Este reportaje es parte del Hub de Periodismo de Investigación de la Frontera Norte, un proyecto del International Center for Journalists
Un programa de retiro de redes de pesca que llevaba cuatro años de operación en el alto Golfo de California, con el objetivo de proteger especies en peligro de extinción como la vaquita marina, fue abandonado desde 2021, año en el que la administración actual decidió dejar de asignarle recursos del presupuesto público.
El proyecto “Eliminación Artes Pesca Fantasma en el Alto Golfo de California”, que comenzó a funcionar desde 2016, a la mitad del gobierno de Enrique Peña Nieto, desapareció del presupuesto de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ya en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
A través de una solicitud de información, la Semarnat informó que, de 2017 a 2020, este programa obtuvo más de 22.8 millones de pesos del presupuesto, la mayor parte de ellos en el sexenio de Peña Nieto. Según el Concentrado por proyecto de 2017 a 2023, en 2019 -primer año del actual sexenio, se asignaron 2 millones 709 mil pesos para el retiro de redes entre enero y agosto, y en 2020, la asignación de recursos fue de un millón 673 mil pesos entre marzo y abril.
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Después de ello no se reportan más gastos, pese a que la iniciativa tuvo cuatro años seguidos de trabajo entre organizaciones de la sociedad civil con el objetivo de proteger y conservar las especies marinas del Alto Golfo de California, entre ellas la vaquita marina, especie endémica en peligro de extinción.
El proyecto de “Eliminación de artes de pesca fantasma” comenzó en 2016 y para los años 2017 y 2018, los recursos entregados para esta actividad permitieron el retiro de redes durante ocho meses por año. En 2018 el programa alcanzó su presupuesto máximo, con 15 millones 323 mil pesos.
En cambio, en el sexenio del presidente López Obrador se ejercieron apenas 4 millones 382 mil pesos, en dos meses de 2019 y 2020.
En una respuesta a una solicitud de información que se hizo en 2021, y que es pública en la Plataforma Nacional de Transparencia, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) y la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) señalaron que en el 2019 “no se ejecutaron proyectos de ordenamiento”.
Y, en lo que corresponde a 2020 y 2021, ambas instituciones federales respondieron que: “por cambios en Reglas de Operación ya no se destinaron recursos para este tipo de proyectos y con apego a las atribuciones institucionales de las dependencias participantes, toda vez que dichas acciones son materia de inspección y vigilancia en al ámbito de las respectivas atribuciones y facultades”.
Es decir, en el segundo año de este sexenio el gobierno federal abandonó el retiro de redes de pesca fantasma en el Alto Golfo de California, iniciativa que permitía vigilar y ‘limpiar’ el mar de estas artes de pesca. Esto, pese a que desde 2016 se tenía identificado que la pesca incidental pone en riesgo latente a la vaquita marina.
Sobre la cantidad de especies enmalladas en las redes extraídas, la Semarnat, a través de la Conabio, reportó haber encontrado caracol, cangrejos, chanos, tortuga Golfina, mantarraya, bivalbos, estrella de mar, pulpos, gorgonias rojas, cochitos y cráneo de totoaba.
Mientras tanto, la Conanp a través de la Dirección Regional Noroeste y Alto Golfo de California, respondió por transparencia que, de 2019 a 2020, no contaron con datos sobre especies enmalladas y de 2021 a 2023 no hubo hallazgos.
Alejandro Olivera, biólogo marino en el Centro para la Diversidad Biológica, explicó que las redes de pesca fantasma están en todos lados y en todo México. Éstas, se atoran en los corales y son un problema importante de basura. Por ello, se buscan principalmente en el área de la vaquita marina.
“No se sabe cuántos metros hay de redes. La otra también es que por el sistema de corrientes [las artes de pesca] a veces se van, se usan en el área de vaquita y pueden viajar kilómetros. Entonces no se sabe cuántos metros o kilómetros de redes quedan actualmente. Por eso, lo que sí se tiene que hacer es que mientras más actividad de pesca haya, hay que buscarlas”, dijo Alejandro Olivera en entrevista para Animal Político y Border Hub.
