La pandemia de Covid-19 dejó una crisis laboral de la que México se recupera lentamente. El año pasado, la pobreza laboral se ubicó todavía por arriba del nivel de la etapa prepandemia, con el 37 % de la población en esta situación.
Lo anterior de acuerdo con los resultados del Índice de Progreso Social (IPS) 2024 de la organización México, ¿cómo vamos?, junto a la iniciativa Social Progress Imperative, que mide el desempeño social, económico y ambiental de las entidades a partir de 49 indicadores.
En el primer trimestre de 2020, previo al impacto de la pandemia, la pobreza laboral en el país se estimó en 36.6 %.
La pobreza laboral se refiere a la situación en la que los ingresos laborales del hogar no son suficientes para adquirir la canasta básica alimentaria para todos sus integrantes.
Tras el impacto de la pandemia, en el tercer trimestre de 2020, el porcentaje aumentó a 46 %, alcanzando su máximo histórico. Pero ha ido recuperándose hasta llegar a niveles similares a los que México tenía previo a la crisis sanitaria por el Covid-19.
México, ¿Cómo Vamos? señala en su informe que, al cierre de 2023, el 54.8 % de la población ocupada en el país se encontraba en la informalidad laboral. Esto implica múltiples desigualdades en el acceso a servicios públicos, como el IMSS o el ISSSTE, así como a servicios financieros y protecciones sociales vinculadas al empleo formal, como el crédito para la vivienda y las aportaciones para cuentas de retiro.
“En este sentido, reformas al marco fiscal que promuevan la formalización de empresas y que disminuyan el costo percibido por las unidades empleadoras deben ser propuestas y discutidas por el poder legislativo”, señalan en el informe.
“También es importante la creación e implementación de un Sistema Integral de Cuidados presupuestalmente robusto, para liberar tiempo de las mujeres, redistribuir la carga de trabajo de cuidados y promover la participación de las mujeres en el mercado laboral formal”, destacan.
En cuanto a salud, el aumento en esta carencia está relacionado con una caída significativa en la población afiliada a instituciones públicas, independientemente de su condición laboral.
En 2018, las instituciones que proveían estos servicios públicos de salud eran el Seguro Popular y el IMSS-Prospera, con una cobertura del 42.4 %.
Por su parte, en 2022, las instituciones responsables eran el Insabi y el IMSS-Bienestar, con una cobertura del 13.5 %, lo que representa una caída de 28.9 puntos porcentuales, según México, ¿Cómo Vamos?
Respecto al análisis sobre educación, la pandemia tuvo efectos negativos en el rezago educativo.
De los 34 millones de niñas y niños inscritos en el ciclo escolar 2019-2020 (Inegi), 738 mil 400 no concluyeron el ciclo. Para el periodo escolar 2020-2021, 5.2 millones de estudiantes no se inscribieron en su respectivo grado de estudio; 2.3 millones abandonaron por motivos directamente relacionados con la pandemia de Covid-19 y 2.9 millones por falta de dinero o recursos.
Treinta y un entidades federativas avanzaron en materia de progreso social respecto a sus niveles prepandemia. Sin embargo, Morelos fue el único estado que aún no logra recuperar su puntaje previo a 2020, reflejando un rezago significativo, de acuerdo con el Índice de Progreso Social.
Morelos presenta principalmente una disminución en el indicador de Seguridad Personal, donde pasó de un puntaje de 35.7 en 2019 a 29.4 en 2023.
La medición de Seguridad Personal se da con la suma de indicadores que muestran el nivel y la percepción de inseguridad en cada estado y también considera datos de tasa de homicidios, muertes en accidentes de tráfico, nivel de crimen violento y presencia de crimen organizado.
Otro de los rubros en el que no le fue muy bien a Morelos fue en Fundamentos del Bienestar. La entidad se ubicó en el lugar 25 de 32 en 2023. Cayó un lugar respecto a 2022 y dos con respecto a 2021, pero bajó ocho sitios si lo comparamos con 2020, año de la pandemia. Este indicador contempla niveles de acceso a educación, salud, acceso a información y comunicaciones, y medio ambiente.
En 2023, las entidades con mayor puntuación en estos indicadores fueron Ciudad de México, Aguascalientes, Baja California Sur, Querétaro y Quintana Roo.
