Este 27 de noviembre por fin se estrenó El Irlandés (The Irishman), la más reciente película de Martin Scorsese, con la que seguramente Netflix querrá competir en los premios Oscar.
El Irlandés sigue la historia de Frank Sheeran (Robert De Niro), un adulto mayor que nos cuenta, desde un asilo, detalles de su vida como asesino a sueldo, actividad a la que se dedicó hasta que su “amigo”, el sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino), desapareció sin dejar rastro.
La película está basada en el libro Escuché que pintas casas: Frank ‘El Irlandés’ Sheeran y el caso cerrado de Jimmy Hoffa (Heard You Paint Houses: Frank “The Irishman” Sheeran and Closing the Case on Jimmy Hoffa), escrito por Charles Brandt.
Así eran en la vida real, Jimmy Hoffa, Russell Bufalino y Frank Sheeran, los personajes principales de El Irlandés.
James Riddle Hoffa, es decir Jimmy Hoffa, nació en Brazil, en el estado de Indiana, en Estados Unidos, en 1914.
Cuando tenía 18 años, Hoffa se sumó a las filas del Sindicato de camioneros, uno de los más grandes de Estados Unidos, también conocido como Teamsters.
En 1957, Jimmy Hoffa se convirtió en líder del Sindicato de Camioneros y lo hizo crecer hasta reunir cerca de un millón de integrantes.
Sus compañeros lo calificaban como una persona carismática. Diversos medios estadounidenses documentaron que, mientras estuvo al frente del sindicato, Hoffa ofrecía lavar dinero de la mafia a cambio de extorsionar a empresarios.
Robert Kennedy, quien entonces era Fiscal de Estados Unidos se dio cuenta de las actividades ilícitas de Jimmy Hoffa y no descansó hasta meterlo a la cárcel.
En 1964, después de varias acusaciones por diversos delitos, Jimmy Hoffa fue encarcelado por sobornar a un jurado.
Pero Richard Nixon lo indultó en 1971. Así que lo primero que hizo al salir de la cárcel, fue tratar de recuperar su sindicato.
Solo que no contaba con que algunos integrantes del sindicato, así como miembros de la mafia, no estarían de acuerdo con su regreso.
La última vez que los familiares de Jimmy Hoffa lo vieron con vida fue el 30 de julio de 1975, cuando se dirigía a un restaurante para reunirse con sindicalistas y mafiosos.
Su desaparición se convirtió en uno de los casos criminales más populares y misteriosos de Estados Unidos, pues su cuerpo jamás fue encontrado.
En 2004, el abogado Charles Brandt publicó el libro en que se basa El Irlandés. En este libro está la versión de que Frank Sheeran, quien fue jefe de seguridad de Hoffa, lo mató.
Pero de acuerdo con varias investigaciones, citadas por BBC, incluida una de la Universidad de Harvard, descartaron esta versión.
Russell Bufalino fue el jefe de la familia criminal del noreste de Pensylvania conocida como la familia Bufalino, que imperó de 1959 a 1989.
Bufalino nació en Sicilia, Italia, en 1902, pero desde muy niño se mudó con su familia a Nueva York, en Estados Unidos. Su carrera criminal inició con delitos menores y poco a poco escaló hasta convertirse en el líder.
La organización de Bufalino era pequeña, pero muy poderosa. De acuerdo con Esquire, controlaba las operaciones que involucraban la usurpación de préstamos, el juego y el fraude, entre otros delitos.
Russell era primo de William Bufalino, abogado de Jimmy Hoffa.
A pesar de que era muy poderoso, a Bufalino le gustaba mantener un perfil bajo.
¿Qué tuvo que ver con la desaparición y muerte de Jimmy Hoffa?
Tal como lo vemos en la película, Hoffa, Bufalino y Frank Sheeran, eran amigos cercanos y socios. De hecho, Bufalino ayudó a Hoffa a involucrar al sindicato de camioneros con la mafia.
Sin embargo, cuando Hoffa salió de la cárcel, decidido a recuperar el sindicato, los mafiosos no querían autoridades les pidieran cooperar en el caso y, según cuenta Frank Sheeran en el libro, Bufalino y otros mafiosos decidieron matar a Jimmy Hoffa.
