
Para entender mejor
Liliana vive con discapacidad motriz desde los 17 años, cuando recibió un impacto de bala en la columna vertebral. Desde entonces utiliza silla de ruedas, y gracias al apoyo de la asociación Autonomía, Libertad en Movimiento (ALEM) aprendió de mecánica y tapicería para reparar aparatos de asistencia para la movilidad.
“Quedé cuadrapléjica, y ahí dio un giro mi vida, pero tenía una hija y aunque estaba cañón decidí salir adelante. Tuve el deseo de volver a lo que hacía antes, entonces empecé otra vez en la música, a hacer deporte y a trabajar como comerciante”, cuenta Liliana, quien actualmente tiene 44 años.

Fue a través de un grupo deportivo de personas con discapacidad que hace quince años conoció a los fundadores de ALEM y que se sumó a la iniciativa “Enchúlame la silla”. Empezó aprendiendo la reparación de su aparato de asistencia y luego fue capacitándose para la rehabilitación de otros modelos.
“Estos años han sido de retos para mí, pero ahora puedo usar una soldadora, puedo hacer un torno o renovar tapicería gracias a todos los talleres que hicieron cosas increíbles conmigo, me convertí en un as de todo porque ALEM me ha dado muchas herramientas, incluso el aprender administración”, comenta.

La asociación ALEM nació en 2005 en Cuernavaca, Morelos, y actualmente tiene presencia también en Guerrero, Tlaxcala, Puebla y Veracruz, aunque también realizan visitas en otros estados para apoyar con la reparación de sillas de ruedas y andaderas.
Magdalena Solano, cofundadora de la asociación junto a Erik Friend y Eduardo Garduño, explica que todo inició a partir de un proyecto llamado Hábitat, con el que apoyaban a personas de localidades marginadas para la construcción de vivienda, “y así comenzamos a darnos cuenta que había mucho tabú en torno a las personas con discapacidad“.

Socióloga de profesión, Solano sintió inquietud por el hecho de que estas personas “eran resguardadas en sus casas, no tenían participación comunitaria ni una inclusión, y Lalo, siendo una persona con distrofia muscular, había experimentado lo que esto implicaba, y entonces nos pusimos a pensar qué se podía hacer”.
“Empezamos con la idea de una bicicleta recumbente que se movía con las manos y obtuvimos un apoyo para el primer prototipo, y a la gente le encantó, sobre todo a la población adulta mayor, pero no podían entrar a la casa con ella, o al súper, además de que en Cuernavaca hay muchas subidas y bajadas en las calles”, recuerda.
A partir de este desarrollo, algunas personas se acercaron con ellos para preguntarles si podían apoyarlos con la reparación de sillas de ruedas y poco a poco comenzaron a profesionalizarse en ello.

De acuerdo con Magdalena, la labor que realizan no solo es importante por las capacidades y autonomía que da a las personas con discapacidad que forman parte de ‘Enchúlame la silla’, sino porque para ellas y ellos resulta caro adquirir uno de estos aparatos necesarios para su movilidad, por lo que cuando se descomponen no es sencillo adquirir otro.
“Mucha gente no puede comprar una silla nueva, y aunque hay donaciones, no siempre es sencillo encontrarlas. Por eso aprendimos a prueba y error sobre las telas más resistentes para la tapicería, las medidas de los baleros y dónde conseguirlos”.

La activista detalla que a partir de un evento en el que coincidieron con el Club de Rotarios lograron una alianza que les ha permitido ampliar el proyecto.
“Nos acercamos y les dijimos ‘oigan, ustedes están donando sillas y nosotros las estamos reparando, en muchas ocasiones nos llegan modelos de los que ustedes dan, ¿no podríamos hacer algo juntos?’ Y así nació este segundo momento del proyecto en el que tenemos subvención para materiales y para poder llevar nuestro trabajo a más lugares, donde cobramos solo una cuota de recuperación para mantener al equipo de mecánicos”, comenta.

Además de “enchular” los aparatos de asistencia con reparaciones mecánicas, las personas con discapacidad que se suman a la iniciativa reciben capacitación adicional para que estos aprendizajes se conviertan en una posibilidad de empleo.
En el caso de Liliana, el aprender administración como parte del proyecto le permitió transitar de ser comerciante a asistente en ALEM, algo que “a lo mejor a veces es un dolor de cabeza, pero me ha dado herramientas y la seguridad de que puedo lograr cualquier cosa sin límites“.

