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A un año de su desaparición y diversas dilaciones, familia de Sergio exige que sea hallado
A un año de su desaparición y diversas dilaciones, familia de Sergio exige que sea hallado
Sergio Gerardo Jiménez desapareció en la alcaldía Álvaro Obregón el 20 de octubre de 2023 | Foto: Cortesía
8 minutos de lectura

A un año de su desaparición y diversas dilaciones, familia de Sergio exige que sea hallado

Sergio Gerardo Jiménez desapareció en la alcaldía Álvaro Obregón en la Ciudad de México el 20 de octubre de 2023. En el primer aniversario de su desaparición, su hermana subraya las exigencias de su familia y las omisiones de las autoridades.
20 de octubre, 2024
Por: Marcela Nochebuena

“La última vez que me reuní con Sergio, un jueves como hoy, fuimos al cementerio. Visitamos a nuestros abuelos y a nuestro tío Martín. Hablamos muy poco, acababa de fallecer su mascota, Mila, una cachorrita de apenas 5 meses”.

“Yo le hablé de mis temores y preocupaciones sobre un sueño que una amiga me compartió esa mañana. Él, notablemente triste por la muerte de Mila, siempre ecuánime, callado, con un soplo de nostalgia como solía ser, no dijo nada, nada de sus preocupaciones, angustias o temores. Todo se lo guardaba siempre para sí mismo”, compartió Caro el pasado jueves 17 de octubre.

A tres días de que su hermano, Sergio Gerardo Jiménez Guerrero, cumpliera un año de haber desaparecido en calles de la alcaldía Álvaro Obregón un 20 de octubre, Caro quiso recordar ese último encuentro con él, cuando todavía no sabía que pronto vendrían 365 días de búsqueda, frustración y falta de respuestas por parte de las autoridades.

Tras un año de que Sergio desapareciera el viernes 20 por la noche, luego de salir de su casa en Las Águilas, donde ya estaba acostado casi para dormir, para su hermana el avance más relevante con el que cuentan hasta hoy es la ubicación de una persona que presumiblemente tuvo alguna relación con la desaparición del joven. 

“Sin embargo, siguen investigando, no nos han dado mayor detalle, pero digamos que tienen, de acuerdo a sus investigaciones, a una persona que probablemente pudo haber participado. En qué grado, en qué nivel, no se tiene definido, por lo mismo que las investigaciones no han concluido y siguen su curso”, explica.

Lo que sí es un hecho es que Sergio fue víctima de una desaparición cometida por particulares, que es la línea de investigación que prevalece. Poder definirla y darle continuidad estuvo muy relacionado, precisa Caro, con la incorporación de la Secretaría de Seguridad Ciudadana a la investigación a partir de diciembre de 2023.

“Si esta colaboración se hubiera dado desde el momento en que la Fiscalía (General de Justicia de la Ciudad de México) se da cuenta de que mi hermano fue víctima de una desaparición cometida por particulares, y hubiesen dado aviso en ese momento a la Secretaría, las cosas hubieran sido diferentes; hubiese habido, quizá, una acción más rápida, más eficaz, para no perder evidencias y buscar la mayor información a través de las cámaras alrededor de donde se le ve por última vez”, señala Caro.

Ficha de búsqueda de Sergio Gerardo Jiménez que emitió la FGJCDMX.
Ficha de búsqueda de Sergio Gerardo Jiménez que emitió la FGJCDMX.

Ella está convencida de que se pudo haber actuado de una manera distinta. En cambio, hoy sigue sin existir un punto certero de búsqueda porque ha habido muchas dilaciones, acusa. En un principio, porque la fiscalía argumentaba que no tenía recursos suficientes ni humanos ni financieros; desde su perspectiva, tampoco ha habido un esfuerzo por conseguirlos o reforzar el tema desde que, a partir de 2018, registró su mayor incremento en la capital.

“Ese tema de la colaboración es muy importante subrayarlo, porque es lo que al final ha llevado a tener el avance que se tiene ahora del delito de que fue víctima mi hermano, pero desafortunadamente hoy por hoy seguimos viendo limitaciones en la coordinación en el trabajo de la Fiscalía para con otras instituciones”, lamenta Caro.

