
Las historias de crímenes y asesinos seriales han infestado recientemente todas las plataformas de entretenimiento posibles.
Desde pódcasts en Spotify hasta series de Netflix, hemos descubierto casos que dieron la vuelta al mundo entero como el de Ted Bundy, Charles Manson, Ed Kemper, Aaron Hernández y muchos otros más.
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Desafortunadamente, los asesinos en serie no sólo existen en Estados Unidos o en el mundo de la ficción, porque en nuestro país también se han cometido este tipo de crímenes.
Tan sólo ahora tenemos el caso del presunto feminicida de Atizapán, Andrés “N”, quien a sus 72 años supuestamente admitió haber cometido hasta 30 asesinatos en las últimas dos décadas en este municipio del Estado de México.
Además de él, la historia de México también cuenta con otros personajes que cometieron matanzas en serie y aquí te compartimos algunos de sus casos.
Fernando Hernández Leyva, alias Pancho López, fue acusado en 1999 de cometer más de 137 asesinatos, seis secuestros y otros crímenes a lo largo de la República Mexicana.
Tras un examen psicológico, se concluyó que era un psicópata que mataba por satisfacción personal, incluso él dijo a la prensa que lo hacía “porque tenía que hacerlo”.
Luego de su arresto, Hernández Leyva intentó suicidarse en su celda, pero su peso de 150 kilos rompió su soga improvisada. Actualmente se encuentra en el Centro Federal de Readaptación “El Altiplano”.

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Quienes vivieron en la Ciudad de México durante los noventas y al inicio de la década del 2000 seguro se les eriza la piel al escuchar el nombre de “La Mataviejitas”.
Juana Dayanara Barraza Samperio, una aficionada a la lucha libre que llegó a pelear bajo el nombre de “La Dama del Silencio”, buscaba a mujeres ancianas, a quienes les hacía creer que era una enfermera y una vez que la dejaban pasar a sus casas, ella las mataba a golpes, con armas punzocortantes o estrangulación.
“La Mataviejitas” fue sentenciada a 759 años en prisión por 17 homicidios y 12 robos, aunque se cree que fue la responsable de más de 40 asesinatos.
Actualmente se encuentra en el penal de Santa Martha Acatitla cumpliendo su condena.

También conocido como “El poeta caníbal”, José Luis Calva Zepeda fue condenado a prisión por el asesinato de tres mujeres.
Lo más retorcido es que tras su arresto en 2007, las autoridades encontraron los pedazos de la madre de sus hijos en el refrigerador, su carne en la sartén y el tronco de su cuerpo en el armario.
Zepeda, quien era escritor de novelas, obras de teatro y poemas que repartía en la Condesa, Roma y en el tianguis del Chopo , se suicidó en el Reclusorio Norte después de su arresto, aunque su familia no cree que él se haya quitado la vida.

Adofo de Jesús Constanzo fue el líder de la secta “Los narcosatánicos”, un grupo que además de almacenar y distribuir droga al norte de México, realizaba sacrificios humanos.
La secta fue descubierta en 1989 después del arresto de un joven que transportaba marihuana, quien confesó ser parte del grupo y llevó a las autoridades al rancho donde trabajaban.
En ese rancho, la secta torturaba a sus víctimas, las mutilaba y usaban su sangre y cerebros para rituales donde los miembros la bebían para protección.
Al narcosatánico se le unió Sara Villareal Aldrete, apodada “La Madrina”, quien fungió como sacerdotisa de la secta y se encargaba de los rituales.
Cuando fue descubierto, Adolfo Constanzo le pidió a uno de sus seguidores que lo matara para evitar su captura, mientras que “La Madrina” cumple una condena de 647 años en prisión.

“Hasta le hice un bien a la sociedad”, fueron las palabras de Raúl Osiel Marroquín Reyes, un asesino serial y secuestrador de hombres homosexuales.
“El sádico” buscaba a sus presas en lugares antros gay ubicados en la Zona Rosa y los atraía haciéndoles propuestas sexuales.
