El Proyecto Saguaro tiene en su contra cinco juicios de amparo, este instrumento jurídico impide que se realice cualquier trabajo de construcción hasta que sean resueltos.
La Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (Asea), órgano desconcentrado de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), dijo en un comunicado que dichos juicios de amparo siguen su curso legal.
Sobre lo anterior, la Asea señaló que autoridades ambientales analizan “cuidadosamente el proyecto”, en atención a la solicitud que colectivos climáticos y ambientales han hecho.
La agencia también señaló que dentro de ese análisis prioriza en todo momento “el cuidado del Golfo de California y su biodiversidad”.
La Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (Asea) es un órgano administrativo que regula y supervisa la seguridad industrial, seguridad operativa y protección al ambiente respecto de las actividades del sector hidrocarburos.
Además, se encarga de garantizar que las actividades del sector hidrocarburos se desarrollen con criterios de protección al ambiente, bienestar social y desarrollo económico.
Con lo anterior, tanto la Semarnat como la Asea indicaron que, respecto al proyecto Terminal de Gas Natural de Gas Licuado GNL de Sonora, conforme a sus facultades, analizan las autorizaciones otorgadas en los años 2006 y 2023; así como, las condiciones interpuestas en ese momento.
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En días recientes la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, habló en su conferencia matutina sobre el proyecto Saguaro después de que una reportera le preguntó si sabía de él.
Sheinbaum contestó que, el proyecto, lo “está viendo la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Ellos tendrán que hacer un análisis profundo con manifestaciones de impacto ambiental para saber si es viable o no es viable”, indicó en conferencia.
Al cuestionarla, de nuevo, para saber si el proyecto puede o no realizarse, la mandataria confirmó que eso “aún no se determina”.
Pese a la respuesta de la presidenta Sheinbaum Pardo, organizaciones ambientalistas y climáticas de la Coalición Ballenas o Gas señalaron en un vídeo en redes sociales que la Semarnat conoce los riesgos que representa el proyecto Saguaro y no debe ser omisa frente a ellos.
Cabe recordar que el pasado 29 de enero la Coalición Ballenas o Gas entregó a la presidencia de la república más de 200 mil firmas de personas que exigen que México no permita que se construya el Proyecto Saguaro en el Golfo de California.
Con la acción pacífica conocida como Ballena Fest ciudadanos y activistas se reunieron frente a Palacio Nacional para informar a la población sobre los riesgos de este diseño que pone en peligro a las ballenas y convertirá en una zona de sacrificio al Puerto Libertad en Sonora.
La Asea señaló en su comunicado que la decisión se tomará con base en los criterios de la política ambiental ecológica y humanista del actual Gobierno de México y se dará a conocer de manera oportuna”.
Por su parte, la Coalición Ballenas o Gas exige a la Semarnat no permitir “que avance esta catástrofe”.
Los soldados ucranianos en el campo de batalla no creen que la guerra contra Rusia vaya a terminar pronto.
Mientras Moscú considera un alto el fuego temporal, su maquinaria militar sigue presionando en el frente. Las negociaciones diplomáticas pueden ser lentas y difíciles, pero en el campo de batalla, se pueden medir en vidas perdidas.
A un hospital militar en el este de Ucrania, los heridos llegan en oleadas en ambulancia. Aquí, hay una desconexión obvia entre la diplomacia que tiene lugar lejos de los combates y la brutalidad de la batalla, en la que los cuerpos humanos todavía están siendo destrozados, despedazados y marcados por las bombas y las balas.
Vemos a otras dos docenas de soldados ucranianos heridos que se suben a un autobús para ser llevados a un hospital en Dnipro; algunos están heridos pero caminan, otros son llevados en camillas. El autobús está provisto de equipos médicos para monitorear a los heridos mientras son trasladados a toda velocidad por carreteras llenas de baches.
Los hombres a bordo son los menos gravemente heridos. La mayoría fueron alcanzados por metralla. La causante es a la ahora más prolífica y temida arma en el frente: los drones.
Ninguno de los soldados que entrevistamos cree que esta guerra vaya a terminar pronto. Maksym, de 30 años, está en una camilla conectado a un medicamento intravenoso para aliviar algo del dolor de las múltiples heridas de metralla que tiene en todo el cuerpo. Dice que ha oído hablar de un alto al fuego temporal de 30 días, pero añade:
“Considero a Putin un asesino y los asesinos no se ponen de acuerdo tan fácilmente”.