Bufalino pisó varias veces la cárcel, entre 1978 y 1989, pero nunca por la autoría intelectual del asesinato de Jimmy Hoffa.
En 1978, Bufalino fue sentenciado a cuatro años de cárcel acusado de extorsión. Cuando salió, volvieron a encarcelarlo por por intentar matar a un hombre que había testificado en su contra en el primer juicio. Salió de la cárcel en 1989 y murió en 1994 a los 90 años de edad. Se llevó a la tumba el secreto sobre la muerte y desaparición de Jimmy Hoffa.
Frank ‘El irlandés’ Sheeran fue un sindicalista irlandés, acusado de estar relacionado con la mafia estadounidense.
Sheeran nació en Irlanda el 25 de octubre de 1920. Fue soldado en la Segunda Guerra Mundial y después se convirtió en camionero, se afilió al sindicato liderado por Jimmy Hoffa y trabajó como asesino a sueldo para los Russell Bufalino.
Charles Brandt entrevistó a Sheeran para escribir su libro y la mayor parte de sus vivencias son las que desatan la trama de El Irlandés.
Russell Bufalino presentó a Sheeran con Jimmy Hoffa. Ambos se hicieron muy amigos y Sheeran trabajó como sicario y jefe de seguridad de Hoffa durante años.
En las entrevistas con Brandt, Sheeran se adjudicó haber asesinado a Jimmy Hoffa en 1975.
Sin embargo, las autoridades judiciales estadounidenses jamás pudieron comprobarlo.
Sheeran le confesó Brandt que había matado a Hoffa y a otras 24 personas durante toda su vida.
Sheeran dijo que él y otros dos integrantes de la mafia recogieron a Hoffa en el restaurante Machus Red Fox en Detroit el 30 de julio de 1975, por orden de Russell Bufalino, supuestamente para llevarlo a hacer las paces con integrantes del sindicato y otros mafiosos.
Sin embargo, en lugar de la ir a esta reunión, Sheeran llevó a Hoffa a una casa vacía, como vemos en la película, donde le disparó. Mientras que otro grupo se encargó de desaparecer el cuerpo.
El cuerpo de Hoffa nunca fue encontrado, por lo que el caso nunca se resolvió. Aunque autoridades estadounidenses lo declararon muerto en 1882.
Frank Sheeran murió de cáncer, a la edad de 83 años, en un asilo de adultos mayores en Filadelfia, Estados Unidos, en 2003.
Su creadora es Martha Alicia Tronco Rosas, investigadora del Instituto Politécnico Nacional de México.
Tan simple como una regla de 30 centímetros.
Ese es violentómetro, un invento que, hace 16 años se creó en México y que ayuda a personas de todo el mundo a identificar los signos de violencia.
Un material gráfico y didáctico en forma de regla que consiste en visualizar las diferentes manifestaciones de violencia que se encuentran ocultas en la vida cotidiana y que muchas veces se confunden o desconocen.
Lo que empezó como un sencillo proyecto dentro del Instituto Politécnico Nacional (IPN) de México, hoy se puede ver en múltiples países y se ha traducido a idiomas como el maya, el italiano, euskera o chino.
Su creadora es la mexicana Martha Alicia Tronco Rosas, doctora en FIlosofía y Ciencias de la Educación, Fundadora del Programa Institucional de Gestión con Perspectiva de Género del Instituto Politécnico Nacional e investigadora de este centro.
BBC Mundo conversó con ella.
En 2007, Martha Tronco propuso crear la unidad de género en el IPN porque, aunque había “algunas instancias que daban cierto apoyo en temas de violencia dentro de la institución, pero no desde una perspectiva que era la necesaria, desde mi punto de vista, una perspectiva de género”, explica.
Porque empezó a observar, por un lado, que las mujeres científicas en el Instituto tenían un menor crecimiento que los hombres y, por otro, que estas apenas tenían responsabilidades como directoras en las unidades académicas.
