En el teatro Cándido, César David, Javier e Ismael encontraron la libertad que perdieron cuando ingresaron a la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla. Actuar dentro de prisión ha sido, a veces, la vía para conocerse y cuestionarse; otras, para reflexionar sobre violencias propias y ajenas. Al mismo tiempo, es una fuente de ingresos para quienes permanecen privados de la libertad, y un trabajo estable para quienes ya salieron.
Un sábado al mediodía da inicio la cita para asistir a una función de MCBTH, Ruega por nosotrxs al interior de la Penitenciaría. Las representaciones están abiertas al público general mediante la compañía de Teatro Penitenciario. El transporte parte desde el Centro Cultural Autogestivo El 77, en la colonia Juárez.
Las barreras comienzan a disiparse desde el protocolo de ingreso al reclusorio y el recorrido por sus pasillos –entre vendimias y talleres– antes de llegar a su teatro Juan Pablo de Tavira, en una jornada que se prolongará hasta la tarde.
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A la llegada, la recepción es incluso más cálida que en cualquier teatro común: un interno sostiene una charola con copas de plástico llenas de refresco que ofrece a los recién llegados.
Desde el principio, con la oscuridad propia del interior y la iluminación tenue de la puesta en escena, da la sensación de una gala que contrasta con la precariedad de las áreas externas y los pasillos. Como antesala a la representación, un rey sentado en su trono presume su repertorio: “Jefe de jefes”, “Caminos de Michoacán” y “Bésame mucho”. Después lanza: “Gracias por haber acudido al llamado real: pocos, pero locos”.
Al ritmo de la música, un integrante de la compañía baila y sirve el refil de las copas. Detrás del trono, otros tres le dan vida a la música, dos animan con aplausos y el guardaespaldas del rey permanece, imperturbable, a su lado. La figura de un par de custodios se pierde en el fondo negro. En este foro ya no hay reclusos.
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Las rejas de la prisión van desapareciendo en el interior del teatro, donde las personas ya no son “las de adentro” y “las de afuera”, sino los actores y los espectadores.
El acercamiento crece cuando el Rey Duncan recorre el teatro para dar las gracias y estrechar la mano de cada persona en el público. “Esta es la casa de Macbeth, en un momento vamos a comenzar”, anuncia.
“Nomás que no nos vea la tira”; “somos cuarta transformación –alza y mira su copa–, porque con esto cómo uno se transforma”; “vinieron medios, nunca vienen completos”, sigue bromeando. “Muchacho, fuera de aquí, no estés promoviendo el alcoholismo”, le dice a su compañero que sostiene la charola cuando la función está a punto de empezar. Es un rey cantador, burlón y dicharachero.
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César David, en cambio, es el hombre serio pero sensible que esconde el vestuario.
Interpretar al Rey Duncan o a otros personajes, además de darle libertad, le ha permitido saber quién es y lo que puede hacer. Ahí descubrió talentos que no se conocía. Lo define como una olla exprés para sacar todas las presiones y llegar “finito” a convivir con la gente con toda la paz que se requiere.
“Creo que cuando cometemos un delito también actuamos, muchas veces no somos esos grandes criminales que aparentamos ser; posiblemente muchos hacen una actuación, pero no lo hacemos consciente. Aquí ya lo hacemos con conciencia, y es muy catártico”, explicará en entrevista al terminar la función.
Tres brujas cantan alrededor de un caldero. Todo el tiempo mantienen una interacción cercana con el público. Prenden el fuego para el brebaje. Miran a los ojos a quienes están en la primera fila. Una de ellas va dejando ver uno de los temas que atravesará la obra: “Mujeres muertas por razón de género. Es hora de que los hombres paguen su insolencia”.
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Desde las primeras escenas se expresa el impacto de la violencia: el himno a la alegría resuena mientras se escenifica una violación. Tras el hecho, en unas líneas, la esposa de Macbeth expone su sed de venganza. A partir de ahí, el escenario se convertirá en una superficie abarrotada de muertes, unas planificadas y otras espontáneas.
Recién llegado de la guerra, Macbeth parece inocente, pero no lo es.
