
Hay quienes lo quitan inmediatamente después del Día de Reyes, otras personas se esperan hasta febrero por la rosca y otras lo dejan hasta marzo, pero aquí te decimos cuándo se quita el árbol de Navidad.
Parece una pregunta extraña, ¿pues qué no somos libres de quitarlo cuando nos plazca? Sí, tienes toda la razón. Pero digamos que sí hay una costumbre que indica una fecha exacta en el calendario.

Antes que nada, hay que recordar que la Navidad tiene su origen en la religión católica y cristiana para conmemorar el nacimiento de Jesús, el 25 de diciembre.
A partir de esa fecha inicia un periodo llamado “tiempo de Navidad” y termina con el Bautismo de Jesús, el cual sucede el primer domingo después del 06 de enero, que es cuando sucede la Epifanía con la visita de los Reyes Magos.

En 2024, ¿cuándo se quita el árbol de Navidad?
Puntualmente, la fecha ideal para quitar tu arbolito sería el domingo 12 de enero. Dentro de la tradición cristiana, luego de esa fecha viene un tiempo ordinario hasta el inicio de la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza.
Todo el mundo está puesto para ponerlo, pero a todos nos cuesta quitarlo. Sin embargo, solo basta con dar el primer paso y ya lo demás sale poco a poco.
Si tu árbol es artificial, guárdalo muy bien para que lo pongas el próximo año. Para quienes rentaron uno, recuerda ver con tu proveedor las fechas para que vayan a recogerlo y darle todos los cuidados necesarios hasta el último minuto que lo tengas en tu casa.
Quienes prefieren cortar su arbolito directo del bosque, es muy importante que no lo avientes a la calle una vez que lo quites. Anualmente se abren centros de recolección donde usan estos árboles para producir composta u otros procesos que son amigables con el medio ambiente.
Ahora que ya sabes cuándo se quita el árbol de Navidad, ¿lo harás en esa fecha indicada?

En lo que respecta a la monogamia, los humanos se parecen más a las suricatas y a los castores que a nuestros primos primates.
En nuestra vida amorosa, nos asemejamos más a estas mangostas sociales y unidas que a nuestros primos primates, según sugiere una clasificación de monogamia elaborada por científicos.
Con un 66% de monogamia, los humanos obtienen una puntuación sorprendentemente alta, muy superior a la de los chimpancés y los gorilas, y a la par de las suricatas.
Sin embargo, no somos ni mucho menos la criatura más monógama.
El primer puesto lo ocupa el ratón californiano, un roedor que forma vínculos inseparables para toda la vida.
“Existe una liga de élite de la monogamia, en la que los humanos se encuentran cómodamente, mientras que la gran mayoría de los demás mamíferos adoptan un enfoque mucho más promiscuo para el apareamiento”, afirmó Mark Dyble, investigador del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge.
En el mundo animal, el emparejamiento tiene sus ventajas, lo que podría explicar por qué ha evolucionado de forma independiente en múltiples especies, incluida la nuestra.
Los expertos han propuesto diversos beneficios para la llamada monogamia social, en la que las parejas se unen durante al menos una temporada de reproducción para cuidar a sus crías y ahuyentar a los rivales.
Dyble examinó varias poblaciones humanas a lo largo de la historia, calculando la proporción de hermanos de padre y madre (individuos que comparten la misma madre y el mismo padre) en comparación con los medio hermanos (individuos que comparten la madre o el padre, pero no ambos).
Se recopilaron datos similares para más de 30 mamíferos monógamos sociales y de otras especies.
Los humanos tienen un índice de monogamia del 66% de hermanos de padre y madre, por delante de las suricatas (60%), pero por detrás de los castores europeos (73%).
Mientras tanto, nuestros primos evolutivos se sitúan en la parte inferior de la tabla: los gorilas de montaña con un 6%, y los chimpancés con solo un 4% (al igual que el delfín).
En último lugar se encuentra la oveja de Soay, de Escocia, donde las hembras se aparean con múltiples machos, con un 0,6% de hermanos de padre y madre.
El ratón californiano ocupó el primer puesto, con un 100%.
Sin embargo, estar clasificados junto a suricatas y castores no significa que nuestras sociedades sean iguales: la sociedad humana es completamente diferente.
“Aunque la proporción de hermanos de padre y madre que observamos en los humanos es muy similar a la de especies como las suricatas o los castores, el sistema social que vemos en los humanos es muy distinto”, declaró Dyble a la BBC.
“La mayoría de estas especies viven en grupos sociales similares a colonias o, quizás, en parejas solitarias que se desplazan juntas. Los humanos somos muy diferentes. Vivimos en lo que llamamos grupos con múltiples machos y múltiples hembras, dentro de los cuales existen estas unidades monógamas o de pareja estable”, explicó.
Kit Opie, profesor del Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de Bristol, que no participó en el estudio, afirmó que este es otro elemento clave para comprender cómo surgió la monogamia en los seres humanos.
“Creo que este artículo nos proporciona una comprensión muy clara de que, a lo largo del tiempo y en diferentes lugares, los humanos son monógamos”, declaró.
“Nuestra sociedad se parece mucho más a la de los chimpancés y los bonobos; simplemente hemos tomado un camino diferente en lo que respecta al apareamiento”, agregó.
El nuevo estudio fue publicado en la revista científica Proceedings of the Royal Society: Biological Sciences.
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