Vova, quien está sentado cerca, dice refiriéndose a la posibilidad de un alto al fuego: “No me lo creo”. Señala que cerca de la ciudad de Pokrovsk, que se encuentra bajo asedio, se estaban enfrentando a ataques rusos todos los días. “Dudo que haya una tregua”, me dice.
Otro soldado llamado Maksym dice que esta es la segunda vez que resulta herido. “No creo que haya un alto al fuego”, afirma. “Tenía muchos amigos que ya no están con nosotros”.
“Me gustaría creer que todo va a estar bien, pero no se puede confiar en Rusia. Nunca”.
El autobús médico es operado por el Batallón Médico del Ejército de Voluntarios de Ucrania, conocido como los Hospitalarios. Transportan a decenas de soldados heridos todos los días.
Sofiia, una estudiante de medicina de 22 años, ha estado trabajando con ese equipo durante los últimos 18 meses. Ella también es escéptica sobre las posibilidades de un alto al fuego: “No puedo creérmelo, pero realmente desearía que sucediera”, dice.
Me cuenta que cuando se enteró de que Estados Unidos y Ucrania habían acordado presionar para lograr un alto al fuego, los drones rusos sobrevolaban su base y eran interceptados por las fuerzas de defensa aérea ucranianas. Para ella, hablar de paz es como hablar de un universo paralelo.
Sofiia dice que “al menos es bueno que Ucrania y Estados Unidos vuelvan a hablar”. Pero en cuanto a las esperanzas de un alto al fuego, se remite al pasado reciente.
“Si nos fijamos en todos los intentos de alto al fuego que hemos tenido en el pasado, no funcionaron. ¿Cómo va a funcionar este?”, pregunta.
Su colega médico, Daniel, se unió a los Hospitalarios desde Suecia. Dice que entiende lo que se siente cuando una nación más pequeña es atacada por su vecino gigante. Su abuelo luchó por Finlandia contra Rusia durante la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Daniel llegó a Ucrania, solía preguntarles a los soldados heridos qué querían hacer después de la guerra. Ya no lo hace. “Nadie quiere responder eso”, dice, “porque no quieren decepcionarse. No se atreven a tener esperanzas”.
Daniel no descarta un alto al fuego. Pero añade: “No se puede confiar en que Putin vaya a hacer algo que no le beneficie”.
Ucrania tiene mucha experiencia negociando con Rusia.
Francia y Alemania mediaron en los altos al fuego de 2014 y 2015, cuando las fuerzas respaldadas por Moscú tomaron por primera vez partes del este de Ucrania y Crimea.
Esa negociación no funcionó. Tampoco impidieron que Rusia llevara a cabo su invasión a gran escala de Ucrania ocho años después.
Puede que haya conversaciones de paz, pero los hombres de la 68ª Brigada Jaeger de Ucrania siguen preparándose para la guerra. Miramos cómo ensayan sus maniobras para evacuar a un soldado herido bajo fuego enemigo. La mayoría ya ha tenido que hacerlo en la vida real.
A lo lejos, oímos los estruendos de la artillería. Estamos a solo 16 kilómetros de la línea del frente, adonde pronto regresarán.
Han recibido pocas noticias positivas en los últimos días. Las fuerzas ucranianas están siendo superadas en Kursk. En agosto del año pasado, esa ofensiva sorpresa en territorio ruso parecía una jugada de brillantez táctica, que elevaba la moral. Ahora corre el peligro de convertirse en un importante revés estratégico.
Es posible que Kursk deje de ser pronto una moneda de cambio para futuras negociaciones, y se convierta en una pesada carga, por la pérdida de valioso equipamiento y vidas ucranianas.
Uno de los pocos aspectos positivos es que Estados Unidos ha reanudado su apoyo militar. Eso es importante para la 67ª Brigada, que opera con equipos fabricados en Estados Unidos. Realizan sus entrenamientos con un vehículo blindado MaxxPro suministrado por Washington.
Ivan, el conductor que lleva una pequeña bandera estadounidense en su uniforme, dice que le alivia que la administración Trump haya accedido a revertir el bloqueo. Su vehículo necesita reparaciones con regularidad. “Me gustaría que siguieran ayudando”, dice.
Pero Ivan aún no está seguro de si se puede confiar en el presidente Trump.
“Tengo dudas”, dice. En cuanto a confiar en el presidente Putin, responde: “No. Nunca”.
Aquí, incluso un alto al fuego temporal parece estar muy lejos.
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