Olivera señaló que el Alto Golfo de California es una zona bastante olvidada, al igual que la pesca; hasta que llegó la presión internacional durante el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador.
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“Se tardaron dos años en sacar regulaciones pesqueras que fueron en el 2020 pero, en resumen, las fallas han sido las políticas públicas que no están protegiendo del todo a la vaquita marina de su principal amenaza que son las redes y la impunidad y falta de cumplimiento de la Ley que sigue hasta la fecha, porque se siguen utilizando redes prohibidas para capturar camarón”, denunció.
Desde el momento en que se identificó que las redes de pesca fantasma son una amenaza latente de la vaquita marina, México estuvo obligado internacionalmente a proteger, conservar y detener el drástico descenso en la población de la vaquita marina.
Ante esto, la respuesta más importante fue en abril de 2015 con la publicación de un Acuerdo Secretarial con el que se estableció el polígono para proteger a la vaquita marina. Dicha delimitación dentro del Alto Golfo de California, sitio donde habita este ejemplar marino, se debía eliminar las redes de enmalle por dos años pero permitió la pesca de curvina.
Al inicio del sexenio de Peña Nieto, la población de vaquita marina era de 200 ejemplares. Para 2017, se estimaba la existencia de 30 individuos de esta especie. En el sexenio de López Obrador, el último registro que se tiene es de 10 a 13 vaquitas, dos de ellas crías, según el último reporte de observación por parte de la Comisión de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) en 2023.
Actualmente, como parte de la última Notificación de las Partes que la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) realiza para que México cumpla con su compromiso por conservar a la vaquita marina (Phocoena sinus) la secretaria general de CITES Ivonne Higuero visitó el país para analizar con su equipo si México ha cumplido con su compromiso o no.
Ésta es la tercera visita que la CITES realiza a la reserva de la vaquita marina del 10 al 15 de marzo.
Fuentes locales consultadas en la comunidad de San Felipe, Baja California, señalaron que, días previos a la visita del secretariado y autoridades de la CITES, autoridades representantes de la Conapesca dieron el “aviso” a las pesquerías de no salir a pescar durante esa semana.
“Nos hicieron la invitación a representantes legales para no pescar en el Alto Golfo. No pescar con redes. Cuando viene CITES, se respeta el mar, cuando no regresa la ilegalidad”, señalaron.
La vaquita marina es una especie endémica de la Reserva de la Biosfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado de 2017 a 2020. En este sitio de conservación habita la vaquita marina (Phocoena sinus), una especie decretada en Peligro de Extinción por la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010 sobre la protección ambiental de especies nativas en México con alguna categoría de riesgo.
Además habita la totoaba (Totoaba macdonaldi), un pez conocido como el más grande del Alto Golfo de California. Sus dimensiones son similares a la vaquita, distinguida además como la marsopa más pequeña del mundo.
Ambas especies tienen la categoría En Peligro de Extinción de la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010 sobre la protección ambiental de las especies nativas de flora y fauna silvestres de México. Fuera del territorio mexicano —tanto la vaquita marina como la totoaba— cuentan con alguna etiqueta que alerta sobre su conservación.
Para la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) la vaquita se encuentra en el Apéndice I —de tres— sobre especies de flora y fauna con mayor grado de peligro.
Además, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), tiene tanto a la vaquita como a la totoaba en la Lista Roja de las especies con alguna amenaza para continuar en su ecosistema. Ambas están clasificadas en Peligro Crítico de Extinción.
Fuentes locales en el puerto de San Felipe, Baja California, señalaron a Animal Político y Border Hub que la pesca ilegal aún amenaza su permanencia en el hábitat de la reserva del Alto Golfo de California.
En cambio, autoridades federales como la Conanp y Semar señalaron que según los resultados del Crucero de Observación de vaquita marina 2023 se observó una disminución de más de 90% de la presencia de pangas y redes de enmalle dentro de la Zona de Tolerancia Cero de la vaquita marina.
