Conscientes de la dura realidad que enfrentan las mujeres en reclusión, de las que se estima 7 de cada 10 son abandonadas por su familia, el colectivo Comando Colibrí emprendió un Laboratorio de Cuidados en centros penitenciarios del Estado de México.
Desde diferentes activismos individuales y colectivos en cárcel, constataron que las mujeres vivían problemáticas asociadas sobre todo a la violencia de género, pero también a las relaciones erótico afectivas, fuertes y frecuentes, con personas vinculadas a actividades criminales, y cómo su encarcelamiento se generaba en ese marco.
Además, fueron descubriendo, al mismo tiempo, que la causa por la que muchas mujeres privadas de la libertad están en esa situación es por haberse defendido de violencias de género familiares o de pareja, incluso a pesar de que en gran parte de los casos no se reconoce legalmente la legítima defensa.
De acuerdo con la versión más reciente de la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad del INEGI (2021), de 220 mil personas privadas de la libertad en nuestro país, un 5.7 % son mujeres. Sin embargo, en el rango de 18 a 29 años la proporción de población de mujeres es mayor a la de hombres. Por otro lado, un 67.8 % del total de mujeres en prisión tiene hijos menores de edad.
En tanto, un 64.4 % dijeron haber sufrido actos de violencia después de su detención, mientras que un 15.5 % de la población femenil que sufrió agresiones físicas señaló haber vivido violencia sexual, 4.6 % lesiones en órganos sexuales y 4.8 % violación sexual. El 46.1 % de las mujeres privadas de la libertad en México aún no cuenta con una sentencia. A nivel nacional, el 42.5 % señaló haber sido víctima de algún delito en prisión.
Así, Comando Colibrí detectó la necesidad de poner los cuidados en el centro de la conversación y de la acción, pero desde una perspectiva de la propia apuesta del colectivo por la autodefensa feminista integral, concepto que parte del principio de no contar solo con herramientas físicas para la defensa, sino que su aprendizaje y merecimiento está vinculado con aspectos emocionales, jurídicos, de seguridad y autonomía e incluso espirituales.
Una de las bases más importantes para construir el Laboratorio de Cuidados fue llevar a las mujeres en prisión las herramientas que el colectivo ya trabajaba en general para la gestión emocional, resolución de conflictos, así como la problematización y el cuestionamiento de los aprendizajes que las mujeres solemos tener en torno a que no es correcto defendernos o que no vale la pena hacerlo.
“Sentíamos que no se estaba poniendo suficiente atención en las mujeres privadas de la libertad. Todo eso abre el contexto de la pertinencia de este proyecto, también un poco pensando en que para nosotras, como Comando Colibrí, siempre es muy importante pensar la seguridad y las estrategias para defendernos y para cuidarnos desde la autonomía”, explica Ana Carvajal, integrante del colectivo.
El trabajo con mujeres en reclusión surgió de la idea de reconocer las herramientas que ellas ya tenían y fortalecer las que podrían funcionarles en su contexto. El piloto del Laboratorio se llevó a cabo en Barrientos, donde se inscribieron inicialmente 30 participantes y 25 concluyeron las 10 sesiones semanales de entre dos horas y media y tres horas. La permanencia de la mayoría fue un indicador importante para la agrupación, que pudo ingresar al reclusorio gracias a una alianza con La Cana.
“Lo que queremos es ampliarlo al Estado de México. Estamos proyectando que la siguiente edición, dependiendo también de la recaudación de fondos, podamos hacerla en el reclusorio de Bordo en Nezahualcóyotl y vamos a intentar manejar siempre más o menos ese nivel de participación de mujeres, entre 25 y 30, según las disposiciones y la apertura del espacio, y lo intentaremos hacer en cinco reclusorios”, detalla Carvajal.
El Laboratorio de Cuidados trabaja con las mujeres en reclusión desde el arte, la escritura, la lectura, el juego o el teatro, para que metodológicamente se abran muchas rutas y rompan, al mismo tiempo, la monotonía diaria de los reclusorios. Por eso, con miras a la expansión del proyecto, Comando Colibrí ha emprendido una campaña de donación de recursos económicos pero también materiales.
