Una reja incendiada que obstruía un acceso a la playa pública es la última muestra del hartazgo de los pobladores de Telchac Puerto, municipio de Yucatán. Los habitantes de esta localidad denuncian la destrucción de dunas, el crecimiento excesivo de desarrollos inmobiliarios y la prohibición de acceso libre al mar.
En un tramo de 39 kilómetros, entre Telchac Puerto y Dzilam de Bravo, hay por lo menos 500 construcciones, de las cuales alrededor del 20 % son nuevos edificios que alcanzan los 10 ó más pisos de altura. Un paisaje que hasta hace cinco años no existía en esta parte de la costa yucateca.
En su mayoría se promocionan para venta o renta como residenciales de lujo y, mientras construyen, cierran el acceso a las playas. Así, los casi dos mil habitantes del lugar se quedan con espacios reducidos para la recreación.
Ante la situación que se agrava, vecinas y vecinos del lugar recolectaron firmas para pedir la vigilancia del gobierno del Estado que impida el cierre ilegal de accesos a la playa. Quienes cierran no cuentan con permisos y autorizaciones para hacerlo, pero al mismo tiempo no reciben sanciones.
Del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav), Ana García Silberman, describió el crecimiento de la urbanización por parte de grupos inmobiliarios como ‘brutal’.
En 2007 ella, junto con un equipo, encabezó la elaboración del Programa de Ordenamiento Ecológico del Territorio Costero del Estado de Yucatán.
“Para entonces, lo hicimos siguiendo los lineamientos oficiales que se establecen y con la lógica de los ordenamientos, es decir, minimizando el daño costero. Trabajamos sobre procesos fundamentales como no rellenar los manglares y evitar la erosión costera, entre muchos otros aspectos”, recordó.
En la elaboración del Programa estuvieron involucrados académicos del Cinvestav, de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), de los Tecnológicos de Conkal y Monterrey.
Los expertos priorizaron la fragilidad del ecosistema de la zona costera del estado. Por ejemplo, para evitar la erosión enfatizaron en proteger la duna de la deforestación, ya que se trata de una formación de arena cubierta por vegetación que preserva ecosistemas ante huracanes y tormentas tropicales.
Para proteger la arena del ecosistema, el documento estableció que las construcciones debían alejarse como mínimo 60 metros de costa y respetar la duna. Además, los edificios no podrían tener una altura mayor a los siete metros. Sin embargo, la propuesta tuvo oposición de parte del sector inmobiliario que lo vio como una amenaza a la propiedad privada.
“Cuando hicimos la consulta para la creación de estos documentos, participaba más la población local y tenían una petición clarísima: no queremos convertirnos en otro Cancún. Eso estaba en voz de todos”, describió.
En el documento del Programa de Ordenamiento Ecológico establecieron que se permitiría un máximo de dos pisos de altura y sin bardas para dejar libre el paso a la fauna.
A pesar de los logros que se consiguieron con este ordenamiento territorial, en 2014 se modificó y uno de los cambios consistió en que, desde ese año, cada municipio es libre de aplicar o no dicho instrumento.
“En este momento hay un Ordenamiento Territorial indicativo que no sirve. Ahora en la costa pueden construir donde quieran, con la altura que quieran y eso es lo que estamos viendo el Telchac Puerto”, mencionó
Ahora se ve cómo el mar golpea la orilla de algunas casas y residencias, así como su consecuente erosión.
A pesar de que el Programa de Ordenamiento Ecológico del Territorio Costero del Estado de Yucatán no es obligatorio, uno de los lineamientos que se mantiene es el respeto a la duna, ya que en el Artículo 12 se plantean criterios de regulación ecológica.
“Para la construcción de casas-habitación, desarrollos habitacionales y urbanos, piscinas, restaurantes, instalaciones de comercio y servicios en general, marinas, no nivelarán ni destruirán la primera duna y respetarán la vegetación rastrera y de matorral existente tanto en la duna como en la playa”, indica el artículo referido.
De igual forma, en el Programa de Ordenamiento se plantea optar por sistemas de construcción elevados sobre pilotes, que mantengan la duna y la vegetación, que requerirán evaluación en materia de impacto ambiental. Sin embargo, en un recorrido se constató que en el territorio no hay proyectos de tal tipo.
Además, aunque se proponen únicamente construcciones con superficie mínima de 300 metros cuadrados, las actuales rebasan estas medidas.