Sin embargo, siete entidades mantuvieron en 2023 un nivel inferior a lo que registraron años anteriores como Campeche, Colima, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora.
Mientras que en el apartado de necesidades humanas básicas se ubicó en el lugar 30 del total de entidades del país, pues en el estado se registraron varias carencias y rezagos, por ejemplo, en el indicador de hogares con dotación diaria de agua está en el lugar 31 y hogares con piso de tierra en el 22.
En la historia de Adela Velarde, que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
Adela Velarde Pérez fue las dos cosas.
Pero, como sucede con todos los mitos identitarios, en la historia de esta mujer que posiblemente inspiró el corrido más famoso de la revolución mexicana y dio nombre a las “adelitas”, se entreteje la memoria y la leyenda.
La imagen de Adela Velarde, jovencísima, de ojos grandes, mirando intensamente a la cámara bajo su enorme sombrero, agarrando una bandera mexicana en una mano y una espada en la otra, su diminuto cuerpo cruzado por un cinturón de balas, encarna la esencia de un espíritu nacional, de una identidad mexicana valiente y revolucionaria.
Ella representa a las miles de mujeres anónimas que se unieron a la Revolución mexicana (1910-1920) a las que se conoce como “adelitas”, y que consiguieron derrocar la dictadura de Porfirio Díaz.
El corrido de “La Adelita”, quizás el más famoso de toda la época de la revolución, se cantaba obsesivamente en los frentes y hoy se sigue escuchando, popularizado por cantantes como Jorge Negrete o Amparo Ochoa. Sin embargo, la historia de la “Adelita” original sigue siendo en parte un misterio.
Se sabe que nació en el estado de Chihuahua, probablemente en Ciudad Juárez, en el año 1900, en el seno de una familia acomodada.
Según la biografía que el gobierno de México tiene sobre ella, fue nieta del destacado general juarista Rafael Velarde, que luchó contra las tropas francesas.
Siendo aún adolescente se unió a las filas de la revolución, apoyando a la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca en labores de enfermería.
Formó parte de la División del Norte del Ejército Constitucionalista, y posteriormente se incorporó al Cuerpo de Ejército del Noreste.
El 22 de febrero de 1941, Velarde fue reconocida como “Veterana de la Revolución” por la Secretaría de Defensa Nacional mexicana y, según el Museo de la Mujer, fue nombrada miembro de la Legión de Honor Mexicana en 1962.
Al acabar la revolución trabajó en Ciudad de México como mecanógrafa en la administración de Correos. En 1965 se reencontró con un coronel que había conocido en sus años de lucha, Alfredo Villegas, con quien se casó en 1965.
Poco después, la pareja se mudó a Estados Unidos, donde vivió hasta su muerte en 1971, debido a un cáncer de ovario. Sus restos yacen en el cementerio de San Felipe, en Del Río, Texas.
Estas es, practicamente, casi la única información contrastada que se tiene de ella.
A partir de ahí, casi todo son relatos, más o menos fabulados, inspirados por el romanticismo de su personaje.
El mito la retrata como una muchacha valiente y bella, cuyos ideales revolucionarios la convirtieron en un ejemplo para otras mujeres que se unieron al alzamiento, a las que hoy se conoce como “adelitas” y que desempeñaron un papel fundamental en las guerrillas.
Pocos han descrito el papel de las “adelitas” de una forma más hermosa que la escritora Elena Poniatowska en su libro “Las indómitas”.
“Yo te doy agua. Yo llevo las ollas y las cazuelas para hacerte tu comida. Yo te despiojo. Yo te lío tu petate. Yo te lavo tu ropa. Yo junto la leña para hacer lumbre. Yo te aceito tu fusil. Yo te prendo tu cigarrito, y si no hay tabaco, te hago uno de macuche, aquí tengo hojas de maíz. Yo cargo tu Mauser y tus cartuchos. Yo cuido de que no se moje la pólvora. Yo te hago casa en el campo de batalla. Yo soy tu colchón de tripas. Yo tengo a tu hijo en la trinchera”.
