En los primeros 18 meses del actual sexenio, la Fiscalía General de la República (FGR) recibió 522 nuevas denuncias por posibles actos de tortura en contra de agentes federales que, sumadas a las que ya existían antes, elevó la cifra de casos abiertos por este delito grave a más de 1,259. De todos esos casos, solo tres fueron enviados ante un juez y solo se obtuvo una sentencia condenatoria en el mismo periodo.
Sin embargo, cerca de la mitad de esas carpetas de investigación fueron integradas por la Fiscalía a un archivo “temporal”, decretando que no le tocaba investigar, o determinando que no había elementos suficientes para proseguir con la indagatoria en contra de los probables responsables.
Así lo revelan datos oficiales obtenidos por Animal Político a través de una solicitud de transparencia. Inicialmente la FGR pretendió ocultar la estadística de casos resueltos alegando que no contaba con ella, pero luego de la interposición de una queja ante el INAI accedió a revelar parcialmente los datos solicitados, sin identificar a las corporaciones denunciadas.
Aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador ha señalado en varias ocasiones desde que comenzó su sexenio que ya no se tolera ni permite la tortura y la impunidad, los datos oficiales muestran lo opuesto: las denuncias por tortura siguen llegando, mientras que solo en el 0.2% de los casos se ha identificado y procedido contra los funcionarios involucrados.
De acuerdo con el informe entregado por la FGR, de diciembre de 2018 a julio de 2020, se iniciaron 522 nuevas carpetas de investigación por delitos de tortura en contra de servidores públicos federales (civiles o militares). Aunque los datos se entregaron el 27 de noviembre, la Fiscalía no proporcionó la información de los últimos cuatro meses.
Lo anterior corresponde a un promedio de 25 nuevos casos de tortura a nivel federal reportados al mes en el actual sexenio. Si bien no se detalla quién presentó las denuncias, en muchas ocasiones el reporte proviene de los jueces federales ante los que se ponen a disposición a las personas detenidas. Por ley, ley FGR esta obligada a investigar de oficio los casos.
¿Qué ha pasado con estas nuevas investigaciones y con las que ya existían anteriormente? De acuerdo con la relación proporcionada por la FGR, de un total de 1 mil 259 carpetas de investigación en curso, se han “resuelto” de alguna manera 620 casos que equivalen al 49.2% de los casos.
Ello significa que hasta el cierre de julio había 639 carpetas de investigación que seguían “en trámite”, es decir, que estaban abiertas y en desarrollo sin ningún tipo de resolución.
Aunque la FGR reporta haber tomado alguna determinación en casi el 50% de las carpetas de investigación iniciadas por tortura, los datos reflejan que —en realidad— solo en tres casos las indagatorias avanzaron lo suficiente para presentar una imputación ante un juez en contra de los probables responsables.
Solo se esclareció con una acusación ante el juez el 0.2% de todas las carpetas trabajadas en el actual sexenio. Son los casos denominados como “judicializados”.
De estos casos esclarecidos, en uno se presentó la acusación sin detenido, mientras que en los otros dos sí se detuvo y vinculó a proceso a los probables responsables. Se trata de tres militares de la Secretaría de la Defensa Nacional, y tres elementos de la extinta Policía Federal imputados por ese delito.
En resto de los casos “resueltos”, la FGR decidió dar carpetazo a los casos sin concluir las investigaciones.
La respuesta fue declararse “incompetentes” por causas internas o externas para seguir con la indagatoria, lo que ocurrió en 427 de las carpetas que se habían iniciado. En otros 145 expedientes la vía fue decretar el “no ejercicio de la acción penal”, es decir, concluir que no había evidencia suficiente para proceder en contra de alguien por la tortura denunciada.
En tanto, en 21 casos iniciados, el Ministerio Público Federal responsable determinó enviar los expedientes al “archivo temporal”, que es una forma de no cerrar el asunto, pero sí detener las indagatorias hasta que surja alguna nueva pista.
A ellos se suman 20 casos más donde la “solución” fue acumular los expedientes por tratarse de hechos similares o relacionados con otras carpetas de investigación que siguen en curso.
Finalmente, en cuatro casos, FGR optó por “abstenerse de investigar”, que es una vía que le permite la ley para cerrar un caso sin esclarecer nada.
Animal Político también requirió a la FGR el dato de las sentencias condenatorias obtenidas por el delito de tortura, pues de acuerdo con la ley y con los especialistas, un caso solo puede considerarse totalmente resuelto cuando hay una condena en firme en contra del probable o probables responsables.
