En el marco de la construcción del Plan Nacional de Desarrollo de este sexenio, organizaciones y colectivos de la sociedad civil presentaron una propuesta que busca garantizar el bienestar y desarrollo integral libre de violencia de niñas, niños y adolescentes en México a través de una serie de apoyos y servicios concretos destinados a cada grupo de edad.
Se trata de una propuesta que se enmarca dentro del segundo eje del Plan Nacional de Desarrollo denominado “Desarrollo con Bienestar y Humanismo”, que se compone a su vez de tres políticas integrales:
Asimismo establece una ruta atenciones compuesta por una serie de apoyos, bienes y servicios específicos para garantizar el bienestar de cada grupo de edad, tomando en cuenta las necesidades de aquellos niñas, niños y adolescentes que se encuentren en situación de vulnerabilidad.
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En el caso del grupo de primera infancia compuesto por menores de seis años, se plantea la publicación de un programa de acción específico en materia de salud, nutrición y desarrollo; ampliar la oferta y calidad de los servicios en los centros de cuidado, educación inicial y preescolar; el desarrollo de un programa para brindar apoyo económico a las familias que viven en pobreza extrema y fortalecer las acciones nacionales en materia de prevención de la violencia.
Para el segundo grupo de seis a 11 años se propone ampliar el acceso a la educación inclusiva y de calidad; fortalecer programas de atención preventiva, nutrición adecuada, evaluación del desarrollo y promoción de actividad física, así como garantizar entornos seguros, libres de violencia y discriminación, con apoyo para familias en situación de vulnerabilidad.
Mientras que la política orientada a la población adolescente busca ampliar y fortalecer el acceso a educación media superior de calidad, incluyendo formación técnica, científica, artística, así como programas de habilidades para la vida, así como implementar servicios de salud mental, prevención de adicciones, atención nutricional y promoción de actividad física.
Esta propuesta también incluye la promoción de actividades artísticas y culturales, priorizando los territorios con mayores niveles de exclusión social y violencia. Además de la creación de espacios libres de violencia y discriminación, con mecanismos para prevenir el embarazo adolescente, violencia de género y reclutamiento forzado.
Para cada una de las políticas se establecen las obligaciones que tendrán las dependencias involucradas, así como indicadores para medir los avances y resultados.
A través de estas medidas, las organizaciones pretenden que se incorporen más niños, niñas y adolescentes al sistema educativo; incrementar el acceso a la alimentación y a espacios seguros; reducir la tasa de suicidio; disminuir los casos de niñas y niños desaparecidos o no localizados y la tasa de riesgo de reclutamiento.
En el caso de los adolescentes, busca reducir la prevalencia de trastornos de salud mental, los embarazos y los reclutamientos forzados, así como aumentar la matrícula en educación media superior por ciclo escolar, el acceso a la alimentación y la participación en actividades artísticas y culturales en territorios con altos niveles de exclusión y violencia.
La propuesta es impulsada por los colectivos Compromiso por la Niñez, Pacto por la Primera Infancia, REDIM Red por los Derechos de la Infancia en México y Tejiendo Redes Infancia.
Además de las organizaciones de sociedad civil, ADIVAC Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas, A.C., Fundación JUCONI México, Fundación UNNIDO, Inclusión Ciudadana A.C., Instituto para las Mujeres en la Migración, A.C., Mexicanos Primero, Save the Children, Un Kilo de Ayuda, A.C., Kids in Need of Defense – KIND en México, World Vision México, y personas activistas defensoras de los derechos de niñas, niños y adolescentes.
El Plan Nacional de Desarrollo 2024-2030 es la guía del gobierno donde se establecen los objetivos, las estrategias y prioridades en materia económica, social y política durante este sexenio.
El plan se compone por cuatro ejes generales: Gobernanza con Justicia y Participación Ciudadana; Desarrollo con Bienestar y Humanismo; Economía Moral y Trabajo, y Desarrollo Sustentable. Así como por tres ejes transversales: Igualdad Sustantiva y Derechos de las Mujeres; Innovación Pública para el Desarrollo Tecnológico Nacional y Derechos de las Comunidades Indígenas y Afromexicanas.
En estos ejes se abordan a su vez las 14 Repúblicas presentadas por Claudia Sheinbaum en sus 100 compromisos de gobierno.
A principios de enero, el gobierno federal dio a conocer que todos los sectores de la sociedad interesados podrán participar en la construcción de este plan a través de su participación en los foros presenciales que se organizarán en todo el país o presentando sus propuestas en el sitio web destinado a este objetivo.
