
¿Tienes dudas de si la nueva serie Good American Family se basa en una historia real? Pues la respuesta corta es sí y el caso de Natalia Grace es más impactante que cualquier ficción.
Esta nueva miniserie es protagonizada por Ellen Pompeo, Mark Duplass e Imogen Faith Reid y se estrena este 19 de marzo exclusivamente en Disney+ con dos episodios, y luego un episodio por semana.
Narrado desde múltiples puntos de vista, este cautivador drama está inspirado en las inquietantes historias que rodean a una pareja del Medio Oeste norteamericano que adopta a una niña con una rara forma de enanismo.
Sin embargo, a medida que la crían junto a sus tres hijos biológicos, surge un enigma en torno a su edad y su pasado, y poco a poco comienzan a sospechar que tal vez no sea quien dice ser.
Mientras defienden a su familia de la hija que creen que es una amenaza, ella libra su propia batalla para enfrentar su pasado y lo que el futuro le depara, en un enfrentamiento que finalmente se desarrolla en los tabloides y en la sala del tribunal.
Leyendo la sinopsis de esta nueva serie, podrías pensar que se trata de una historia estilo La huérfana, película que se basa en el caso de Barbora Skrlová, pero es todo lo contrario.
Y es que tanto Barbora como la protagonista de la película era una mujer de más de 30 años que físicamente parecía una niña de 13 años por su frir hipopituitarismo y así engañó a varias personas.
En el caso de Good American Family, Natalia Grace es una chica ucraniana que quedó huérfana y fue adoptada en 2010 por Kristine y Michael Barnett. Sin embargo, fue abandonada por la familia un año después ante la sospecha de que era mucho más grande de lo que decía.
PEEEEERO la historia real de Good American Family es un caso muy opuesto y desgarrador.
Los Barnett mudaron a Natalia Grace a un departamento donde vivía sola en Indiana en 2013. Y más tarde, se fueron con sus hijos biológicos a Canadá abandonando completamente a Natalia afirmando que era mucho mayor y que tenía intenciones de lastimar a la familia (ajá, como en La Huérfana).
Justo el caso se volvió popular en 2019 cuando la fiscalía de Indiana presentó cargos contra los Barnett por negligencia hacia una persona dependiente.
Y es que Natalia Grace está diagnosticada con displasia espondiloepifisaria congénita, una forma rara de enanismo.

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Si no quieres spoilers sobre Good American Family, puedes saltarte estos párrafos. Pero si tu alma tiene morbo, ¡entonces dale!
Resulta que en 2012 los Barnett solicitaron al tribunal del condado de Marion, Indiana que cambiaran los registros de nacimiento de Natalia Grace. Así, cambiaron su año de nacimiento a 1989, por lo que entonces Natalia habría tenido 21 años cuando la adoptaron y no los 8 que presuntamente tenía.
La fiscalía que pesentó cargos contra los Barnett pudieron localizar a la madre biológica de Batalia en Ucrania, quien fue identificada como Anna Volodymyrivna Gava.
Los fiscales también obtuvieron registros de nacimiento y hospital de Ucrania que respaldan la fecha de nacimiento original de Natalia, el 4 de septiembre de 2003.
Sin embargo, a los fiscales se les prohibió presentar la evidencia de que Natalia era una niña cuando fue abandonada y el caso de negligencia fue solo basándose en su discapacidad y no en su edad.
Sin embargo, Michael fue declarado inocente en octubre de 2022 y los cargos contra Kristine fueron desestimados en marzo de 2023.
Luego de ser abandonada en 2013, Natalia se mudó con otra pareja: Cynthia y Antwon Mans. La familia la apoyó durante el juicio contra los Barnett e intentaron adoptarla legalmente, lo cual sucedió finalmente en 2023.
Lo que parecía un final feliz, no lo fue… pues resulta que nuevamente llegó un caso de chantajes.
Los Mans empezaron a decir que Natalia Grace los hacía ver como los enemigos al decir que la estaban manipulando y controlando varios aspectos de su vida.
En una entrevista con People en enero del 2025, ahora vive con oootra familia: los DePaul, que de hecho intentaron adoptarla originalmente en 2009.
