La nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti) redujo el tiempo para recibir becas posdoctorales, por lo que los académicos que cuentan con este apoyo podrán estar un máximo de 48 meses en el programa, y no 60 meses, como anteriormente había establecido el entonces Conahcyt.
El anuncio fue hecho a los académicos en una videoconferencia a la que fueron convocados la semana pasada por parte de la Secihti, y actualmente se encuentran a la espera de dialogar con las autoridades para buscar opciones que les permitan continuar con sus proyectos de investigación, ya que con la reducción de meses estos podrían quedar a medias, y en algunos casos perderían el estímulo que reciben del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Animal Político consultó a la secretaría sobre los cambios para las becas posdoctorales sin que hasta el momento de la publicación haya recibido respuesta.
“Las becas posdoctorales son un programa para incentivar la producción científica, el desarrollo y la consolidación de ciertas líneas de investigación, que anteriormente había sido operado a través del Conahcyt, que se convirtió en secretaría bajo la lógica y la narrativa de la presidenta Sheinbaum de impulsar al país como una potencia científica”, explicó un investigador en la Universidad Autónoma de Querétaro.
De acuerdo con el académico, para obtener esta beca debían concursar, y podían renovar el apoyo hasta por 60 meses, “según se establece en el reglamento de becas, mismo que estaba vigente en el momento en el que entramos bajo esta modalidad, pero ahora nos dijeron que hicieron cambios en los términos de las convocatorias”.
“Nos mandaron una circular invitando a una reunión para aclarar los procedimientos de la renovación, y ahí nos comentaron que de acuerdo con ciertas interpretaciones jurídicas en torno a las convocatorias, uno como investigador posdoctoral solamente puede estar sujeto a la disponibilidad de una sola renovación, lo que impacta en aproximadamente 700 investigadores”, expuso.
Hasta ahora, las opciones que les han dado “es que finiquitáramos con el cierre de las investigaciones sin importar si están consolidadas o en proceso, a pesar de que permanentemente estamos reportando los productos en términos de artículos, libros y divulgación en diversos sectores”, agregó.
Como en su caso, algunos de los investigadores tienen como límite el mes de octubre próximo para concluir con sus proyectos, y en su caso, eso implica la posibilidad de que le quiten los estímulos que recibe como integrante del SNI, “lo que significa que esto tiene impacto en el proyecto y en la viabilidad de todo el desarrollo científico”.
Actualmente –apuntó el investigador–, “algunos de los colegas que estamos agrupados hicimos intentos para establecer contacto con la doctora Rosaura Ruíz y plantearle la problemática, pero la respuesta hasta este punto ha sido el silencio y, hasta cierto punto, la indiferencia”.
Un investigador de la Universidad Michoacana planteó que actualmente no cotizan formalmente ni generan antigüedad: “no tenemos nada, estamos en un limbo y una precariedad laboral”.
“Evidentemente este apoyo es un estímulo que no implica que hay garantía de obtener una plaza y hay que saberlo ahorrar para estos tiempos de escasez, pero esta decisión podría truncar proyectos y la trayectoria de varios”, indicó. En su caso, “yo me dedicaría a otra cosa, también pensando en que las instituciones privadas no nos permiten continuar con el SNI”.
“No estamos pidiendo privilegios, es algo que está en el reglamento y los requisitos que fijó el Conahcyt, o sea, no es una dádiva estamos participando, produciendo y bajo evaluación permanente”, expresó el investigador.
Otro beneficiario de la beca de posdoctorados, adscrito a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reconoció que este programa ha permitido a cientos de académicos contar con apoyo para el desarrollo de proyectos, sin embargo, lamentó que “hay inconsistencias, y nos quedamos en el aire porque con las modificaciones la mayoría de los que estamos haciendo posgrado nos quedamos sin trabajo”.
“Estamos luchando por tener estos proyectos, porque en las condiciones actuales de las universidad hay diversos problemas y no hay oportunidad de obtener trabajos seguros, y eso también dificulta cumplir con los requisitos para aspirar o continuar con los incentivos del SNI”, agregó.
En entrevista, una académica de la Universidad Michoacana planteó que este modelo ha sido un “paliativo” para los investigadores que han encontrado un ingreso que les permite continuar con el desarrollo científico, sin embargo, reclama que “no resuelve el principal problema que tenemos, que es la falta de espacios para la inserción laboral”.
