La madrugada del 16 de septiembre se soltó un aguacero en Ojital Viejo, Veracruz, que cubrió todo de negro: los troncos, las plantas, los cultivos, el arroyo y los animales de los alrededores. Aunque los pobladores lo reportaron a primera hora, nadie llegó por ser día festivo.
El petróleo que pintó a Ojital Viejo inició como una fuga un mes antes. Al principio, confundieron el olor que salía del ducto con el asfalto de la carretera que se estaba pavimentando. Cuando encontraron la ruptura, llamaron a Petróleos Mexicanos (Pemex), que mandó a una cuadrilla de uniformados para hacer los trabajos de limpieza.
“Pero no se llevaron lo que se había derramado y se quedó estancado en el arroyo”, cuenta Romualdo García de Luna, abuelo del consejo de la comunidad.
El aguacero arrastró los residuos estancados del derrame, contaminó el arroyo y lo que encontró a su paso. Para el 16 de septiembre todo estaba bajo una capa negra con olor a solvente que permaneció en el aire por semanas. Este fue uno de los últimos grandes derrames del año que se sumaría a los 270 en escala grave y moderada que ocurrieron en el sexenio pasado, de acuerdo con información oficial obtenida para este reportaje.
Ojital Viejo es una comunidad del municipio de Papantla, al centro-norte de Veracruz, con alrededor de 700 habitantes. Como parte de la región Totonacapan, su lengua materna es el totonaca y tienen un Consejo de Abuelos que funge como una figura de autoridad encargada de transmitir el conocimiento ancestral y participar en la toma de decisiones.
Cerca de la comunidad, a sólo 20 minutos por carretera, está Poza Rica, una ciudad con historial petrolero debido a sus yacimientos descubiertos en la década de los 50.
Dada la historia de la región, en Ojital Viejo eran conocidos los derrames y las fugas, pero nunca habían vivido algo como el pasado 16 de septiembre. Sin embargo, tuvieron que pasar dos días y un cierre por parte de la población de la carretera El Chote – Coatzintla, que conecta a Poza Rica y Papantla, para que Pemex enviara a su personal.
“No nos quedó de otra, sabemos que afectamos a terceros (con el cierre de la carretera), pero no fue porque quisiéramos, fue porque todo estaba contaminado: el arroyo, la fauna, lo acuático, lo terrestre y más de ocho kilómetros de nuestros cultivos”, señala el abuelo Romualdo.
Cerraron la carretera un par de días y negociaron dar quince más para que Pemex hiciera los trabajos de limpieza. De lo contrario, tomarían las instalaciones petroleras en Poza Rica.
Aunque la empresa envió a un representante con un grupo de trabajadores, un mes después del derrame no había avances significativos para el pueblo, que también reportó actitudes de intimidación y discriminación durante el proceso. La población decidió hacer una denuncia ante la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA), que es el organismo regulador de la industria de hidrocarburos en México.
El 17 de octubre, la ASEA informó en un comunicado que había tenido una reunión con el Ayuntamiento de Papantla para dialogar sobre el derrame, donde aseguró que impondría “medidas de urgente aplicación para la atención ambiental”.
Históricamente, Veracruz y Tabasco han sido las entidades con mayor producción de petróleo en México. Se trata de estados colindantes con el Golfo de México, en donde se concentran los yacimientos de hidrocarburos. Sin embargo, la presencia de la industria petrolera también ha traído daños ambientales.
Así como ocurrió en Ojital Viejo, los pescadores del río Pánuco han abandonado sus trabajos debido a la contaminación; en Papantla, los productores agrícolas denuncian daños en sus cultivos de azúcar y soya; y al sur, las comunidades cercanas al río Coatzacoalcos no encuentran qué pescar por la mortandad de peces.
En un desglose del último sexenio, de diciembre de 2018 a julio de 2024, el Centro de Coordinación y Apoyo a Emergencias (CCAE) de Pemex reportó a nivel nacional 270 derrames y fugas en escala moderada y grave, principalmente, al suelo y el agua, de acuerdo con información proporcionada vía transparencia a Causa Natura Media.
De los 270 derrames y fugas en escala grave y moderada, Tabasco refleja 70 y Veracruz 62, ocupando el primero y segundo lugar, respectivamente. Lo que representa el 50.7 % del total de derrames ocurridos en todo el país.
Si se suman aquellos catalogados como de menor impacto, la cifra asciende en todo el país a más de 6 mil en este mismo periodo.
Esta información oficial no toma en cuenta los derrames generados por tomas clandestinas. Asimismo, los datos están dados hasta julio de 2024 porque se trata de la información disponible de Pemex al momento de realizar la solicitud de información.
