¿Una absurda realidad o una cruda ficción? Eso es en lo nos deja pensando (entre otras cosas) la película No voy a pedirle a nadie que me crea, lo nuevo del director Fernando Frías basado en la novela homónima de Juan Pablo Villalobos.
La historia está llena de contrastes al interponer todo el tiempo la realidad con la ficción, la comedia con el drama, y lo absurdo con lo racional.
Juan Pablo (Darío Yazbek) se va con su novia Valentina (Natalia Solián) a Barcelona para cursar un doctorado en Literatura. Pero antes de salir de México, es contactado por el Licenciado (Alexis Ayala), jefe de una red criminal con quien se ve involucrado.
Mientras intenta escribir la novela de sus sueños, la vida de Juan Pablo da giros cada vez más absurdos y siniestros.
Al protagonista de la novela lleva el mismo nombre que su autor y gracias a eso nos cuestionamos qué tan real es todo lo que nos dice la historia. En pantalla grande, esa duda se vuelve aún más grande al ver que esas situaciones absurdas pueden ser parte de nuestra vida diaria.
El director Fernando Frías cuenta en entrevista con Animal MX que la idea de hacer esta adaptación llegó por accidente.
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Se encontraba rodando su película anterior, la galardonada Ya no estoy aquí, que durante una pausa obligatoria se encontró con esta novela.
“Estuve leyendo y me encontré con esta novela y me arrancó carcajadas, pero al mismo tiempo me dejaba pensando”, explica.
En ese momento, la producción de Ya no estoy aquí quedó medio varada porque no podían grabar en Nueva York por temas administrativos. La situación era tan incierta, que incluso el director comenzó a considerar la posibilidad de que el proyecto no fuera terminado.
“Yo pensaba ‘pero bueno, ¿qué pasa si esto no se termina?. Yo quiero seguir haciendo cine, quiero poder hacer otras películas’” y así fue como se aferró a la novela de Juan Pablo Villalobos.
Aunque ya tenía la historia y a los personajes, el director confiesa a Animal MX que hacer una adaptación “es igualmente difícil que cuando empiezas con una página en blanco”.
Nada más que aquí “el reto es saber qué dejar fuera o cómo conectar dos cosas que son parte de la novela y que no son tan traducibles al cine”.
En su caso, le dio prioridad a ser lo más fiel posible en dos elementos esenciales: el tono y los personajes.
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Algo muy particular de la novela de Juan Pablo Villalobos es que su personaje va a Barcelona a estudiar un doctorado sobre cómo definir los límites del humor en la literatura.
Y sí, a cada rato vemos cómo esos límites se tocan en su propia aventura con un grupo criminal.
En la película pasa lo mismo. Hay escenas de No voy a pedirle a nadie que me crea que primero nos sueltan una carcajada, para después dejarnos con un sentimiento de amargura e incomodidad ante la crudeza de la situación.
Esto es porque al final de cuentas, la historia toca temas como la violencia, el narcotráfico, la corrupción o hasta la cancelación.
Fernando Frías nos platica que en este sentido lo complicado fue hacer que algo que una historia que se sienta cercana sea violenta, pero también cómica.
La tragicomedia no es tan sencilla, pero parece que en México lidiamos con ella todos los días. El director menciona como ejemplo a los memes, los cuales usamos para aliviarnos ante las situaciones más estresantes.
Aunque Ya no estoy aquí y No voy a pedirle a nadie que me crea parecen películas muy distintas, la verdad es que tienen un tema central que las une: la migración.
En ambas historias podemos ver cómo el protagonista se ve obligado a viajar a otro país y cómo enfrenta el choque cultural y los cambios. Sin embargo, ese desplazamiento no es solo físico, sino también sentimental.
A pesar de las similitudes, Fernando Frías aclara a Animal MX que él no persigue como tal el tema de la migración. “Quizás es el tema el que me persigue a mí”, dice.
Sin embargo, analiza que el choque cultural le sirve como recurso para mostrar la forma en la que cada personaje se ve a sí mismo. “Creo que hay mucha verdad cuando alguien está fuera de su elemento”, añade.
