
Fernanda tiene 21 años. Vive en un pequeño cuarto, dividido en dos habitaciones, al sur de la Ciudad de México, en La Malinche, alcaldía Magdalena Contreras. La cocina y el baño, que están afuera, son compartidos. Ahí cohabitan sus hijas, su pareja y ella. No siempre ha vivido ahí. La casa de sus papás está en Zumpango, Estado de México. Ahí estudiaba una carrera técnica en Turismo. Cuando falleció su abuelita, dejó provisionalmente sus estudios y empezó a trabajar.
En aquel momento, a los 17 años de edad, tenía un noviazgo de tres años y descubrió que estaba embarazada. Aunque cuando nació su primera hija, Dani, intentó seguir trabajando durante unos meses en un almacén en Cuautitlán, pronto se volvió muy complicado el transporte de un lado a otro y el tiempo perdido con su hija.
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“Dani iba a la guardería del IMSS, pero ya después se me complicaba ir y venir, era mucho trayecto y me empecé a dar cuenta de que Dani no quería estar conmigo, que prefería estar con mi mamá, me hacía a un lado y sentía feo. Sí se siente cuando vas a trabajar. Yo me paraba a las 4 de la mañana y llegaba a las 8, 9 a mi casa”, relata Fernanda.
La joven se perdía de mucho. En esa temporada estaba separada del papá de la niña y asumía todos los gastos. Además, se esforzaba por llevarla a un pediatra privado. Cuando Dani cumplió un año, Fernanda regresó con su pareja. Entonces empezó a vivir en Magdalena Contreras e incluso trabajó una temporada como auxiliar en un almacén, pero todo volvió a complicarse. Al igual que sus estudios, pronto abandonaría el trabajo.
“Aquí no es como que tuviera una red de apoyo, como con mis papás. No había mucha opción. Tenía que yo ir a dejarla a la guardería, regresar, venirnos caminando porque luego no había transporte y ya era tarde, o estar ahí esperando”, cuenta. Dani prefería irse con su abuela, pero su mamá estaba convencida de que su lugar era con ella. Después de su segundo embarazo, ya no pudo regresar a trabajar.
Como ella, para el tercer trimestre de 2024 había 21 millones 226 mil personas en México que reportaron no trabajar por dedicarse a labores del hogar, de las cuales 93% son mujeres, lo que equivale a 19 millones 657 mil, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).
Otro millón y medio de personas, de las cuales 96% son mujeres, señalaron que la razón por la que no trabajan es porque no tienen quien cuide a sus hijos, ancianos o enfermos, mientras que 58 mil 698 no tienen empleo por estar embarazadas y 115 mil 858 porque no las deja un familiar.
En el caso de personas jóvenes, es decir, aquellas que tienen 29 años o menos, 394 mil 356 no trabajan por dedicarse a quehaceres del hogar; 507 mil 457 no lo hacen por cuidar hijos, ancianos o enfermos, y 43 mil 632 por estar embarazadas.
Además, la Alianza Jóvenes con Trabajo Digno, una red multisectorial de 70 organizaciones que promueven la capacitación y empleabilidad de jóvenes en México, estima que en México hay 4.1 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan. De estos, 3.3 millones, en su gran mayoría mujeres, no buscan empleo porque están dedicadas a labores domésticas o de cuidados.
“Las mujeres son quienes están fuera de la escuela y el trabajo principalmente”, apunta Esteban Álvarez, coordinador de la Alianza Jóvenes con Trabajo Digno. “La mayoría de las personas en exclusión, que no estudian y que no trabajan, son mujeres. Estamos hablando de que 7 de cada 10 jóvenes que no estudian ni trabajan son mujeres, entonces la exclusión laboral en México tiene un rostro femenino, y eso es muy importante para reconocer”, añade.