Es importante resaltar que el CCAE ha cambiado los registros de las cifras previamente reportadas. En una solicitud de información realizada en el 2023 por Causa Natura Media, el total de derrames en escala moderada y grave para Tabasco era de 80 hasta 2022.
“Es preocupante que exista esta falta de políticas públicas y esta negativa para aceptar que existen estos incidentes. Coloca a la autoridad en una total violación de derechos humanos”, señala Alejandra Jiménez, integrante de la Coordinadora Regional de Acción Solidaria en Defensa del Territorio Huasteca-Totonacapan (CORASON), una red de colectivos y comunidades que surgió en 2015.
Jiménez ha acompañado a las comunidades de la Huasteca-Totonacapan en las denuncias de varios derrames de petróleo. “No es sólo de las últimas administraciones, vemos que por años ha habido una falta de políticas públicas para atender los incidentes generados por la industria de hidrocarburos”, apunta en entrevista.
Durante cuatro sexenios, de 2000 a 2018, Pemex reportó 7 mil 276 fugas y derrames de distinta escala, de acuerdo con cifras oficiales publicadas en sus Informes de Sustentabilidad. Si se suma el estimado de 2019 a 2024, la cifra se eleva a más de 13 mil incidentes.
Hay que considerar que el incremento ha sido en número de derrames y fugas. Si se habla del volumen derramado por barril, la cifra ha ido disminuyendo. Siendo la más alta en el sexenio del expresidente Vicente Fox (2000 – 2006) con más de 288 mil barriles derramados, seguido por Felipe Calderón (2006 – 2012) con más de 166 mil barriles, posteriormente López Obrador con más de 15 mil hasta 2023 y, finalmente, Enrique Peña Nieto (2012 – 2018) con más de 11 mil barriles.
Frente a las cifras diversas, organizaciones de la sociedad civil como la Alianza Mexicana contra el Fracking han pedido que exista una plataforma pública donde cualquier ciudadano pueda acceder a la información sobre estos derrames: cuántos son, dónde se han generado, cuáles son las medidas de mitigación y de remediación que se toman.
Para Jiménez, la falta de transparencia se ve potenciada en las comunidades campesinas e indígenas que son las más afectadas.
“Notamos que aquí la industria pone menos atención porque sabe que existen condiciones que le permiten no hacer las reparaciones como deben de ser. A diferencia de una ciudad donde sabe que van a llegar los medios de comunicación, con una sociedad civil dispuesta a denunciar y organizaciones que van a cubrir con mayor facilidad estas denuncias”, apunta.
El abuelo Romualdo supo que los naranjales que crecen en Ojital Viejo tardarán cinco años en ser comestibles varias semanas después del derrame. Se lo dijo un químico al que consultó en una búsqueda de información para entender qué pasaría después.
“Para mí fue un ecocidio”, dice el abuelo Romualdo, enlistando los animales que no pudieron rescatar, los cultivos y el arroyo que siguieron contaminados aún después de los trabajos de limpieza y los comentarios sobre enfermedades crónico-degenerativas en regiones con historial petrolero.
“Después de todo eso, empecé a organizarme para ver la problemática más a profundidad, preocupado por la niñez que vive a la orilla del arroyo, pensando qué afectaciones van a tener en su salud cuando tengan 30 años”, señala.
En la búsqueda, el abuelo Romualdo visitó al alcalde de Ojital Viejo para pedirle que convocara a algunas comunidades de Veracruz que también vivieron derrames de petróleo.
Esta organización dio pie a la reunión de 11 agentes municipales que actualmente buscan proceder ante la ASEA y otras instancias como la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa).
Uno de los objetivos es hablar con la actual presidenta Claudia Sheinbaum para exponer las afectaciones que se están viviendo en el territorio Totonacapan. Así como llegar a un acuerdo con Pemex.
“Hay muchos pozos petroleros en la zona y por eso es que estamos pidiendo por escrito que la institución de Petróleos Mexicanos haga un compromiso con nosotros y que cada mes nos dé la información de cómo se va atendiendo esto”, indica el abuelo Romualdo.
“Se supone que cada año el sector de hidrocarburos a nivel mundial tiene más conocimientos e implementa mejores medidas, pero esto no le ha ocurrido a Pemex y, fundamentalmente, es porque la disminución de recursos, disminución de presupuesto, no ha venido acompañada con una mejora en las prácticas”, explica David Rosales, socio director de la consultora Elevation Ideas.
Para el 2025, Pemex recibió un presupuesto de 464 mil 255 millones de pesos, lo que posiciona a la paraestatal sobre otras dependencias como la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, pero representa una disminución del 3.6% (en términos nominales) respecto a 2024.
El actual Plan de Trabajo 2025-2030, presentado por la presidenta Claudia Sheinbaum, apuesta por continuar con la exploración, la producción y la refinación de petróleo y gas.
