Seguro has visto alguna de las películas de Studio Ghibli gracias a Hayao Miyazaki. Sin embargo, una de sus películas más devastadoras es realizada por otro director y hoy hablamos de ella: La tumba de las luciérngagas.
Aprovechando que la película tendrá un reestreno limitado en cines de México, nos adentramos un poco más en esta historia que nos rompe el corazón con algunos datos curiosos.
Así que ve agarrándote, que nos vamos con todo.
La historia se desarrolla en la ciudad de Kobe, en Japón y narra la historia de dos hermanos, Seita y Setsuko, quienes se ven obligados a luchar desesperadamente por su supervivencia en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial.
No sabemos ni por dónde empezar, pero una de las principales razones para verla es su director: Isao Takahata.
Junto con Miyazaki, Takahata fundó Studio Ghibli y ambos fueron durante muuuchos años los dos principales directores del estudio.
Al contrario de Miyazaki, que suele enfocarse más en elementos de fantasía y aventura, Takahata retrata temas un poco más terrenales.
Y bueno, La tumba de las luciérnagas no puede ser un peor golpe de realidad al mostrar tan solo un poco de lo horrible de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias sobre la población.
Esta película es bastante emotiva, pues se enfoca en la relación de dos hermanos que hacen todo lo posible por sobrevivir en este contexto. Y no solo en mantenerse vivos con alimento y refugio, sino también buscando la manera de mantener vivo el espíritu.
¿Y por qué es tan desgarradora? No te daremos spoilers por si no la has visto, peeeero tan solo basta saber que la película empieza con la frase “21 de septiembre de 1945. Esa fue la noche en que morí”.
Desde un inicio, la película quita cualquier esperanza sobre el destino de los protagonistas, y eso nos permite concentrarnos en lo que experimentaron durante esos días de guerra.
Y aunque ya sepamos o tengamos noción de las cosas terribles que pasan en una guerra, Isoa Takahata no se tienta el corazón y de todas formas nos muestra momentos desesperantes.
Pero bueno, si quieres saber un poco más de esta película, adéntrate a estos datitos curiosos:
Sabemos que hoy Totoro es EL ícono de Studio Ghibli, pues hasta se incluyó en su logo desde hace varios años. Sin embargo, en 1988 las cosas eran muy distintas.
En ese entonces Hayao Miyazaki no era el maestro famoso que todas sus películas tiene casi que éxito asegurado. Así que cuando propuso hacer Mi vecino Totoro a los productores no les parecía algo con mucho potencial.
La solución de Toshio Suzuki (productor y fundador del estudio) fue planear un lanzamiento doble en cines. Así se estrenaron juntas La tumba de las luciérnagas y Mi vecino Totoro.
Y sí, cines de Japón exhibían las dos películas una tras otra en su estreno. Quizás necesitemos replicar eso en la actualidad, para así recuperarnos con el hermoso Totoro luego de ver la devastación de “Las luciérnagas”.
Un dato curioso que pocos conocen es que La tumba de las luciérnagas también tiene dos películas live action.
La primera es de 2005 y fue una producción directo para la TV japonesa y se lanzó para conmemorar el 60 aniversario del final de la guerra.
Aunque técnicamente es la misma historia, esta se cuenta desde otra perspectiva. Pues en realidad vemos el punto de vista de la prima de Seita y Setsuko y de cómo el contexto de la guerra pudo cambiar tanto a su madre.
El segundo live action se lanzó en 2008 y esta sí sigue prácticamente lo que vemos en la película animada de Isao Takahata.
Muchas personas se preguntan si La tumba de las luciérnagas se basa en una historia real. Y la respuesta es que en parte sí.
Primero hay que aclarar que Isao Takahata se inspiró en la novela semiautobiográfica del mismo nombre escrita por Akiyuki Nosaka.
Y es que el autor también sobrevivió a ataques aéreos en la ciudad de Kobe durante junio de 1945. Y no solo eso, también tuvo que ver a una de sus hermanas luchar contra la desnutrición en los últimos días de la guerra.
