El mezcal, la tradicional bebida espirituosa de México hecha con agave, ha capturado los paladares nacionales y del extranjero. Sin embargo, al mismo tiempo que se dispara su popularidad, emerge una amarga consecuencia: la cantidad de desecho generado por la producción de mezcal y los riesgos que ello implica para el ambiente que sustenta dicha producción.
Al igual que el tequila, el mezcal es una bebida destilada del agave o maguey, una planta endémica de las zonas áridas y semiáridas del continente americano. Tanto el mezcal como el tequila se elaboran cociendo y fermentando la piña, el corazón del agave, cuyo jugo se destila. Los subproductos de estos procesos son altamente contaminantes, resistentes a la descomposición y potencialmente tóxicos para la vida acuática cuando se vierten, sin tratar, a los ríos.
Algunos productores e investigadores están generando soluciones ingeniosas para reutilizar todo este desecho. Además de proteger el ambiente, estas soluciones también podrían ayudar a crear empleos en la cadena de valor del mezcal. Y mientras que en las últimas décadas la industria del tequila ha crecido exponencialmente y con poca consideración hacia el ambiente, la mayoría de los “palenques” —como se les llama a las fábricas de mezcal— siguen siendo pequeños negocios familiares. Estas soluciones representan una oportunidad para que los mezcaleros elaboren un producto ambientalmente amigable desde el principio.
Según el Consejo Mexicano Regulador de la Calidad del Mezcal, la entidad que regula la producción del mezcal, en 2021 se certificaron más de 8 millones de litros de mezcal (2.1 millones de galones): un incremento del 700% por encima de las cifras de 2011. En diversos estudios se calcula que la producción de tan solo un litro de mezcal genera aproximadamente 17 kilogramos de bagazo húmedo, residuo sólido (37 libras), y 10 litros de vinazas, el líquido residual (más de 2.5 galones).
Lo anterior significa que, tan solo en 2021, la producción nacional de mezcal en México generó alrededor de 136 mil toneladas métricas de bagazo húmedo (150 mil toneladas en el sistema anglosajón) y 80 millones de litros de vinazas (más de 21 millones de galones), la mayoría de las cuales muy posiblemente se vertieron, sin tratar, en el suelo y los ríos, dice Carmen Rosana Estrada, bióloga y consultora en temas mezcaleros. Estos residuos tienen elevadas concentraciones de fenoles, que pueden ser tóxicos para distintos organismos.
El daño potencial del tequila, que se produce en forma similar y genera más o menos la misma cantidad de desechos que el mezcal, es aún mayor. En 2021, México estableció un récord con la producción de 527 millones de litros de tequila (139 millones de galones), en su mayoría para exportación.
Sin embargo, existen maneras de utilizar todos estos desechos. En lugar de dejarlas secar o quemarlas, las verdes y espinosas pencas del agave se pueden emplear para alimentar ganado. Son excelente fuente de fibra, así como el ingrediente ideal para alimentos de mascotas. Las vinazas podrían emplearse en el reciclaje de envolturas, o como biocombustible, lo cual podría mitigar el gasto en electricidad de los productores.
“A las pencas, los tequileros y los mezcaleros no les hacen caso”, dice Alejandro Vasconcelos, de la productora Noble Indulto, en el estado de Guanajuato, donde cinco generaciones han elaborado mezcal. Su finca reutiliza las pencas de agave como alimento para ganado, algo útil durante las sequías cuando escasean los pastos.
Se ha encontrado que la poda regular de las pencas mejora la concentración de azúcares en la piña, lo que a su vez redunda en un mejor mezcal, dice el biotecnólogo Juan Frías, quien maneja una empresa que recicla los residuos del agave. La mayoría de los productores no tocan las pencas durante los seis a ocho años que esperan a que madure el agave antes de fermentarlo. Podar las pencas antes, dice Frías, proporciona alimento para el ganado.
“A mí se me hace muy triste ver que la gente ande con sus animales muy mal alimentados entre los magueyes. Y yo les digo, ‘Oye, tienes el alimento ahí’”, dice Frías, quien también dirige el proyecto Un billón de agaves, una iniciativa de Regeneration International. Esta organización sin fines de lucro con sede en Estados Unidos se dedica a la agricultura generativa y al manejo de la tierra.
La compañía de Frías utiliza las pencas para producir pélet de fibra que se vende a los fabricantes de alimentos para mascotas. “Porque la dueña del perro quiere que el excremento del animal sea consistente, y eso se logra con la fibra”, dice. Agrega que su fábrica actualmente produce 2 mil toneladas métricas de pélets de fibra cada mes (2 mil 200 toneladas) , aunque la demanda es 15 veces mayor. Por ello, dice que constantemente busca comprar las pencas de otros productores de mezcal.
