Hacia la recta final del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, los programas sociales registran un claroscuro: por un lado, tocaron un máximo histórico al llegar a más personas pero a la vez llegan menos a las poblaciones más vulnerables.
Así, 36% de los hogares en México reportó en 2022 recibir alguno de los 17 programas sociales a cargo del gobierno federal, de acuerdo con un análisis del investigador Máximo Ernesto Jaramillo-Molina con los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) publicados el 29 de mayo pasado.
Se trata del mayor porcentaje de hogares beneficiados por un programa social en México desde 2009, año en que se tiene registro y el Inegi pregunta a través de la ENOE a los propios miembros de un hogar si reciben algún apoyo económico por esta política social.
“En general, eso es algo bueno, se cumple un poco más con el derecho de todas las personas a tener algún tipo de protección social garantizada”, considera Jaramillo-Molina en entrevista.
El sexenio pasado, de Enrique Peña Nieto, cerró un 27% y en 2018 el de López Obrador comenzó con un bache de 26% que se recuperó hasta alcanzar el 36% registrado en 2022.
En México hay alrededor de 35.2 millones de hogares, según el censo de 2020 del Inegi.
Aproximadamente unos 12.7 millones de esos hogares recibieron algún apoyo económico con un programa social del gobierno federal.
El mayor alcance de los programas sociales es la parte luminosa de ese claroscuro, pero hay otra que preocupa a los especialistas y afecta a las poblaciones más pobres del país.
“Tenemos actualmente el máximo histórico,el alcance más alto de toda la historia de los programas sociales (…) al mismo tiempo tenemos el alcance más bajo de los programas sociales a los más pobres”, dice Jaramillo-Molina.
Los hogares más pobres recibieron menos apoyos económicos a través de programas sociales que en sexenios pasados y, paradójicamente, en los hogares más ricos aumentó la recepción de estas transferencias de recursos.
Así, con Felipe Calderón en 2012 los apoyos de programas sociales llegaban a 63% de los hogares más pobres, en 2016, ya con Peña Nieto, llegaban a 68% y en 2023, con López Obrador, llegan sólo a 54%.
Los hogares más pobres son aquellos que tienen un ingreso mensual de unos 700 pesos por persona que lo integran, viven en su mayoría en poblaciones rurales, son mujeres y en su gran mayoría hablan una lengua indígena, explica Jaramillo-Molina.
En contraste, los hogares más ricos y a los que les han llegado más los apoyos de programas sociales tienen un ingreso al menos de 30 mil pesos mensuales por persona, viven en Ciudad de México, Monterrey o Guadalajara, cuentan con todos los servicios, no hablan una lengua indígena.
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La lejanía en la que viven las personas de los hogares más pobres dificulta su acceso a programas sociales, aunque instancias como el Inegi sí logran llegar hasta ellos, destaca Jaramillo.
Que los hogares más pobres en México reciban menos programas sociales en un sexenio cuyo lema es “primero los pobres” se explica por otro sello de esta administración: deshacer políticas del pasado sin calcular los daños y diseñar alternativas eficientes.
Así, la desaparición del programa Prospera es una de las explicaciones de por qué ahora los más pobres reciben menos apoyos.
Con Prospera, los recursos se destinaban a poblaciones más vulnerables o en otros términos, iba focalizado a ellos.
En cambio, este sexenio dio prioridad presupuestal a un programa universal como el de la pensión de adultos mayores.
Ante este claroscuro en los programas sociales, son hay mayor alcance pero los más pobres reciben menos y los más ricos reciben más que antes, la alternativa es optar por diseñar un programa que atienda a esos hogares pobres de manera más focalizada.
Por ejemplo, un programa que apoye a los hogares pobres con niños y apoyar desde inicio de su vida a este segmento.
Sin embargo, eso no impica en dar pasos atrás y recortar el presupuesto y el alcance de programas universales como el de adultos mayores.
5) No nos confundamos: requerimos más política social universal como la Pensión de Adultos Mayores. Eso es bueno.
Pero PROSPERA no debería haber desaparecido, se debería haber transformado a un empiezo de ingreso básico universal para las infancias, empezando por los más pobres.
— Máximo Ernesto Jaramillo-Molina (@rojo_neon) May 29, 2023
El problema es de dónde se pueden obtener recursos para no desaparecer uno que ha sido exitoso en alvance y diseñar uno que repare el daño a los más pobres.
Desde la perspectiva de Jaramillo, la respuesta es aumentar la recaudación fiscal del país a través de una reforma que cobre más a quienes más ganan.
Sin embargo, recuerda que eso no ocurrió al inicio de este sexenio y no ocurrirá hacia la recta final, pues no es de interés cobrar más impuesto, como lo aseguró López Obrador al inicio de su periodo.
Este año, Morena presentó una iniciativa para incorporar en la Constitución el principio de “progresividad tributaria”.
Su objetivo es que quienes ganen más, paguen más impuestos.
El documento, turnado a la Comisión de Puntos Constitucionales, señala que el concepto de progresividad tributaria se refiere a que las personas o empresas que tengan una mayor capacidad económica o de pago, deberían pagar un porcentaje mayor de impuestos.
