¿Qué eran el Teatro Metropólitan, el Auditorio Blackberry y El Plaza Condesa antes de convertirse en los foros a los que vas a conciertos?
Todos estos grandes espacios tienen en común una historia: fueron lo que ahora conocemos como los antiguos cines de CDMX, enormes salas donde se proyectaban estrenos nacionales e internacionales.
Cines como Las Américas (al que Cleo lleva a los niños en Roma), El Plaza y más grandes salas eran los lugares de reunión para los habitantes de los diferentes barrios de la ciudad.
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Las colonias de la ciudad tenían varias opciones para ir al cine. Una de ellas era el llamado cine de barrio que “generalmente se trataba de una sala pequeña —que muchas veces ni siquiera aparecía en cartelera— conocida por la gente de la colonia o barrio”, comenta Juan Carlos Briones, quien forma parte del equipo de La Ciudad de México en el Tiempo y se ha dedicado a la investigación sobre urbanismo y la historia de la ciudad.
Otra era el cine piojito, salas improvisadas con problemas técnicos donde se presentaban películas que no eran de estreno.
La primera sala de cine estuvo en el entrepiso de la droguería Plateros, en la calle de Madero (casi esquina con Isabel La Católica).
En 1896 ahí se instaló el primer cinematógrafo enviado por los Hermanos Lumière, aunque la primera función se llevó a cabo en el Castillo de Chapultepec para el entonces presidente Porfirio Díaz.
La curiosidad que despertaba el cine provocó que pronto comenzaran a instalarse salas de cine, como es el caso del famoso Salón Rojo.
“En 1897, Salvador Toscano compra un cinematógrafo y lo establece en la calle de Jesús María, prácticamente un año después se traslada a la calle de Madero esquina con Bolívar. Es lo que vamos a conocer posteriormente como el Salón Rojo, en la Casa Borda”, comenta Juan Carlos.
La popularidad del cine provocó que teatros, circos y frontones se adaptaran como salas de cine.
Así es como surgieron el Real Cinema y el Palacio Chino; el primero aún funciona como un multicinema y el segundo hasta hace un par de años aún ofrecía servicio, pero actualmente está abandonado.
Juan Carlos menciona que la primera gran sala de cine de CDMX fue el Cine Olimpia, inaugurado en 1921.
“Ya era un cine en forma con una capacidad considerable. Estaba en la calle 16 de septiembre, casi enfrente de la Panadería Ideal, en donde ahora hay una plaza del sexo”, cuenta.
Ir al cine en las décadas de 1950 y 1960 era muy diferente a como lo hacemos actualmente.
Esta actividad “creaba comunidad, era un espacio recreativo donde la gente interactuaba en familia, con amigos y vecinos.
“Todo empezaba desde que buscabas la cartelera en el periódico. Ya en el cine esperabas el intermedio para ir a comprar golosinas”, dice Juan Carlos y hace hincapié en que esto “era parte de la rutina familiar y de la economía del barrio”, ya que la gente visitaba los locales contiguos antes o después de la función de cine.
Las grandes salas de cine podían recibir —literalmente— a miles de espectadores.
El Cine Florida, por ejemplo, tenía capacidad para 7 mil 500 personas.
Entre los cines con mayor capacidad se encontraban el Colonial con 5 mil 287 butacas, el Coloso con 5 mil 100, el Máximo con 4 mil 720, Orfeón con 4 mil 628 y el Futurama con 4 mil 494.
La popularidad de las salas de cine y la industria cinematográfica mexicana crecieron a la par durante la Segunda Guerra Mundial.
“Hollywood bajó la producción de películas y en México no pasó así”, dice Briones. “Sin embargo el cine mexicano se mantuvo hasta 1957”.
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La decadencia de estos cines comenzó en la década de 1970, “cuando llegó la modalidad de los multicinemas”, es decir, los cines con varias salas.
Los multicinemas de Plaza Universidad fueron de los primeros cines que empezaron a funcionar bajo esta modalidad: “eran como 8 salas pequeñas que tenían una variedad importante de películas”, comenta Briones.
La décadas de 1980 fue el ocaso del cine nacional y el terremoto de 1985 complicó la situación al afectar a muchas de las salas de la ciudad.
Cines como el Roble y el Intercontinental se perdieron.
En los años 90, cines como El Plaza conservaban su sala principal —la misma en donde ahora se llevan a cabo conciertos— y adaptó tres salas pequeñas en la parte superior.