Esto es particularmente notorio en su caso porque ella ha insistido mucho en saber cuál es el plan individualizado de búsqueda de Sergio. Sin ser experta en el tema, aclara, le ha tocado aprender sobre la marcha que es necesario contar con él, y hasta ahora no existe. 

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“Es un plan en el que tiene que contribuir la familia, la Fiscalía, la Comisión de Búsqueda de la Ciudad de México; francamente veo una comisión muy pasiva, que si tú no la buscas, ellos no te buscan; que si tú no propones, ellos no proponen, y la respuesta que siempre te dan es que la Fiscalía no les ha dado información para poder establecer una línea de búsqueda. No veo una comisión proactiva, no veo un personal operativo”, reclama la hermana de Sergio.

Además de que el paradero del joven de 35 años sigue en el limbo —según describe ella misma—, su familia ha percibido muy rebasada a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas de la Ciudad de México (CEAVI), con una capacidad para brindar apoyos limitados, sobre todo en lo que respecta a asesoría jurídica, donde hubo un cambio de persona asignada al caso sin que se diera seguimiento a los compromisos que había adquirido la anterior. Hasta ahora, la familia de Sergio sigue sin tener claridad de quién lleva dicha asesoría.

Aunque está agradecida por las gestiones que llegó a hacer la dependencia para facilitar el trámite de seguro de desempleo cuando se quedó sin trabajo apenas tres meses después de que su hermano desapareciera, y para que su mamá también tuviera un apoyo económico, no puede decir lo mismo de la asesoría jurídica o el apoyo emocional y psicológico. “La realidad es que fue una experiencia un poco frustrante”, confiesa. 

“Me parecen irreales los días, las semanas, los meses que han pasado”

Caro sostiene que en el aniversario de la desaparición de su hermano puede señalar aún varias exigencias a las autoridades. La primera y más importante es, por supuesto, la localización del joven. En segundo lugar, la celeridad de las investigaciones. La desaparición de su hermano, subraya, le ha hecho darse cuenta, además, de los años que han pasado en otros casos. 

“Escucho esas cifras y de verdad me espanta, me causan un pavor terrible. Ha sido un proceso muy difícil; ahorita puedo hablar quizá con más tranquilidad, con más serenidad porque yo me tengo que exigir estar ecuánime, estar serena, por mi madre que es mi responsabilidad, por mi hermano porque lo quiero encontrar, pero definitivamente me parecen irreales los días, las semanas, los meses que han pasado sin tener una noticia de Sergio”, lamenta. 

Otra demanda que enfatiza es que no se quite el dedo del renglón en la investigación del caso de su hermano, y se fortalezca la colaboración con la Secretaría de Seguridad Ciudadana para identificar a los grupos de delincuencia organizada que operan en alcaldías como Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Magdalena Contreras e incluso municipios cercanos del Estado de México.

Parte de las actividades que la familia de Sergio llevará a cabo para su aniversario de búsqueda este domingo | Foto: Cortesía
Parte de las actividades que la familia de Sergio llevará a cabo para su aniversario de búsqueda este domingo | Foto: Cortesía

“Que haya una cooperación de verdad seria, profesional, entre alcaldías para poder fortalecer el acompañamiento, el apoyo, que puedan brindar a las familias de víctimas de desaparición, sobre todo en temas de seguridad, brindándoles a las familias la certeza de que sus vidas y su integridad no está comprometida ni en peligro con la búsqueda de sus seres queridos”, pide.

Por otro lado, una exigencia es que encuentren la mejor vía para cooperar estrechamente con el Estado de México para seguir indicios en esa entidad relacionados con personas desaparecidas de la capital. Además, considera necesario que se cree un comité específico en la alcaldía Álvaro Obregón con representación de las familias que están buscando en esa demarcación.  