“Dicho en palabras más sencillas: Que pague más quien más gana o tiene, y que reciba más quien menos gana o tiene”, señala.
Sin embargo, la iniciativa está detenida.
La victoria en la ceremonia de los Oscar de 1970 de “Cowboy de Medianoche”, una inesperada producción sobre dos compañeros sobreviviendo el bajo mundo de Nueva York, le abriría las puertas a un nuevo movimiento en el Hollywood de los años 70.
Cuando Midnight Cowboy (“Cowboy de medianoche”) se estrenó hace 56 años, revolucionó por completo la idea de un éxito masivo en Hollywood. Era una desgarradora historia de soledad, sexualidad y supervivencia en Nueva York, impulsada por las interpretaciones de sus actores principales, las cuales terminarían definiendo sus carreras.
“Tuve problemas con ella tal como lo veo ahora”, le confesó el actor Dustin Hoffman a la BBC en 1970, al reflexionar sobre su interpretación del enfermizo estafador neoyorquino Enrico “Ratso” Rizzo en el filme. “Puedo ver mis inconsistencias en el personaje”.
La película, estrenada en cines el 25 de mayo de 1969, obtendría nominaciones al Oscar tanto para Hoffman como para su coprotagonista, Jon Voight, quien interpretó a un ingenuo joven tejano que aspiraba a ser el gigoló de una mujer rica.
Basada en la novela de James Leo Herlihy de 1965, la sombría historia sobre soledad, sexualidad y supervivencia en Nueva York de “Cowboy de medianoche” era muy distinta a la de “El graduado”, en la que la actuación de Hoffman había sido una revelación
Al director, John Schlesinger, no le pareció que Hoffman fuera la opción más obvia para interpretar a un estafador callejero después de haber interpretado a un joven de clase media, de aspecto impecable, recién salido de la universidad.
“Jerry Hellman [el productor de la película] lo había visto en una obra en el off Broadway, y dijo: ‘Es un actor de personajes maravilloso; no se dejen llevar solo por ‘El graduado’, mejor vayan a conocerlo'”, declaró Schlesinger al programa On Screen de la BBC en 1994.
“Así que fui a Nueva York, y Dustin me recibió con un impermeable viejo y sucio. Paseamos por la zona de la Calle 42 y la de Hell’s Kitchen, que es una zona predominantemente italiana, y se integró tan perfectamente con el entorno que, al final de la noche, no había ninguna duda de que había conseguido el papel”.
Pero para interpretar al enfermizo Rizzo, quien padece una discapacidad en una pierna, además de tuberculosis, Hoffman sintió que necesitaba revisar constantemente las tomas de la película durante el rodaje para asegurarse de que su actuación fuera consistente entre las tomas.
“Tenía que intentar mantener una postura, un andar, un dialecto. Tenía la preocupación de que todo eso fluctuara”, declaró en el programa Film Night de la BBC en 1970.
El actor declaró posteriormente a Vanity Fair en el año 2000 que terminó metiéndose una piedra en el zapato para asegurarse de cojear ante la cámara sin tener que pensar en ello.
“Creo que la persona promedio verá un trabajo así y lo encontrará muy difícil”, dijo Hoffman.
“Pero mi impresión es que el papel de Jon Voight en ‘Cowboy de medianoche’ fue mucho más difícil porque, de alguna manera, era un poco más confuso, no parecía que, tal como estaba escrito, tuviera el filo que requería y hay que reconocerle el mérito de lo que le dio”.
Voight también estaba lejos de ser el candidato ideal para el papel de un desubicado aspirante a estafador que termina arruinado y desesperado en Nueva York, y que, a la vez, forja un vínculo improbable con Rizzo.
Inicialmente, Schlesinger había descartado al actor por no considerar que tuviera el físico adecuado para el papel.
“Rechazamos a Voight, y una maravillosa directora de casting en Nueva York por aquel entonces, Marion Dougherty, nos dijo: ‘Te estás perdiendo algo, ¿por qué no quieres ver a Jon Voight?'”.
“Dijimos: ‘Esa cara no es lo que estábamos pensando’, y ella dijo: ‘Conózcanlo, que lea una escena’, así que aceptamos y él entró y nos pareció bastante extraordinario, así que lo agregamos a la lista de personas que íbamos a evaluar”.
A pesar de la insistencia, el director igual eligió al actor canadiense Michael Sarrazin para el papel.
Por suerte para Voight, Sarrazin tenía contrato con Universal Pictures, y cuando triplicaron el precio que iban a pedir por él, Schlesinger volvió a revisar las pruebas de pantalla.
Voight, quien estaba dispuesto a cobrar el salario mínimo del Sindicato de Actores de Cine (SAG), terminó siendo elegido. “Tenía una personalidad agresiva, además de una dulzura e inocencia totales que creo que el papel necesitaba”, dijo Schlesinger.
“Cowboy de medianoche” no parecía una candidata obvia para convertirse en éxito de taquilla. El productor habitual de Schlesinger, Joe Janni, había rechazado el proyecto, advirtiendo al director que la película podría arruinar su carrera.