Ahí mismo menciona que se prepara para cumplir su sueño de vivir de forma independiente. Está aprendiendo a conducir, sueña con ser maestra de primaria y por primera vez el dinero que gana es depositado en su propia cuenta (se sospecha que los Mans le robaron durante más de una década).
Si te quedas con ganas de conocer más de la historia detrás de Good American Family, te recomendamos ver la serie documental llamada El curioso caso de Natalia Grace, de Investigation Discovery y que está disponible en MAX.
Aquí podrás ver tanto declaraciones de los Barnett, como de la misma Natalia Grace y hasta explora qué pasó con ella después de vivir con los Barnett.

Un experto en historia del arte analiza algunas de las fotografías más llamativas del año.
La conmovedora imagen de una pagoda parcialmente destruida en Mandalay, Myanmar, que sufrió un devastador terremoto de magnitud 7,7 el 28 de marzo, muestra la cabeza caída de una enorme estatua budista. El terremoto, que causó la muerte de más de 3.000 personas, se sintió incluso en China, India, Vietnam y Tailandia.
El impactante contraste de escala entre la arquitectura tambaleante que atrae nuestra mirada y la colosal estatua derrumbada –que bloquea las vías de escape en la parte de atrás– resulta particularmente impactante. La destrucción causada por el sismo no será olvidada fácilmente por quienes sobrevivieron a ella.
Aunque el pintor portugués,João Glama Ströberle, logró escapar de la iglesia donde asistía a misa cuando ocurrió el terremoto de Lisboa de 1755, nunca se libró de la devastación. Pasaría las siguientes tres décadas (1756-1792) planificando y pintando un elaborado cuadro que representaba el sufrimiento y los daños causados por el terremoto.
Ni completamente dentro del mar ni fuera de él, el casco oxidado del crucero abandonado MS Mediterranean Sky –que volcó en el golfo de Elefsina, al oeste de Atenas, en 2003– fue fotografiado en agosto en su estado perpetuo semisumergido. Durante más de 20 años, el buque ha permanecido medio hundido, deteriorándose lentamente, hasta caer en el olvido.
Capturado de perfil, contra un lienzo ondulante de cobalto líquido, el barco parece tambalearse entre los elementos, o incluso entre diferentes estados de existencia. Su estado inmóvil evoca el viaje petrificado de una antigua talla fenicia de un barco que adornaba un sarcófago del siglo II, transportando pasajeros eternamente entre mundos.
La foto de los monjes orando bajo la inmensa cúpula dorada de Wat Phra Dhammakaya, durante la ceremonia anual de Makha Bucha en febrero pasado, es impresionante por su brillo etéreo. Son decenas de monjes y devotos, muchos de ellos con faroles a sus costados, reunidos para conmemorar la primera gran enseñanza de Buda.
Su resplandor irreal evoca los contornos de un manuscrito birmano del siglo XIX, que representa el primer sermón de Buda en el Parque de los Ciervos, donde monjes y animales se congregan alrededor de su figura resplandeciente. Ambas imágenes capturan la devoción de comunidades decididas a honrarlo y a ser transformadas por su enseñanza.
La imagen de una rata gigante de papel maché que estalla en papeles de colores, flotando por el Gran Canal de Venecia, durante el desfile acuático que tradicionalmente inaugura el carnaval de febrero, es una explosión de color vibrante.
El roedor convertido en espectáculo, la “Pantegana” (rata) flotante, emerge de manera imaginativa de las cloacas de la ciudad como un emblema del costado cómico de Venecia.
Desprendiendo estallidos de color, la rata ofrece un contraste grotescamente brillante con el velo elegantemente luminoso que envuelve Venecia en innumerables pinturas, como la “Entrada al Gran Canal” de Paul Signac, de 1905, un representante del neoimpresionismo.
En ambas imágenes, Venecia se disuelve en un mosaico de luz pixelada.
La imagen de una refugiada congoleña, sentada en un columpio en un centro de tránsito cerca de Buganda en mayo, irradia una alegría que trasciende las incomodidades materiales que la rodean: la lluvia incesante, la estructura de acero oxidada de los juegos infantiles abandonados y el asiento roto que cuelga a su lado.