A sus víctimas las torturaba y asfixiaba o estrangulaba hasta matarlas para luego descuartizarlas y tirar sus restos en maletas que abandonaba en la Colonia Asturias o cerca del metro Chabacano.
Marroquín Reyes fue arrestado en 2006 y fue condenado a 128 años en prisión por seis secuestros y cuatro homicidios. Todavía cumple su sentencia en el Centro de Readaptación Social Varonil Santa Martha Acatitla.

La ruta 2 del microbús que va de Chapultepec a Valle Dorado se convirtió en el terreno de caza para César Armando Librado Legorreta, quien era chofer de una unidad.
Durante los trayectos nocturnos, él simulaba que su camión se descomponía y ofrecía llevar a casa a alguna mujer que estuviera dispuesta a esperarlo y cuando quedaban solos las violaba y asesinaba.
Una de sus víctimas logró escapar y su denuncia ayudó a que “El Coqueto” fuera arrestado y tras su detención, confesó haber violado a ocho mujeres y asesinado a siete, por lo que cumple una condena de 240 años en prisión.

Este texto fue publicado originalmente en Click Necesario, en noviembre de 2015.
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La organización, nacida en Alemania durante la Primera Guerra Mundial, ha estado en el centro de la atención tras las acusaciones de abuso contra su fundador.
José Antonio Kast, presidente electo de Chile, es un hombre de profundas convicciones religiosas.
Así lo dejó en claro en su primer discurso, apenas se conocieron los resultados de las votaciones del domingo, cuando afirmó: “Nada es posible si no tuviéramos a Dios”.
“Nada ocurre en la vida, para los que somos de fe, que no sea en relación directa con Dios”, prosiguió.
Y a continuación, pidió a su creador que le concediera “humildemente” la “sabiduría, templanza y fortaleza para estar siempre a la altura” del desafío que asumirá el próximo 11 de marzo, cuando releve a Gabriel Boric en el Palacio de La Moneda.
Estas fueron tres de las cinco frases con carga religiosa que el abogado de 59 años pronunció durante la casi hora que habló ante los miles de sus seguidores que se congregaron en Santiago para celebrar su triunfo en las elecciones presidenciales.
Sin embargo, lo anterior no debería sorprender. ¿La razón? El político y varios de sus hermanos se formaron bajo los lineamientos de Schoenstatt, un movimiento católico conservador que tiene presencia en más de 100 países, incluyendo todos los de América Latina.
Los vínculos del mandatario electo con el movimiento comenzaron gracias “a su hermano mayor, Miguel”, aseguró a BBC Mundo el filósofo chileno Álvaro Ramis Olivo. Miguel Kast se unió a Schoenstatt tras conocer a algunos de sus miembros durante su etapa universitaria.
Sin embargo, otras fuentes sostienen que fueron los padres del político, Michael Kast y Olga Rist, quienes tuvieron el primer contacto con Schoenstatt. Ambos eran profundamente religiosos y devotos de la Virgen María, una práctica muy extendida en la Baviera alemana de donde provenían.
Schoenstatt es “un movimiento apostólico de renovación, nacido en el seno de la Iglesia”, con un marcado “carácter mariano”, según se lee en su página web.
“La formación de un hombre y de una comunidad nueva que sirvan a la Iglesia y a la sociedad” constituye el objetivo de la organización, explicó a BBC Mundo el padre Felipe Ríos, coordinador del movimiento en América.
Schoenstatt fue fundado en octubre de 1914, pocos meses después del estallido de la Primera Guerra Mundial, por el sacerdote alemán José Kentenich (1885-1968).
Su nombre proviene de un pueblo ubicado en la zona de Vallendar, a orillas del río Rin, en el actual estado de Renania-Palatinado, al oeste de Alemania y cerca de las fronteras con Luxemburgo y Bélgica.
Kentenich, quien era miembro de la Sociedad del Apostolado Católico -mejor conocida como Padres palotinos-, era profesor en un seminario que la orden tenía en la localidad de Schoenstatt, palabra alemana que se puede traducir literalmente como “lugar hermoso”.