“Se implementarán acciones para incrementar las reservas de hidrocarburos con el objetivo de garantizar al menos diez años de consumo. Se llevará a cabo la perforación de 269 pozos exploratorios distribuidos en seis proyectos clave”, señala dicho Plan de Trabajo.
Para Rosales, uno de los errores que se ha cometido desde el sexenio pasado es hacer partícipe a la paraestatal en toda la cadena. “Insistimos en querer ver a Pemex como una empresa que ya no es, como si hubiera sido la caja chica para mantener las finanzas públicas nacionales”, apunta.
El consultor puntualiza que existe una alta producción en la extracción, pero el problema es que no se ha invertido en la fase previa de exploración, lo que repercute en la eficiencia del resto de la cadena. Así como “continuar refinando cuando nuestras refinerías no estaban en condiciones de ponerse a refinar más”.
Por su parte, desde 2015 la ASEA ha fungido como regulador de la industria de hidrocarburos. Lo que le otorga facultades como sancionar por los derrames y las fugas que se presenten. Sin embargo, Causa Natura Media documentó que sólo hubo 14 sanciones entre 2015 y 2022 frente a más de 5 mil derrames reportados durante el mismo periodo.
En otra solicitud de información más reciente, ASEA reportó un listado de 256 expedientes abiertos de 2015 a 2024 por derrames, pero ninguno concluyó en una sanción pecuniaria, que es el cobro monetario como consecuencia del incumplimiento de la ley.
“Yo te diría que el problema ya no está en regular, sino en el concepto final del ciclo regulatorio que es el enforcement, en español lo traduciría como el proceso de hacer que se cumpla la regulación”, explica Rosales.
El consultor señala que existe un conflicto en que la parte sancionada y la sancionadora pertenecen al Estado. “No hay cómo hacer que ASEA pueda ponerse a pelear con Pemex para imponer una sanción cuando el jefe es el mismo y le dice ‘déjame a éste en paz porque no quiero ni el daño reputacional, ni la multa, ni las obligaciones, ni el exceso de carga”, ejemplifica.
Ahora que Ojital Viejo está en organización colectiva, otra de sus peticiones es una firma de convenio entre la comunidad, Pemex y el gobierno, en el que la paraestatal se comprometa a dar limpieza a todos sus ductos.
“Porque si no realiza el mantenimiento, nosotros estamos pagando las consecuencias, nosotros somos los que vivimos en estas comunidades”, expresa el abuelo Romualdo.
Asimismo, piden que se realice un estudio al aire para conocer el grado de contaminación. Si bien los impactos más tangibles están en el suelo, la información que existe sobre los componentes químicos en el aire es casi nula.
“Como pueblos originarios tenemos derecho a ser informados porque los pozos petroleros están en nuestros territorios y (las autoridades) nunca nos han dicho nada”, señala el abuelo Romualdo.
*Este reportaje fue publicado originalmente en Causa Natura Media.
Investigadores proyectan que el potencial de recolección de niebla en zonas geográficas con condiciones favorables podría extender esta práctica (comúnmente utilizada a escala rural) al abastecimiento de urbes donde el agua es escasa.
Esto es lo que han concluido investigadores de ese país tras analizar el potencial de la recolección de niebla en Alto Hospicio, una ciudad ubicada en el norte de Chile, en la región árida del desierto de Atacama.
Con poca o ninguna precipitación, la principal fuente de agua de las ciudades de la zona son los acuíferos subterráneos, que se recargaron por última vez hace miles de años. La precipitación promedio es de menos de 5 mm al año. Y, en algunas zonas, la escasez hídrica obliga a abastecer de agua a la población con camiones aljibe.
Pero la ciudad de Alto Hospicio tiene una particularidad geográfica que favorece la formación y captura de la niebla.
“Se ubica en uno de los corredores de entrada de la niebla al continente”, explica a BBC Mundo la investigadora Virginia Carter Gamberini, de la Universidad Mayor de Chile.
Precisamente esas condiciones son las que podrían permitirle a la ciudad apoyarse en la cosecha de niebla como una alternativa viable y sostenible para abastecer de agua potable a su población.
Las conclusiones del estudio, que fue publicado en febrero en la revista Frontiers of Environmental Science, apuntan a que las nubes de niebla que se acumulan regularmente sobre la ciudad montañosa son una fuente desaprovechada de este recurso tan valioso.
Con el crecimiento de la población urbana y la creciente demanda de agua por parte de la minería y la industria, los investigadores advierten que es urgente encontrar otras fuentes sostenibles.
Sobre todo, considerando que en el caso particular de Alto Hospicio, se enfrentan graves problemas de pobreza y un acceso reducido de sectores de la población a redes de suministro de agua limpia.