Finalmente, la petición más general y ambiciosa –dice– es que el fenómeno de las personas desaparecidas se trate con la prioridad, la importancia y la urgencia debida, y que en la Ciudad de México se tenga como un delito grave, atendido como tal, con mayores recursos humanos, con competencia suficiente, y materiales. El policía de investigación que le asignaron desde un principio, y cuyo cambio ha pedido reiteradamente, muestra que no siempre es el caso, reclama.  

De acuerdo con la reciente investigación de Elena Azaola, exconsejera ciudadana de la comisión de búsqueda capitalina, titulada “La desaparición de personas en la Ciudad de México. ¿Quiénes son? ¿Dónde están?”, la alcaldía Álvaro Obregón ha ocupado históricamente el cuarto lugar con mayor número absoluto de personas desaparecidas entre febrero de 1990 y el mismo mes de 2023, con un registro total de 810 personas, 440 hombres y 370 mujeres. 

Para saber más: El nuevo censo de desaparecidos confunde a víctimas con familiares que los buscan

En el apartado que destina a alcaldías, la especialista subraya la necesidad de llevar a cabo análisis de contexto en zonas específicas de la capital para tener una comprensión más precisa de factores, dinámicas y tipos de desaparición, con la finalidad de diseñar políticas adecuadas a cada una. Nada de ello se ha realizado, aclara.

“De igual modo, es importante señalar que existen zonas en la Ciudad de México cuyas características del terreno son más propicias para abandonar u ocultar cuerpos que habrían sido asesinados. Es el caso de algunas barrancas que se ubican en la alcaldía Álvaro Obregón, así como también en la zona del Ajusco, entre otras”, destaca el documento.

“Sergio no puede quedarse en una carpeta de investigación, no puede quedarse, en el peor de los escenarios, en una barranca. Ningún desaparecido puede quedarse ahí. Las familias tenemos el compromiso moral, ético, de que nuestros familiares que han sido víctimas de esta situación trasciendan”, añade Caro.

Entre las actividades de este fin de semana por el aniversario de su desaparición, este domingo se llevará a cabo una pega masiva de fotovolantes en el Parque Japón a las 10 de la mañana y la colocación de una lona en un puente peatonal de Rómulo O’Farril a la 1 de la tarde, además de una misa a las 7:30 de la noche en la Parroquia de la Inmaculada y San Pío de Pietrelcina en Las Águilas.  

Otras 95 personas han desaparecido en la alcaldía Álvaro Obregón entre el 20 de octubre de 2023, fecha de la desaparición de Sergio, y este domingo 20 de octubre, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas. 

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Imagen BBC
La vida de los hibakusha, sobrevivientes de las bombas atómicas que vivieron con miedo y ganaron el premio Nobel de la Paz
9 minutos de lectura

Para muchos habitantes de Hiroshima y Nagasaki sobrevivir a las bombas fue solo el comienzo de una vida en la que combatieron dolores físicos pero también profundas heridas emocionales.

11 de octubre, 2024
Por: BBC News Mundo
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Las bombas de Hiroshima y Nagasaki terminaron con la vida de miles de personas en un instante. Para los sobrevivientes fue solo el comienzo de años de dolorosas heridas, enfermedades, miedo, sentimiento de culpa y discriminación.

La organización Nihon Hidankyo, que agrupa a los hibakusha o sobrevivientes de las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas en 1945, ganó el Premio Nobel de la Paz este año.

El movimiento representa a los 174.080 sobrevivientes de los bombardeos atómicos que residen en Japón, Corea y otras partes del mundo.

No existen cifras definitivas de cuántas personas murieron a causa de los bombardeos del 6 y el 9 de agosto de 1945,.

Los cálculos más conservadores estiman que cinco meses después de los ataques unas 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades.

Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas, a finales de ese año, pudo ser más de 210.000.

Escombros de edificios en Hiroshima.
Getty Images
Hiroshima quedó arrasada tras la explosión de la bomba.

El mundo ha conocido el relato del horror gracias a los sobrevivientes, a quienes se les conoce como hibakusha, que en japonés significa “persona afectada por la bomba atómica”.

Sus testimonios no solo dan cuenta de lo que vieron, sino de los traumas que aún llevan dentro.