Esta mujer es una de las más de 70.000 personas que han cruzado a Burundi desde enero y demuestra una fortaleza de espíritu que desafía sus difíciles circunstancias. Si se coloca la fotografía junto a la famosa pintura “El Columpio” (1767), del artista rococó francés Jean-Honoré Fragonard, se despoja a la obra de su frivolidad cortesana, recuperando el columpio como un símbolo atemporal de alegría y paz interior, suspendido fuera del espacio y del tiempo.
Con la cara cubierta una sustancia aceitosa, una activista del grupo de acción directa Fossil Free London se ubicó frente a las oficinas de la compañía energética Shell en mayo pasado.
La venta por parte de Shell de sus activos petroleros terrestres en Nigeria —una medida que, según los manifestantes, permite a la empresa eludir su responsabilidad por los accidentes en el delta del Níger— fue el motivo de la protesta, mientras que la compañía niega haber actuado de forma incorrecta.
La pose con los ojos vendados recuerda a la pintura “Esperanza”, de George Frederic Watts, de 1886, en la que una mujer con los ojos cubiertos se sienta sobre un globo terráqueo oscuro mientras toca una lira melancólica.
La imagen de dos alumnas de ballet de 5 años, Philasande Ngcobo y Yamihle Gwababa, posando en julio en la academia de danza en Tembisa, Sudáfrica, es conmovedora e impactante.
El marcado contraste entre la tierra reseca, las sombras definidas y los delicados vestidos evoca las rigurosas y angulares estéticas de las innumerables escenas de bailarinas ensayando pintadas por Degas.
Manteniendo la mirada fija en la expresividad gestual de sus bailarinas, Degas a menudo abstraía los estudios de danza en amplias zonas de color uniforme, dotando a sus pinturas, al igual que la fotografía tomada a las afueras de Johannesburgo, de una dimensión atemporal.
Una serie de imágenes desgarradoras de niños demacrados en los brazos de sus madres en la Ciudad de Gaza en julio, conmocionaron al mundo. BBC News informó que, según la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), uno de cada cinco niños en la Ciudad de Gaza padecía desnutrición.
La publicación de esta imagen desató la controversia debido a que el niño retratado en la fotografía también sufría problemas de salud preexistentes.
Si bien existen innumerables imágenes en la historia del arte de madres consolando a sus hijos enfermos, desde “El niño enfermo” de Gabriël Metsu, de 1665, hasta “Los desamparados”, un dibujo a pastel y carboncillo de Pablo Picasso de 1903, fotografías como las capturadas en Gaza no tienen punto de comparación con la pintura ni la escultura.
Ninguna representación visual del sufrimiento o la compasión, por muy talentoso o aclamado que sea el artista, puede capturar adecuadamente la magnitud de la angustia que documentan estas recientes fotografías.
Una imagen extraordinaria capturada por el astrofotógrafo Andrew McCarthy, en la que se ve a su amigo practicando paracaidismo —silueteado contra una fotografía de gran detalle del Sol matutino en Arizona el 8 de noviembre—, cautivó la imaginación del mundo.
No había margen de error, ya que cada aspecto de la cuidadosamente planificada acrobacia tenía que salir a la perfección: una sincronización precisa de la elevación solar, el momento exacto y la caída libre. Rápidamente bautizada como “La caída de Ícaro”, en referencia al mito griego del joven cuyas alas se derritieron al volar demasiado cerca del Sol, la fotografía reaviva una larga tradición en la historia del arte, desde Pieter Bruegel el Viejo en el siglo XVI hasta Henri Matisse en el siglo XX, de representar la trágica caída del joven que se atrevió a ir demasiado lejos.
La imagen de un manifestante en Estambul, ataviado con la vestimenta tradicional de los derviches —asociada habitualmente con el misticismo sufí—, enfrentándose a un batallón de policías fuertemente equipados que utilizaban gas pimienta, se hizo viral en marzo.
Los disturbios políticos generalizados, los más intensos en más de una década en Turquía, se desencadenaron por el arresto y encarcelamiento del alcalde de Estambul, una figura considerada por muchos como rival del presidente Erdogan.
La yuxtaposición visual de un individuo aparentemente estoico e inmóvil, vinculado a la práctica espiritual no violenta de la danza de los derviches, y las fuerzas del orden armadas resulta impactante. El distintivo sombrero alto de los derviches y las túnicas largas y superpuestas, ambas ricas en simbolismo de muerte y renacimiento, elevaron la imagen de una protesta callejera común a algo mítico.
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