Colin Firth y Hugh Grant! Además, termina siendo un gran recordatorio de que cada año es como empezar una página en blanco.
No solo es una de las mejores comedias románticas de la historia, sino que también es una de las grandes películas de Año Nuevo.
Y es que el final tal cual sucede justo antes de las 12 campanadas de la media noche con una hermosa declaración de amor. No te daremos spoilers, pa’que llores con calma.
Si quieres recibir el Año Nuevo con ellos, empieza a ver la película exactamente a las 10:30:28 PM.
Siempre tenemos presente la primera película de esta trilogía de Francis Ford Coppola, pero en este especial destacamos esta segunda parte que sirve como precuela y secuela.
¿Y por qué es de Año Nuevo? Porque jamás verás un beso más amenazador a la medianoche que el que le da Michael Corleone (Al Pacino) a Fredo (John Cazale).
¿Quieres algo más alternativo? Entonces entre las películas de Año Nuevo te recomendamos esta joyita que sucede en un hotel de Los Ángeles durante el 31 de diciembre.
Ahí, un botones en su primer día de trabajo es continuamente solicitado por los ocupantes de cuatro habitaciones donde en cada una pasan cosas extrañas.
Así es como vemos cuatro historias distintas contadas por cuatro directores como Robert Rodriguez y Quentin Tarantino. Además, cuenta con talento como Tim Roth, Madonna, Antonio Banderas y Bruce Willis.
Si buscas cerrar el año con un buen drama, entonces pon esta joyita protagonizada por Daniel Day-Lewis y dirigida por Paul Thomas Anderson.
La historia se centra en la vida detrás de un exigente diseñador de la realeza y la alta sociedad. Pero una de las escenas más hermosas se desarrolla justo después de una salvaje fiesta de Año Nuevo.
¿Te arrepientes de algo que hiciste en el año? ¿Cambiarías algo? Pues nada mejor para un maratón de películas de Año Nuevo que esta historia que involucra viajes en el tiempo y una historia de amor.
Tim Lake aprende que ha heredado la habilidad de viajar en el tiempo y decide ir a ciertos momentos del pasado para intentar mejorar su futuro.
¿Y eso qué tiene que ver? Pues que esta historia justo comienza con una fiesta de Año Nuevo donde el protagonista arruina su beso de la medianoche.
Si hablamos de escenas de películas icónicas en Año Nuevo, obviamente mencionaremos ese momento donde Forrest recibe un nuevo año junto al desilusionado teniente Dan.
Dato random: si quieres recibir el 2025 con el teniente Dan, entonces solo empieza la película el 31 de diciembre exactamente a las 10:38:57 PM.
Pero aunque solo tiene ese momento, la verdad es que es un apapacho tanto para terminar e iniciar un año.
Esta es una de esas comedias románticas que aplica tanto para Navidad, como para Año Nuevo, pues parte de su trama sucede en ambas festividades.
Sin darte mucho spoiler, Lucy (Sandra Bullock) salva a su crush justo antes de Navidad y es confundida con su prometida. Él está en coma, pero ella sigue el juego. Es en Año Nuevo cuando ella tendrá que decidir entre un amor inventado y uno real.
Por si ocupas: ¿Cómo lidiar con el ambiente tóxico familiar en Año Nuevo?
Nada mejor que pasar un rato de risas con Peter, Ray, Egon y Winston en el maratón de películas de Año Nuevo.
Y es que en esa secuela de los Cazafantasmas, la conclusión de la trama se desarrolla en Nochevieja, con un coro de neoyorquinos cantando “Auld Lang Syne” a todo pulmón mientras intentan derrotar al espíritu que puso de cabeza a la ciudad.
Esta historia de amor, protagonizada por Tom Hanks y Meg Ryan, llega a esta lista de películas de Año Nuevo por una escena en particular que nos rompe el corazón. Y es que el personaje de Hanks imagina una conversación con su esposa fallecida en esa noche.
Igualmente la película es digna de verse en San Valentín o en Navidad porque también parte de su trama sucede en esas fiestas.
Esta es otra película que es perfecta tanto para los maratones de Navidad como los de Año Nuevo. Para esta última festividad, nos interesa por un hermoso beso a la media noche que sucede durante la película.
¿Y de qué trata? Will Lightman (Hugh Grant) es un soltero de 38 años que vive de los derechos de autor de una canción compuesta hace años por su padre. Su miedo al compromiso es tal que sólo se relaciona con madres solteras, porque piensa que es más fácil romper con ellas. Sin embargo, sus convicciones se tambalean cuando se convierte en el mejor amigo de Marcus (Nicholas Hoult), un niño de 12 años al que conoce en una de sus citas.