José Inés Loría Palma es habitante de la zona y también testigo de la expansión de edificios en el lugar. “Es una aberración ambiental porque hay más y más construcciones sin tomar en cuenta todo lo que implica”, expresó.
Él nota el cambio de las rutas de las aves. Antes no se encontraban con altos edificios a su paso. Mismo caso de las tortugas, que de un momento a otro encontraron concreto en la zona de anidación.
“Otro tema que nos preocupa es a dónde se van los residuos sólidos y aguas negras que generan estos nuevos edificios y no hay quien vigile que cumplan con las leyes ambientales”, señaló.
Aunque el sector empresarial vende la idea de que es un beneficio económico para la localidad, lo cierto es que quienes habitan en el lugar no manifiestan que haya sido un cambio positivo.
“Muchos dicen que se trata de modernidad, pero no tiene nada de moderno si no mejora la calidad de vida de las personas del lugar. O sea, se trata de modelos también excluyentes, porque no involucran para nada a quienes aquí viven”, dijo.
La vicepresidenta ejecutiva de la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios (AMPI) Claudia Pérez Aguilar, reconoció que la costa yucateca tiene, actualmente, alta presión con construcciones.
“Para algunas personas tener una propiedad o un terreno frente al mar en otros lugares del mismo México corresponde a un precio demasiado alto y aquí en Yucatán hay muchísima construcción porque hay bastante oferta, sobre todo de departamentos, desarrollos verticales frente al mar -tipo Cancún-, tipo resorts, porque estos complejos tienen albercas, gimnasio, bar, tienen demasiadas amenidades dentro del mismo lugar”, describió.
La especialista en el tema inmobiliario resaltó que la población yucateca solía tener sus casas de verano cerca de las playas, pero ahora a esta demanda se suman personas de otros estados o países que tienen una segunda residencia en esta zona, ya que buscan sitios más tranquilos que Cancún, Playa del Carmen, Tulum y otras zonas populosas.
En una revisión de los ingresos de Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), de 2024 a la fecha ingresaron cada mes en promedio hasta 10 documentos para nuevas construcciones en Yucatán; al menos dos corresponden a los municipios de Telchac Puerto o Dzilam Bravo.
Uno de los proyectos más recientes que pretende establecerse en Telchac Puerto es un desarrollo inmobiliario, privado mixto y habitacional, el cual estima una inversión de 10 millones de pesos para abarcar más de dos mil hectáreas.
Cabe mencionar que el nombre del proyecto no es público y se anuncia como: Construcción y Operación de un Desarrollo en Telchac Puerto.
Incluso para el abastecimiento de agua, el promovente Martín Antonio Santamaría Suárez confirma que buscarán conectarse a la red municipal actual, sin especificar si ya tramitaron los permisos ante la Comisión Nacional del Agua (Conagua) para tal acción y tampoco cuál sería la capacidad del abastecimiento.
En la MIA entregada a la Semarnat indican que habrá remoción de la vegetación de la duna, incluso que se retirará la primera capa de suelo hasta que se alcance el estrato rocoso, pero no mencionan un porcentaje de conservación de vegetación que es la exigencia de las personas que habitan en la zona.
Respecto a la generación de aguas residuales admiten que estarían produciendo mil 300 litros por lote vendible y de igual forma no describen el tratamiento que se les dará.
A pesar de que se les solicitó mayor información vía correo para profundizar en estos puntos del proyecto, no hubo respuesta.
Las construcciones entre Telchac Puerto y Dzilam de Bravo llevan a que se reduzca la vegetación de dunas y esto representa un peligro tanto para la fauna como para la población porque queda desprotegida ante la llegada de huracanes y tormentas.
Personas de la comunidad se organizan para frenar estos efectos. Uno es Elías Estrada, quien se convirtió en voluntario del Programa de Protección y Conservación de la Tortuga Marina. Él es consciente de que el mayor reto que enfrentan es el establecimiento de proyectos inmobiliarios y turísticos y la destrucción de la duna costera.
“No existe una conciencia sobre la preservación y sobre la importancia de la duna en la playa. Los inversionistas vienen y lo primero que hacen es desmontar, quitan toda la duna costera sin saber que es la primera barrera que tenemos”, relató.
La agrupación a la que pertenece trabaja en la reforestación de dunas desde el 2022. Ellos contabilizan al menos cada mes una nueva construcción.