Datos compartidos por Sea Shepherd Conservation Society, organización internacional dedicada a la protección de la vida marina en el mar, señaló que desde 2015 en colaboración con la Armada de México y otros socios locales, se ha centrado en mitigar la captura incidental de vaquita durante todo el año.
En años anteriores se recuperaron más de 1,000 redes, principalmente, de totoaba. A través del proyecto Operación Milagro monitorean las 24 horas del día, los siete días de la semana, la Zona de Tolerancia Cero (ZTC) y sus alrededores, un sitio crucial para la supervivencia de la especie.
Desde 2023, según señala Sea Shepherd, han empleado tecnología de radar y sonar de última generación a bordo de la embarcación M/V ‘Seahorse’ las 24 horas del día en la ZTC para rastrear actividades ilegales y localizar redes para su extracción.
Un mar libre de redes de pesca fantasma fue la acción urgente que autoridades mexicanas debían realizar para evitar el descenso en la población de la vaquita marina y así, garantizar su supervivencia en la Reserva de la Biosfera del Alto Golfo de California y Delta Colorado, área natural protegida decretada desde 1993 por su alto valor ecosistémico.
En el borrador de la Estrategia Nacional de Gestión Integral de Artes de Pesca Fantasma en México del Gobierno de México, documento obtenido por transparencia se reconoce que las artes de pesca fantasma son un peligro para la fauna del Alto Golfo de California.
Además, en él se afirma que México “incrementó su preocupación e interés en el tema de la pesca fantasma a partir del complejo reto que implica impedir la extinción de la vaquita marina (Phocoena sinus), de la que se sabe que su principal amenaza es la muerte accidental (enredos y ahogos) durante las actividades pesqueras, especialmente de totoaba (Totoaba macdonaldi)”.
El objetivo fue extraer del mar la mayor cantidad de redes de pesca fantasma que quedaron abandonadas, sin señalar una cifra meta. En el año 2016 el Gobierno de México junto con Sea Shepherd Conservation Society (SSCS) y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) lanzaron el programa multiinstitucional de eliminación de redes fantasma del Alto Golfo de California.
Dalia, nombre que usaremos para proteger la identidad de la persona entrevistada, formó parte de este programa de limpieza conocido también como Plan Maestro. Ella fue parte de una de las organizaciones de la sociedad civil que se encargó de realizar bitácoras, informes y comunicaciones con los diferentes entes de gobierno y privados que formaron parte del programa.
Dalia dijo en entrevista que el proyecto comenzó en octubre de 2016 hasta 2020. En ese periodo lograron recuperar más de mil 300 artes de pesca de diferentes pesquerías, algunas activas y otras abandonadas. Entre ellas se encuentran redes que se usaron para pescar totoaba y camarón. “La mayoría eran de totoaba”, señaló.
Incluso, con el inicio del programa el 16 de octubre de 2016, en menos de un mes localizaron alrededor de 136 artes de pesca abandonadas en el mar. “De esas se lograron retirar 109, es decir, no el 100 por ciento de las redes que se localizaban era posible extraerlas”, añadió.
Para conocer el impacto en la conservación de la vaquita marina y la totoaba, se solicitó información vía transparencia al Fondo para la Biodiversidad de la Semarnat, Semar, Conapesca e Inapesca sobre los resultados en la extracción de redes de pesca fantasma, el plan de manejo, bitácoras, embarcaciones que usaban y cantidad de redes extraídas y fauna enmallada.
En su mayoría, las dependencias, se declararon “incompetentes” para entregar la información o señalaron no contar con ella después de “búsquedas exhaustivas”. El Fondo para la Biodiversidad de la Semarnat fue el único ente que no dio respuesta a la solicitud.
En una revisión a los informes de labores de la Secretaría de Marina (Semar) tanto del sexenio de Peña como de López Obrador, pudo detectarse que, en los periodos 2016-2017 y 2017-2018, la Secretaría participó en el “Programa de Atención Integral al Alto Golfo de California” sin mencionar el presupuesto que fue asignado.