Sin embargo, La tumba de las luciérnagas también es una historia personal para Isao Takahata.
Y es que el director también es un sobreviviente de ataques áureos de la Segunda Guerra Mundial. Cuando tenía tan solo 9 años de edad, le tocó vivir un bombardeo en la ciudad de Okayama junto a su hermana, un año mayor que él.
“No podía dejar de temblar, frente a una situación en la que podría haber muerto en cualquier momento”, dijo Takahata al Mainichi Shimbun durante una entrevista en 2015.
El mismo periódico, dice que durante aproximadamente una hora y media, 138 bombarderos B-29 estadounidenses lanzaron unos 100 mil proyectiles sobre la ciudad, cobrando la vida de al menos 1,737 residentes y quemando alrededor del 63% del centro de la ciudad.
Isao Takahata tenía planeado hacer otra película desarrollada durante la Segunda Guerra Mundial, pero más en los primeros días.
La película, que iba a llevar el nombre de Border 1939, buscaba mostrar la brutal invasión del Japón Imperial a varios territorios de Asia y para ello se basaría en una novela de Shin Shikata.
Sin embargo, al final de cuentas el proyecto no se concretó y así es como se quedó como una de las películas no hechas por Studio Ghibli.
Cientos de venezolanos regresan a su país tras desistir de llegar a EU. El trayecto más difícil y más costoso en su camino es el que hay entre Panamá y Colombia.
“Si pudiera devolver el tiempo, jamás pasaría por eso”, dice Carlos*, un migrante venezolano, refiriéndose a la ruta que hizo en lancha desde Panamá hasta Colombia.
Él es uno de los cientos de migrantes que decidieron regresar a su país a raíz de que Donald Trump eliminara las opciones que tenían para cruzar la frontera de Estados Unidos legalmente como solicitantes de asilo.
La lancha en la que iba este lunes con su esposa y sus hijos de 8 y 12 años desde Puerto Obaldía, Panamá, hasta Capurganá, Colombia, se quedó varada en mar abierto.
“Le entró agua al motor y quedamos flotando a mar abierto”, relata Carlos para BBC Mundo. “Llamaron a un lanchero para que nos fuera a rescatar, pero cuando llegó, chocó con nuestra lancha, se montó encima de nosotros y casi nos volteamos”.
El choque le abrió un hueco a la lancha, por el que se empezó a entrar el agua. Afortunadamente, otra embarcación los rescató y los llevó de vuelta a Puerto Obaldía.
Más tarde, y tras algunas reparaciones, Carlos y su familia volvieron a zarpar en la misma lancha y lograron llegar a Capurganá.
El trayecto entre Panamá y Colombia es el más complicado del viaje entre Norteamérica y Suramérica porque no hay carreteras que unan a los dos países.
La gran mayoría de los migrantes atravesaron de ida la peligrosa selva del Darién, una travesía en la cual murieron 84 personas en 2023 y 55 en 2024, según cifras del gobierno de Panamá.
Ahora, para evitar hacerlo de nuevo y por las fuertes restricciones que ha implementado Panamá al tránsito por el Darién, están cruzando por mar.
Para Carlos, lo que vivió en la lancha fue mucho peor que vivió hace seis meses en la selva. La define como una experiencia “traumática”.
“La lancha en mar abierto brinca más de un metro y cae como si estuvieran tirándote de golpe al piso. Sientes como si te estuvieran dando un golpe con un palo en la espalda, en las piernas”.
El choque no fue el único incidente que vivió en la ruta. En un momento, se quedaron sin combustible. Y en otro, el patrón perdió el control del volante y la lancha se ladeó tanto que Carlos quedó parcialmente sumergido en el agua.
Su prioridad cuando iba en la lancha, sin embargo, era mantener agarrados a sus hijos y distraerlos del miedo que sentían.
“Yo lo pienso ahorita y digo: ¿cómo pudimos exponer nuestras vidas así?”.
Según el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, más de 2.200 migrantes llegaron a ese país durante febrero en su camino de regreso hacia Venezuela.
No se sabe cuántos de ellos han salido en lanchas hacia Colombia, pero estas se han convertido en el principal medio de transporte para los migrantes que regresan.