El religioso, junto a un grupo de estudiantes, restauró una pequeña capilla ubicada en los jardines del seminario y pidió a la Virgen María que la convirtiera en un lugar de peregrinación.
Uno de los signos distintivos de este grupo es que en donde tienen presencia levantan replicas idénticas a la capilla alemana.
“Mucho antes de que cadenas de comida rápida como McDonald’s descubrieran el efecto cultural de establecimientos totalmente idénticos, el Espíritu Santo en Schoenstatt comenzó a hacerlo”, se lee en el sitio web de la agrupación, en el cual se asegura que actualmente hay 200 “santuarios filiales” en todo el mundo.
Pero, ¿qué es exactamente Schoenstatt? ¿Se trata de una congregación religiosa o de algo distinto?
“Es una organización dentro de la Iglesia católica que nació con la idea de que los laicos podían realizar tareas similares a las de las órdenes religiosas, pero con autonomía respecto de los jerarcas eclesiásticos”, explicó a BBC Mundo el filósofo chileno Ramis.
“El movimiento cuenta con una rama laica -personas que no han tomado los hábitos- y otra religiosa, que incluye una orden sacerdotal y una comunidad de mujeres laicas consagradas. Estas se asemejan mucho a las monjas, aunque no lo son, ya que no toman votos”, añadió el experto en teología, quien es rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano de Chile.
La historiadora italiana Alexandra von Teuffenbach, además de confirmar que el grupo está conformado por “varias ramas”, señaló que algunas de ellas son “institutos seculares”; es decir, organizaciones cuyos miembros, sin ser religiosos, se comprometen a vivir en pobreza, castidad y obediencia, permaneciendo al mismo tiempo en su entorno social y profesional habitual.
“Comparar a Schoenstatt con el Opus Dei es acertado”, afirmó la investigadora a BBC Mundo, cuando se le mencionaron otras agrupaciones católicas que podrían considerarse equiparables.
Sin embargo, Ramis advirtió que existen diferencias significativas entre Schoenstatt y la organización fundada por el español Josemaría Escrivá de Balaguer.
“Aunque existen semejanzas, Schoenstatt no ha intentado influir en la política. En cambio, durante el franquismo en España, el Opus Dei aprovechó la coyuntura para ubicar a sus miembros en puestos clave de la economía y la banca, los llamados ‘tecnócratas'”, puntualizó el académico chileno.
Hasta la elección de Kast, solo otro miembro de este movimiento católico había ocupado un alto cargo en Chile: su hermano mayor, Miguel, quien se desempeñó como ministro y presidente del Banco Central durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
“Este grupo prioriza la vida familiar más que la vida pública”, explicó Ramis.
“Y aunque comparte con el Opus Dei el rigorismo sexual y moral, no tiene un tono tan culpabilizador. No recurre a penitencias como las flagelaciones o el silicio como se denuncia del Opus Dei”, dijo.
“Tiene una fuerte implantación en clases adineradas, aunque también en sectores medios, profesionales y empresariales. No es progresista, sino bastante conservador, pero en algunos elementos se ve un mayor pluralismo ideológico que otras organizaciones de la Iglesia”, remató.
Los calificativos de “ultracatólico” o “ultraconservador” que desde algunos sectores de la sociedad y de la prensa se le da a Schoenstatt no le quitan el sueño a Ríos.
“Somos un movimiento dentro de la Iglesia católica y, por lo tanto, seguimos sus lineamientos. En mi opinión, no somos de los más conservadores dentro de la Iglesia”, remató.
Sudamérica fue la primera región fuera de Europa a la que Schoenstatt se extendió, de acuerdo con los registros de la organización.
En la primera mitad de la década de 1930, uno de los seguidores del padre Kentenich llegó a Argentina y, para 1935, se le sumaron cuatro Hermanas de María, integrantes de una de las organizaciones religiosas femeninas que forman Schoenstatt.