“Nosotros estamos a adscritos en instituciones con esta beca, pero es algo temporal, lo que significa que estamos trabajando para algunos doctores que se adjudican las investigaciones, o bajo condiciones de acoso por parte de quienes fungen como coordinadores o asesores, algo que afecta principalmente a las mujeres“, subrayó la doctora.
Ante esta situación, lamentó que “la secretaría no presente pautas claras sobre la forma en la que se podrían ampliar los apoyos hasta los 60 meses, aunque de todos modos se nos impide generar antigüedad e insertarnos de manera real en el ámbito laboral”.
“Ha sido frustrante, porque uno piensa que entre más estudios tengas hay mayor posibilidad de superar la brecha salarial, en el caso de las mujeres, de género, pero el panorama laboral es complicado en un ambiente dominado por hombres”, planteó la investigadora.
En su caso, al igual que en el de otros investigadores, las opciones para continuar con una trayectoria cercana a su campo de estudios son mínimas, ya que debido a las reformas que se realizaron durante el periodo de la extitular de Conahcyt, Elena Álvarez-Buylla, quedaron fuera de los apoyos para investigadores las universidades privadas.
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“Desde la administración del presidente López Obrador se eliminó a las universidades privadas de estos apoyos, y eso nos deja en un embudo más chiquito… Es por eso que todo mundo está intentando entrar a universidades públicas, pero estas ya están saturadas y esta circunstancia nos acorta las posibilidades”, lamentó.
Pese a la falta de una respuesta positiva hasta el momento, los posdoctorantes afirmaron que continuarán buscando dialogar con las autoridades de la Secihti para encontrar alternativas que permitan a los investigadores continuar desarrollando trabajos académicos.
“Hay varios colegas que están interesados en que los escuchen y se atienda la problemática. Consideramos que esto es una bomba de tiempo que puede atenderse con diálogo para intentar remediar esta situación”, expresaron los investigadores.
La aprobación por parte de la FDA de un nuevo tipo de medicamentos contra el dolor agudo promete ser un arma efectiva para limitar el uso de los adictivos opioides.
En Estados Unidos dicen que se trata de una epidemia y cada año causa decenas de miles de muertes que pudieron ser evitables.
Los fallecimientos por sobredosis de analgésicos opioides dejaron en ese país más de 80.000 muertes en el año de 2022, de acuerdo con datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
Una de las principales causas detrás de este problema reside en que estos medicamentos son muy eficaces para combatir el dolor, lo que hace que sean recetados con relativa frecuencia, pese a que -al mismo tiempo- tienen un gran potencial de generar adicción.
Un nuevo medicamento para el tratamiento de dolores agudos, recién aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE.UU. , promete ahora convertirse en una herramienta importante en la lucha contra esta crisis de los opioides.
El medicamento, que tiene el nombre de suzetrigina y que se comercializará en EE.UU. como Journavx, fue fabricado por Vertex Pharmaceuticals y es parte de un nuevo tipo de analgésicos que modulan la señal de dolor en el sitio que se emite, en vez de hacerlo en los receptores del cerebro, como lo hacen los opioides.
Esto, aseguran los expertos, eliminaría el riesgo de dependencia y adicción que tiene el consumo de opioides, particularmente en situaciones de dolores agudos como cirugías o accidentes.
“La aprobación de hoy es un hito importante en el manejo del dolor agudo”, dijo Jacqueline Corrigan-Curay, la directora encargada del centro de evaluación e investigación de medicamentos de la FDA, “una nueva clase de terapia analgésica no-opioide ofrece la oportunidad de mitigar ciertos riesgos asociados con el uso de un opioide para el dolor y le ofrece otra opción a los pacientes”.
La aprobación es la primera en más de 20 años que se le otorga a un nuevo tipo de analgésico, algo que muestra las dificultades a las que se enfrentan los investigadores a la hora de tratar el dolor.
Durante los últimos 30 años, el doctor Stephen Waxman, de la Universidad de Yale (EE.UU.) ha estado investigando los mecanismos que usa el cuerpo para expresar dolor.
Sus estudios se enfocaron principalmente en los nervios del sistema periférico -los que comunican órganos y extremidades al sistema nervioso central y, luego, al cerebro- y las moléculas químicas que estos usan para comunicarle al cerebro señales de dolor.