Su público generalmente eran vecinos de la zona que aprovechaban sus promociones para ver cine a bajo costo; esto los ayudaba a subsistir, pero no fue suficiente como para mantenerse vigentes.
Además, ese fue el momento en que cadenas como Cinemex y Cinépolis se expandieron por todo el país.
Muchas de las grandes salas de convirtieron en foros o templos religiosos como pasó con los cines Estadio y Jalisco, mientras que el Savoy y el Teresa cambiaron su cartelera por contenidos exclusivamente para adultos.
En 2013, este último proyectaba ciclos de cine curados por la Cineteca Nacional y actualmente funciona como una plaza de venta de accesorios para celular.
Cines como el Orfeón —ubicado en el Centro Histórico— están en completo abandono, mismo caso que el Ópera y el Cosmos, aunque estos serán rehabilitados.
El pasado 18 de julio, José Alfonso Suárez del Real, titular de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, confirmó a Reforma que la dependencia pondrá en marcha un programa para rescatar el Cine Ópera para que recupere su vocación de sala de cine.
En enero de 2019, la alcaldía Miguel Hidalgo anunció que durante el segundo semestre de 2019 reabrirá las puertas el Cine Cosmos, el cual actualmente se encuentra en su última fase de remodelación.
Restaurar el inmueble tuvo un costo de 50 millones de pesos provenientes del Gobierno de la Ciudad de México.
El Cine Cosmos se unirá al sistema de Fábricas de Artes y Oficios (FARO) de la Ciudad de México por lo que contará con programación cultural y artística.
Trump y Carney se reunieron este martes en la Casa Blanca, para iniciar conversaciones tras meses de una tensa relación entre ambos.
Fue un encuentro lleno de sonrisas, pero no exento de tensión.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro canadiense, Mark Carney, se reunieron este martes por primera vez en la Casa Blanca, para iniciar conversaciones tras meses de una tensa relación entre ambos países desde que el mandatario estadounidense le impuso aranceles a su vecino.
Carney se impuso recientemente en las elecciones de Canadá gracias, sobre todo, a su firme oposición a Trump, que desde que llegó a la presidencia habla constantemente de que quiere que Canadá se convierta en el estado número 51 de Estados Unidos.
En ese clima de tensión se celebró este martes el encuentro entre ambos líderes.
Cuando a Trump le preguntaron sobre el espinoso tema de anexar a Canadá, el presidente respondió que “se necesitan dos para bailar el tango”, y agregó que no era el momento de discutir ese tema.
Sin embargo, Trump también enumeró una larga lista de beneficios que, en su opinión, recibirían los canadienses si pasaran a formar parte de EE.UU.
“Es una frontera artificial”, advirtió, dibujando con la mano una línea en el aire.
Carney no tardó en responderle.
“Como sabe, en el sector inmobiliario hay lugares que nunca están a la venta”, dijo. “Estamos en uno ahora mismo… No está a la venta. Canadá nunca estará en venta”.
“Nunca digas nunca”, dijo Trump. “Ya veremos qué pasa con el tiempo”, apuntó el mandatario.
Estados Unidos es un gran mercado para las empresas canadienses. Aproximadamente 75 % de las exportaciones de Canadá van hacia su vecino del sur.
Canadá, por su parte, representa un porcentaje mucho menor (el 17 %) de las exportaciones estadounidenses.
Canadá también es el mayor proveedor extranjero de petróleo crudo de Estados Unidos. El déficit comercial estadounidense con Canadá, que se espera que sea de 45 mil millones de dólares en 2024, se debe en gran parte a la demanda energética de Estados Unidos.
Trump emprendió una guerra comercial global en la que Canadá fue uno de los primeros países blanco de los aranceles.
El mandatario impuso parcialmente un arancel del 25 % sobre varios productos canadienses, junto con impuestos de importación del 25 % sobre todas las importaciones de aluminio y acero.
Sin embargo, eximió a productos cubiertos por el Tratado entre Estados Unidos, México y Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés).
Canadá respondió con aranceles por 42 mil millones sobre productos estadounidenses.
Las relaciones entre ambos países se han vuelto más tensas en los últimos meses, impulsadas por la retórica de Trump sobre el “estado 51” y su referencia al exprimer ministro Justin Trudeau como “gobernador”, tal como se denomina a los líderes de los estados en Estados Unidos.
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