El sábado 22 de febrero una lancha que zarpó de Cartí, en la comarca indígena Guna Yala, naufragó con 21 pasajeros —19 de ellos migrantes— en medio de la noche.
El Servicio Nacional de Fronteras de Panamá confirmó que logró rescatar a 20 de ellos, pero una niña venezolana de 8 años falleció.
Según un experto consultado por BBC Mundo, la ruta que siguen las lanchas que transportan migrantes no es particularmente difícil.
Sin embargo, los vientos alisios, que son más intensos entre enero y abril, sí provocan mareas altas que pueden ser amenazantes para las lanchas abiertas, como aquellas en las que se trasladan los migrantes. No son embarcaciones diseñadas para trayectos tan largos.
A pesar de los riesgos, en TikTok y grupos de WhatsApp, cientos de migrantes venezolanos se alientan mutuamente a realizar el viaje y se felicitan cuando logran llegar al otro lado.
“Es una tranquilidad que no tiene precio llegar a Necoclí (Colombia)”, escribe uno de ellos. “Ni aunque me pagaran $5.000 (unos US$245) semanales, me quedaba un día más en México”, escribe otro.
Las rutas marítimas improvisadas que han usado cientos de migrantes en las últimas semanas para llegar a Colombia arrancan desde dos puntos: uno en la comarca de Guna Yala y otro en la provincia de Colón, en Panamá.
Guna Yala es una comarca indígena en el noreste del país que se extiende a lo largo de la costa Caribe desde la frontera con Colombia. Es, por ende, el lugar más cercano desde donde llegar por mar a Necoclí.
Desde que ocurrió el naufragio del 21 de febrero, sin embargo, dejaron de zarpar lanchas desde Guna Yala y se trasladó todo el transporte de migrantes a la provincia de Colón, según informan fuentes en el terreno.
Las autoridades indígenas de Guna Yala le dijeron a BBC Mundo que, desde antes del naufragio, habían advertido de que a su territorio estaban llegando decenas de migrantes en carros particulares, taxis y a pie para embarcarse en las lanchas.
“Lamentablemente, Gunayala no está en condiciones de recibir y atender a esos seres humanos en condiciones adecuadas, y nos sorprende que ni las Naciones Unidas ni el gobierno de Panamá hayan puesto recursos para un albergue, botes, carros o alimentación para atender estas personas”, decía un comunicado del Congreso General Gunayala.
Las embarcaciones desde Guna Yala zarpaban en Cartí y llegaban hasta Puerto Obaldía, un corregimiento muy cerca de la frontera con Colombia. Ese trayecto toma al menos 7 horas.
A pesar de que la instrucción expresa de las autoridades de Guna Yala es no navegar después de las 5:00 pm, la lancha que naufragó el 22 de febrero viajaba en medio de la noche.
BBC Mundo contactó con las autoridades panameñas para saber cuál ha sido su papel en el transporte de los migrantes que van de norte a sur, pero no obtuvo respuesta.
Sin embargo, fotos que tomó la agencia de noticias AFP en Puerto Cartí el 21 de febrero mostraban a miembros de la fuerza pública panameña vigilando el muelle mientras los migrantes embarcaban.
Ese mismo día y de ese mismo lugar zarpó la embarcación que naufragó.
La otra ruta, que es por la que avanzan hacia su destino casi todos los migrantes desde que ocurrió el naufragio, arranca en Miramar, un corregimiento en la provincia de Colón.
Ahí, los migrantes abordan una primera lancha que para en Gaigirgordub, una isla en la comarca de Guna Yala, y llega hasta Puerto Obaldía. Es un viaje que toma aproximadamente unas 9 horas.
“Realmente hay que vivirlo para poder entenderlo”, le contó a BBC Mundo Rafael*, otro migrante que realizó la travesía.
“Tu vida depende depende de otra persona, a a la que no le importan tus miedos o los golpes que estás sufriendo. Ellos solo quieren llegar”.
“Había un conductor de una lancha que iba a toda mecha y tomando licor”, agregó.