En las sesiones siempre hay un tiempo dedicado a herramientas de gestión emocional, pero todas ellas están organizadas por módulos con temas específicos: aprendizajes respecto al género y el cuidado, mandatos de género, mitos sobre las capacidades o incapacidades de las mujeres, subjetividad femenina y violencias particulares, la privación de la libertad, cómo se vive la idea del castigo y la estigmatización, herramientas de resolución de conflictos y redes de cuidado.
“Es un camino en el cual procuramos que ellas vayan identificando lo que hacen para cuidarse entre ellas, lo que hacen o no hacen para cuidarse en términos individuales o incluso como una forma de castigo que es a veces el no cuidarse. Vamos reflexionando en torno a eso, y a medida que va avanzando el taller, vamos habilitando discusiones para que ellas se den cuenta que un poco la vida en la cárcel puede ser distinta en la medida en que se fortalezca el cuidado colectivo. Hacia allá va todo el proceso”, relata la activista.
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Durante el cierre del primer piloto del Laboratorio de Cuidados en Barrientos, Comando Colibrí concluyó, platicando con las mujeres en reclusión, que se había tratado de un aprendizaje en dos o más vías, primeramente al poder reconocerse todas como sobrevivientes de violencias de género y de un sistema profundamente injusto.
“Eso nos lleva no solo a reconocer un montón de herramientas que están puestas allí y con las cuales se puede trabajar, sino la necesidad de que problematizamos la cárcel misma. Como movimiento feminista, como personas preocupadas por la violencia de género, verdaderamente preguntarnos cuál es el objetivo de las cárceles, qué se está reproduciendo desde las cárceles”, cuestiona.
A ese mismo sentido apunta la reflexión de lo que implica el castigo para las mujeres, sobre todo cuando ignora sus contextos y se centra en las personas. Aunque queramos individualizarlo, sostiene Carvajal, no solo la violencia de género es un problema social, sino las dinámicas propias de la precariedad que viven las personas en general en las cárceles y las mujeres en particular.
Otro punto de aprendizaje importante para Comando Colibrí fue reafirmarles la necesidad de trabajar en lo emocional, por lo anclada que está la idea de desvalorización en las mujeres. “Esta baja autoestima, este sentir todo el tiempo que estamos en deuda con un montón de personas lo viven todo el tiempo ellas adentro; la culpa se vuelve un castigo más grande que la cárcel”, afirma.
En lo emocional, continúa, hay algo muy potente a desestructurar y desaprender, pues el heteropatriarcado está constantemente despotenciándonos y haciéndonos enemigas entre nosotras. Con las mujeres privadas de la libertad puede constatarse siempre la efectividad de ese sistema para desarticular a las mujeres y a la capacidad de cuidarnos entre nosotras. Volcar siempre el cuidado hacia otras personas termina jugando en contra.
“Hemos aprendido mucho en términos de cómo se genera un poco de esperanza en términos de que tejer entre mujeres es posible. Esa ha sido una reafirmación de por dónde construir, y hay que hacerlo hacia estrategias colectivas, autónomas, hacia el creernos nosotras mismas que es posible tener otras formas de vida, y que tenemos un montón de aprendizajes, que el tema es darles un lugar importante”, añade Carvajal.
Uno de los aspectos más fuertes y difíciles de trabajar en el Laboratorio fueron los efectos del castigo no solo del sistema penal, sino de una sociedad que no cree en su palabra o les hace dudar respecto a si la violencia que vivieron era “suficiente” para defenderse. Para algunas, el proceso implicó poder validar su verdad sobre lo que vivieron, aunque la justicia no lo considere legítima defensa.
El Laboratorio forma parte, al mismo tiempo, de un programa de Comando Colibrí llamado Legítima defensa, que tiene el propósito de ubicar a mujeres que permanecen en prisión por haberse defendido, para seguir indagando cuántas están ahí por esa causa. Aunque la estimación general de la ONU es que a nivel global un 66 % de las mujeres fueron privadas de la libertad por defenderse de violencias de género, en México existen dificultades para contar con un registro fidedigno y dimensionar realmente la problemática.