En este caso, Juan Pablo y Valentina no solo hacen un viaje de un continente a otro, sino que sus emociones por el otro, su forma de ver la vida y de verse a sí mismos cambia por completo.
La película se estrena el 22 de noviembre en Netflix. Sin embargo, como otras producciones, también tendrá un estreno limitado en cines.
Desde el 15 de noviembre puedes encontrarla en algunos cines alternos del país, como Cine Tonalá en CDMX.
Javier Milei logró lo que muchos creían improbable un tiempo atrás y fue elegido presidente de Argentina este domingo. Ahora viene su reto mayor: gobernar sin mayorías un país en crisis que prometió refundar.
Este economista libertario que irrumpió en la política argentina hace apenas dos años con un discurso antisistema triunfó en el balotaje presidencial con 55,7% de los votos frente a 44,2% del candidato peronista oficialista Sergio Massa, con el 99% del recuento completado.
“Hoy comienza la reconstrucción de Argentina”, dijo Milei en su discurso de victoria el domingo a la noche.
Argentina pasa por uno de sus peores momentos económicos y sociales desde que recuperó la democracia hace 40 años, un factor clave por el cual el mensaje de Milei contra la “casta política” atrajo a tantos votantes frustrados.
El presidente electo argentino propuso cambios radicales que van desde dolarizar la economía y cerrar el Banco Central hasta recortar el rol del Estado en la sociedad.
Pero varios expertos anticipan que la plataforma electoral de Milei chocará con el sistema de pesos y contrapesos de la democracia argentina, ya que el próximo presidente carecerá de mayorías en el Congreso y deberá negociar incluso con rivales que denostó en campaña.
“Milei tiene una debilidad estructural para poder avanzar su agenda en el Poder Legislativo. Y en un país federal como Argentina, donde los gobernadores tienen un peso extraordinario, no tiene un solo gobernador de su partido”, señala el politólogo argentino Sergio Berensztein.
“Estamos frente a un presidente que va a tener una debilidad enorme”, le dice Berensztein a BBC Mundo.
Milei, que tiene 53 años y también se autodefine como “anarco-capitalista”, ha dicho que su objetivo es enderezar el rumbo de Argentina para que vuelva a ser una potencia pujante.
“Hoy retornamos el camino que hizo grande a este país (y) volvemos a abrazar las ideas de la libertad”, sostuvo en su primer discurso tras ser electo presidente.
Pero el país ha carecido en los últimos tiempos de consensos políticos a mediano plazo. Y la confrontación entre oficialistas y opositores se ha vuelto una norma que, a su vez, aumentó la inestabilidad y el deterioro de la economía.
Argentina tiene hoy más de 18 millones de personas o 40% del total de su población viviendo en la pobreza, así como una inflación anual de 143% en los últimos 12 meses hasta octubre, según cifras oficiales.
En este contexto, los argentinos han decidido confiarle el gobierno a un candidato cuyo discurso antisistema le genera comparaciones con el expresidente de ultraderecha brasileño Jair Bolsonaro o el estadounidense Donald Trump, a quien dice admirar.
Sin embargo, la falta de experiencia de Milei en política y en tareas ejecutivas del sector público o privado plantea “un enigma respecto a su capacidad de tomar decisiones”, advierte Berensztein.
El presidente electo deberá impulsar reformas que propuso, como la eliminación de 10 de los 18 ministerios que tiene el gobierno o la reducción drástica del gasto púbico, en un Congreso donde ninguna fuerza política tendrá mayoría y el peronismo será la primera minoría.
La Libertad Avanza, la coalición de Milei fundada hace apenas dos años, contará con apenas 38 diputados en una cámara de 257 miembros y ocho senadores en un total de 72.
Para el balotaje del domingo, Milei logró el respaldo de rivales como el expresidente Mauricio Macri y la excandidata presidencial Patricia Bullrich.
Pero esto dividió la coalición de centroderecha de ambos, Juntos por el Cambio, que a lo sumo le garantizaría al presidente electo el apoyo de cerca de un tercio de los diputados y senadores.