El trasfondo –continúa–, es decir, las barreras estructurales que enfrentan específicamente las mujeres, es la carga desproporcionada de labores domésticas y de cuidados no remuneradas, que a su vez limita su acceso al mercado laboral, porque en general están ocupadas cuidando infancias, personas de la tercera edad o cualquier otra que requiera cuidados.
Organizaciones y especialistas coinciden en que el impacto más evidente de las diversas capas de marginación que enfrentan las mujeres jóvenes que abandonan estudios y trabajo, o terminan aceptando condiciones precarias e informales para laborar, es la brecha salarial que más tarde enfrentan y está lejos de cerrarse.
Las brechas de género que persisten en el mercado laboral, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), se han mantenido muy similares en los últimos 20 años. La mejoría es mínima. Por ejemplo, la participación económica de las mujeres, es decir, el porcentaje que tiene empleo o busca uno, se mantiene en un 46%. Hace 20 años, era de entre 40 y 41%.
En tanto, la brecha salarial es de 14%: por cada 100 pesos que percibe un hombre, una mujer recibe 86; un avance de solo cinco puntos porcentuales, comparado con 20 años atrás, cuando rondaba el 19%. Aunado a ello, 55% de las mujeres tienen un empleo informal, sin acceso a seguridad social o prestaciones, subraya Fernanda García, directora de Sociedad Incluyente del IMCO.
Las mujeres que trabajan en esas condiciones suelen ganar la mitad de lo que perciben las que tienen un empleo formal, remarca. Los avances no han ocurrido al ritmo esperado ni han sido significativos para un cambio en el crecimiento y desarrollo del país. Un factor fundamental es su papel como cuidadoras, pues 9 de cada 10 personas que dejan el mercado laboral por razones de cuidado son mujeres, según la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC).
“La carga de cuidados sigue recayendo principalmente en las mujeres y es una barrera para que ellas no solamente entren en el mercado laboral, sino que puedan permanecer y crecer dentro. México tiene una red de cuidados principalmente familiar; necesitamos transitar, avanzar, a un sistema de cuidados que sea corresponsabilidad de los hogares entre hombres y mujeres, pero también de las empresas y el Estado. Ahí es donde falta mucho por hacer”, reclama García.
De acuerdo con los análisis del IMCO, en México 7 de cada 10 mujeres que participan en el mercado laboral son madres. Su nivel de ingresos se ve afectado a mayor número de hijos. De por sí persiste una brecha entre madres y mujeres que no tienen hijos, pero a mayor número de hijos, peores son las condiciones laborales y la brecha. Esta desigualdad comienza a notarse desde que las mujeres tienen dos hijos, se acentúa con tres, crece aún más con cuatro y finalmente, el ingreso promedio mensual de una mujer sin hijos es prácticamente el doble que el de una mujer que tiene 5 o más.
Los impactos se reflejan, al mismo tiempo, en el tipo de trabajo que desempeñan las mujeres que, de acuerdo con la ENOE, está concentrado en ocupaciones como ventas por catálogo (96%), quehaceres domésticos (95%), cuidados (93%), enfermería (83%) y puestos de secretaria (81%).
Si bien la población joven es bastante heterogénea –menciona Álvarez, el coordinador de la Alianza Jóvenes con Trabajo Digno– y es difícil clasificar sus características principales, la mayoría de personas que no están disponibles para el empleo, es decir, que no lo tienen ni están en posibilidad de buscarlo, son mujeres.

Por lo tanto, es indispensable atender las necesidades de ellas y promover su inclusión económica al mercado laboral formal. En mayo de este año, la alianza entregó un documento a tomadores de decisión con dos propuestas centrales al respecto: el Sistema Nacional de Cuidados para promover la empleabilidad de las jóvenes mujeres, así como contar con una verdadera perspectiva de género en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro.