A partir de la recolección de semillas formaron un vivero en el que cuentan con variedad de plantas que al crecer son distribuidas en la orilla de la playa.
Preguntan casa por casa, desarrollo por desarrollo, si es posible sembrar vegetación, les explican la importancia de contar con ellas y les piden que se comprometan a cuidarlas, o sea que no las fumiguen y talen.
“Es difícil que las personas tengan conciencia ambiental. Mi aprendizaje por ejemplo es conocer la importancia de la vegetación porque ellas hacen raíz que se forma debajo de la tierra y generan más montículos de arena que nos ayuda a retener nuestras playas. Así ya sé que no sólo cuidamos nuestro hábitat; con la duna costera también cuidamos el entorno de los animales que ahí viven”, dijo.
Aunque observan un cambio positivo entre las personas de la comunidad, denuncian que las empresas constructoras no tienen perspectiva de cuidado ambiental.
“Lo que queremos es que las empresas constructoras entiendan que no queremos convertirnos en un Playa del Carmen o un Cancún porque allá ya no tienen vegetación, es pura arena blanca y nada más edificios”, agregó.
Su compañera Arelda Berenice Chay, especificó que su trabajo se centra en la conservación de las tortugas marinas que llegan a anidar a la playa, pero notan que las construcciones afectan la vegetación y, por lo tanto, esta fauna se queda sin espacio para desovar.
“Existe una estrecha relación entre las dunas y las tortugas. Nosotros nos dimos cuenta de esta necesidad y por lo tanto lo que buscamos es protegerlas y para ello tenemos que proteger su hogar, porque buscan un árbol, una mata de playa y si no las encuentran, no tienen a dónde ir. Por eso lamentamos que haya muchas construcciones porque están devastando la duna”, describió.
Las personas de la comunidad reconocen que el turismo conlleva beneficios económicos, pero consideran que estos son mínimos en comparación con los efectos en el ambiente.
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Actualmente, trabajan en la reforestación de 25 variedades de plantas para evitar que se pierda por completo la vegetación de la duna de la zona.
“Lo que buscamos es que las personas que construyen reconozcan la importancia de la duna porque muchos piensan que es mala hierba o mal monte, lo ven como un desperdicio, pero no, esta es parte de nuestra vida silvestre y es la casa de fauna importante en nuestra comunidad”, dijo.
Este artículo fue originalmente publicado en Causa Natura Media
Desde China “descubriendo” el mundo hasta el ruido en Ciudad de México, esta selección de mapas revelan algo sorprendente sobre nuestro presente y pasado.
Esa emoción fue su criterio de selección para el libro “40 Maps That Will Change How You See The World” (“40 mapas que cambiarán tu forma de ver el mundo”), publicado recientemente por este profesor de geografía social de la Universidad de Newcastle, en Inglaterra.
“Cada uno de estos 40 mapas es disruptivo”, escribe Bonnett en la introducción. “Son mapas que desafían nuestra visión del mundo, a veces empujándola más allá, a veces derribándola”, continúa.
Bonnett es autor de numerosos trabajos que exploran la intersección entre geografía y sociedad, y sus libros han sido traducidos a 19 idiomas.
En este último volumen incluye desde mapas antiguos hasta otros creados con tecnologías de última generación, tanto de nuestro planeta como del espacio.
Hablamos con Bonnett de seis de ellos que ilustran parte de la diversidad y riqueza de su libro.
En 2001 un historiador amateur descubrió en una tienda de antigüedades de Shanghai algo que prometía cambiar la historia de la humanidad: un mapa de 1418 que muestra al mundo entero, incluyendo América.
Es decir, se trataba de un mapa creado 70 años antes de que Cristóbal Colón llegara al continente.
Pero quien lo hizo no solo fue capaz de dibujar de forma bastante exacta todos los continentes, incluyendo la Antártida. También agregó anotaciones. Por ejemplo, sobre África dice que “la piel de la gente aquí es como laca negra”, mientras que en América del Sur se afirma que “los seres humanos son utilizados como víctimas de sacrificio y la gente rinde homenaje al fuego”.
La noticia del llamado “mapa de 1418” recorrió el mundo. “La idea de que los chinos descubrieron América con tal grado de detalle antes que los europeos es muy significativo”, le dice Bonnett a BBC Mundo.