Los foros presenciales iniciaron el pasado 6 de enero y concluirán el domingo 19. Las personas que no puedan asistir pueden enviar su propuesta a través del sitio web Planeando Juntos.
En el remot asentamiento de Kapisillit, los groenlandeses le cuentan a la BBC que Trump puede visitar la isla “pero eso es todo”.
El sol se eleva sobre las montañas cubiertas de hielo del fiordo de Nuuk mientras viajamos por una de las últimas fronteras salvajes del mundo.
Pero hay sombras que se ciernen sobre este paisaje y sobre el resto de los espacios helados de Groenlandia.
Con Donald Trump a punto de convertirse en presidente de Estados Unidos, su negativa a descartar la toma de Groenlandia por la fuerza resuena en conversaciones de toda la isla.
“Será bienvenido si viene a visitarnos, por supuesto”, dice el patrón del barco pesquero reconvertido que nos lleva hacia el este. Consciente de que necesita relacionarse con gente de todos los colores políticos, pide que no se le nombre, pero utiliza una frase que se oye a menudo por aquí.
“Groenlandia pertenece a los groenlandeses. Así que Trump puede visitarla, pero nada más”.
Las aguas están en calma cuando llegamos al asentamiento aislado de Kapisillit, de unos 40 habitantes, donde unos cuantos cazadores salen en busca de focas.
La temperatura es de -16 ºC y, con el viento, la sensación térmica es de -27 ºC.
Pero cerca del puerto me encuentro con Kaaleeraq Ringsted, un bisabuelo de 73 años, que está secando filetes de bacalao pescados en las abundantes aguas junto a la puerta de su casa.
Cuando le pregunto si el presidente electo Trump comprará o invadirá Groenlandia, al principio se ríe. Luego su tono se vuelve serio.
“No se puede aceptar que diga esto. Groenlandia no está en venta”.
Luego me cuenta cómo aprendió a pescar y cazar aquí con su padre y su abuelo, y cómo quiere preservar esta vida para sus hijos y nietos.
Al cruzar la bahía, el barco se adentra en el hielo roto de la superficie. Dos águilas se posan en una roca en busca de peces en las aguas cristalinas.
Nos dirigimos a la granja de Angutimmarik Hansen, que cría ovejas y caza focas, aves silvestres y conejos.
Todo el alimento de invierno para las ovejas tiene que importarse de Dinamarca, un recordatorio de cómo el duro clima determina las condiciones de vida aquí.
En la puerta de su casa hay un estante con rifles de caza. Se da cuenta de que los miro.
“Son por si hay una invasión”, bromea.
Pero su actitud ante la retórica belicosa procedente de Mar-A-Lago dista mucho de ser tranquila.
“Menudo estúpido que es Trump”, afirma. “Jamás venderemos Groenlandia”.
Esta pequeña granja está a unos 4.828 km de Florida, donde el presidente entrante de EE.UU. dio su ya célebre rueda de prensa la semana pasada.
“Pero Trump no es EE.UU. Podemos entendernos con la gente de EE.UU.”, declara Hansen.
El efecto Trump se disparó con la llegada a Groenlandia de Donald Trump Jr, que se sumó a las declaraciones de su padre. Llegó a la capital, Nuuk, en el avión 757 de la familia, el Trump Force One, y permaneció allí durante cuatro horas y treinta y tres minutos.
“Ha sido un placer increíble conocer gente, y la gente estaba muy contenta de reunirse con nosotros”, dijo, después de almorzar en un hotel local. “Papá tendrá que venir aquí”.
Luego regresó a los climas más soleados de Florida.
Trump Jr fue recibido por el empresario local Jorgen Boassen, que en su día hizo campaña por el presidente electo.
Boassen declaró a los medios locales que era el “mayor fan” de Trump y que “por supuesto que están interesados en nuestro país, y pueden venir y ver cómo es nuestro país. También se trata de abrirse al comercio y la cooperación”.
La ciudad de Nuuk es la capital más septentrional del mundo. Tiene una próspera sociedad civil y una prensa potente. Y hay cierta satisfacción por que los comentarios de Trump hayan impulsado el debate sobre la independencia de Groenlandia a la escena internacional.
Debe haber una Groenlandia que no sea colonia de nadie, dicen activistas como Kuno Fencker, diputado de la coalición gobernante y miembro de la Comisión de Asuntos Exteriores y Seguridad del Parlamento local.
Nos reunimos en el puerto, bajo la estatua de bronce de Hans Egede, el misionero del siglo XVIII considerado aquí como el hombre que abrió el camino a la colonización.
“Donald Trump es un político”, dice Fencker.