Pero Schlesinger, quien era gay, le dijo a la BBC en 1994 que la historia de marginados que luchan por sobrevivir al margen de la sociedad era algo con lo que se identificaba.
“No me interesan demasiado los finales pseudofelices de gente caminando de la mano hacia el atardecer, porque no creo que sean ciertos. Por eso, la mayoría de las películas que he hecho tienen interrogantes al final”, explicó.
“Cowboy de medianoche” -que yuxtapone flashbacks, realidad y fantasía para insinuar las motivaciones de sus protagonistas- se editó con la versión de Harry Nilsson de Everybody’s Talkin‘.
La canción se convertiría en sinónimo de la película, pareciendo encapsular el anhelo, la falta de rumbo y el deseo de sus personajes heridos por un futuro mejor.
“Siempre incluyo la música en una etapa muy temprana de edición”, señaló Schlesinger.
“Pensé que no solo era musical y rítmicamente correcta, sino también líricamente apropiada, con una letra maravillosamente apropiada, así que la incluimos en una etapa temprana y fuimos al director musical de United Artists y le dijimos: ‘Esto es lo que queremos'”.
Pero un ejecutivo de United Artists no quería usar una canción ya publicada y, creyendo que su estilo podría replicarse fácilmente, les pidió a los cineastas que trabajaran con un compositor para crear algo nuevo.
“Recurrimos a varias personas, desde Bob Dylan hasta Joni Mitchell, quien escribió una canción con demasiada letra”, dijo Schlesinger.
Dylan finalmente escribiría Lay Lady Lay para la película, pero la presentó demasiado tarde para que se usara.
“Cuando mostramos la película por primera vez a los distribuidores”, continuó Schlesinger, “teníamos Everybody’s Talkin’ en ella, y el mismo hombre se levantó de la proyección y dijo: ‘¡Dios mío! ¿De dónde sacaron esa canción? Es fantástica’. Y le dijimos: ‘Bueno, se la mostramos hace varios meses y dijeron que cualquiera podía reproducirla’. Así que dijo: ‘Bueno, tenemos que tenerla'”.
Debido a que “Cowboy de medianoche” contenía representaciones explícitas de violación en grupo, prostitución y consumo de drogas, su estreno estuvo destinado a limitarse al público adulto.
Y cuando la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA) la revisó, se le otorgó la clasificación “Restringida”, lo que significa que en 1969 ningún menor de 16 años podía verla sin un adulto acompañante.
Pero el director del estudio, Arthur Krim, estaba nervioso: había consultado a un psiquiatra quien había denunciado el “marco de referencia homosexual” de la película y su “posible influencia sobre los jóvenes”.
Fue Krim quien decretó que la clasificación “Restringida” no iba a ser suficiente: “Cowboy de medianoche” debía ser “X”, para que ningún menor de 16 años pudiera verla, ni siquiera acompañado por un adulto.
Una clasificación X, categoría típicamente asociada con la pornografía, solía ser la sentencia de muerte comercial para una película convencional.
Muchos cines se negaban a proyectar películas con clasificación X, mientras que muchos periódicos y canales de televisión se negaban a anunciarlas. Pero Universal Studios convirtió la clasificación en un argumento de venta, pagando anuncios que proclamaban: “¡Todo lo que oyes sobre ‘Cowboy de medianoche’ es verdad!”.
Tras su estreno, la película se convirtió en un éxito inesperado. Recaudó diez veces su modesto presupuesto de US$4 millones y se convirtió en la tercera película más taquillera de 1969.
“Tuvo una acogida extraordinaria”, declaró Schlesinger. “No me imaginaba que estábamos ante algo que iba a ser tan exitoso”.
“Cowboy de medianoche” también recibió elogios de la crítica y siete nominaciones al Oscar al año siguiente.
Terminó con tres premios de la Academia: Schlesinger se llevó el premio al mejor director y Waldo Salt al mejor guion adaptado.
La cinta también se alzó con el Oscar a la mejor película, convirtiéndose en la primera y única película con clasificación X en conseguirlo. (La MPAA reemplazó la clasificación X por la clasificación NC-17 en 1990).
Junto con otros largometrajes de la época como “Bonnie y Clyde”, “El graduado” e Easy Rider, “Cowboy de medianoche” contribuyó al inicio del movimiento del Nuevo Hollywood, que llevaría al cine estadounidense a adoptar durante los años 70 una producción cinematográfica más compleja narrativamente, moralmente ambigua y estilísticamente innovadora.
En 1994, la Biblioteca del Congreso la seleccionó para su preservación debido a su “importancia cultural, histórica y estética”.
A pesar del éxito de taquilla y los elogios de la crítica, Schlesinger declaró a la BBC que la película “de ninguna manera” se habría podido hacer en 1994.
“Hace poco, estaba cenando; entre los invitados estaba el director de Columbia Pictures, y probé un resumen, solo los puntos dramáticos de la historia. Y le dije: ‘Si les trajera eso, ¿lo harían?’. Y él dijo: ‘De ninguna manera, te mostraría la puerta'”.
*Esta es una adaptación de una historia publicada originalmente en inglés por BBC Culture. Encuentras la versión original aquí.
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