“Lo importante, y siempre hacemos ese llamado, es que todas las personas encontremos las maneras de solidarizarnos y llegar a mujeres que muchas veces no estamos trabajando con ellas, no sabemos su realidad, cómo viven muchos procesos que desde afuera solo no vemos, y a veces no estamos interesadas en ver”, lamenta.
Para continuar y ampliar el Laboratorio de Cuidados, Comando Colibrí tiene activa la campaña de recaudación de fondos Cuidarnos desde adentro, que contempla varias vías: una plataforma donde se presenta el proyecto y se ofrecen posibilidades para donaciones económicas, así como una lista de materiales que pueden donarse directamente.
“Esta campaña no solo busca tener los recursos para llegar a los penales –gasolina, materiales, comidas–, sino que algo que nos parece muy importante, que es devolverles a ellas algo a partir de este Laboratorio; no solo llegamos allá con herramientas que vienen desde acá, sino que la idea es nutrir las herramientas con sus reflexiones. Eso lo queremos sistematizar en una suerte de fanzine que queremos después sacar como algo que sistematice todos los procesos para ellas y para otras mujeres privadas de la libertad”, concluye Carvajal.
En sus primeros comentarios sobre el accidente, Putin dijo que el “trágico incidente” ocurrió cuando los sistemas de defensa aérea rusos estaban activamente repeliendo drones ucranianos.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, se disculpó con su par de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, por la caída de un avión comercial en espacio aéreo ruso ocurrida el miércoles, en el que murieron 38 personas y otras 29 sobrevivieron.
El mandatario, sin embargo, no aceptó que Rusia haya tenido responsabilidad directa en lo ocurrido.
En sus primeros comentarios sobre el accidente, Putin dijo que el “trágico incidente” ocurrió cuando los sistemas de defensa aérea rusos estaban activamente repeliendo drones ucranianos.
Putin detalló que a medida que el avión se acercaba a su destino previsto de Grozny, en el sur de Rusia, las defensas aéreas de ese país habían comenzado a repeler un ataque de aviones no tripulados ucranianos en esa zona, según la declaración emitida por el Kremlin.
Sin embargo, el comunicado no atribuyó el accidente a un misil ruso de defensa antiaérea, como han sugerido las investigaciones en Azerbaiyán.
El avión hizo un aterrizaje forzoso en Kazajistán y estalló en llamas a 3 kilómetros de la pista del aeropuerto de Aktau, matando a 38 de las 67 personas a bordo.
En el comunicado del Kremlin, publicado el sábado, se indica que Putin había hablado por teléfono con Aliyev.
“(El presidente) Vladimir Putin se disculpó por el trágico incidente ocurrido en el espacio aéreo ruso y, una vez más, expresó sus profundas y sinceras condolencias a las familias de las víctimas, deseando una pronta recuperación a los heridos”, decía el comunicado.
Antes del sábado, el Kremlin no había comentado sobre el accidente. Sin embargo, las autoridades de aviación rusas habían dicho que la situación en la región era “muy complicada” debido a los ataques con drones ucranianos en Chechenia.
Expertos en aviación y otras personas en Azerbaiyán creen que los sistemas GPS del avión fueron afectados por interferencias electrónicas y que luego fueron dañados por esquirlas de los misiles de defensa aérea rusos.
Los sobrevivientes habían informado anteriormente haber escuchado fuertes explosiones antes de que el avión se estrellara.
Azerbaiyán no había acusado oficialmente a Rusia esta semana, pero el ministro de Transporte del país dijo que el avión sufrió “interferencias externas” y fue dañado por dentro y por fuera mientras intentaba aterrizar.
“Todos los sobrevivientes sin excepción dijeron que escucharon tres detonaciones cuando el avión sobrevolaba Grozny”, dijo el ministro de Transportes de Azerbaiyán, Rashad Nabiyev.
Por su parte, el portavoz de la Casa Blanca, John Kirby, dijo este viernes que Estados Unidos ha visto “indicios preliminares” de que Rusia podría haber sido responsable del derribo del avión.
“Hemos detectado algunos indicios que apuntan a la posibilidad de que el avión pudo ser derribado por sistemas de defensa aérea rusos”, aseguró el funcionario.
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