La respuesta recibida arroja que de diciembre de 2018 a julio de 2020 solo se consiguió obtener una sentencia condenatoria, que corresponde al caso de los tres expolicías federales procesados por dicho delito.
Si se compara este único caso cerrado con una sentencia condenatoria respecto al universo completo de investigaciones iniciadas en sexenio, significa que la FGR ha tenido un nivel de eficacia del 0.07% en el esclarecimiento total de las torturas que ha indagado.
La información sobre denuncias por casos de tortura atendidas y resueltas fue requerida desde julio a la FGR, pero fue entregada, de manera incompleta, hasta el 27 de noviembre pasado.
Luego de diversos atrasos por la pandemia, la Fiscalía otorgó una primera respuesta a este medio fechada el 7 de septiembre en la que solo proporcionaba los datos de carpetas de investigación iniciadas, pero sin detallar ninguno de los otros datos solicitados, como casos resueltos, y las corporaciones o dependencias a las que pertenecían los funcionarios implicados.
Tras una queja presentada ante el pleno del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), y que continúa bajo análisis, la FGR envió una respuesta complementaria fechada el 27 de noviembre en la que desglosa el balance relacionado con la determinación de las carpetas y el sentido de las mismas, así como los datos de casos judicializados y sentenciados.
No obstante, la Fiscalía aún no proporciona los datos respecto a las instituciones o corporaciones responsables de los casos denunciados.
La baja eficacia en la resolución de casos de tortura es un padecimiento que la Fiscalía arrastra desde hace varios años. En 2017, por ejemplo, este medio publicó que la entonces PGR había resuelto menos del 1% de mas de 10 mil averiguaciones previas iniciadas por dicho delito en el periodo de 2012 y 2016.
Pero este fenómeno no se limita solo al delito de tortura. El 28 de enero pasado la Fiscalía entregó un informe al Congreso en el que reconocía que había conseguido esclarecer, en promedio, solo 1 de cada 100 carpetas de investigación en curso por delitos graves como desapariciones forzadas, trata de personas o ilícitos contra migrantes.
De acuerdo con especialistas y organizaciones agrupadas en el denominado “Colectivo contra la Impunidemia”, lo anterior es resultado de problemas estructurales que acarrea la FGR y que pasan por la falta de estrategias para investigar fenómenos macrocriminales, deficiencias en cantidad y calidad de los recursos humanos, ausencia de protocolos, problemas de comunicación entre áreas, corrupción, entre otros.
Aunque en enero de 2019 la entonces PGR se transformó oficialmente en la nueva Fiscalía general y se promulgó una nueva ley con otro modelo de organización que buscaba incrementar la eficiencia de la institución, en los hechos la institución ha seguido operando casi de la misma manera.
Según un informe del colectivo, esto es consecuencia de que la administración del fiscal General Alejandro Gertz no ha puesto en marcha la mayor parte de las disposiciones que contempla la nueva ley, incluyendo el diseño de un plan de persecución penal que encamine todos los esfuerzos de la fiscalía para atacar los grandes fenómenos delictivos.
De hecho, esta semana las organizaciones criticaron en un comunicado la intención del fiscal General de promover en el Senado la derogación completa de la Ley Orgánica de FGR en vez de haber intentado aplicarla.
Mientras eso sucede la Fiscalía acumula múltiples investigaciones por casos de tortura, entre las que destacan casos de alto impacto como los cometidos en el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y varios mas atribuidos al Ejército y la Marina. A ellos se suman casos que la FGR está obligada a atraer por orden judicial como el de la tortura y abusos sexuales contra mujeres en Atenco cometidos hace 14 años.
Un sumergible no tripulado exploró más de 1.000 kilómetros de ida y vuelta bajo una plataforma de hielo en la Antártida. El resultado fue el descubrimiento de un paisaje de hielo de otro mundo.
Cuando los científicos miraron debajo de una de las plataformas de hielo flotantes de la Antártida, se sorprendieron al encontrar un paisaje invertido de picos, valles y mesetas.
“Nos sorprendió; tuvimos que comprobar dos veces que era real”, dice Anna Wåhlin, profesora de oceanografía física en la Universidad de Gotemburgo, Suecia.
“Pero nos dimos cuenta de que realmente se ven así: existen estas formas. Hay un paisaje de hielo ahí abajo del que antes no teníamos ni idea“, agrega.
En 2022, un equipo internacional de científicos dirigido por Wåhlin bajó un sumergible no tripulado debajo de un hielo antártico de 350 metros de espesor.
Durante 27 días, viajó más de 1.000 kilómetros de ida y vuelta bajo la plataforma de hielo Dotson en la Antártida occidental, escaneando el hielo sobre ella con un sonar avanzado.