Por su parte, Estrada, la consultora de mezcal, está desarrollando un proyecto con la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla para utilizar las vinazas, el subproducto más tóxico de la producción mezcalera, como biocombustible.
También en Puebla, René Mendoza, quien maneja un negocio de reciclaje, desarrolló un proyecto con la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla para usar las vinazas en el proceso de reciclaje de empaques para alimentos. La universidad ha solicitado una patente y, según Mendoza, está en negociaciones con una compañía multinacional de empaques alimentarios.
Para Frías, la piña es la cereza del gran pastel que es el agave. “Es huella de carbono, huella hídrica, es conservación de suelo y es biodiversidad”, dice. En estos tiempos en que los países idean estrategias nuevas para combatir el cambio climático, Vasconcelos tiene la certeza de que el agave desempeñará un papel importante en México. Afirma que esta planta “solamente requiere un litro de agua al año para sobrevivir y de los derivados de esta misma planta obtienes un montón de cosas”.
Patricia Zavala Gutiérrez es reportera de Global Press Journal radicada en México.
Martha Macías, de GPJ, adaptó este artículo de su versión en inglés.
El conflicto entre India y Pakistán tiene sus orígenes en la independencia del imperio británico. Te contamos cómo se forjó la enemistad histórica entre estos dos países poseedores de armas nucleares y qué papel tiene la disputada región de Cachemira.
El ataque con misiles de India contra Pakistán ocurrido en la madrugada de este 7 de mayo es el episodio más reciente de un largo conflicto, cuyas raíces se extienden por más de siete décadas.
Hasta 1947, India y Pakistán eran parte de un mismo territorio sometido al dominio colonial británico.
Al declararse la independencia de India, el territorio se dividió en dos partes: una de mayoría musulmana (Pakistán) y otra de mayoría hindú (India).
Fue un proceso que desató una ola de violencia que produjo aproximadamente un millón de muertos y 15 millones de desplazados. Sus consecuencias se extienden hasta hoy.
Este miércoles, India lanzó ataques contra varios objetivos en Pakistán, según reconocieron funcionarios de ambos países. Al menos 7 personas murieron, según Pakistán.
La zona de Cachemira, donde ocurrieron parte de los bombardeos, es el corazón de la enemistad entre los dos países.
A continuación, te contamos en tres preguntas el origen de este conflicto, que preocupa especialmente al mundo por tratarse de dos países con armas nucleares.
La India bajo control británico abarcaba 4.3 millones de kilómetros cuadrados, más del doble del tamaño de México.
Sus entonces 400 millones de habitantes se repartían en un complejo entramado de antiguos reinos con una amplia diversidad religiosa.
Los hindús conformaban aproximadamente el 65 % de la población, mientras los musulmanes eran la principal minoría con el 25 %, por delante de sijes, jainas, budistas, cristianos, parsis y judíos.
Estos colectivos coexistían con la mayoría hindú en las regiones del sur, centro y parte del norte, y con la mayoría musulmana en provincias del noreste y noroeste del país.
Con el Imperio Británico inmerso en la II Guerra Mundial (1939-45), el movimiento pacifista por la independencia de India liderado por Mohandas Karamchand Gandhi ganó protagonismo.
Una India soberana y emancipada de Londres era cuestión de tiempo. Pero, ¿cómo sería?
Además de Gandhi, dos figuras marcaron el devenir del país: Jawaharlal Nehru y Mohamed Ali Jinnah.
Nehru, de ascendencia hindú, aunque agnóstico declarado, era un popular líder independentista que, al igual que Gandhi, anhelaba una India unida en la que convivieran personas de distintos credos.
Jinnah, por su parte, presidía la Liga Musulmana, el partido político que demandaba una nación separada para los indios seguidores del Islam y que gozaba de un fuerte respaldo popular en las provincias donde se profesaba esa religión.
“A medida que veían más cerca la independencia, a más musulmanes indios les preocupaba vivir en un país gobernado por una mayoría hindú”, explica el académico Gareth Price, del instituto de política exterior Chatham House de Reino Unido.
En aquellos años los colonizadores británicos acostumbraban a dividir a la población local por grupos religiosos, destaca la profesora Navtej Purewal, miembro del Consejo de Investigación de Artes y Humanidades de India.
“Por ejemplo, creaban listas separadas de votantes musulmanes e hindúes para las elecciones locales. También había escaños reservados para políticos musulmanes y para hindúes. La religión se convirtió en un factor en la política”, apunta.
Tras varios motines en sus destacamentos militares en India, en 1946 Londres accedió a abandonar el país y organizar una transición pacífica del poder a las autoridades locales en un plazo máximo de dos años.
El Imperio, urgido a zanjar el asunto cuanto antes por la creciente inestabilidad social en la colonia, decidió que la mejor opción era dividir India en dos.