“Es un duro hombre de negocios y conocemos su retórica, y esa retórica es algo a lo que nos hemos acostumbrado desde 2019, y solo se trata de hablar con un igual, un aliado, sobre cómo podemos resolver las cosas aquí en el Ártico y también en la OTAN”.
Fencker ofrece el argumento central de los independentistas.
“Lo que hace falta aquí es que Groenlandia, como Estado soberano, negocie directamente con Estados Unidos y no que Dinamarca lo haga por nosotros”.
La independencia de Dinamarca podría tener un coste financiero importante.
Groenlandia recibe subvenciones de Copenhague por valor de aproximadamente una quinta parte de su PIB cada año. Fencker sugiere, al igual que otras figuras destacadas, que la isla negocie con Estados Unidos y Dinamarca para obtener ayuda.
“No somos ingenuos. Necesitamos apoyo en defensa, seguridad y también desarrollo económico. Queremos una economía sostenible y autosuficiente”.
El director del periódico local Sermitsiaq, Maasana Egede, admite que le preocupó la amenaza implícita de fuerza de Donald Trump, pero quiere ver si la realidad coincide con la retórica.
En cuanto a la independencia, Egede se siente frustrado por lo que considera un debate polarizado en los medios de comunicación locales e internacionales.
“Estamos contando esta historia de que tiene que haber independencia o no independencia. Pero hay todo un relato intermedio, y es que la gente quiere la independencia, pero no a cualquier precio. Hay un nivel de vida que hay que mantener. Hay un comercio que hay que mantener. Hay formas de vida que hay que mantener”.
Existe la expectativa de que en algún momento -no en un futuro inmediato- se vote a favor y Dinamarca acepte el resultado.
El primer ministro de la isla, Mute Egede, ofreció una rueda de prensa conjunta con la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, a raíz de los últimos comentarios de Donald Trump.
“No queremos ser daneses, no queremos ser estadounidenses, queremos ser groenlandeses”, dijo. La primera ministra danesa se cuidó de no ofender a nadie, y menos al presidente entrante de Estados Unidos.
“El debate sobre la independencia de Groenlandia y los últimos anuncios de EE.UU. nos demuestran el gran interés que despierta Groenlandia”, declaró.
“Acontecimientos que ponen en marcha muchas reflexiones y sentimientos en Groenlandia y Dinamarca”, añadió.
Frederiksen sabe muy bien que este sentimiento viene de lejos en Groenlandia. El recuerdo de la injusticia y el racismo sigue fresco entre la población indígena inuit.
Escándalos como la campaña de inserción de dispositivos intrauterinos (DIU) para evitar embarazos en miles de mujeres y niñas inuit en los años 60 y 70 ensombrecen la relación entre Groenlandia y Dinamarca.
No se sabe cuántos de estos procedimientos se llevaron a cabo sin el permiso de las implicadas, pero las cifras son considerables. El objetivo era reducir la población groenlandesa.
Maliina Abelsen es exministra de Finanzas del gobierno de Groenlandia, y ahora asesora a empresas y organizaciones que trabajan en la isla. También ha trabajado para UNICEF Dinamarca y para importantes empresas groenlandesas, como el grupo marisquero Royal Greenland.
Abelsen cree que hay que hacer mucho más para corregir las injusticias del pasado.
“Creo que mucha gente está diciendo, quizá también el gobierno y el Estado daneses: ‘Oh, bueno, ya sabes que esto ocurrió en el pasado. Fue hace muchos años. ¿Cómo vamos a ser responsables de ello? Es hora de seguir adelante'”.
“Pero no puedes seguir adelante si no lo has superado y no has reconocido lo que te ocurrió. Ese es un trabajo que tenemos que hacer junto con Dinamarca, no algo que Groenlandia pueda hacer por sí sola”.
A pesar de su alto perfil en la sociedad civil y los círculos empresariales, Maliina Abelsen afirma que cuando se trata de racismo -por ejemplo, bromas sobre los inuit- ella puede hablar en nombre de la mayoría de los groenlandeses “ya que todos lo hemos experimentado en nuestra vida”.
Las cuestiones de la autodeterminación y de afrontar el pasado están íntimamente entrelazadas.
Ahora, la intervención de Donald Trump ha puesto ambas ante los ojos del mundo.
Pero el mensaje que escuchamos -desde los remotos asentamientos del fiordo hasta la capital, Nuuk- es que el destino de Groenlandia debe decidirse aquí, entre personas cuyas voces han sido ignoradas durante demasiado tiempo.
Con información adicional de Adrienne Murray y Kostas Kallergis.
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