“Hay muchos hibakusha que son narradores sociales, pero no son capaces de contarle su propia historia a sus hijos”, le dice a BBC Mundo Yuka Kamite, profesora de Psicología en la Universidad de Hiroshima, quien ha estudiado la salud mental de los hibakusha.

Una dura batalla

Se calcula que hoy aún viven unos 140.000 hibakusha, que rondan los 80 años de edad.

¿Cómo ha sido la vida de los hibakusha y por qué sobrevivir a la bomba fue solo una parte de la dura batalla que han dado para llevar una vida digna?

Miedo

Los hibakusha que recibieron el impacto de la bomba sufrieron quemaduras y heridas que marcaron sus cuerpos y sus rostros.

Una sobreviviente con quemaduras en la cara
Getty Images
Muchos sobrevivientes sufrieron quemaduras y de los efectos de la radiación.

Aquellos que estuvieron expuestos a mayores dosis de radiación, aunque a primera vista parecían ilesos, luego mostraron síntomas como pérdida del pelo, sangrado y diarrea.

Luego se reportó un aumento en enfermedades como el cáncer y la leucemia.

“Todavía siento miedo de que se me puedan manifestar las consecuencias de la radioactividad y morir en cualquier momento”, le dice a BBC Mundo Yasuaki Yamashita, un sobreviviente de Nagasaki que tenía 6 años el día de la explosión y que hoy, a sus 81 años, vive en México.

Ese miedo los llevó a una vida de estrés, confusión, incertidumbre y ansiedad. Incluso vivían con temor de pasarle los efectos de la radiación a sus hijos.

“Los efectos de la radiación son invisibles, eso los hizo sentirse inestables e intranquilos, sin saber qué iba a pasar con su futuro”, le dice a BBC Mundo Hibiki Yamaguchi, investigador en el Centro para la Abolición de Armas Nucleares de la Universidad de Nagasaki.

Dos sobrevivientes con heridas
Getty Images
Las bombas causaron heridas físicas y psicológicas.

El miedo marcó para siempre la salud mental y emocional de muchos hibakusha.

Luli van der Does, profesora en el Centro para la paz de la Universidad de Hiroshima que ha estudiado los efectos de la bomba en los sobrevivientes, menciona algunos ejemplos de cómo el miedo se quedó grabado en sus mentes.

“Algunos no pueden comer pescado seco porque les recuerda el olor de los cuerpos quemados”, le dice van der Does a BBC Mundo.

“Otros se tuvieron que ir de Hiroshima y nunca volvieron a visitar su ciudad, otros dicen que no pueden comer pepinos, porque ante la falta de medicinas tras la bomba era lo único que podían usar para curar sus heridas”.

Yasuaki Yamashita en una foto de cuando era pequeño a la izquierda y una foto reciente
Cortesía/Marcos González
Yasuaki Yamashita tenía 6 años cuando explotó la bomba en Nagasaki. Hoy, a sus 81 años, vive en México.

“En casos más severos, dicen que no pueden cruzar puentes ni ver ríos, porque comienzan a recordar los cadáveres que veían flotando tras la explosión”.

El miedo les afectó su salud emocional pero, además, los lanzó a una realidad que hizo aún más difícil su lucha por llevar una vida soportable después de la bomba.

Discriminación

Las heridas físicas, el temor a que los efectos de la radiación pudieran ser contagiosos y los traumas psicológicos de los hibakusha llevaron a que muchos comenzaran a ser discriminados por su condición.

“La gente temía que los sobrevivientes tuvieran una enfermedad contagiosa”, recuerda Yamashita.

“Decían: ‘Hay que separarlos, no hay que casarse con ellos, no hay que tener amistad con ellos’”.

El temor a la discriminación llevó a que muchos ocultaran su condición de hibakusha o se negaran a hablar de ello.

“Aquellos que tenían queloides [crecimiento excesivo del tejido de una cicatriz] en el cuerpo usaban mangas largas para cubrir sus cicatrices, incluso en pleno verano”, dice la profesora Kamite.

