En cuanto se apagan las luces del foro, una mujer aparece en escena para contar la vida y lucha de Claudia Uruchurtu, activista desaparecida en Nochixtlán, Oaxaca, en 2021. El monólogo forma parte del proyecto ‘En primera persona’, que a través del teatro busca sensibilizar al público sobre la realidad de la violencia en el país, con la dramatización de casos reales.
Al final de la obra, la actriz se gira de espaldas al público para mirar, junto con los espectadores, la fotografía de Claudia Uruchurtu, que aparece proyectada sobre el escenario para dar rostro a la mujer que al día de hoy continúa desaparecida por desafiar a quienes ostentan el poder en el estado de Oaxaca. El gesto se repite en cada escenificación, dedicada a la memoria de distintas víctimas.
Las obras que conforman el recital escénico, concebido por Igualdades AC, le hablan al público, así como al gobierno mexicano, para exigir justicia por Nitza Paola Alvarado –desaparecida por el Ejército en 2009, en Chihuahua–; Nancy Pineda Lacan –una de las 72 migrantes asesinadas en San Fernando, Tamaulipas–; Jennifer Robles –asesinada en 2013 en el llamado Caso Heaven–; Gerson Quevedo –secuestrado y hallado sin vida en 2014, en Veracruz–; Samir Flores –defensor de la tierra asesinado en 2019, en Morelos– y por Claudia Uruchurtu.
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De acuerdo con el equipo de ‘En primera persona’, estos casos, ocurridos en tres sexenios y con distintos perpetradores –Fuerzas Armadas, policía y crimen organizado–, resultan emblemáticos para comprender “la compleja realidad de la violencia en México, sin buscar señalar a algún gobierno en particular, sino visibilizar las voces de las víctimas y sus familias, promoviendo la memoria, la verdad y la justicia”.
La dirección de las obras corrió a cargo de Mauricio García Lozano, quien explicó que el proyecto comenzó a gestarse hace cuatro años, durante la pandemia, cuando Fabiola Rivera y Carmen Ortega, de Igualdades AC, se propusieron “utilizar el teatro como vehículo de aproximación emocional de casos reales que tienen que ver con la violencia en México, con una experiencia escénica que aterriza siempre en la realidad, que enfatice que todo esto le pasó a gente real, de carne y hueso”.
“La idea era encontrar una serie de casos que pudieran de alguna forma ser representativos de la deuda que el Estado mexicano tiene con esta problemática a través de varios sexenios”, lo que se logró con la investigación a cargo de los periodistas Paris Martínez y Daniela Rea, así como de los especialistas Jacobo Dayán, Michael W. Chamberlin y Mónica Meltis, quienes entrevistaron a los familiares de las víctimas y las mantuvieron al tanto del desarrollo del proyecto.
“Ahí comenzó la idea de hacer teatro documental, porque antes de eso no sabíamos cómo le íbamos a hacer, pero cuando David Gaitán –dramaturgo del proyecto– y yo nos juntamos con el equipo de investigación hicimos clic y entendimos cómo darle forma”, expresó.
El primer paso fue seleccionar los casos representativos para llevar a escena, de entre una trágica y larga lista de posibilidades, “y después de mucha discusión de por qué sí o no, llegamos a los seis que ahora se presentan, mismos que fueron investigados a través de entrevistas con familiares, sobrevivientes, documentos y otras fuentes con las que trabajó David Gaitán para convertirlos en un formato teatral”.
El director apuntó que en nuestro país “de pronto el horror se vuelve estadística, cifras interminables, y de pronto se pierde uno en la ominosidad o en el marasmo de una serie de números que desdibujan la identidad humana de quienes vivieron estas tragedias o quienes las sobrevivieron, entonces el teatro, como ritual humano por excelencia a nivel artístico, es una buena herramienta para regresar esos datos al espacio de la emoción y sacarlos del olvido, recordarle a la sociedad la deuda que tiene el Estado“.
“En esta versión de teatro documental se parte de la premisa de narrar ‘en primera persona’, aunque no siempre desde el punto de vista de la víctima, hay algunos que son desde la perspectiva de la actriz que va a contarnos el caso, o de otras víctimas y sobrevivientes de los trágicos eventos, y eso nos dio muchas posibilidades en la ecuación dramatúrgica, lo que dio como resultado un conjunto de piezas que atienden profundamente la investigación y que son muy sólidas y variadas en cuanto a la oferta artística”, subrayó García Lozano.
El elenco de ‘En primera persona’ está integrado por Gabriela Betancourt, Manuel Cruz Vivas, Miguel Tercero, Patricia Loranca, Quetzalli Cortés, Raúl Villegas y Samantha Coronel, quienes interpretaron las distintas obras frente a algunos familiares de las víctimas los días 13 y 14 de marzo, durante el estreno del proyecto en el Goethe Institut Mexiko.