Milei sugirió durante la campaña que, si tuviera dificultades para que el Congreso apruebe reformas que considera fundamentales, podría someterlas a plebiscito.
Pero la Constitución argentina prevé que las consultas populares vinculantes también deban pasar por el Congreso para ser convocadas.
Milei ha planteado además la posibilidad de llamar a un plebiscito para derogar la ley que permitió el aborto en 2020, aunque los expertos discrepan sobre si eso sería constitucional, ya que la norma es del ámbito penal.
También han surgido cuestionamientos a la idea de Milei de descentralizar el sistema de enseñanza dando vouchers o cheques educativos a los padres para que elijan a qué colegio enviar a sus hijos, porque la educación depende por ley de los gobiernos provinciales.
Incluso los decretos de necesidad y urgencia a los que Milei podría recurrir como presidente para impulsar algunas medidas deberían ser ratificados en el Congreso.
“Milei no va a tener mayoría en ninguna de las dos cámaras y esto es un condicionante muy concreto que va a enfrentar”, coincide el analista político argentino Rosendo Fraga.
“El sistema político es el gran desafío de Milei”, le dice Fraga a BBC Mundo.
Aún si superase los grandes retos políticos que enfrenta, Milei tendría obstáculos prácticos para concretar dos de sus propuestas más emblemáticas como la dolarización de la economía y el cierre del Banco Central.
El descontrol de la inflación Argentina llevó a Milei sostener que el país es “incapaz de tener moneda” y que la emisión de billetes por parte del Banco Central supone un “robo” a la población.
Pero el presidente electo ha ofrecido pocos detalles sobre la forma en que piensa implementar este cambio.
Una pregunta clave sobre el plan monetario de Milei es cómo logrará dolarizar la economía de un país donde los dólares escasean.
“Para hacer una dolarización ordenada hace falta tener una cantidad de dólares suficientes para reemplazar los pesos existentes y para dolarizar el sistema financiero”, le dice a BBC Mundo Claudio Loser, exdirector del Fondo Monetario Internacional para América Latina.
El propio Milei estimó durante la campaña que eso costaría unos US$35.000 millones, que a su juicio podrían cubrirse usando las reservas y bonos que posee el Banco Central.
Pero Loser, al igual que otros economistas, advierte que cualquier plan de dolarización requerirá primero corregir la política fiscal y monetaria del país, reducir la inflación, estabilizar el sistema financiero y asegurarse líneas de crédito para ganar confianza.
Todo esto podría tardar al menos varios meses.
“Si se quiere hacer inmediatamente mi expectativa es que generaría un shock importante en la economía”, señala Loser, que preside Centennial Group Latinoamérica, una consultora financiera basada en Washington.
A su vez, aun si Milei lograse la dolarización prometida, los expertos dudan que pueda cerrar por completo el Banco Central, ya que además de una función monetaria esta institución controla los bancos que operan en la plaza argentina.
“Si lo que [Milei] dice de cerrar el Banco Central es para que no se financie más al gobierno, es factible. Eliminarlo no existe en la práctica en los países dolarizados (…) porque hay una necesidad de mantener disciplina financiera y eso sin un Banco Central o equivalente sería muy complicado”, sostiene Loser.
Sin embargo, a juicio de este especialista argentino el desafío más serio que puede enfrentar Milei sería una conflictividad creciente a medida que impulse medidas para reducir subsidios y bajar el gasto público.
En Argentina, el pulso por las agendas de gobiernos no peronistas suele trasladarse a las calles, con protestas sindicales y estudiantiles que pueden volverse masivas.
“Al peronismo o a la oposición eventual a Milei tal vez le conviene que él haga una consolidación fiscal y pague el costo político de hacerlo”, razona Berensztein.
“Entonces es probable que en algunas cosas logre consenso”, agrega, “no porque el sistema político sea generoso, sino por todo lo contrario: es más bien egoísta y Milei se convertiría en un presidente muy impopular”.
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