Una persona muestra sus cicatrices abultadas
Getty Images
Los sobrevivientes ocultaban sus cicatrices queloides por miedo a la discriminación.

También se les hacía difícil conseguir y conservar sus trabajos. Así lo recuerda Yasuaki Yamashita:

“Cuando salí de la preparatoria comencé a trabajar y casi al mismo tiempo comencé a sufrir los efectos de la radiación.

Empecé a perder la sangre, evacuaba sangre, vomitaba sangre, entonces no podía trabajar.

Si conseguía un trabajo, venía esa enfermedad y tenía que renunciar, así duré como dos años.

Mucha gente me decía que yo era un flojo, que no quería trabajar, pero no era eso, era que simplemente no podía trabajar. Yo necesitaba trabajar, pero no podía”.

Para las mujeres la situación muchas veces era aún más difícil.

En esa época casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

Setsuko Thurlow
Getty Images
Setsuko Thurlow recuerda que cuando era joven, poder casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

“Era casi la única cosa que una mujer esperaba”, recuerda Setsuko Thurlow, sobreviviente de Hiroshima, quien en julio compartió sus recuerdos durante un evento en línea para conmemorar el 75 aniversario de las bombas.

“Con esas cicatrices queloides, esas mujeres perdían la fe y la esperanza en la vida”, dijo Thurlow, quien en 2017 recibió en nombre de los sobrevivientes el Premio Nobel de Paz que se le otorgó a la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por su sigla en inglés).

Keiko Ogura, otra sobreviviente de Hiroshima, recuerda que vivió esa discriminación en carne propia. Así lo contó en conversación con BBC Mundo:

“Tenía 8 años, era solo una niña pequeña en la escuela elemental, pero sabíamos que no debíamos decir que habíamos estado en la ciudad ese día. Si decíamos algo relacionado con la radiación, no nos podríamos casar.

No decíamos que éramos sobrevivientes. Teníamos un certificado de sobrevivientes y al mostrarlo en el hospital podíamos recibir tratamiento médico que ayudaba a pagar el gobierno. Sin embargo, la gente nos decía ‘no muestres eso’.

Keiko Ogura
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A Keiko Ogura le enseñaban que no debía decir que era una sobreviviente de la bomba.

Al principio yo no le prestaba atención, sentíamos que todos compartíamos el mismo destino, pero cuando ya era una mujer en edad de casarme, a los 18 o 20 años, los hombres jóvenes de fuera de la ciudad me preguntaban “Keiko, ¿dónde estabas al momento de la bomba?Por mi parte no hay problema, pero a mis padres les preocupa”.

Sé que muchas otras personas también tuvieron esa experiencia”.

La profesora Van der Does cuenta que cuando llegaba el momento de casarse, algunas personas contrataban detectives para investigar si la pareja había estado en Hiroshima al momento de la bomba.

Otros, por su parte, sintieron esa discriminación de una manera más sutil o indirecta, y los puso en una posición vulnerable ante la sociedad. Una “discriminación silenciosa”, como la llama la profesora Van der Does.

Yoshiro Yamawaki con una camisa a cuadros.
Cortesía Yoshiro Yamawaki
Yoshiro Yamawaki lamenta no haber podido estudiar una carrera porque tras la muerte de su padre tuvo que dedicarse a trabajar.

“No sabes exactamente qué tipo de discriminación estás sufriendo, pero simplemente la sientes en tus interacciones sociales, o al darte cuenta de que a lo largo de tu vida has recibido un trato injusto”, explica.

Yoshiro Yamawaki, sobreviviente de Nagasaki, es uno de esos casos de discriminación silenciosa.

“La bomba mató a mi padre, mi madre tenía siete hijos y no podía hacerse cargo de ellos. Por eso, tuve que dedicarme a trabajar, sin poder ir a la universidad, creo que eso fue una forma de discriminación”, dice Yamawaki en conversación con BBC Mundo.

Según explica Van der Does, es difícil conocer el daño psicológico y emocional que sufrieron los hibakusha porque muchos murieron sin ser capaces de hablar de ello.