En entrevista, Raúl Villegas expresó que su aspiración “es que mi labor pueda hacer algo más que un divertimento o el transmitir un discurso, el poder enlazarme con las problemáticas del mundo en el que vivo, y no todos los proyectos me lo permiten, pero este sin duda lo hace de manera fortísima”, lo que “me ha enseñado un montón como actor, pero sobre todo como persona”.
El actor agregó que las piezas que conforman el proyecto “no dibujan tragedias que se podrían volver sensacionalistas, sino que tratan de cubrir los momentos luminosos de las personas de las que estamos hablando, y muestran que la violencia se ha llevado a un montón de gente en este país. Son obras de interpretación, sí, pero interpretación humana, no actoral”.
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Quetzalli Cortés señaló que todo el trabajo del proyecto se ha realizado “con muchísimo cuidado, y esperamos lograr que al verlo las personas dimensionen las cifras y no se queden anestesiadas ante la situación general del país, que entiendan que detrás de cada número hay vidas y familias que los extrañan”.
Aunque -dijo- “todo depende siempre de quién está del otro lado del escenario, y cada persona absorberá los mensajes de manera distinta”, el actor aplaudió la existencia de este tipo de proyectos sin fines de lucro en el que se sensibiliza sobre las vidas de quienes han sido víctimas de la violencia.
“Espero que sirva para mover el pensamiento de la gente que tenga la oportunidad de ver estas obras, y que este se modifique como nos ha modificado a nosotros la visión de lo que nos toca como ciudadanos y a los gobernantes para atender la situación del país”, planteó Quetzalli.
El recital escénico se presentará hasta el 30 de marzo en el Goethe Institut Mexiko, ubicado en la calle Tonalá 43, colonia Roma Norte, alcaldía Cuauhtémoc, en la Ciudad de México.
Las obras son interpretadas en dos movimientos: los días jueves se pueden ver las obras sobre los casos de Claudia Uruchurtu, Gerson Quevedo y Jennifer Robles, mientras que los viernes se interpretan las que hablan acerca de la desaparición de Nitza Paola Alvarado, la masacre de San Fernando y el asesinato del activista Samir Flores. Sábados y domingos se presentan todas las piezas.
Los boletos para acudir a ver el proyecto pueden adquirirse de manera gratuita en la plataforma Eventbrite.
En 2024, el 51 % de todas las muertes relacionadas con el terrorismo se produjeron en el Sahel, según el Índice Global del Terrorismo.
La región africana del Sahel se ha convertido en el “epicentro del terrorismo mundial” y, por primera vez, es responsable de “más de la mitad de todas las muertes relacionadas con el terrorismo”.
Así lo expone el Índice Global de Terrorismo (GTI), que en su informe más reciente señala que, en 2024, “el 51% de todas las muertes relacionadas con el terrorismo” se produjeron en el Sahel, es decir, 3.885 de un total mundial de 7.555.
El informe del GTI añade que, si bien la cifra mundial ha disminuido desde un máximo de 11.000 en 2015, la cifra correspondiente al Sahel se ha multiplicado casi por diez desde 2019, ya que los grupos extremistas e insurgentes “siguen desplazando su objetivo” hacia la región.
El índice lo publica el Instituto para la Economía y la Paz, un think tank dedicado a investigar la paz y los conflictos mundiales.
Define el terrorismo como la “amenaza o el uso real de la fuerza ilegal y la violencia por parte de un actor no estatal para alcanzar un objetivo político, económico, religioso o social a través del miedo, la coacción o la intimidación”.
Situado justo al sur del desierto del Sahara, el Sahel se extiende desde la costa occidental de África hacia el este, a lo largo de todo el continente. La definición de la GTI de la región incluye partes de 10 países: Burkina Faso, Mali, Níger, Camerún, Guinea, Gambia, Senegal, Nigeria, Chad y Mauritania.
El Sahel tiene una de las tasas de natalidad más altas del mundo, y casi dos tercios de la población tiene menos de 25 años.
A diferencia de Occidente, donde “el terrorismo de actor solitario va en aumento”, el Sahel ha sido testigo de la rápida expansión de grupos yihadistas militantes, según el informe.
La mayoría de los atentados fueron perpetrados por dos organizaciones: la filial del grupo Estado Islámico en el Sahel y Jama’at Nusrat al Islam wal Muslimeen (JNIM, por sus siglas en inglés, Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes), una rama de al Qaeda.