“El Sistema Nacional de Cuidados no es una agenda ni nueva ni sencilla. Ha habido mujeres feministas que lo han impulsado desde los años 70, y ha sido una lucha muy importante. Es un reconocimiento que desde la Alianza hacemos, y sabemos que es una agenda que nos toca acompañar para asegurar que la perspectiva de las mujeres jóvenes que no estudian ni trabajan se vea reflejada”, puntualiza. Para ello son necesarios componentes de infraestructura, presupuesto y coordinación intersecretarial.
La problemática de las jóvenes que abandonan o no tienen acceso al ámbito escolar y laboral puede rastrearse hasta los embarazos tempranos que muchas de ellas experimentan, y que genera costos para su desarrollo social y económico, pues a la larga encuentran más dificultades para su inserción en el mercado de trabajo o se mantienen en condiciones precarias.
Para 2023, en México se estimó que la tasa específica de fecundidad en adolescentes de 15 a 19 años fue de 50.62 nacimientos por cada mil, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica (ENADID), un resultado 30% menor al que se tuvo en el quinquenio 2013-2017, cuando se estimó en 72.21 por cada mil.
De acuerdo con un estudio sobre embarazos tempranos en México, publicado en 2020 por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA por sus siglas en inglés), la tasa de inactividad laboral en el caso de madres adolescentes es 3.64% mayor que la de mujeres que tuvieron hijos en edad adulta, con una tendencia 10.18% mayor al desempleo.
Pese a que le habría gustado, Fernanda no ha podido retomar sus estudios ni ingresar a un trabajo formal. Sus días están destinados por completo al cuidado de sus hijas, desde las 6:30 de la mañana que se levanta a preparar el desayuno, bañarlas y alistar el uniforme. Lo hace con más tranquilidad que cuando le faltó apoyo emocional y no sabía dónde buscarlo. Haber sido una mamá joven, reconoce, no fue fácil.
La Red Materno Infantil, a la que conoció en el hospital donde parió, imparte talleres que se enfocan en las diversas implicaciones que tiene para las mujeres jóvenes convertirse en madres a una edad temprana. Una de ellas, además de las que impactan directamente su salud, es justamente la dificultad para acceder a trabajos formales o de calidad, apunta Alejandra Garrido, directora de la red, además de no poder completar sus estudios, desde la educación básica hasta la superior.
Fernanda recuerda que su segundo embarazo fue más difícil que el primero, porque no le dijo a nadie de su familia, pero en Mitch, la persona de la Red que la acompaña, encontró la confianza para contarle a alguien. En aquel momento, su pareja estaba con otra persona, por lo que vivió sola todo el proceso. Hasta muy cerca del parto les dijo a sus papás, pero de nuevo, en los primeros meses de Cami se hizo cargo sola en medio de una depresión posparto.
El UNFPA calculó que el costo de oportunidad por embarazos adolescentes y maternidades tempranas en México equivale a 76 mil millones de pesos al año, es decir, la pérdida estimada de ingresos en mujeres por desempleo, además del monto que el Estado deja de recaudar en impuestos por la disminución de retribuciones salariales, lo que según cálculos de la agencia de la ONU representa el 0.32% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, presupuesto con el que se podría construir y equipar 21 hospitales generales o 9 mil 600 escuelas por año.

A ello se suman las consecuencias en la salud de las niñas y adolescentes, ya que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), las complicaciones durante el embarazo y el parto son la segunda causa de muerte entre las jóvenes de 15 a 19 años en el mundo. En el caso de México, para 2018 se estima que en la atención médica de estas mujeres se invirtieron en promedio 19 mil 509 pesos por parto.
Fernanda sabe que hoy cuenta con una red de apoyo que no tuvo antes, pero no resuelve de forma permanente el peso que ella carga sola. Su pareja generalmente no está en casa por su trabajo y capacitaciones. A sus 21 años, a veces piensa en retomar proyectos laborales o escolares, pero hoy mismo sería imposible porque los tiempos no se ajustan.