El resultado fue el primer mapa de la parte inferior de una plataforma de hielo y el descubrimiento de un paisaje de hielo de otro mundo, que Wåhlin compara con ver el lado oscuro de la luna por primera vez.
Los remolinos y hendiduras nunca antes vistos trazan el recorrido del agua de deshielo a medida que fluye bajo el hielo, lo que nos brinda una nueva comprensión de cómo el océano derrite el hielo de la Antártida y cómo su destino podría afectarnos a todos.
“La capa de hielo de la Antártida occidental (WAIS, por sus siglas en inglés) es como llamamos a todo lo que está al oeste de las montañas Transantárticas”, afirma Wåhlin.
“Es una cantidad enorme de hielo; sería dramático si terminara en el océano“, sostiene.
Sabemos que el hielo se está derritiendo gracias a décadas de imágenes satelitales. La pregunta, según Wåhlin, es a qué velocidad.
Mientras los líderes mundiales discutían los efectos potencialmente devastadores del aumento del nivel del mar en la COP29 en Bakú, Azerbaiyán, en noviembre de 2024, a unos 16.000 kilómetros de distancia, en el fondo de la Tierra, científicos estaban ocupados estudiando las plataformas de hielo de la Antártida.
Esperan que, al profundizar en la comprensión de cómo se derrite el hielo marino, podamos predecir mejor cómo su destino podría afectar a las ciudades de todo el mundo.
La WAIS es una zona de hielo del mismo tamaño que India.
Desemboca en el océano a través de varios glaciares (Isla Pine, Thwaites, Haynes, Smith, Pope y Kohler) y está perdiendo masa a un ritmo acelerado.
“En los últimos 30 años, la tasa de derretimiento del glaciar Thwaites prácticamente se ha duplicado, y sabemos que se está acelerando. Creemos que seguirá acelerándose y en algún momento podría ser mucho más rápida”, advierte Alex Brisbourne, geofísico de glaciares del British Antarctic Survey (BAS), el instituto nacional de Reino Unido dedicado al estudio de la Antártida.
“Estamos muy preocupados por la rapidez con la que la Antártida va a depositar todo este hielo adicional en el océano. Pensemos en todas las grandes ciudades costeras: Londres, Nueva York”, señala.
Uno de los glaciares más dinámicos del WAIS, el Thwaites, es un río de hielo congelado aproximadamente del tamaño de Uruguay y es uno de los sistemas de hielo y océano que cambia más rápidamente en la Antártida, que actualmente se afina a un ritmo de varios metros por año.
“Si se derrite todo el hielo del glaciar Thwaites, se elevarán los niveles del mar en 65 centímetros, que es el aumento medio del nivel del mar en todo el planeta”, plantea Brisbourne.
A diferencia de los glaciares, que descansan sobre la tierra, las plataformas de hielo, como la Dotson, flotan y, por lo tanto, ya forman parte del océano.
Pero, si bien el derretimiento de las plataformas de hielo no contribuye directamente al aumento del nivel del mar, estas capas de hielo flotantes refuerzan el hielo en la tierra, lo retienen y evitan que fluya hacia el océano.
A medida que las plataformas de hielo se derriten, este hielo terrestre puede comenzar a deslizarse hacia el mar, con el tiempo se derrite y contribuye al aumento del nivel del mar.
Se cree que el aumento del flujo de los glaciares en la Antártida occidental se debe al adelgazamiento de las plataformas de hielo que las sostienen, que se están derritiendo a medida que el agua cálida se extiende hacia el sur desde el océano Antártico a lo largo de la fosa Dotson-Getz y hacia las cavidades debajo de las plataformas de hielo.
Sin embargo, se sabe muy poco sobre las plataformas de hielo de la Antártida, dice Wåhlin, ya que el acceso puede ser complicado.
“No tenemos muchos datos del interior de las cavidades, y casi nada de la interfaz océano-hielo”.
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En 2022, cuando el equipo de Wåhlin no logró llegar a la plataforma de hielo Thwaites, ya que el hielo marino y los icebergs bloquearon su ruta, en su lugar hicieron su investigación en Dotson.
La plataforma de hielo Dotson, ubicada al suroeste en la bahía del mar de Amundsen, sostiene los glaciares Kohler y Smith, y se está adelgazando aproximadamente un 30% más rápido que cualquier otra plataforma de hielo en el citado mar.
Ahora, los expertos dicen que comprender la circulación del agua de mar cerca de la plataforma de hielo es esencial para entender cómo los cambios en las temperaturas oceánicas impulsan el derretimiento de las plataformas de hielo.