La idea de capturar el agua de niebla no es nueva.
De hecho, Carter cuenta que ella ha participado en proyectos similares en otras zonas de Chile, Guatemala, Canadá y África.
Uno de los sistemas de recolección de agua de niebla más grandes se encuentra en Marruecos, en el borde del desierto del Sahara, mientras que experiencias emblemáticas en América Latina son las del Chungungo, también en Chile, o los atrapanieblas de las colinas del sur de Lima.
La novedad, señala la investigadora, es que hasta ahora los proyectos de esta naturaleza se habían entendido con la perspectiva de abastecer a comunidades rurales y no así a poblaciones urbanas.
“Esto apunta a un cambio de percepción. Siempre se pensaba en usar agua de niebla para abastecer a pequeños poblados o asentamientos rurales. En este caso, queremos explorar la posibilidad de abastecer una ciudad”, afirma.
“Nuestros hallazgos demuestran que la niebla puede servir como suministro urbano complementario en zonas áridas donde el cambio climático exacerba la escasez de agua”.
Carter recalca que una “nueva era” de recolección de niebla a una escala mucho mayor podría proporcionar un suministro de agua más seguro y sostenible en entornos urbanos donde más se necesita, no solo en Chile sino también en otras urbes del mundo.
Puedes leer: La arquitectura responsable y su huella con el medioambiente: edificaciones por descubrir en la CDMX
Capturar el agua de la niebla es extraordinariamente sencillo: se cuelga y tensa una malla entre dos postes y se forma el “atrapaniebla”. Cuando las nubes cargadas de humedad atraviesan esa fina malla, se forman pequeñas gotitas, que se canalizan hacia tuberías y tanques de almacenamiento.
La niebla de Alto Hospicio se forma sobre el océano Pacífico cuando el aire cálido y húmedo fluye sobre el agua fría y luego es empujado hacia las montañas. Las condiciones de niebla constantes en la zona permitieron a los investigadores identificar las áreas donde se podría recolectar el mayor volumen de agua de manera regular.
Con un trabajo de campo que se extendió por un año, realizaron evaluaciones in situ, lo que combinaron con datos obtenidos mediante un método predictivo (AMARU), que procesa información meteorológica y la cruza con datos que se obtienen mediante sensores remotos.
Durante la temporada alta del estudio, entre agosto y septiembre de 2024, el potencial de recogida alcanzó hasta 10 litros por metro cuadrado al día, según los investigadores.
Basándose en una tasa promedio anual de recolección de agua de 2,5 litros por metro cuadrado de malla al día, calcularon que:
Carter explica que Chile es “muy especial” en cuanto a la niebla marina, “porque tenemos el océano a lo largo de todo el país y también tenemos la cordillera”.
Su equipo está trabajando actualmente en un “mapa de recolección de niebla” con el objetivo de identificar otros lugares en donde este modelo se pueda implementar.
El “agua de las nubes”, como la describe Carter, podría, según ella, “mejorar la resiliencia de nuestras ciudades ante el cambio climático y, al mismo tiempo, mejorar el acceso al agua potable”.
La investigadora destaca, sin embargo, que la posibilidad de alcanzar esos volúmenes en otras zonas que enfrentan una grave escasez hídrica dependerá siempre de su potencial de formación y captación de niebla, que está dado por diversos elementos.
“Los factores clave que influyen en la eficiencia de la recolección de niebla incluyen la dirección y la velocidad del viento, así como las características geográficas, especialmente la presencia de montañas”, explica.
Por ejemplo, Petorca, una de las zonas más afectadas por la escasez hídrica en Chile, no tendría -a primera vista- las mismas posibilidades de abastecerse en grandes volúmenes de agua a partir de la niebla. Pero sí otras zonas costeras del país.
“Yo he tomado siempre agua de niebla”, dice Carter, pero señala que el estudio que realizaron no contempla un análisis químico respecto de la calidad del recurso hídrico.
En ese sentido, destaca que “va a ser importante hacer otras investigaciones…Ya sabemos cuánta agua y dónde encontrarla. Después habrá que profundizar en la calidad del agua y los métodos mas adecuados para potabilizarla”.
“Puede ser que ahora ya está bien para tomarla, el punto es que no lo sabemos”, dice otra de las investigadoras, Nathalie Verbrugghe, de la Universidad Libre de Bruselas.
Las investigadoras son cautas sobre las expectativas que se han generado en torno a los hallazgos de esta investigación:
“Nosotras no vamos solucionar la crisis hídrica de Chile o del desierto de Atacama” y “probablemente esta tecnología tampoco, pero esperamos que sea un complemento”.
*Con información de Victoria Gill e Isabel Caro
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.