Sin ellas, afirma la autora mexicana, no habría habido revolución. Muchas fueron llevadas por sus hombres, esposos, padres o hijos, al combate como apoyo. Otras fueron obligadas a participar por la fuerza y, aunque la mayoría ejercía apoyos básicos y de enfermería, algunas llegaron a tener cargos importantes.
Después de haber dado sangre, sudor y lágrimas en la batalla, con el fin de la guerra la mayor parte de estas mujeres regresaron a los antiguos roles que la sociedad les deparaba, y sus hisotrias de olvidaron.
Solo un puñado de nombres de “adelitas” han sobrevivido al anonimato de la Historia, entre ellos el de Adela Velarde, en gran parte gracias al corrido que lleva su nombre.
La versión más edulcorada de la historia de esta famosa canción, que se convirtió en símbolo de la revolución y responsable de que medio mundo hispanohablante no pueda escuchar la palabra “Adelita” sin tararear “se fuera con otro…”, la narra el historiador mexicano José Alberto Galindo.
Galindo es el autor del libro “Un cielo lleno de metrallas: La verdadera historia de la Adelita”, en el que relata la siguiente historia:
Velarde entró en el ejército revolucionario como enfermera, por lo que fue repudiada por su familia, que consideraba, como otras de su época, que las mujeres solo podían abandonar el hogar de su familia para casarse.
Al poco de unirse a la revolución, la joven conoció a Antonio Gil Del Río Armenta, sargento del ejército de Pancho Villa, y ambos mantuvieron un tórrido romance.
De acuerdo con algunos relatos no corroborados, ambos tuvieron un hijo, que más tarde moriría en la Segunda Guerra Mundial.
La historia de amor tuvo también un final trágico.
El sargento fue alcanzado por una bala en la ciudadad de Gómez Palacio, y murió en los brazos de su amada. Sin embargo, antes de fallecer, le pidió a su enamorada que mirara dentro de su petate, donde Velarde encontró un papel con la letra de la canción que se convertiría en un himno nacional revolucionario. Ella había sido su musa y sería su último amor.
¿Demasiado perfecto? Pues hay más.
Según Galindo, la letra de la canción no estaba completa, por lo que Gil Del Río Armenta le cantó allí mismo, y con su aliento postrero, la última estrofa, que Adelita apuntó en el papel de su puño y letra.
Algunas versiones dicen que esta última estrofa dictada al borde de la muerte fue la que dice: “Si acaso yo muero en campaña /y mi cadáver lo van a sepultar, /Adelita por Dios te lo ruego /que con tus ojos me vayas a llorar”.
Sin embargo, en una entrevista con el diario “Excélsior” en 1948, la propia Velarde confirmó que fue ella quien inspiró al compositor, aunque el corrido original solo contaba con tres estrofas:
“Popular entre la tropa era Adelita, /la mujer que el sargento idolatraba, /porque a más de ser valiente era bonita /que hasta el mismo coronel la respetaba.
Y si Adelita se fuera con otro/ la seguiría por tierra y por mar; /si por mar, en un buque de guerra /si por tierra, en un tren militar.
Si Adelita quisiera ser mi esposa, /si Adelita fuera mi mujer, /le compraría su vestido de seda /para llevarla a bailar al cuartel”.
El historiador Galindo afirma, además, que el “coronel” que menciona la canción es, para rizar más el rizo, hombre con el que finalmente se casó Adela Velarde en 1965, Alfredo Villegas.
Sin embargo, existen diferentes versiones sobre el origen de la canción que, según la Secretaría de Defensa Nacional (SDN) mexicana, fue difundida por la División del Norte entre 1914 y 1915.
Según el libro “Las Fuerzas Armadas en la Revolución Mexicana”, editado por la SDN en 2013, algunos atribuyen su autoría al joven capitán Elías Cortázar Ramírez, otros a un tal Ángel Viderique.
Otra interpretación afirma que se trata de una canción anónima que el general Domingo Arrieta y sus tropas escucharon en el estado de Sinaloa, y otra más que el mismo general Arrieta se la encomendó a un maestro de su banda militar, Julián S. Reyes, para que la escribiera y la instrumentara.
Pero en la creación de los mitos el relato es importante, y una buena historia de amor trágico siempre será más potente que un anodino encargo.
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