El sumergible sin tripulación del equipo, llamado Ran, fue programado mientras estaba en el barco, con “cientos de líneas de comandos que le decían qué hacer, adónde ir, qué sensores encender”, explica Wåhlin.
Y cuando el equipo de la Colaboración Internacional del Glaciar Thwaites vio que Ran se hundía fuera de la vista debajo de la plataforma de hielo, estaban “realmente nerviosos”, recuerda.
Pero cuando el sumergible regresó con imágenes detalladas de la parte inferior de la plataforma de hielo, Wåhlin se sorprendió por lo que vio: picos, valles, mesetas y formaciones con forma de lágrima.
El hielo puede derretirse a diferentes velocidades a lo largo de la misma plataforma de hielo, dependiendo del movimiento del agua, y las imágenes de Ran revelaron que la topografía basal de la plataforma de hielo Dotson varía significativamente de este a oeste.
En el este, el hielo es grueso y se derrite lentamente.
“Allí fue donde vimos la mayor sorpresa”, asegura Wåhlin. “Parecía el Gran Cañón. Había mesetas y patrones en espiral fundidos en el hielo”.
Al avanzar hacia el centro de la plataforma de hielo, las imágenes mostraban formaciones en terrazas.
Mientras tanto, en el oeste, el hielo era notablemente más delgado con formas suaves, lo que indica corrientes de movimiento más rápido y, por lo tanto, tasas de fusión más altas.
“[Aquí] la superficie era bastante lisa y se podían ver claramente vetas en el hielo que parecían erosión causada por el agua que se movía debajo de ella”, describe Wåhlin.
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“Lo que nos sorprendió, en la parte occidental, fueron estas bolas de hielo. Era como si un gigante hubiera tomado una bola de helado y la hubiera sacado. Vimos muchas, estaban por todas partes, creo que contamos 75, con forma de lágrimas o mejillones azules. Tenían hasta 300 metros de largo (o incluso más) y su extensión vertical era de hasta 20 metros”, relata.
Las imágenes también revelaron fracturas verticales que se extendían hacia arriba a través de la plataforma de hielo.
“Vimos estas fracturas por toda la plataforma de hielo”, dice Wåhlin. “Ya lo esperábamos porque son visibles desde el espacio, pero lo sorprendente fue cómo se veían desde abajo”.
La base de las fracturas, explica Wåhlin, no era lisa como esperaba el equipo, sino que también tenía cavidades que corrían casi en ángulo recto con la fractura principal.
Cuanto más antiguas eran las fracturas (la más antigua tenía unos 40 años según los datos satelitales), más cavidades tenían. “Se podía ver claramente que habían sido erosionadas. Eran redondas en la base”, afirma Wåhlin.
Por el contrario, las fracturas más nuevas (las que tenían entre dos y tres años, señala Wåhlin) no tenían cavidades visibles y sus bordes eran abruptos. “No teníamos idea de que se vería una diferencia tan clara entre las fracturas antiguas y las nuevas”, según Wåhlin.
“Esta nueva riqueza de procesos, todos activos bajo una única plataforma de hielo, debe tenerse en cuenta para predecir con precisión el futuro derretimiento de la plataforma de hielo antártica”, escribieron Wåhlin y sus coautores en un artículo científico sobre lo que encontraron.
El derretimiento del hielo afecta no solo el nivel del mar.
El mar de Amundsen es un punto de interés biológico y la polinia de la región –una zona de agua abierta rodeada de hielo marino– es la cuarta más grande de la Antártida y tiene la mayor productividad primaria.
Los productores primarios, normalmente fotosintetizadores como el fitoplancton, son la puerta de entrada a través de la cual la energía entra en la red alimentaria y forman la base de la cadena alimentaria.
Ahora, el aumento del derretimiento del hielo está alterando el estado físico del océano y los ecosistemas que lo habitan.
“Está muy lejos. Se tarda una eternidad en llegar allí [a la Antártida]”, dice Patricia Yager, oceanógrafa de la Universidad de Georgia, que ha visitado la Antártida cuatro veces para su investigación sobre los vínculos entre los ecosistemas marinos y el cambio climático.
“Cuando el rompehielos rompe el hielo y se da vuelta, está cubierto de hermosas algas doradas y krill alimentándose de ellas. Es colorido y lleno de vida, como un arrecife de coral”.
Esto no es un desierto biológico, apunta Yager.
Era diciembre de 2010 cuando Yager llegó a la Antártida y vio un océano verde de vida.