La Semar dijo haber coordinado con dependencias de los tres niveles de Gobierno acciones de inspección y vigilancia en esa área en San Felipe, Baja California, y realizó “1,409 operaciones contra la pesca ilícita en el Alto Golfo de California”, en ambos periodos.
En ambos periodos aseguraron una suma de 2 mil 783 redes abandonadas en alta mar sin señalar qué especies encontraron enmalladas o tuvieron que ser aseguradas de manera precautoria por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa). Sobre el tratamiento de redes tampoco lo mencionan en los informes.
Para el sexenio de López Obrador, el proyecto de extracción de redes de pesca fantasma que anteriormente operaba pasó a tener tres nombres distintos con actividades similares en el Alto Golfo de California.
En el primer informe de labores de la Semar, del periodo 2018 al 2019, se llevó a cabo la “Iniciativa para la sustentabilidad en el Norte del Alto Golfo de California” donde la secretaría desarrolló y aplicó la “Estrategia Integral para la Atención del Alto Golfo de California” que aborda tanto la protección de la vaquita marina, como la prevención de la pesca ilegal de totoaba.
Según las cifras presentadas en el reporte aseguraron 174 artes de pesca con un total de 49 mil 698 metros, pero no mencionaron la fauna que encontraron enmallada ni el tratamiento a las redes aseguradas que garanticen que esas redes no volverán al mar.
Para el segundo, tercer y cuarto informe el aseguramiento de redes fantasma fue de menos de 169 artes de pesca y en el periodo de 2019 a 2020 la Semar no reportó el aseguramiento o hallazgo de artes de pesca.
El nombre del programa también varió y recibió títulos como: Operaciones para la Preservación de los Recursos Naturales Marítimos, Iniciativa para la sustentabilidad en el Norte del Alto Golfo de California, Operaciones para la Preservación de la Vaquita Marina (Phocoenasinus) y Operaciones para la Preservación de la vaquita marina (Phocoenasinus).
“Si quieres cuantificar el éxito de la política pública del Alto Golfo [de California] es el día en que haya más vaquitas, así de fácil. Por más que [la] Profepa te diga que hizo tantos recorridos, por más que Guardia Nacional diga que hizo tantas inspecciones, aprendimos a tanta gente, no. El indicador número uno es el número de vaquitas que sobreviven, esto hace evidente que no ha sido suficiente”, señaló el biólogo marino Alejandro Olivera.
Para conocer los trabajos de conservación la Comisión de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) se solicitó a esta dependencia, desde el departamento de comunicación, una entrevista y acceso a la reserva de la vaquita marina para documentar los esfuerzos que realizan, pero la autoridad respondió que, desde el 1 de marzo de 2024, con el inicio de las campañas electorales, no podía dar declaraciones a la prensa, por “veda electoral”.
Por su parte, Semarnat, accedió a resolver una serie de preguntas aún en veda electoral, pero sobre la asignación de los recursos y la información de especies enmalladas tras la extracción de redes de pesca fantasma, recomendaron hacer una nueva solicitud por transparencia.
En la cima de la guerra comercial, el presidente Trump y el primer ministro Mark Carney acordaron esta semana sentarse a “renegociar exhaustivamente” la relación de sus países.
“La geografía nos hizo vecinos, la historia amigos, la economía socios y la necesidad nos volvió aliados”.
Las palabras las pronunció el 17 de mayo de 1961 el entonces presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, en el Parlamento canadiense.
Apenas llevaba cuatro meses en el cargo y sabía que su liderazgo, y el del país que representaba, necesitaban un impulso, sumidos como estaban en plena Guerra Fría con el bloque comunista soviético.
Así que en Ottawa, Kennedy aprovechó para hacer un guiño a la relación bilateral y establecer una agenda global conjunta.
“Está claro que en una época en la que nuevas fuerzas están afirmando su poder en el mundo y la forma política del hemisferio está cambiando rápidamente, nada es más importante que la unidad de EE.UU. y Canadá”, añadió para rematar su discurso, ante la mirada de aprobación del primer ministro canadiense John Diefenbaker.