Según los testimonios que recogió BBC Mundo, en Puerto Obaldía los migrantes se quedan una noche. Ahí, hay un puesto de control de las autoridades panameñas donde les revisan los documentos.
Los transportistas les dicen que la comida y el hospedaje de esa noche están incluidos en el precio que pagan, pero eso no es así, según Rafael.
“No te dan agua, ni siquiera agua dulce para que te puedas bañar”, le dijo a BBC Mundo.
Al día siguiente, otra lancha los lleva desde allí hasta Capurganá, un trayecto que toma unos 25 minutos.
En Capurganá, cambian nuevamente de lancha a otra más grande para ir hacia Necoclí o Turbo, dos municipios colombianos relativamente bien conectados desde donde los migrantes pueden continuar su camino por tierra.
Según Carlos, la lancha que lo llevó de Capurganá a Necoclí tenía capacidad para 63 personas, pero en ella iban 68.
En grupos de Whatsapp, algunos migrantes afirman que los patrones de las lanchas les habían vendido un paquete que supuestamente los llevaría hasta Necoclí pero terminaron dejándolos en Puerto Obaldía, a mitad de camino.
El paso entre Panamá y Colombia es lo más caro de todo el viaje desde México hasta Venezuela.
Las lanchas cobran aproximadamente unos US$300 por persona por llevar a los migrantes desde el Caribe panameño hasta Necoclí.
A eso se suman otros US$200 que les cuesta más o menos a cada uno llegar desde Tapachula, México, hasta Panamá, un trayecto que hacen en autobús y toma más o menos cinco días.
Reunir ese dinero en México, sobre todo para las familias con niños, es muy difícil, según los testimonios que recogió BBC Mundo.
Por ende, muchos que no tienen cómo pagar el precio de las lanchas han quedado varados en albergues en la provincia del Darién.
Es el caso de Adrianyela, una migrante que logró llegar con su hija de dos años hasta Panamá con el dinero que ganó vendiendo dulces, pidiendo en la calle y limpiando vidrios en el camino.
Como no tiene la cantidad necesaria para seguir, lleva dos semanas en la Estación Temporal de Recepción de Migrantes de Lajas Blancas, de donde no tiene como salir y donde la infraestructura es muy precaria.
El presidente Mulino ha dicho en varias ocasiones que está trabajando para llegar a un acuerdo con Colombia que permita que los migrantes venezolanos que se encuentran en albergues panameños, como Adrianyela, sean trasladados en vuelos humanitarios hasta Cúcuta.
Sin embargo, por el momento no se conoce ningún acuerdo binacional para que Colombia reciba a migrantes provenientes de Panamá.
BBC Mundo consultó a Migración Colombia y a la Cancillería colombiana en qué punto se encuentra esa negociación y qué medidas se están tomando ante la llegada de migrantes de regreso, pero no recibió respuesta.
A muchos de los migrantes, la alternativa que les queda es pedirles a sus familiares y amigos que les envíen dinero dinero para poder continuar su camino.
“Los familiares por nosotros hasta se endeudan con tal de vernos a nosotros bien”, decía uno de los migrantes en un grupo de Whatsapp.
“Cuando uno anda loco por irse, no le importa el costo ni de los pasajes de bus ni de las lanchas. Lo importante es llegar bien, abrazar a la familia y a los hijos”, escribía otro.
Con todo y los riesgos, subirse a una de esas lanchas es el mayor deseo de muchos migrantes en la medida en que los acercan a la posibilidad de rehacer su vida luego de meses viajando, sin poder llegar a su destino final, EE.UU.
A pesar de que la situación económica y política en Venezuela por la que decidieron migrar sigue igual, volver para muchos de los migrantes es la manera de dejar atrás meses en los que se han enfrentado a xenofobia, robos, estafas e incluso secuestros.
“Por todo lo que viví, estoy superemocionado de llegar a Venezuela”, dice Carlos.
“Los migrantes solo queremos regresar a casa y dejar atrás tantas penurias y frustraciones”, concluye Rafael.
*Los nombres fueron cambiados por petición de los migrantes.
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