En los veinte años que lleva la organización, Magdalena calcula que han reparado más de 3 mil sillas en su taller y en diferentes localidades. Dependiendo de la complejidad de las rehabilitaciones y de los mecánicos que estén, pueden llegar a terminar con 50 en un día.
“Compartimos nuestro conocimiento, aunque a veces lo que se complica es no tener el material, pero tenemos el compromiso de integrar nuevos miembros y enseñarles, porque al final lo que buscamos no es sólo reparar, sino el actuar con amor hacia el prójimo y hacia la movilidad, que es la esencia del proyecto, hacer comunidad”, afirma.

¿Te interesa apoyar al equipo de ALEM o solicitar sus servicios? En sus redes sociales y página de internet, la asociación cuenta con un catálogo de sillas de ruedas “enchuladas” de segunda mano que pueden comprar, así como de refacciones.
También pueden contactarlos a través de estos medios para conocer el calendario de sus próximas actividades o la posibilidad de que acudan con su taller a nuevos lugares.

Cómo, dónde y cuándo los gatos perdieron su carácter salvaje y desarrollaron estrechos vínculos con los humanos era un misterio que había intrigado a los científicos durante mucho tiempo.
Al más puro estilo felino, los gatos se tomaron su tiempo para decidir cuándo y dónde forjar vínculos con los humanos.
Según nueva evidencia científica, la transición de cazador salvaje a mascota mimada ocurrió mucho más recientemente de lo que se creía, y en un lugar diferente.
Un estudio de huesos encontrados en yacimientos arqueológicos sugiere que los gatos comenzaron su estrecha relación con los humanos hace solo unos miles de años, y en el norte de África, no en el Levante.
“Son omnipresentes, hacemos programas de televisión sobre ellos y dominan internet”, afirmó el profesor Greger Larson, de la Universidad de Oxford.
“La relación que tenemos ahora con los gatos comenzó hace unos 3 mil 500 o 4 mil años, en lugar de hace 10 mil años”.
Todos los gatos modernos descienden de la misma especie: el gato montés africano.
Cómo, dónde y cuándo perdieron su carácter salvaje y desarrollaron estrechos vínculos con los humanos ha intrigado a los científicos durante mucho tiempo.
Para resolver el misterio, los investigadores analizaron el ADN de huesos de gato encontrados en yacimientos arqueológicos de Europa, el norte de África y Anatolia.
Los científicos dataron los huesos, analizaron el ADN y lo compararon con registros genético de gatos modernos.
La nueva evidencia muestra que la domesticación de gatos no comenzó en los inicios de la agricultura, en el Levante. Ocurrió en cambio unos milenios después, en algún lugar del norte de África.
“En lugar de ocurrir en la zona donde la gente se estaba asentando inicialmente con la agricultura, parece ser un fenómeno mucho más propio de Egipto“, afirmó el profesor Larson.
Esto concuerda con lo que sabemos de la tierra de los faraones como una sociedad que veneraba a los gatos, inmortalizándolos en el arte y preservándolos como momias.
Una vez que los gatos se asociaron con las personas, fueron trasladados por todo el mundo y eran apreciados en los barcos como controladores de plagas.
Los gatos llegaron a Europa hace unos 2 mil años, mucho más tarde de lo que se creía.
Viajaron por Europa y llegaron a Reino Unido con los romanos, y luego comenzaron a desplazarse hacia el este por la Ruta de la Seda hasta China.
Hoy en día se encuentran en todo el mundo, excepto en la Antártida.
Y en un giro inesperado, los científicos descubrieron que un gato salvaje convivió durante un tiempo con la gente en China mucho antes de que aparecieran los gatos domésticos.
Eran los gatos leopardo, pequeños felinos salvajes con manchas similares a las de los leopardos, que vivieron en asentamientos humanos en China durante unos 3.500 años.
La relación temprana entre humanos y gatos leopardo era esencialmente “comensal”, en la que dos especies conviven sin causarse daño, explicó la profesora Shu-Jin Luo, de la Universidad de Pekín.
“Los gatos leopardo se beneficiaron de vivir cerca de las personas, mientras que los humanos no se vieron afectados en gran medida o incluso los acogieron como controladores naturales de roedores”, añadió.
Los gatos leopardo no fueron domesticados y siguen viviendo en libertad en Asia.
Curiosamente, se han cruzado gatos leopardo con gatos domésticos para dar lugar a gatos bengalíes, que fueron reconocidos como una nueva raza en la década de 1980.
La investigación se publicó en la revista Science y en Cell Genomics .
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