Por si esto fuera poco, al mando de la misión que recorrió el planeta estaba el legendario explorador chino Zheng He.
Pero había un problema: todo era falso.
Según Bonnett, el mapa tiene tal grado de detalle que sería imposible que los chinos tuvieran ese volumen de información sobre el mundo sin que las sucesivas expediciones dejaran rastro alguno en los lugares registrados.
“Es el único mapa falso de todo el libro, pero creo que es realmente interesante porque muestra cómo hay un enorme apetito por diversificar la historia”, afirma Bonnett.
En su opinión, China tiene “la tradición cartográfica más extraordinaria de todos los países del mundo”, y las titánicas expediciones de Zheng He por por el sudeste asiático, la península arábiga y el Cuerno de África arrojaron descubrimientos con un enorme impacto en el mundo.
“Incluyo este mapa para decir que los chinos sí descubrieron el mundo y que necesitamos hablar de eso, pero no es necesario que empecemos a inventar cosas para ello. Sus méritos se sostienen por sí solos”, afirma.
“Nuestros mapas ‘modernos’ son todos caminos y ciudades, pero muchos mapas ‘premodernos’ tenían espacio para la magia y la narrativa”, escribe Bonnett sobre dos mapas aztecas que aparecen en el libro. Se trata del Códice de Quetzalecatzin y el Códice Nuttall.
El primero es de 1593, o sea, posterior a la llegada de los conquistadores, mientras que el otro es del siglo previo, lo cual lo convierte en un raro sobreviviente: la mayoría de los mapas —así como libros y otros textos— fueron señalados como demoníacos por los españoles y quemados.
Bonnett reconoce que el Códice Nuttall “no se parece en nada a un mapa al principio”, porque estamos acostumbrados a que este objeto sea una versión en miniatura de la realidad vista desde arriba. Aquí, en cambio, lo que vemos son personas, animales y algunos seres fantasiosos todos en una mezcla de perspectivas.
La clave para comprender el Códice Nuttall está en decodificar los símbolos. Por ejemplo, hay una criatura con la boca abierta que indica la presencia de una cueva.
“Es un tipo de mapa que, de alguna forma, nunca más volvimos a ver”, se lamenta Bonnett.
El Códice de Quetzalecatzin, en cambio, es un objeto híbrido. Incluye simbología azteca, pero también texto en español o en náhuatl usando escritura latina.
Fue creado por una de las familias aztecas más poderosas de la época, los Quetzalecatzin o de León, según el nombre español adoptado.
Su objetivo era demostrar el derecho ancestral que tenían sobre determinadas tierras en las regiones de lo que hoy son Puebla y Oaxaca, razón por la cual incluye datos geográficos, así como un árbol genealógico.
“Es un mapa del tiempo, además del espacio”, dice Bonnett. En el libro también afirma que “es importante no porque sea un mapa indígena o colonial. Es importante porque muestra la transición y el nacimiento de una sociedad mestiza o ‘mixta'”.
En un momento donde la sociedad japonesa vivía bajo un profundo aislacionismo, este “mapa universal” buscaba mostrar que “los países son diferentes y las personas también”, según se aclara arriba del todo.
Fue elaborado en 1671 y está dividido en dos: de un lado hay un mapamundi y del otro, 40 parejas, siempre formadas por un hombre y una mujer.
Sobre el mapa en sí, Bonnett escribe: “Lo primero que notamos es que el mundo tiene una orientación inusual. Las Américas se encuentran en el extremo ‘norte’ y Asia en el medio y en la parte inferior. Esto hace que Japón esté más o menos en el centro”.
Pero sin dudas lo que se roba la atención es la selección de parejas. Representan diferentes naciones y etnias con supuestas ropas típicas y datos curiosos no siempre verdaderos.
Por ejemplo, hay una pareja de gigantes y otra de enanos. Sobre estos últimos se dice que miden unos 36 centímetros y que, para evitar ser capturados y devorados por grullas, “siempre caminan en grupo”.
Junto a la dupla de Brasil dice: “Esta gente no vive en casas; les gusta vivir en cuevas. Comen carne humana”. Y luego: “Cuando una mujer está a punto de dar a luz, al hombre le duele el estómago. Las mujeres no sienten dolor”.
“Pareciera que varias de estas parejas están allí porque son intrigantes y hasta divertidas”, dice Bonnett, agregando: “Este es un mapa sobre el otro exótico visto desde aquel Japón”.