Pero mucho ha llovido desde entonces, y lo que se escucha hoy de los líderes de ambos países no puede estar más en las antípodas de aquel ambiente de concordia.
“La antigua relación que teníamos con EE.UU., basada en la integración cada vez mayor de nuestras economías y en una estrecha cooperación en materia de seguridad y militar, ha terminado“, zanjó este jueves el primer ministro canadiense, Mark Carney.
El presidente del país vecino, Donald Trump, acababa de anunciar unos aranceles del 25% a la importación de automóviles, algo que cayó como una bomba en una Canadá en plena campaña electoral hacia los comicios del 28 de abril.
Fue el colofón de una serie de medidas y desplantes que comenzaron con llamar al anterior primer ministro, Justin Trudeau, el “gobernador del 51º estado” estadounidense y siguió con de una guerra comercial abierta.
Ambos jefes de gobierno conversaron este viernes por teléfono en un primer intento por limar asperezas, una llamada que los dos describieron como “productiva” y en la que acordaron sentarse a “renegociar exhaustivamente” tras las elecciones canadienses.
Pero Carney, que además de primer ministro es candidato del Partido Liberal en estas elecciones, no se desdijo y dejó claro que este es el inicio de una nueva era en la relación entre dos países vecinos que han sido amigos y aliados durante generaciones.
A continuación, cuatro datos que reflejan la complejidad del vínculo entre estas dos naciones.
Los territorios que hoy constituyen Estados Unidos y Canadá no siempre fueron aliados.
Durante la Guerra de la Independencia de EE.UU. (1775-1783), cuando 13 colonias británicas del actual territorio estadounidense se rebelaron y lucharon por independizarse de la Corona, las canadienses rechazaron las invitaciones para unirse a la revuelta.
Al estallar de nuevo las hostilidades entre EE.UU. y Reino Unido en la guerra de 1812, las tropas estadounidenses invadieron los territorios canadienses bajo dominio británico esperando ser recibidas como libertadoras, solo para encontrar una respuesta armada. Un episodio que —según coinciden expertos— contribuyó en gran medida al surgimiento del sentido de identidad canadiense.
“Desde el final de la guerra de 1812 no ha habido encuentros oficiales abiertamente hostiles, en parte porque muchos estadounidenses tendían a creer que los canadienses se unirían a la república”, escribe Robert Bothwell, profesor emérito del Departamento de Historia de la Universidad de Toronto, en un informe publicado en 2019.
“Al no ocurrir, EE.UU. aceptó a un Canadá independiente pero amigable como un vecino permanente, útil y deseable”, prosigue el especialista en el texto, centrado en los últimos 200 años de relación entre Canadá y EE.UU.
Sin embargo, aunque los vecinos establecieron relaciones diplomáticas en 1927, fue durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cuando se estrechó la cooperación canadiense-estadounidense.
Desde entonces, hubo acontecimientos que pusieron a prueba esa amistad, como la guerra de Vietnam, la represión de las protestas del movimiento por los derechos civiles en los estados sureños y la invasión de Irak encabezada por EE.UU. en 2003, a la que Canadá se opuso con firmeza.
Pero en general ha estado marcado por gestos de cooperación y solidaridad, como la respuesta canadiense a los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra EE.UU.
Unos 7.000 pasajeros que iban a bordo de decenas de vuelos desviados tras los atentados fueron recibidos en Gander, una comunidad de apenas 11.000 habitantes de la isla de Terranova.
A ese espíritu de colaboración hizo referencia el 8 de febrero Justin Trudeau, ya como primer ministro saliente, en un emotivo mensaje a la nación después de que Trump firmara una orden ejecutiva que establecía un 25% de aranceles a todo producto importado de Canadá.
“Desde las playas de Normandía hasta las montañas de la península coreana, desde los campos de Flandes hasta las calles de Kandahar, hemos luchado y muerto junto a ti durante tus horas más oscuras”, dijo.