Cándido tampoco, pero ahí, interpretando al personaje shakespeariano, los 23 años que ha pasado en prisión, y los muchos que le faltan, no cuentan.
El Cándido del escenario es el que está convencido de que el teatro le ha ayudado a reconocer sus emociones y saber manejarlas; tiene un carácter muy difícil, dirá al término de la obra.
Para Cándido, haber encontrado la libertad al interior de la Penitenciaría mediante el teatro no es solo una metáfora.
Antes estaba en un módulo de alta seguridad para los 120 secuestradores supuestamente más sanguinarios que había en ese momento. Actuar le ganó un lugar con la población general: “Estoy libre dentro de la cárcel, porque juego futbol americano, vengo al teatro, música; es otra gama más grande que estar en el módulo”.
El teatro Juan Pablo de Tavira se transforma, entonces, en un espacio de libertad como el de cualquier otro foro fuera del reclusorio, lejos de los problemas que este año han asfixiado a la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla: sobrepoblación, riñas entre grupos rivales, agresiones mortales al interior, problemas de adicciones y abusos de autoridad, entre otros.
De vuelta al escenario, el rey baila, lanza besos al público y no abandona nunca las referencias sociales y políticas: “Váyanse derecho, no le vamos a dar oportunidad a la oposición”; “esta tiene facha de gotera de Polanco”; “eso me pasa por traer a la PBI, pero no hay presupuesto”.
Las “corcholatas”, la masculinidad y Barbie son otros temas que salen a relucir en la adaptación creada por la propia compañía. Los directores de la obra son su fundadora Itari Marta, Ismael y Javier.
Otras reflexiones cruzan en distintos momentos la puesta en escena, como “todos quieren el poder, pero no la responsabilidad”. Al finalizar, Valeria Lemus, la única actriz –externa– en el escenario explica la importancia de hablar de cómo funciona el poder, para este montaje, y de lo que sucede afuera, como lo han hecho en todos.
A la compañía de Teatro Penitenciario, dice, siempre le ha interesado hacer un diagnóstico de aquello de lo que se quieren hacer responsables, de lo que quieren decir en momentos específicos de la vida y de lo que les preocupa.
“Creemos mucho, sobre todo en la práctica, que para modificar nuestro alrededor, necesitamos preguntárnoslo en el escenario –agrega–; atravesamos preguntas en cada obra, que han sido, por ejemplo, cuál es el amor propio, cuál es nuestro lado más culero y egocéntrico, cuál es el trabajo en equipo, cómo podemos encontrar nuestra libertad, y aquí estamos llegando al punto de hablar sobre nuestras violencias”.
MCBTH Ruega por Nosotrxs, la cuarta obra de la compañía de Teatro Penitenciario que lleva año y medio en escena, no es solo un pasatiempo o un pequeño montaje.
El gremio les reconoce como una compañía profesional de teatro, explica Javier Cruz, su coordinador –quien tiene una historia pasada propia como El Greñas, que robó, golpeó y vendió, pero cumplió varios internamientos y siempre fue “una línea”–.
¿Cómo funciona ahora? La compañía trabaja de manera fija en la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla. En febrero del 2024 cumplirán 15 años.
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Afuera están él, Ismael y Juan Luis trabajando de manera permanente. En total, 21 de la compañía han salido y algunos han continuado en esa labor, aunque después decidan dedicarse a otra cosa. Sin embargo, las herramientas del teatro les sirven y de todos ellos, solo uno ha reincidido.
“Nosotros ofrecemos una oferta laboral real de trabajo, porque cuando sales de una institución es muy difícil conseguir trabajo por la carta de antecedentes penales, que es uno de los requisitos que te piden, y nosotros al contrario, les pedimos que tengan antecedentes para poder trabajar. Acá afuera hemos sido seis, siete”, señala Javier.
El equipo de trabajo externo va todos los miércoles a la Penitenciaría.