Casi simultáneamente arribaron miembros del movimiento a Brasil y, dos años después, ya estaban presentes en Uruguay.
Actualmente, el movimiento católico tiene presencia en todos los países de América Latina, salvo “algunas islas del Caribe, las dos Guyanas y Surinam”, aseveró Ríos.
“Funcionamos más bien desde los santuarios; solo entre Chile, Argentina y Brasil hay casi 80”, agregó el representante de Schoenstatt, quien indicó que también administran más de una docena de colegios en cuatro países (Chile, Argentina, Ecuador y México), así como un hospital en Buenos Aires (Sanatorio Mater Dei) y otras obras dedicadas a “los más pobres”.
La expansión por la región fue impulsada por el propio fundador, quien la visitó en varias ocasiones, según se lee en su biografía.
“Chile, por ejemplo, es uno de los lugares donde Schoenstatt tiene mayor fuerza internacional, debido a que su fundador vivió un tiempo aquí”, explicó Ramis.
En 1941, agentes de la Gestapo detuvieron al religioso por sus enseñanzas y, meses después, fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde permaneció hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Tras el conflicto bélico, los años de persecusión sufridos en manos de los nazis le otorgaron un nuevo prestigio a Kentenich pero, para finales de la década de 1940, sectores de la jerarquía católica alemana comenzaron a ver con preocupación la forma en que este hombre dirigía el movimiento y el control que ejercía sobre sus miembros.
“La autoridad suprema, a saber, el director general (Kentenich) y la superiora general, son los ‘padres’, es decir, ‘padre de la familia’ y ‘madre de la familia’. Las Hermanas son hijas o niñas. Pero, en la práctica, la ‘madre de la familia’ está totalmente sometida a la voluntad del ‘padre de la familia’, que para todas las Hermanas se equipara a Dios”, alertó en 1949 monseñor Bernhard Stein, obispo auxiliar de Tréveris, a sus colegas de la Conferencia Episcopal de Alemania.
Además, algunas de las hermanas señalaron al sacerdote de haber abusado de ellas.
En 1951 el papa Pío XII separó a Kentenich de su posición dentro de Schoenstatt y lo envió al exilio en Estados Unidos donde permaneció 14 años hasta que se le permitió regresar a Alemania, donde murió en 1965.
“Los seguidores de Kentenich nunca han negado este episodio, pero lo presentaron como un conflicto de poder, donde Kentenich fue víctima de celos y envidias de jerarcas de la Iglesia”, afirmó Ramis.
Sin embargo, en 2020 la historiadora italiana Von Teuffenbach publicó el primero de sus dos libros sobre Schoenstatt y su fundador.
En su obra, la investigadora afirmó que Kentenich abusó sexualmente de una integrante de Schoenstatt en Chile en 1947, según la información contenida en los diarios de uno de los investigadores que el Vaticano envió en la década de 1950 para indagar sobre él y su movimiento, así como a partir de archivos del pontificado de Pío XII (1939-1958).
Desde Schoenstatt han negado los señalamientos, aunque han admitido que algunos aspectos del comportamiento de su fundador son controvertidos. Sin embargo, la experta considera que los hechos le dan la razón.
“En el caso de Kentenich, el proceso que llevó a los decretos y al exilio en EE.UU., como también a la prohibición de tener contactos con las monjas, se basa en motivaciones que no están escritas en los decretos. Pero vienen explicadas en los ‘actos’, y en ellos se detallan todas las pruebas que se encontraron. Y sobre esta base los jueces (del Santo Oficio) decidieron”, agregó.
Los señalamientos de Von Teuffenbach contribuyeron a paralizar el proceso de beatificación del sacerdote, iniciado en 1975.
“Cuando la Iglesia beatifica a alguien afirma: este hombre o mujer es un ejemplo para todos. Yo reconozco ciertamente que Kentenich escribió cosas interesantes y seguramente hizo cosas buenas, pero no querría en absoluto que fuera considerado como ejemplo de vida cristiana”, remató la historiadora.
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