Keiko Ogura con 8 años.
Cortesía Keiko Ogura
Keiko Ogura tenía 8 años cuando estalló la bomba en Hiroshima.

“Hay muchos que no han admitido ser hibakusha por el miedo a la discriminación”, dice la investigadora.

En una reciente encuesta que Van der Does realizó entre 1.652 hibakusha de Hiroshima y Nagasaki, encontró que el 31% de ellos ha sufrido varios tipos de trato discriminatorio a lo largo de su vida.

Esa discriminación en ocasiones se dio entre los mismos hibakusha.

“Los hibakusha conocían mejor que nadie lo que les ocurría, por eso muchas veces se discriminaban entre ellos”, dice Hibiki Yamaguchi, de la Universidad de Nagasaki.

Setsuko Thurlow hablando desde la tribuna de los premios Nobel
Getty Images
En 2017 Thurlow asistió a la ceremonia del Premio Nobel representando a las víctimas de los bombardeos.

Según Van der Does, esa discriminación era fruto del miedo y de la desesperación por vivir. “Estaban luchando por sobrevivir, tenían que competir entre ellos por lograr algún tipo de ayuda”, dice la profesora.

Culpa

Al miedo y a la discriminación con que cargaban los hibakusha muchas veces se les sumó un sentimiento de culpa por haber escapado con vida o haber sido incapaces de ayudar a quienes pedían auxilio.

Ese sentimiento de culpa de los sobrevivientes les causó sufrimiento a largo plazo, explica la psicóloga Kamite.

Hiroshima destruida tras la bomba
Getty Images
Muchos hibakusha desarrollaron un sentimiento de culpa por no haber podido ayudar a las personas heridas.

Así lo recuerda la sobreviviente Keiko Ogura:

“Yo, al igual que el 90% de los sobrevivientes, tuve un sentimiento de culpa porque vi morir a familiares y amigos. Después de la explosión vimos gente bajo los edificios derrumbados pidiendo ayuda, pero no podíamos ayudarlos, estaban atrapados. Las madres trataban de sacarlos pero era muy difícil.

Luego, el fuego se esparció tan rápido que no tuvieron más opción que irse del lugar.

Eso los hizo preguntarse: ¿por qué no pude cumplir con el deber de ayudar a mis hijos hasta el último momento?

Tras la explosión, dos personas muy heridas se me acercaron y solo decían ‘agua, agua’. Yo les di de beber y luego murieron frente a mí. En ese momento no lo entendía, era solo una niña de 8 años, pero comencé a culparme porque sentía que los había matado. Sentía que si no les hubiera dado agua, ellos no estarían muertos. Me sentí así durante más de 10 años”.

Yasuaki Yamashita hablando en un foro
Getty Images
Algunos hibakusha cuentan su historia en eventos públicos, pero otros prefieren permanecer en silencio.

Según los expertos, la dificultad que muchos sobrevivientes tienen para hablar de su experiencia les ha afectado sus vidas.

“El velo de silencio sobre estos temas funcionó para ocultar las transgresiones ocasionadas por las secuelas atómicas”, dice Kamite.

Contra el silencio

Algunos hibakusha, sin embargo, han combatido ese silencio y comparten sus historias con los medios o como parte de campañas en contra de la proliferación de armas nucleares.

“Algunos están motivados por la ira, otros por un sentido de misión social, y otros pueden estar motivados por la respuesta al trauma”, dice Kamite.

Takashi Morita sostiene unas flores en la mano
Getty Images
Algunos hibakusha se convirtieron en activistas en contra de las armas nucleares.

La profesora, sin embargo, advierte que son solo unos pocos quienes participan en estas actividades sociales y que es probable que muchos hibakusha hayan sido una “mayoría silenciosa”.

Van der Does, por su parte, explica que con el tiempo los hibakusha lograron construir un sentido de comunidad que los ayudó a ganar aceptación en la sociedad.

“Se convirtieron en líderes en la lucha por el desarme nuclear”, dice la profesora. “Pasaron de ser víctimas a creadores de un mundo nuevo”.

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