El horario oficial es lunes, miércoles, viernes y sábado de 12:00 a 16:00 horas, y hay 20 actores. Algunas veces enfrentan obstáculos, como eventos o actividades que se enciman; deben gestionar todo el tiempo con las autoridades. No se detienen: buscan la forma o el lugar de hacer la sesión. A veces, hacerlo al aire libre incluso sirve para que otros internos se interesen.
Normalmente, quienes quieren obtener un beneficio o una reducción de sentencia en prisión tienen que acreditar actividades académicas, culturales, deportivas, recreativas, trabajo y diferentes cursos, todo por separado. En cambio, si pertenecen a la compañía, el proyecto cubre todas esas áreas. Es prácticamente la carrera de artes escénicas.
“Nos divertimos, lloramos, nos enojamos, nos mentamos la madre, nos recontentamos, sale el trabajo, es una compañía de teatro. Nos preguntaban una vez qué es lo más difícil de estar juntos. Eso, el estar juntos, el trabajar en equipo es muy difícil. En la cárcel es raro quien trabaja en equipo. Muchos están acostumbrados a ser los líderes, a dar órdenes y no acatar. En el teatro tienes que acatar”, agrega Cruz.
Las funciones abiertas al público, los dos últimos sábados de cada mes, tienen un costo de 350 pesos, que van directamente al sueldo de los actores.
Para asistir, es necesario escribir a [email protected], llenar este formulario o recurrir a las redes Compañía de Teatro Penitenciario en Facebook o @el77cca en Instagram.
Para el año que entra, ya preparan una nueva puesta en escena: Cabaret Amor.
“Vengan a ver cómo funciona el poder, si realmente tiene que ver con el género; cuando alguien tiene la corona, ya sea una mujer o un hombre, ¿este poder es para construir o es para destruir? En este caso, hablamos sobre nuestras violencias de género… Empezamos en pandemia, tuvimos la desfortuna de no poder ingresar como externos, pero tuvimos la fortuna de que ya teníamos una carrera anterior con la compañía, otros montajes”, cuenta Ismael Corona, codirector de la obra.
Esa carrera los llevó a presentar MCBTH Ruega por Nosotrxs en el Teatro de la Ciudad en noviembre del año pasado. Cándido y César David, que entonces no pudieron hacer declaraciones públicas por el dispositivo de seguridad, lo recuerdan ahora como una experiencia increíble, hermosa y especial, aunque el público que va al interior de la Penitenciaría los abraza y apapacha más seguido.
“Muy bonitas, muy chingonas, yo me acuerdo del Teatro de la Ciudad porque ya llevo muchos años encerrado, y fue una experiencia que… oler otros olores, ver otro tipo de personas, ver la calle significa mucho para alguien que está encerrado, valoras después de mucho tiempo pisar aunque sea unos minutos la calle. Yo no digo que soy inocente, porque no lo soy, fui un victimario, pero el teatro me ha dado la oportunidad de pisar la calle y de reflexionar de lo que hice”, confiesa Cándido.
La libertad tras las rejas y los encierros que se desvanecen al menos por poco más de una hora, porque no siempre son físicos, resuenan esa tarde sabatina en algunas de las últimas líneas de la obra:
“El enemigo no está aquí, está fuera. Prefieren que nos matemos entre nosotros en lugar de hacer algo. Sabemos perfectamente quién está muriendo, quién está desapareciendo, y no estamos haciendo nada, porque su nombre está en el periódico, ‘pero no es nada mío’. Si de verdad nos importara, desde la primera muerte lo hubiéramos parado todo, lo hubiéramos quemado todo”.
Una combinación de factores internos y externos permitieron a las fuerzas opositoras poner fin, en cuestión de días, a un régimen que tenía más de cinco décadas en el poder.
No muchos esperaban los rápidos acontecimientos que se han vivido Siria en los últimos días, desde que la oposición armada, liderada por Hayat Tahrir al Sham (HTS, Organización para la Liberación del Levante), con sede en la provincia de Idlib, en el noroeste del país, anunció el inicio de su campaña definitiva en contra de las fuerzas gubernamentales.
La noticia de la caída del régimen de Bashar al-Assad, que había amenazado hace una semana con “aplastar a los terroristas”, sorprendió a la mayoría de los observadores de los asuntos sirios.