La frontera entre Canadá y EE.UU. constituye el límite territorial internacional más largo del mundo, una línea recta imaginaria trazada a lo largo del paralelo 49.
Sumando porciones de los océanos Atlántico, Pacífico y Ártico, además de los Grandes Lagos, mide un total de 8.891 kilómetros.
Fue el Tratado de París del 3 de septiembre de 1783 el que le dio origen, el mismo que puso fin a la guerra de la Independencia de EE.UU. Pero numerosos acuerdos posteriores han ido conformándola tal como es en la actualidad.
Separa a 13 estados de EE.UU. de siete provincias canadienses y un territorio, y varias comunidades indígenas se extienden a un lado y otro.
Y agencias de ambos países estiman que al día la cruzan alrededor de 400.000 personas y bienes y servicios por un valor de US$2.500 millones.
Es una frontera no militarizada, cuidada únicamente por elementos civiles, y de forma mucho menos activa que el muy patrullado confín entre EE.UU. y México.
Aunque ante la llegada de Trump a la Casa Blanca, en diciembre de 2024 el gobierno de Canadá anunció una inversión de US$1.300 millones en personal, equipamiento y nueva tecnología para reforzar la vigilancia.
“El 20 de enero, como una de mis muchas primeras órdenes ejecutivas, firmaré todos los documentos necesarios para cobrar a México y Canadá un arancel del 25% a todos los productos que ingresen a EE.UU. por sus ridículas fronteras abiertas”, había advertido ya el republicano en su red Truth Social tras ganar las elecciones en noviembre.
“¡Este arancel permanecerá en efecto hasta que las drogas, en particular el fentanilo, y todos los extranjeros Ilegales detengan esta Invasión a nuestro país! Tanto México como Canadá tienen el poder para resolver fácilmente este problema latente desde hace mucho tiempo”, zanjó.
Mientras, el gobierno canadiense sostiene que la guerra arancelaria tiene más bien propósito geopolítico. “La excusa del fentanilo es ficticia”, subrayó Trudeau a principios de marzo, antes de que Carney lo relevara en el cargo.
“Trump quiere que la economía canadiense colapse para anexionarnos”, espetó.
Aunque la administración Trump acuse a las agencias canadienses de no hacer lo suficiente para impedir el tráfico de fentanilo, un opioide sintético que ha contribuido con más de medio millón de muertes por sobredosis en EE.UU. desde 2012, las cifras muestran una realidad mucho más matizada.
Según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU. (CBP, por sus siglas en inglés), el año pasado se interceptaron alrededor de 43 libras de fentanilo provenientes de Canadá, mientras que las autoridades canadienses incautaron alrededor de 11 libras llegadas del sur durante el mismo período.
Según datos del gobierno canadiense, el comercio bilateral alcanza el billón de dólares anual, mientras casi US$2.500 millones en bienes y servicios que cruzan la frontera común a diario.
Estados Unidos vende más productos a Canadá que a cualquier otro país, lo que convierte a Canadá en el principal cliente de 32 estados estadounidenses.
Asimismo, EE.UU. es el principal inversor en Canadá; representa el 46% del total de inversión extranjera directa, según el más reciente Informe sobre el Clima de Inversión del Departamento de Estado.
En 2024, la inversión extranjera directa de Estados Unidos en Canadá se situó en US$452.000 millones, mientras que la inversión extranjera directa canadiense en EE.UU. alcanzó los US$672.000 millones de dólares.
Asimismo, casi una cuarta parte del petróleo que EE.UU. consume cada día proviene de su vecino del norte, y solo la provincia de Alberta exporta 4,3 millones de barriles al día.
Según la Administración de Información Energética estadounidense., EE. UU. consume alrededor de 20 millones de barriles al día, mientras que a nivel nacional produce alrededor de 13,2 millones.
“No necesitamos su energía. No necesitamos su petróleo y gas”, dijo en enero Trump. “No necesitamos nada de lo que tienen”.