“Los opioides funcionan como una llave y un candado dentro del cerebro”, impidiendo la llegada de esas señales, explicó Waxman a BBC Mundo.
“El cáliz sagrado de la investigación del dolor era el de encontrar las moléculas en nuestros nervios periféricos y que pudiéramos bloquear esas señales”.
Con su equipo de Yale, Waxman experimentó con diferentes compuestos que lograran bloquear una molécula conocida como NAV 1.8, una especie de batería que le permite a los nervios enviar señales de dolor al cerebro.
Al enfocarse en la emisión de la señal, en vez de la recepción en el cerebro, se evitan muchos de los efectos secundarios relacionados a los opioides.
“No toca el cerebro, así que no tiene los efectos secundarios como adormecimiento, confusión, visión doble o pérdida de balance y no tiene potencial adictivo. Así que realmente es un gran paso hacia adelante”, indica el experto, quien no trabaja para Vertex pero es consultor de compañías que están desarrollando medicamentos similares.
Aunque la aprobación de la FDA se hizo para el tratamiento de dolores agudos, Waxman explicó que aún se desconoce si este tipo de medicamentos puedan tratar dolores crónicos o ciertos dolores específicos para los cuales hay muy pocos tratamientos.
Aunque el proceso para la aprobación de cualquier medicamento, desde sus etapas de investigación hasta su salida al mercado, puede tomar entre 15 y 20 años, el dolor es un área particularmente difícil para estudiar.
“Creo que los retos asociados al desarrollo de un medicamento para el dolor son mayores que los que tiene el desarrollo de una vacuna, o un medicamento para las enfermedades inflamatorias o para el cáncer”, dice Waxman.
“Puedes medir esas enfermedades, puedes hacer un examen de sangre y buscar biomarcadores -evidencia molecular de la presencia de alguna enfermedad en el cuerpo-. El dolor es una respuesta subjetiva”, agrega.
El experto explica que medir el dolor, a través de encuestas en las que se le pide al paciente que defina la intensidad en una escala de uno al diez, puede llevar a resultados irregulares, dado a que otros factores, como el sueño o la ansiedad, pueden aumentar la percepción de dolor.
Es por eso que Waxman considera la nueva aprobación de la suzetrigina como un hito que espera le abra las puertas a nuevas maneras de combatir el dolor.
“El trabajo está en su infancia. No veremos su madurez sino en 10 o 15 años, pero creo realmente que tendremos terapias para el dolor personalizadas e individualizadas, basada en el genoma, en algún punto de los próximos 10 o 15 años”.
La llegada de la suzetrigina, y de los medicamentos que puedan aparecer luego de su aprobación en EE.UU., puede ser también un mecanismo para reducir la exposición de personas sanas a los opioides en situaciones médicas.
Esto debido a su inmenso potencial adictivo: según datos del Hospital General de Massachussetts, entre el 9 y el 13 por ciento de los pacientes que usan analgésicos opioides después de una cirugía terminan generando un consumo crónico.
Es una cifra alarmante, teniendo en cuenta que solo entre septiembre de 2023 y agosto de 2024, EE.UU. reportó casi 58.000 muertes por sobredosis de opioides, a pesar de inmensos recursos y programas para reducir el impacto de este tipo de sustancias en las comunidades.
Dentro de las políticas del gobierno de Donald Trump, el mandatario ha usado el aumento de aranceles como un instrumento para presionar tanto a China como a México y Canadá para que aumenten sus esfuerzos para impedir el ingreso del opioide sintético fentanilo a EE.UU.
Pero los expertos concuerdan en que nuevos tipos de medicamentos como la suzetrigina deben ser parte de una estrategia a largo plazo para evitar el ingreso de pacientes sanos en un mundo del que difícilmente pueden salir.
“La FDA ha apoyado durante mucho tiempo el desarrollo de tratamientos para el dolor sin opioides,” dijo la agencia en su comunicado.
“Como parte del Marco de Prevención de Sobredosis de la FDA, la agencia ha publicado un borrador de orientación destinado a fomentar el desarrollo de analgésicos sin opioides para el dolor agudo y ha otorgado subvenciones para apoyar el desarrollo y la difusión de pautas de práctica clínica para el manejo de afecciones con dolor agudo”, agregó.
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