Estos acontecimientos han suscitado muchas preguntas, especialmente aquellas relacionadas con las razones del colapso del ejército sirio, el cual se ha producido con una velocidad asombrosa.
¿Qué factores contribuyeron al desmoronamiento de las fuerzas armadas sirias y a su retiro de una batalla tras otra? BBC presenta algunas explicaciones.
Siria ocupa el sexto lugar en el mundo árabe y 60 a nivel internacional en términos de fuerza militar, según el Índice Global de Potencia de Fuego de 2024, que evalúa a 145 países.
El reporte tiene en cuenta una serie de factores, entre ellos el número de efectivos de las fuerzas armadas, su equipamiento y factores logísticos.
El ejército sirio está formado por un gran número de soldados apoyados por fuerzas paramilitares y milicias, y en su arsenal hay una mezcla de equipo soviético en ruinas y otro más moderno procedente de aliados como Rusia.
El ejército tiene más de 1.500 tanques y 3.000 vehículos blindados, así como artillería y sistemas de misiles, según el Índice Global de Potencia de Fuego.
En términos de poder aéreo, Siria tiene cazas, helicópteros y aviones de entrenamiento, y cuenta con una modesta flota naval, así como varios aeropuertos y puertos vitales como Latakia y Tartus.
La posición del ejército sirio puede parecer buena en teoría, pero hay muchos factores que la han debilitado.
Perdió una gran proporción de su personal, estimado en 300.000 soldados, en los primeros años de la guerra.
Algunas estimaciones sostienen que el ejército perdió la mitad de sus uniformados, ya sea debido a los combates o porque algunos huyeron o se unieron a grupos de la oposición.
La fuerza aérea también sufrió grandes pérdidas debido a la guerra civil y los ataques aéreos estadounidenses.
A pesar de las importantes reservas de petróleo y gas de Siria, su capacidad para explotarlas se ha visto gravemente limitada por la guerra.
Las condiciones económicas también se han deteriorado aún más, especialmente en las zonas controladas por el gobierno de Al Assad, debido a la “Ley César” que aprobó en diciembre de 2019 el Congreso estadounidense y entró en vigor en junio de 2020.
El texto impuso sanciones económicas a cualquier agencia gubernamental o individuo que trate con el gobierno sirio.
Numerosos informes han indicado que los salarios de los soldados del ejército de Al Assad son bajos y que equivalen a unos US$ 15 a 17 dólares, lo que es una cantidad muy pequeña que “no alcanza ni para tres días”, según un ciudadano sirio.
Fawaz Gerges, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Londres, aseguró que la situación en Siria ha cambiado drásticamente en los últimos tres años, y que una de las razones de esto son “las sanciones estadounidenses que han empobrecido al pueblo sirio y a los oficiales del ejército”.
“Según algunos informes, los soldados no reciben suficiente comida, lo que significa que se encuentran en un estado psicológico difícil y están al borde de la inanición”, apuntó.
El miércoles pasado, Assad decretó un aumento salarial de un 50% para los soldados, informó la agencia de noticias estatal siria, una medida que aparentemente tenía como objetivo levantar la moral en medio del avance de las fuerzas de la oposición.
Sin embargo, la decisión parece haber llegado demasiado tarde.
Las noticias que daban cuenta de la deserción de los soldados y oficiales, lo cual facilitó el rápido avance rebelde desde Alepo hasta Damasco, pasando por Hama y Homs, sorprendieron a más de uno.
La corresponsal de la BBC en Damasco, Barbara Belt Usher, informó que algunos efectivos en Damasco abandonaron sus vehículos, armamento y hasta sus uniformes y se vistieron con ropa civil.
“El colapso del ejército sirio se debe casi en su totalidad a las políticas y prácticas implementadas por Al Assad desde que obtuvo una relativa superioridad sobre la oposición en 2016, lo que ha socavado los pilares fundamentales que lo mantenían en el poder”, afirmó Yezid Sayigh, del Centro Carnegie para Oriente Medio en Beirut.