Además, una de sus hijas, Dani, enfrenta complicaciones en el desarrollo del lenguaje, por lo que debe llevarla a terapia y supervisar su desempeño. Aunque abandonó sus estudios antes del último semestre de prepa, acabó ese grado escolar más tarde mediante examen, pero la licenciatura se volvió imposible. Hoy toma algunos cursos de estimulación con la Red Materno Infantil, una veta que le gustaría explorar profesionalmente más adelante.
De acuerdo con el UNFPA, de las mujeres que tienen hijos en la adolescencia, el 26.6% terminó únicamente la primaria, 62% llegó a la secundaria y sólo el 6.68% continúan su trayectoria escolar, lo que implica un impacto negativo en su situación socioeconómica futura, así como en la transmisión de logros relativos a la generación siguiente.
Para evitar que las mujeres jóvenes abandonen sus estudios y permanezcan en la precariedad laboral –principalmente por dedicarse a cuidados–, existen iniciativas que se enfocan en abatir el embarazo adolescente, y otras en impulsar la posibilidad de emprender. Algunas mujeres logran, mediante ese tipo de apoyos, que su proyecto de vida no quede rezagado.
“Siempre fui una persona que antes de quedar embarazada decía ‘me gustaría viajar, conocer ciertos lugares’. Gracias a mi tío, que es licenciado en Turismo, me llevó una que otra vez a viajar con él; me gustaba mi carrera, me gustaba mucho lo que hacía, interactuar con la gente, conocer nuevas culturas, entonces sí sería algo que me gustaría retomar. Mi enfoque ahorita son las niñas, con dos está bien, y luego estudiar, retomar, volver a hacer lo que algún día quise”, desea Fernanda.


Un concepto sencillo, nacido en la isla del Mediterráneo, puede cambiar cómo ves lo cotidiano.
“En Sicilia tenemos una palabra mágica con un sabor propio: Futtitini“, cuenta el actor italiano Giusepppe Capodicasa en un video de BBC Reel.
“No es una mala palabra, es una bendición”, declara.
Recordemos que en Sicilia se habla italiano como en el resto de Italia, pero suena distinto porque detrás hay siglos de historia trenzada en la lengua.
Antes de que el italiano se adoptara como la voz común del país, los sicilianos ya hablaban el siciliano, una lengua romance marcada por las sucesivas conquistas y dominaciones de la isla: griegos, árabes, normandos, españoles… cada uno dejó alguna huella en el acento y en las palabras.
Cuando el italiano estándar empezó a imponerse en el siglo XIX, no borró esa base, sino que se mezcló con ella.
Por eso, aunque alguien como Capodicasa, quien se identifica “100% siciliano”, habla italiano, se notan tonos, giros y palabras que vienen de esa mezcla antigua.
Futtitinni es una de esas palabras.
Una que, según Capodicasa, encierra “una filosofía de vida, una forma de concebir nuestra existencia”.
“Futtitinni… cuán hermoso suena”, dice el filósofo siciliano Pietro Briguglio, pronunciando la palabra gustosamente.
“Cuando la dices, descargas un peso que tenías y quedas ligero”.
El término está muy presente en el lenguage común pues “se presta a ser usado en muchas situaciones”, afirma Briguglio.
Podría entenderse como “no te preocupes demasiado”, “déjalo pasar”, y su sentido se mueve entre “no te amargues”, “no te enredes” -o el mexicano “no te claves”, el colombiano “no te compliques”, el caribeño “no te calientes la cabeza” o el sureño “no te hagas drama”.
Pero según Capodicasa, “es más matizado, más elegante”.
La raíz de futtitinni es el verbo siciliano futtíri, que no es particularmente elegante: es una manera vulgar de decir “copular”.
Proviene del latín futūere, que en español evolucionó como ‘follar’, esa forma coloquial para hablar de las relaciones sexuales que aún se escucha en España.
En siciliano, así como ocurrió en muchas lenguas romances con verbos de origen sexual, futtíri se ha amplió a significados figurados como engañar, fastidiar, robar o tomarse libertades, dependiendo del contexto.