No lo parece, pero es la más reciente adquisición a la lista de películas de Año Nuevo. Y es que el final de esta historia nos lleva hacia un especial para la Noche Vieja y el inesperado, y sangriento giro que da.
Si empiezas La Sustancia a las 21:55:26 PM empezarás el show del final de la película justo a la medianoche de Año Nuevo.
La película sigue a Elisabeth Sparkle (Demi Moorre), quien se enfrenta a un golpe devastador el día de su cumpleaños cuando su jefe la despide. En medio de su angustia, un laboratorio le ofrece una sustancia que promete transformarla en una versión mejorada de sí misma.
Antes de irte: Seis cocteles fáciles para brindar en Año Nuevo

BBC Mundo viajó a Guatemala para visitar la escuela que transforma el futuro de cientos de niñas de pueblos mayas en situación de pobreza con una educación de alto rendimiento, liderazgo y acompañamiento familiar.
Cincuenta niñas de pueblos mayas ingresan cada año a una escuela que cambia no solo su futuro, sino también el de sus familias y el de una de las comunidades más desfavorecidas de Guatemala.
Para conocer su historia. BBC Mundo viajó a Sololá, un departamento bañado por el lago Atitlán con vistas privilegiadas al imponente volcán San Pedro.
Pese al frecuente flujo de visitantes en uno de los principales enclaves turísticos del país, la pobreza predomina en la provincia, donde el 96% de la población pertenece a comunidades mayas y el 75% vive con menos de US$2 al día.
En una de las carreteras que suben hacia las montañas desde el municipio cabecera de Sololá llegamos al Colegio Impacto MAIA, un oasis educativo en este entorno rural marcado por la falta de desarrollo y oportunidades.
En sus instalaciones, que incluyen un edificio de tres plantas con aulas, comedor, biblioteca y espacios deportivos, más de 300 alumnas de 40 comunidades indígenas reciben una educación de alto rendimiento que combina el currículo oficial con programas de liderazgo, acompañamiento familiar y formación socioemocional.
Cada estudiante permanece siete años en MAIA con la meta de alcanzar al menos 15 años de escolaridad y acceder a la universidad o a un empleo formal.
Los resultados son contundentes: en las pruebas nacionales de matemáticas, las alumnas alcanzan un 86% frente al 13% del promedio nacional, y el 60% ya estudia en la universidad.
Todo ello en el país con los peores datos educativos de América Latina: Guatemala invierte US$841 por estudiante cada año, la cifra más baja entre 56 naciones analizadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Solo un 35% de los jóvenes guatemaltecos finaliza secundaria y el ratio baja al 14,7% en el caso de las mujeres indígenas, de las que solo un 1,5% logra completar estudios universitarios.
Más de la mitad de niñas indígenas guatemaltecas son madres antes de los 20 años, según datos de Unicef, y en áreas rurales como Sololá es frecuente que se casen y queden embarazadas a los 15 o 16.
MAIA trata de brindar un espacio para cambiar estas estadísticas y que las jóvenes no dejen los estudios a edades tempranas.
Es el caso de Yazmín, de 14 años, que cursa segundo grado en MAIA, donde llegó procedente de la escuela pública de su comunidad en Sololá donde “lo que enseñaban no era mucho”, y además “había estudiantes preferidos, que eran varones”.
“Ya tienes 15, estás lista para casarte” es un consejo habitual que los adultos transmiten a las jóvenes en su comunidad, afirma Yazmín.
Cuando la joven ingresó en MAIA un curso atrás estaba muy rezagada, con bajos niveles en comprensión lectora y ciencias, pero asegura haber avanzado mucho desde entonces.
No es un caso aislado: según explican las educadoras del colegio, la mayoría de alumnas ingresa a los 11, 12 o 13 años con un nivel equivalente al de tercero o cuarto de primaria, pese a que ya deberían estar en secundaria.
Para cerrar esa brecha, MAIA aplica un programa intensivo de nivelación y acompañamiento que, en cuestión de meses, permite a las jóvenes recuperar el terreno perdido y adaptarse a un estándar académico más alto.
La escuela también aplica dinámicas grupales y juegos didácticos para potenciar las habilidades sociales de las alumnas.
“Antes era una chica muy apagada, sin relacionarme con los demás. Ahora soy muy sociable, tanto con mis compañeras como con los profesores”, nos explica Yazmín.
Esa misma tarde acudimos con ella a una actividad extraescolar un tanto peculiar: Ana Yaxón, mentora de MAIA, visita su domicilio para una sesión de acompañamiento.