En su opinión, este mapa muestra que incluso cuando se intenta aislar a un pueblo, su gente sigue siendo curiosa. “A pesar de las duras restricciones, el deseo de conocer el mundo, de ampliar la imaginación a otros pueblos y otras tierras es insaciable”, escribe.
Esta imagen es quizás la más simple y efectiva al momento de —como promete el libro— cambiar formas de pensar.
Se trata de un mapa sobre la importancia del agua, la cual cubre nada menos que dos tercios de la superficie de la Tierra. Por eso, en vez de usar la diagramación típica, pone a los océanos en el centro y relega a los continentes a los bordes.
“No hay un océano Atlántico, un océano Índico y todo el resto de cuerpos de agua con sus diferentes nombres que implícitamente indican que están separados. En realidad, solo hay un océano, pero lo etiquetamos para que parezca que tiene fronteras políticas”, explica.
El mapa agrega una capa extra de información al representar al agua con distintos tonos de azul y celeste para mostrar las diferentes profundidades.
De hecho, fue creado por un equipo internacional de expertos llamado Carta Batimétrica General de los Océanos, el cual tiene el objetivo de crear un mapa de los fondos oceánicos de todo el mundo para 2030.
Bonnett destaca la cantidad de “estadísticas interesantes que hay en este pequeño capítulo”. Por ejemplo, que el 78% de la biomasa animal vive en el agua y que el 91% de las especies del océano no han sido descritas.
En su opinión, “este mapa muestra lo enorme, espacioso y fértil que es este espacio”.
De los 40 mapas del libro, Bonnett dice que el que más le han comentado es el del ruido en Ciudad de México provocado por el tráfico vehicular. “Ha sido increíblemente influyente”, reconoce.
Creado en 2011 por científicos del Laboratorio de Análisis y Diseño Acústico de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, este mapa “se convirtió en una declaración fundacional en el campo de la acústica ambiental”, afirma en su libro.
En la entrevista da un paso más y señala que “fundó un movimiento de resistencia en favor de la tranquilidad. Es un mapa que dice ‘basta'”. Es que, desde su publicación, muchas municipalidades e instituciones quieren saber qué tan ruidosa es su área.
Para Bonnett, “cualquier mapa que quiera cambiar el debate sobre un tema debe entenderse de manera fácil e inmediata. Este lo es: revela una ciudad enferma. Esos colores febriles, esas venas gordas y palpitantes; es una migraña cartográfica”.
El mensaje es que “el ruido arruina vidas, enferma a la gente y está en todas partes”, escribe.
Por ejemplo, estar expuesto 8 horas diarias a la categoría más alta de decibeles, que va del 75 en adelante y que está representada en tonos de azul y negro, tiene como consecuencia la pérdida de audición.
Esta cantidad de decibeles es equivalente al sonido de una licuadora, una cortadora de césped o un metro. Y se los encuentra por toda la ciudad.
“Sobre el final del libro hay bastantes mapas de astrogeografia, porque los científicos espaciales los utilizan no solo como ilustración, sino como una herramienta fundamental de investigación”, explica Bonnett.
El último mapa del libro, el número 40, es uno de sus favoritos. Muestra el llamado supercúmulo de Laniakea, un término del hawaiano que significa “cielo inmenso” o “inconmensurable”.
Fue elaborado por un equipo encabezado por el Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawái y muestra las trayectorias migratorias de las galaxias impulsadas por el Big Bang, trazando lo que Bonnett describe como “una suerte de río de estrellas”.
Bajo el pequeño punto rojo se encuentran la Vía Láctea y muchas otras galaxias.
“Es un objeto extraordinariamente hermoso”, que “moldea la forma en que piensas sobre todo”, dice.
En el libro explica que las galaxias “son parte de estructuras más grandes. Estructuras como Laniakea. Para saber nuestro lugar en el universo necesitamos saber sus nombres y entender nuestra relación con ellas”.
Este mapa ayuda a entender que, por ejemplo, la Vía Láctea se desplaza a 600 kilómetros por segundo y que lo hace arrastrada por otras galaxias de nuestro supercúmulo.
Bonnett reconoce: “Si ya la Vía Láctea es demasiado grande para que podamos siquiera imaginarla, Laniakea es todavía mucho más grande que eso. Y hay algo emocionante en intentar expandir tu imaginación hasta el horizonte más lejano posible”.
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