“Intentan introducir nuevos ordenamientos jurídicos”, explica Niagalé Bagayoko, presidente de la Red Africana del Sector de la Seguridad. “Intentan administrar sobre todo justicia basándose en la sharia”.
Y en el proceso, dice, “compiten entre sí” por la tierra y la influencia.
El Estado Islámico del Sahel habría duplicado el territorio que controla en Mali desde los golpes de Estado de 2020 y 2021, principalmente en el este del país, cerca de las fronteras con Burkina Faso y Níger, al tiempo que el JNIM ha seguido ampliando su alcance, según un grupo de expertos de la ONU sobre Mali.
El informe del GTI señala que ambos grupos han reclutado más combatientes, entre ellos niños soldados en el caso del EI.
“En algunos casos, la gente suele estar en una situación en la que no tienen elección cuando deciden unirse a un grupo militante”, afirma Beverly Ochieng, analista especializada en África francófona de Control Risks, una consultora de riesgos geopolíticos. “Son comunidades muy vulnerables”.
El informe del GTI explica cómo la inestabilidad política y la precariedad del gobierno están creando las condiciones ideales para que proliferen los grupos insurgentes, y señala la guerra como “el principal motor del terrorismo”.
A veces se hace referencia al Sahel como el “cinturón golpista” de África.
Desde 2020 se han producido seis golpes de Estado con éxito en la región: dos en Mali, dos en Burkina Faso, uno en Guinea y uno en Níger. Todos estos países están ahora gobernados por juntas militares.
“El Sahel ha experimentado un desmoronamiento de la sociedad civil”, apunta Folahanmi Aina, experto en la región de la Universidad SOAS de Londres.
“Ha sido el resultado de años de abandono por parte de los líderes políticos, que no han priorizado la gestión pública centrada en las personas, lo que ha agravado los problemas locales y ha dado lugar a que los grupos terroristas traten de aprovecharse de ellos”.
Se ha tenido la impresión de que los gobiernos civiles eran incapaces de combatir las amenazas a la seguridad de los grupos insurgentes, “pero a pesar de que estas juntas han asumido el poder, no han mejorado necesariamente la percepción sobre el terreno y, de hecho, la inseguridad ha empeorado”, sostiene Aina.
“Las juntas no están profesionalmente preparadas para hacer frente al rigor de la gestión pública”.
De hecho, en 2024, Burkina Faso “seguía siendo el país más afectado por el terrorismo por segundo año consecutivo”, según la GTI.
En los 14 años transcurridos desde el inicio del informe, es el único país que encabeza la lista que no es Irak o Afganistán.
Los grupos yihadistas sostienen sus operaciones en el Sahel con diversas actividades económicas ilícitas, como el secuestro para exigir rescates y el robo de ganado, según el informe del GTI.
El Sahel se ha convertido también en una ruta clave para los narcotraficantes que llevan cocaína de Sudamérica a Europa, y el informe señala que “el narcotráfico representa una de las actividades ilícitas más lucrativas vinculadas al terrorismo en el Sahel”.
Sin embargo, señala que algunos grupos evitan participar directamente en el crimen organizado y prefieren “ganar dinero imponiendo impuestos o proporcionando seguridad y protección a cambio de un pago”.
“Este modelo no sólo genera ingresos, sino que también ayuda a estos grupos a integrarse en las comunidades locales, reforzando su influencia”, prosigue el informe.
Los grupos insurgentes también compiten por el control de los ricos recursos naturales del Sahel.
Níger es el séptimo productor mundial de uranio, y las minas de oro no reguladas y de tipo artesanal que se encuentran por toda la región suelen ser aprovechadas por grupos como Estado Islámico en el Sahel y JNIM.
Tras la reciente oleada de golpes de Estado, los gobiernos del Sahel se han alejado de sus aliados occidentales, como Francia y Estados Unidos, y se han acercado a China y Rusia en busca de apoyo para hacer frente a los militantes.
“En estos momentos, Rusia está asumiendo un control más firme sobre los paramilitares rusos de la región, conocidos como Africa Corps (antes Wagner)”, explica Ochieng.
“Su labor es entrenar y apoyar a los ejércitos locales para que puedan contrarrestar la insurgencia en la región, pero hasta ahora no han sido eficaces”.
En consecuencia, el informe del GTI advierte del riesgo de que el llamado “epicentro del terror” se extienda a los países vecinos.
En Togo se registraron 10 atentados y 52 muertes en 2024, el mayor número desde que se empezó a elaborar el índice. Estos atentados se concentraron principalmente a lo largo de la frontera del país con Burkina Faso.
Ochieng coincide con esta valoración y afirma que “la expansión de grupos militantes dentro de la región en países como Benín o Togo u otros estados costeros de África Occidental parece inminente”.
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