Durante la mayor parte de las últimas cuatro décadas, el comercio entre Canadá y Estados Unidos se ha regido por una sucesión de acuerdos de libre comercio.
El más reciente es el T-MEC, que entró en vigor en julio de 2020 y del que forma parte también México.
“Hay cosas que podemos hacer, no solo para trabajar juntos con Estados Unidos, sino para generar más capacidad de acción para Canadá”, dijo el exministro de Finanzas canadiense Bill Morneau (2015-2020), en una conferencia titulada “Las relaciones entre Estados Unidos y Canadá en una época de tumultuosa política norteamericana” ofrecida en la Universidad de Yale el mes pasado.
“El desafío es mantener la cabeza fría frente a un diálogo degradante y francamente ofensivo, y hacerlo de una manera que reconozca la relación positiva y muy beneficiosa a largo plazo entre nuestros dos países”.
Canadá es un exportador neto de electricidad a EE.UU. y las redes energéticas de ambos países mantienen una alta interdependencia.
Sus redes eléctricas se fusionan en un sistema “complejo y altamente interconectado” en el que las principales empresas canadienses del sector cuentan con filiales y divisiones comerciales en Estados Unidos, según la Administración de Información Energética de ese país (EIA, por sus siglas en inglés).
Ambas naciones intercambian energía por valor de US$95.000 millones anuales y en algunos estados este comercio llega a representar entre el 5% y el 15% de su PIB, según una investigación del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
EE.UU. importó 33,2 millones de megavatios-hora (MWh) de electricidad en 2024, de los cuales 27,2 millones provinieron de Canadá y el resto de México.
Aunque esta cifra representa menos del 1% del consumo total de electricidad estadounidense, su impacto es significativo en ciertos estados, especialmente los fronterizos con su vecino del norte.
Es por eso que la electricidad ha sido también foco de tensión en la guerra comercial entre ambos países.
El gobernador de Ontario, Doug Ford, eliminó el 11 de marzo el recargo del 25% que un día antes había impuesto a la electricidad que esta provincia canadiense vende a tres estados de EE.UU.
Horas después, el presidente Trump, retiró su amenaza de elevar del 25% al 50% el arancel sobre el acero y el aluminio canadienses.
En cualquier caso, el comercio energético entre ambos países no es unidireccional: Canadá también importa electricidad estadounidense, especialmente en los últimos dos años en los que la sequía ha reducido la capacidad de generación de las centrales hidroeléctricas canadienses.
Pero la lista de conexiones e interdependencias no acaba ahí.
Ambos países también cooperan en defensa, a través de distintos foros e instrumentos bilaterales y multilaterales, aunque un funcionario de alto rango del gobierno le confirmó recientemente a la agencia AP que su país inició negociaciones con la Unión Europea con el objetivo de reducir su dependencia de EE.UU. en esa materia.
Como buenos vecinos, tienen una historia común de migraciones, con grandes movimientos en ambas direcciones desde 1750 hasta bien entrado el siglo XXI.
Sus habitantes comparten, en gran parte, lengua, y sus identidades se han ido definiendo por momentos en contraposición a la nación vecina.
“De todos los países, Canadá ha sido históricamente el que más se ha parecido a Estados Unidos, en términos de cultura, geografía, economía, sociedad, política, ideología y, especialmente, historia”, escribe Bothwell, el profesor de la Universidad de Toronto en su informe.
“Una cultura compartida —literaria, social, legal y política— es un factor crucial en las relaciones entre canadienses y estadounidenses. Y la geografía es, al menos, igual de importante”, prosigue.
“Ninguna idea estadounidense, buena o mala, desde el liberalismo hasta el populismo, deja de encontrar eco en Canadá. Lo fuerte o lo suave que suene el eco marca la diferencia”, concluye.
O como más célebremente describió la relación entre vecinos el ex primer ministro Pierre Trudeau:
“Vivir a tu lado es en cierto modo como dormir con un elefante. No importa cuán amigable y ecuánime sea la bestia, si es que puedo llamarla así, uno se ve afectado por cada contracción, por cada gruñido”.
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