En la mayor parte del océano Antártico, el fitoplancton suele tener dificultades para crecer porque carece de los nutrientes necesarios.
Pero en el mar de Amundsen, el agua de deshielo que fluye desde la plataforma de hielo Dotson trae consigo hierro, lo que podría permitir que estas algas marinas microscópicas prosperen.
El fitoplancton es la base de la red alimentaria marina y en las regiones polares, donde la disponibilidad limitada de luz puede inhibir las floraciones de fitoplancton, el hielo marino estacional desempeña un papel vital en el impulso del ecosistema.
Además de ser comida de los animales de la cadena alimentaria que se encuentran por encima, el fitoplancton desempeña un papel importante en la regulación del clima.
Esta alga marina microscópica consume tanto dióxido de carbono como todas las plantas terrestres, incluidos todos los árboles de los bosques de la Tierra.
El derretimiento primaveral del hielo marino estacional suele estabilizar la capa superficial del océano, lo que ayuda al fitoplancton a permanecer en la zona iluminada por el sol, donde puede realizar la fotosíntesis y florecer siempre que haya suficientes nutrientes.
Sin embargo, el aumento del derretimiento del hielo está provocando un cambio “significativo”, según una investigación de científicos portugueses y brasileños.
Esto plantea preguntas, alegan, sobre cuáles podrían ser las consecuencias para la captura global de carbono y las redes alimentarias antárticas en el futuro, si los componentes vitales del suministro de nutrientes, la exposición a la luz y la estabilidad del derretimiento del hielo marino no coinciden.
“Este lugar no parece haber sido tocado por los humanos”, dice Yager, “pero está muy tocado”.
Una década después de su primera visita, Yager regresó y encontró que se había vertido “mucha más agua dulce” en el océano a medida que el hielo se derretía cada vez más rápido.
“La salinidad del océano era mucho menor que antes”, afirma.
“Hay una cantidad de agua caliente que invade los primeros 100 metros del océano. Y eso es bastante chocante. Hace que sea más difícil que se forme el hielo marino, porque éste depende de que el agua esté lo suficientemente fría como para congelarse”, afirma Yager.
“Hay lugares donde el hielo no vuelve a formarse tan pronto como debería en otoño, y lugares donde desaparece antes de lo que debería en primavera”.
Si el cambio climático continúa aumentando la disponibilidad de agua de deshielo y hierro en la polinia del mar de Amundsen, el fitoplancton seguirá floreciendo a corto plazo, explica Yager.
Pero si no se controla, podría significar el fin del hielo marino por completo.
Si el hielo desaparece, las delicadas capas del mar se mezclarán y el viento mezclará el fitoplancton hasta el punto en que ya no podrá florecer, continúa Yager.
Entonces, agrega, el hierro adicional del agua de deshielo glacial no ayudará.
En 2024, el equipo de Wåhlin regresó a la Antártida para seguir cartografiando la parte inferior de la plataforma de hielo Dotson, pero después de solo dos inmersiones, Ran desapareció en la oscuridad y se perdió sin dejar rastro.
“La dificultad aquí está en la programación”, dice Wåhlin.
“Hay que pensar en todos los escenarios posibles: qué podría encontrar [el sumergible no tripulado] y cómo reaccionará si se topa con algo que no se ha previsto. Por ejemplo, comprueba constantemente: ‘¿A qué distancia estoy del fondo marino y a qué distancia estoy del hielo que hay encima?'”.
La teoría de Wåhlin es que el sumergible pudo haber chocado con algunos mamíferos marinos curiosos, lo que lo hizo cambiar de rumbo para evitar la colisión.
“Notamos muchas focas de Weddell en la zona”, cuenta. Si las focas giraran alrededor del vehículo, agrega, se desencadenaría una nueva maniobra, y otra y otra.
“Al final podría quedarse atascado, lo que apagaría todos los sistemas y detendría la hélice para intentar conservar energía. Si eso sucediera bajo el hielo, no volvería a salir”.
Pero también quedan preguntas sin respuesta sobre las estructuras que encontró el sumergible. Los investigadores vieron patrones en la base de la plataforma de hielo que no esperaban, tal vez formados por agua fluyendo bajo la influencia de la rotación de la Tierra, de acuerdo a Wåhlin.
Los modelos actuales no pueden explicar estos descubrimientos, afirma, y queda una gran cantidad de procesos por descubrir en futuras misiones de investigación bajo los glaciares.
“Esperamos poder reemplazar a Ran y continuar con este importante trabajo”, anhela Wåhlin.
“Me encantaría volver atrás y mirar nuevamente los patrones, para ver cómo cambian a lo largo de los años”.
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