Pero cuando creó la unidad de género, se encontró con un problema mayor que, sin hacer mucho ruido, recorría las aulas.
El silencio se rompió con cartas anónimas que dejaban a Tronco en su despacho, por debajo de la puerta.
“Llegaron muchas denuncias en torno a que las personas eran maltratadas, eran violentadas. Mujeres, directivos, relaciones de pareja entre estudiantes”, relata.
Así, como investigadora, propuso hacer una encuesta a más de 14.000 estudiantes de nivel medio y superior para, dice, “saber todo”: desde posibles problemas de salud, consumo de alcohol y sustancias a, por supuesto, hábitos violentos.
El único requisito era haber tenido al menos una relación de pareja en el año anterior.
“Los resultados fueron impresionantes, en el sentido de que detectamos mucha problemática: embarazos y paternidades no contemplados, por ejemplo, o adicciones”, explica Tronco.
Cuenta que lo que más le llamó la atención, el “foco rojo”, fue cómo la gente percibía la violencia.
Había respuestas como “a mí me celan, pero un poquito”; “yo sí he tenido algunos jaloneos (empujón violento) con mi pareja”; “me ha pellizcado un poquito”; “en ocasiones revisa mis documentos o mi celular”.
“Pero no la expresaban y percibían como si fuera algo violento. Siempre observaba en esas respuestas una supuesta situación de amor, entre comillas, de protección. Pero eso tiene un nombre y se llama violencia”.
Tras la encuesta, Marta Tronco pensó que era necesario hacer un material útil en todos los espacios posibles, que no se tirara y que fuera económico, pues el proyecto en inicio nació sin presupuesto.
“Así surgió la idea de una regla de escritorio de 30 centímetros. Y en cada centímetro una de las manifestaciones de violencia que nos dijeron en la encuesta. Así nació el violentómetro”.
La regla se divide en tres colores diferentes y cada uno engloba una situación, “iniciando sobre lo más sutil, aquella violencia que se enmarca en acciones que no implican una acción física, los 10 centímetros siguientes con acciones que implica violencia sobre objetos o sobre la persona, pero en menor medida, y los últimos 10 centímetros, con acciones con violencia física extrema”.
En el primer tramo están acciones como celar, mentir, hacer bromas hirientes, ridiculizar o controlar y prohibir cosas o ver a gente. En el segundo, destruir objetos personales, pellizcar o jalonear, en el tercero, amenazas con objetos, amenazas de muerte, forzamiento de relaciones sexuales y, en última instancia, el asesinato.
Una escala de violencia que, en la relaciones personales, no tiene por qué pasar por todos los puntos.
“Puede que solo haga bromas hirientes, que te ridiculice, te intimide y te cachetee. Pero igual es violencia y se debe estar atento y pedir ayudar”, sostiene Martha.
En el caso más extremo de la violencia están los feminicidios, que en México son una auténtica lacra social. Según cifras oficiales ofrecidas por UNESCO, en 2024 un promedio de 10 mujeres murieron de modo violento cada día.
De esa primera idea salieron otras para ayudar no solo a ver si se está sufriendo violencia, sino también si se está ejerciendo sobre otras personas y qué se debe revisar en ese caso. Luego pasaron la idea del violentómetro a una app para que los más jóvenes tuvieran ese acceso.
Después, la idea, nacida en México, se expandió a otros países y se puede ver en distintas partes de América Latina, España o China.
En lo más cercano, Martha empezó a ver el impacto de esta herramienta cuando vio que se lo pedía “desde la abuelita para dárselo a los nietos o cuando en las escuelas lo querían dar de aguinaldo”.
Martha Tronco explica que esta sencilla herramienta ha servido para visibilizar muchos tipos de violencia que no se percibían como tal y que la gente los reconozca.
“En México, como en muchos países latinoamericanos, tenemos mucha violencia. Por eso creo que ha tenido tanto impacto. Y en México en concreto ha servido para darnos cuenta de qué hacemos o qué sentimos en este tipo de relaciones”, dice.
Y, remarca, esto no es solo algo de relaciones de pareja.