Para llegar hasta donde vive la joven con sus padres y sus dos hermanos caminamos ladera arriba durante 10 minutos por estrechas e intrincadas veredas de tierra entre plantaciones de maíz.
En su casa nos reciben Carlos, ayudante de albañil, y María, ama de casa, a quienes acompañamos en la sesión con su hija Yazmín y la mentora, Ana.
En una mezcla de español con su idioma ancestral, el kaqchikel, los cuatro participan en un juego de mesa que representa la vida de una joven guatemalteca: la casilla de completar estudios de secundaria permite lanzar de nuevo el dado; la de quedarse embarazada a los 15 devuelve la ficha casi al inicio.
Al finalizar, reflexionan sobre el resultado y debaten las enseñanzas que les ha brindado el tablero.
Los padres de Yazmín se casaron jóvenes -“yo estaba por cumplir 16”, dice María; “yo tenía 18”, añade Carlos- pero, a diferencia de otros vecinos en la comunidad, ellos visualizan un destino diferente para su hija.
“Queremos que nuestra hija se gradúe y que sea una profesional, que ella construya su propio futuro, que cumpla lo que yo no cumplí. No le voy a decir ‘no te cases’, pero lo primero es el estudio”, nos comenta su madre.
La familia reconoce que la economía siempre ha sido un obstáculo a la hora de recibir educación, e incluso a veces les ha faltado comida o dinero para el autobús que cada mañana lleva a Yazmín a la escuela.
Por eso, con el asesoramiento de MAIA, instalaron pequeños hábitos financieros: “Tenemos alcancías en la casa para guardar cada quetzal que nos sobra, y mi mamá abrió una cuenta para un ahorro familiar”.
Yazmín tiene claros sus dos objetivos: a medio plazo quiere ganar una beca para estudiar en el extranjero -aún no ha decidido qué carrera- y, como meta final, anhela “construir una nueva casa para que estemos cómodos y bien protegidos”.
Le preguntamos si ve posible prosperar sin salir de Guatemala.
“Es casi imposible, porque aquí hay pocas oportunidades y mucha corrupción”, responde.
Guatemala padece elevados niveles de corrupción -ocupa el puesto 146 de 180 países en el ranking de Transparencia Internacional-, un problema que según expertos distorsiona no solo la economía del país, sino también sus perspectivas de desarrollo y justicia social.
MAIA nació en 2017 como el primer colegio en Centroamérica dedicado a ofrecer una educación de élite a jóvenes mujeres indígenas de áreas rurales deprimidas.
La organización, sin embargo, comenzó a gestarse mucho antes, tras la experiencia de un programa de microcréditos para mujeres.
“Las mujeres, cuando tenían acceso a microcrédito, invertían sus ganancias en la familia, en la educación de los niños, en la vivienda, en la salud… Y se preguntaron: ¿hasta dónde llegaría una mujer indígena con este talento si hubiera ido a la escuela? Entonces, nace MAIA”, resume Andrea Coché, su directora ejecutiva.
El Colegio Impacto MAIA abrió sus puertas en 2017 y este año superó las 400 alumnas procedentes de 40 comunidades indígenas.
Cada año ingresan unas 50 nuevas estudiantes, que permanecen siete años para alcanzar al menos 15 de escolarización.
El colegio selecciona cada año a niñas indígenas de entre 11 y 13 años que vivan cerca de Sololá, con buen rendimiento escolar, motivación personal y apoyo familiar.
Tras un proceso de casi un año que incluye solicitudes, evaluaciones académicas, entrevistas y estudios socioeconómicos, las admitidas reciben una beca completa y sus familias se comprometen a participar activamente en sesiones y asumir parte de los costos de transporte.
Sostener este modelo tiene un costo elevado: “en cada niña invertimos US$4.000 anuales. Incluye todo: el programa académico, el acompañamiento familiar, el programa de liderazgo, más la nutrición y la salud preventiva”, detalla Coché.
Esta cantidad, que contrasta con el dato ya mencionado de US$841 anuales que el Estado guatemalteco invierte por alumno, no incorpora fondos públicos.
“Vivimos de donaciones individuales y de grandes fundaciones cuando salen proyectos. Siempre estamos en búsqueda constante de recursos”, afirma la directora.
En su breve historia, MAIA ha ganado prestigio internacional: en 2023 fue incluido en el Top 10 de los mejores colegios del mundo (World’s Best School Prizes) y ha recibido otros reconocimientos, como el premio Zayed de Sostenibilidad de Emiratos Árabes.