“Llegar a un acuerdo sobre cómo funcionaría una India unida habría llevado mucho tiempo”, por lo que la partición “parecía ser una solución rápida y sencilla”, explica Price.
Y, para trazar las nuevas fronteras entre hindúes y musulmanes, Londres designó al abogado británico Cyril Radcliffe.
Radcliffe, que nunca antes había estado en India y desconocía su complejo crisol cultural y religioso, viajó al país con el cometido de diseñar las líneas divisorias en solo 5 semanas.
Fue así que el 15 de agosto de 1947 nacieron India, de mayoría hindú, y Pakistán, de mayoría musulmana.
Nehru fue primer ministro de India hasta fallecer en 1964 y Jinnah gobernó Pakistán también hasta su muerte, aunque esta ocurrió solo un año después de la independencia, en 1948.
La nueva frontera de unos 3 mil kilómetros delimitaba dos territorios separados: el que ocupa actualmente Pakistán y Pakistán del Este, que en 1971 se desvinculó políticamente de Islamabad para convertirse en la República de Bangladesh.
Tras la partición en 1947 se produjo la mayor migración en masa de la historia, con una cifra estimada de 15 millones de desplazados.
Hindús y sijes que vivían en el territorio asignado a Pakistán emprendieron el camino hacia un futuro incierto en India, mientras musulmanes hacían el recorrido opuesto.
En muchos casos se trataba de distancias de miles de kilómetros que por lo general las mayoritarias clases bajas recorrían a pie, las clases medias en trenes y las clases acomodadas en vehículos privados y aviones.
Los meses posteriores a la independencia estuvieron marcados por una radicalización del conflicto, que produjo un enorme derramamiento de sangre en medio de un ambiente de caos e impunidad.
Grupos de soldados acostumbraban atacar trenes y puntos de concentración de desplazados.
“La Liga Musulmana formó milicias, al igual que los grupos hindúes de extrema derecha”, explica Eleanor Newbigin, profesora de historia del sur de Asia de la Universidad de Londres SOAS.
“Los grupos terroristas expulsaban a la gente de sus aldeas para ganar el control para su bando”, afirma.
Gran parte de la violencia ocurrió en el estado fronterizo de Punjab, donde las turbas se ensañaron especialmente con las mujeres, que sufrieron violaciones y mutilaciones.
Solo en ese estado se estima que unas 100 mil mujeres fueron secuestradas, violadas y en muchos casos forzadas a casarse con sus captores.
Además, la casi impenetrable alambrada que separa a los dos países dejó a millones de familias divididas de forma permanente.
Las fronteras siguen siendo objeto de disputa entre India y Pakistán hasta hoy.
Cachemira, una región del Himalaya conocida por la belleza natural de sus paisajes y también por su diversidad étnica, ha sido el principal foco de conflicto desde la independencia hasta hoy.
Según el plan de reparto contemplado por el Acta de Independencia de India, Cachemira podía elegir libremente si ser parte de India o de Pakistán.
En 1947, el gobernante local, maharajá Hari Singh, eligió India, lo que provocó el estallido de una guerra que duró dos años.
Desde entonces India mantiene el control de aproximadamente la mitad de la región, mientras Pakistán domina algo más de un tercio en las áreas del noroeste, y China administra los territorios restantes, en el norte y noreste.
Tanto Pakistán como India reclaman la totalidad de Cachemira.
Los habitantes de la parte de Cachemira que es administrada por Pakistán relataron a la BBC cómo en los ataques de este miércoles fueron despertados por las explosiones inesperadamente.
“Antes de que pudiéramos siquiera procesar lo que estaba pasando, más misiles caían”, señaló un residente de Muzaffarabad.
En 1965 y 1999, India y Pakistán ya habían protagonizado choques bélicos por la región.
India también luchó contra Pakistán en 1971, cuando intervino para apoyar la independencia de Bangladesh.
Ambos países son potencias nucleares.
Actualmente, un 14 % de la población india es musulmana, mientras solo un 2% de los pakistaníes practica el hinduismo.
“Pakistán se ha vuelto cada vez más islámico”, afirma Price. E India, “está cada vez más bajo la influencia del nacionalismo hindú”, agrega.
Las minorías en ambos países “se han vuelto más pequeñas y vulnerables”, señala Newbigin.
Para la profesora Navtej Purewal, la división del país podría haberse evitado.
“Crear una India unida pudo haber sido posible en 1947. Habría sido una federación flexible de estados, incluidos aquellos donde los musulmanes eran mayoría”, dice.
“Pero tanto Gandhi como Nehru insistieron en construir un estado unificado, controlado desde el centro. Realmente no tuvieron en cuenta cómo podría vivir una minoría musulmana en ese modelo de país”.
Esas decisiones de hace 78 años tienen todo que ver con la escalada actual del conflicto entre dos rivales armados con armas nucleares.
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