“El violentómetro ha permitido darnos cuenta de que esto que vivimos de manera cotidiana no es protección, no es amor, no es cariño. Y que esta violencia que podemos sufrir muchas veces la replicamos en otros, porque son las formas que hemos aprendido, las que hemos visto en cómo se ha relacionado nuestro entorno”.
Aquí, dice, toca hacer una revisión muy puntual y personal para no repetir esquemas violentos.
Dentro de los posibles comportamientos violentos que aparecen en esta herramienta, algunos pueden ser sutiles y la línea entre lo que es acto violento o no puede ser poco clara.
Por ejemplo: ¿es violencia que lleve siempre el pelo largo y vestidos porque a mi pareja le gusta? ¿o que no vaya a ciertos lugares o con cierta gente?
¿Cuál es la línea entre complacer un deseo y algo violento?
“A veces no nos damos cuenta porque es muy sutil el controlar y el prohibir está en el número 11 del violentómetro, por ejemplo. Y no nos damos cuenta porque consideramos que es un acto de amor, que marca algo que no te conviene. Pero cuando la toma de decisiones no es personal y libre, cuando aquello me genera una serie de problemas, es violencia”, apunta Tronco.
Y, dentro de la violencia, uno de los problemas que conversamos con Tronco fue no solo lo complicado de verla, sino de comunicarla.
“Es un tema que da vergüenza. No nos reconocemos cuando somos violentadas. Y es algo que nos puede pasar a todas”.
También advierte Martha Tronco que las violencias que aparecen en el violentómetro se pueden dar todas o aparecer salpicadas y que tampoco son algo que ocurren de un día para otro, de golpe.
“Es como una humedad en la casa. Va despacito y, de repente, un día, ves una mancha enorme en la pared y no te habías dado cuenta. Incorporamos lo que la otra persona quiere, poco a poco, y llega un momento en que no nos reconocemos”, señala.
Por eso, remarca, es importante hacer un ejercicio de autoconocimiento. “Hay que hacer una revisión de lo que somos y de lo queremos hacer y lo que no más allá de agradar a la otra persona”.
Y aunque su invento es una ayuda, reconoce que la información, si bien válida y necesaria, no lo es todo.
“Ahora se tiene mucha más información que antes y es un elemento necesario, pero no transformador completamente. La parte social, la parte familiar, es la que puede hacer la diferencia, que tengamos comportamientos diferentes. Nos toca a todos hacer una revisión de los vínculos que tenemos, una revisión de la familia, nuestros espacios, nuestras amistades”.
También habla de la interseccionalidad en la violencia. “No es lo mismo ser una mujer blanca, con un nivel educativo alto y heterosexual que ser indígena, lesbiana, analfabeta y pobre. Las mujeres somos diversas y tenemos muchas necesidades diferentes”.
El último cálculo de ONU Mujeres sobre violencia indica que, en todo el mundo, 736 millones de mujeres –casi una de cada tres– han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja; y de violencia sexual fuera de la pareja, o ambas, el 30% de las mujeres de 15 años o más al menos una vez en su vida. Esto sin incluir datos de acoso sexual.
Para 2023, unas 51.100 mujeres y niñas murieron a manos de sus parejas u otros familiares en todo el mundo. Esto significa que, en promedio, 140 mujeres o niñas fueron asesinadas cada día por alguien de su propia familia, según datos de ONU Mujeres.
En el caso de los hombres, solo el 12% de los homicidios que sufren se producen en la esfera privada. Cuando hablamos de mujeres y niñas esta cifra asciende al 60%.
¿Entonces, cómo hacemos para cómo se incluya a los hombres en la conversación?, le pregunto a Martha Tronco.
Y destaca una experiencia que tuvo durante un Curso de Paternidades.
“Les preguntábamos algo muy sencillo: ‘¿Qué tipo de padres quieres ser? ¿Quieres ser como el padre que tuviste?’ Fue un punto medular. Muchos, llorando, decían que no querían eso para sus hijos”, explica.
Y les toca, a juicio de Tronco, “hacer esta revisión profunda, que nos responsabilicemos todos”.
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