“Estas políticas han afectado al ejército, donde decenas de miles de miembros han sido despedidos, junto con el terrible deterioro de los niveles de vida, la corrupción galopante y la escasez de alimentos incluso dentro de las propias fuerzas armadas, que han alejado a la comunidad alauita que domina los rangos superiores del estamento militar”, agregó el investigador.
“La moral del ejército también se ha visto gravemente reducida por la pérdida de la ayuda militar directa de Irán, de Hezbolá y de Rusia, que ya no pueden intervenir adecuadamente o incluso intervenir de alguna manera”, prosiguió.
Sayinh remató que “sin la esperanza de ayuda externa urgente, el ejército perdió la voluntad de luchar”.
Por su parte, el experto militar británico Michael Clarke, profesor del Departamento de Estudios de Guerra del King’s College de Londres, dijo a la BBC que la enorme ayuda militar extranjera que recibió el gobierno de Al Assad lo hizo dependiente de ella y descuidó a su ejército.
“Su entrenamiento se deterioró significativamente y el desempeño de liderazgo de sus oficiales se volvió mediocre”, explicó.
Y acto seguido agregó: “Cuando sus unidades enfrentaron ataques de Hayat Tahrir al-Sham, muchos oficiales aparentemente se retiraron y algunos huyeron. Cuando los oficiales no pueden demostrar habilidades de liderazgo efectivas, no es de extrañar que los soldados huyan“.
Sayegh, por su parte, descartó que la retirada del apoyo militar de Irán, Hezbolá y Rusia fuera deliberada.
“En el pasado, Siria dependía en gran medida de Hezbolá para el apoyo sobre el terreno, pero después de las pérdidas que sufrió el partido-milicia en el Líbano, ya no pudo proporcionar ese apoyo“, apuntó.
“También hubo una disminución constante de oficiales y asesores iraníes en Siria como resultado de los ataques israelíes durante la última década, y ya no pudo enviar grandes refuerzos ni por tierra ni por aire, dado que Israel y Estados Unidos controlan la mayor parte del espacio aéreo sirio”, agregó.
“Al mismo tiempo, el gobierno iraquí y las milicias proiraníes decidieron mantenerse al margen de los combates, lo que puede deberse en parte a que Irán se dio cuenta de que salvar a Al Assad se había vuelto imposible“.
Por su parte, Rusia retiró una gran cantidad de sus aviones y fuerzas de su base en Latakia debido a la invasión en Ucrania, que comenzó en febrero de 2022.
Gerges coincidió en que la retirada del apoyo militar por parte de Irán, Hezbolá y Rusia “fue una de las razones fundamentales que llevaron a la caída tan rápida de las ciudades sirias”.
“El ejército sirio no luchó ni defendió al régimen esta vez, y decidió retirarse de las batallas y dejar las armas. Esto indica que el apoyo ruso e iraní y la doctrina de combate de Hezbolá fueron un factor importante para ayudar a Al Assad a permanecer en el poder, especialmente después de 2015″, zanjó.
En paralelo a la frágil situación del ejército sirio, muchos observadores achacan lo ocurrido en los últimos días a la unificación de las facciones armadas de la oposición bajo un puesto de mando único, así como a su buena preparación para esta batalla y el desarrollo de sus capacidades militares.
El discurso de los rebeldes, especialmente los mensajes tranquilizadores que enviaron a los civiles sobre el respeto de las creencias y las promesas de libertades religiosas, ayudó a lograr rápidos avances sobre las fuerzas del gobierno de Al Assad, aseguraron los expertos.
Todos los datos anteriores aparentemente contribuyeron al rápido colapso del ejército sirio y a la posterior caída del régimen de Al-Assad, de una manera que Fawaz Gerges ve “muy similar al colapso del régimen del Sha en Irán en 1979”.
“La oposición siria, con sus alas islamistas y nacionalistas, fue capaz de destruir el régimen sirio en menos de dos semanas… El régimen de Assad estaba viviendo en tiempo extra y cuando el ataque de la oposición llegó por sorpresa, el ejército se derrumbó y el régimen se derrumbó como si fuera una casa de cristal”, agregó Gerges.
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