De ahí que futtitinni tenga un matiz entre despreocupado y un poco irreverente, algo así como “que te importe un carajo”, pero con ese tono siciliano que lo vuelve más filosófico que agresivo.
Y es que no se trata de que nada importa, ni de eludir problemas o responsabilidades, ni siquiera de resignación.
“Futtitinni no es superficialidad”, aclara Capodicasa. “Es la capacidad de atravesar las situaciones de la vida con conciencia y ligereza”.
En ocasiones, llama a desprenderse de lo inmutable y seguir viviendo plenamente, como explica el sitio web Entendiendo a Italia.
En esos casos, sirve para para consolar un amigo ante una decepción, para sobrellevar un revés económico, o simplemente para poner en perspectiva un incidente cotidiano.
Es además una herramienta existencial, que sirve para separar lo esencial de lo superfluo, para no cargar con cada contrariedad, y priorizar lo que de verdad importa.
Futtitinni encierra una modo de enfrentar la adversidad con ligereza, dignidad e incluso humor… un sentido que los sicilianos tienen muy desarrollado.
Como notó el político y escritor romano Cicerón, ya en el siglo I a. C., los sicilianos eran “una raza inteligente, pero desconfiada y dotada de un maravilloso sentido del humor”.
“Por terrible que sea una situación, los sicilianos siempre tienen un comentario ingenioso que hacer al respecto”, añadió.
Esa cualidad los ha acompañado a lo largo de sus 3.000 años de historia, a menudo difíciles de sobrellevar.
Solo adoptando una actitud reflexiva, observa Il Italoamericano, pudieron superar la constante tentación de convertirse en figuras trágicas.
Esa actitud se expresa en esa exhortación que los sicilianos usan cuando las cosas se vuelven demasiado abrumadoras: futtitinni.
Y, aunque la palabra existe en dialecto siciliano desde hace generaciones, en los últimos años ha tenido un resurgir notable.
Competiciones de memes, camisetas con la inscripción “Futtitinni“, artículos y blogs que rescatan su significado como “pedagogía de lo esencial”.
Futtitini “no es superficialidad, sino el arte del discernimiento”, señala Francesco Mazzarella en la revista Paese.
Aclara que ese arte del discernimiento es el “que distingue entre lo urgente y lo ruidoso, entre lo que nos edifica y lo que nos consume”.
Explica que cuando un siciliano dice futtitinni, a menudo está diciendo:
“No dejes entrar en tu corazón aquello que no merece habitar allí”.
“No le des poder a quien quiere quitarte el aliento”.
Para Mazzarella, el tradicional término no sólo no ha perdido relevancia sino que, en esta época en la que todo exige atención, y “cada opinión se convierte en guerra, cada imperfección en fracaso (…), futtitinni se ha convertido en revolución”.
Invita a practicar “el buen desapego”, a despreocuparse por lo periferal y centrarse en lo realmente importante.
“¿Tu pareja te dejó?… quizás no era la ideal. ¿Perdiste tu trabajo?… tómatelo como un nuevo comienzo”, ejemplifica Capodicasa.
“Hay quienes hacen yoga, meditación, respiran con el diafragma. Hay quienes van a India a encontrarse a sí mismos”, dice Capodicasa.
“En Sicilia hacemos todo esto con una sola palabra.
“Se dice que un viejo sabio, mientras explicaba las leyes de la filosofía siciliana a un joven discípulo, en cierto momento se detuvo, lo miró a los ojos y le dijo:
“Hijo, si no puedes cambiar lo que te hace sufrir, entonces futtitinni“.
Quizás ese sabio, al pronunciar la palabra, hizo el gesto típico que suele acompañarla para enfatizar: levantando la mano de abajo hacia arriba, como arrojando las preocupaciones al aire.
La intención es distender, dejar de enfocarse en lo negativo.
“La vida te estresa… tómatela con calma.
“Atascado en el tráfico… Paciencia”…
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