Sus estudiantes han representado a Guatemala en foros internacionales, desde Japón hasta Nueva York, y el propio Ministerio de Educación ha comenzado a interesarse en replicar algunas de sus estrategias.
“De hecho, este año estamos en un programa donde compartimos con ellos las mejores prácticas que son viables en un sistema público”, añade Coché.
Unas 150 alumnas ya se han graduado del colegio, mientras el equipo de la organización -formado en su mayoría por mujeres de pueblos indígenas- ha crecido y se ha profesionalizado hasta contar con 15 mentoras y un cuerpo docente local que recibe más de 50 horas de capacitación profesional cada año.
“Empoderamos a mujeres jóvenes indígenas a través de la educación para transformar su historia, su comunidad y su país. De ahí nuestro lema: ‘Una mujer empoderada es un impacto infinito'”, sentencia la directora.
A diferencia de Yazmín, que lleva menos de dos años en MAIA, Dulce es toda una veterana a punto de completar su sexto curso en la institución.
Conversamos con esta joven de 17 años, cuya elocuencia denota un alto nivel de preparación académica.
Explica con nostalgia que en unos meses se graduará y dejará atrás MAIA: “Ha sido más que un colegio. Es más como mi segunda casa. Por mí, me quedaría a vivir aquí”, afirma.
Siendo la hija mayor de tres hermanos, su infancia estuvo marcada por la ausencia de su padre -que se fue a Ciudad de Guatemala- y los precarios trabajos de su madre en casas ajenas.
“Fue un poco duro, porque mi mamá tenía que trabajar de casa en casa y a mí me tocaba también. Cuando ingresé a la escuela lo consideré mi salvación, porque no me gusta trabajar fuera”, recuerda.
A Dulce siempre le apasionó estudiar: en primaria fue abanderada, distinción otorgada a los mejores promedios académicos, y princesa maya, un reconocimiento escolar ligado a la representación cultural de su comunidad, además de figurar en el cuadro de honor de su escuela pública.
Sin embargo, sus recuerdos de aquella etapa están marcados por una enseñanza casi robótica: “Siempre era como un ‘copia y pega’, copia lo que tú tienes en el libro, te dictamos lo que tú tienes en el libro y pega, y frustraba un poco”.
La diferencia con lo que encontró al ingresar en MAIA fue abismal.
“Creo que se expandió mi cerebro. Mi forma de pensar se volvió mucho más crítica. Antes no era así; sinceramente, no me importaba mucho. Ahora pienso más, analizo mejor”, resume.
Para Sofía Cuc, educadora del área numérica del colegio, esa evolución responde a una metodología distinta.
“Aquí no decimos ‘Vamos a ver esto, háganlo’. Usamos la exploración, juegos, experimentos, problemas… Las jóvenes van descubriendo el nuevo conocimiento, van asentando todos los procesos y al final les confirmamos: ‘Sí, se hace de esta manera'”, nos explica.
El nivel académico con el que llegan muchas estudiantes es bajo: “muchas ingresan sin poder sumar, dividir o restar. Nosotros esperamos que lleguen a dominar trigonometría y combinatoria, y puedan aplicar todo ese aprendizaje en su vida cotidiana, en la toma de decisiones”, señala.
Dulce confirma que la exigencia en MAIA va más allá de repetir lo escrito en un libro: “Cuando me enfrento a un examen aquí es totalmente diferente que en mi escuela anterior. Es más de análisis. En matemáticas no es solo practicar, es pensar”, relata.
Experimentó el mismo contraste en la sexualidad, un gran tabú en Guatemala, donde predominan las doctrinas conservadoras de las iglesias evangélicas, implantadas con especial fuerza en las zonas rurales e indígenas con bajo nivel educativo y socioeconómico.
“En mi escuela de primaria sacaban de la clase a los niños para enseñar el aparato reproductor femenino y viceversa. Aquí nos enseñan todo sin tabús y nos dicen que vayamos a nuestras casas, a nuestras comunidades, y les mostremos que todos tenemos los mismos derechos”, indica.
Tras graduarse, su propósito es comenzar la carrera de contabilidad “para ser auditora y hacer todo justo y legal, ya que no me gusta la corrupción ni la idea de que el dinero puede comprar todo”, afirma.
Al igual que Yazmín, Dulce quiere expandir sus horizontes fuera de Guatemala.
“Escuché hace un año de la beca She Can (un programa para mujeres guatemaltecas que desean cursar estudios de licenciatura en una universidad de Estados Unidos) y me enamoré”, expresa.
“Dan una oportunidad a las mujeres indígenas como yo. Tengo un potencial y necesito expandirlo; no lo voy a dejar aquí”, concluye.
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